lunes, 6 de enero de 2025

DE REPENTE, EL ÚLTIMO VERANO (1959), DE JOSEPH L. MANKIEWICZ.

Tennessee Williams es uno de esos dramaturgos de los que Hollywood adaptó numerosas obras teatrales y de ellas salieron excelentes películas. Esta quizá es de las que cuenta con un argumento más sórdido, puesto que su protagonista sufre una grave enfermedad mental debido a un trauma reciente y se encuentra por ello internada en un sanatorio de aspecto nada agradable. Otro de los aspectos poco glamourosos de la trama tiene que ver con la práctica de la técnica de la lobotomía por parte del doctor al que interpreta Montgomery Clift, un destino que está acechando a la protagonista. La otra estrella de De repente, el último verano es una magnífica Katharine Hepburn, cuya presentación descendiendo de un extravagante ascensor casero resulta ciertamente memorable. Casi tanto como el jardín salvaje que cultiva dentro de sus posesiones, toda una metáfora de el enfrentamiento con lo primario con el que culminará la película. Ya la escena en la que se rememora la matanza cruel de tortugas (la naturaleza como un ente despiadado) dice mucho del mensaje que nos quiere transmitir el dramaturgo. La película de Mankiewicz toma la forma de una gran tragedia griega desarrollada en espléndidos escenarios e interpretada por actores inigualables, por lo que se alza como una de las obras más arriesgadas de la etapa dorada de Hollywood. Tanto, que en España estuvo censurada durante décadas y solo pudo verse a partir de 1980. 

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domingo, 5 de enero de 2025

TRABAJAR, UN AMOR NO CORRESPONDIDO (2022), DE SARAH JAFFE. CÓMO LA DEVOCIÓN POR EL TRABAJO NOS MANTIENE EXPLOTADOS, AGOTADOS Y SOLOS.

Aunque desde hace décadas se ha dicho a los ciudadanos que avanzamos hacia la sociedad del ocio y que cada vez sería necesario trabajar menos, lo cierto es que en esta materia no hemos conseguido prácticamente ningún beneficio. Si acaso, el mundo del trabajo es ahora más exigente y más competitivo que nunca, en un escenario en el que los beneficios empresariales pueden dispararse, pero al empleado no le llegan ventajas de ello. Para muchos el trabajo está por encima de la vida familiar, del ocio y de cualquier otro aspecto vital, puesto que al horario laboral hay que sumar los desplazamientos y los quebraderos de cabeza que nos llevamos a casa. La realidad española es que existe una gran brecha laboral, y no es de género. Los empleados públicos suelen gozar de condiciones mucho mejores que los de la privada. Pero Trabajar, un amor no correspondido no trata de nuestro país, sino de Estados Unidos, un país con muchas más oportunidades laborales que a veces se pueden convertir en auténticas pesadillas para los que necesitan un salario para salir adelante.

Lo primero que viene a decir Sarah Jaffe es que el sindicalismo de antaño ha sido sustituido en gran parte por la idea de que el empleado debe tener amor y devoción por su trabajo y que esto en parte es sustituto de cualquier justa reivindicación que se quiera poner sobre la mesa. Todo esto produce un alto nivel de autoexigencia (siempre existe la impresión en el trabajador de que puede ser sustituido), lo que deriva en altos niveles de ansiedad que el empleado se lleva también a su vida privada. Es curioso que durante la pandemia, cuando casi todo el mundo fue enviado a casa, muchos contemplaran una forma de vivir distinta, más austera pero mucho más relajada. Lo de la gran renuncia en parte es un mito, al menos en nuestro país, pero sí que es cierto que la gente ya no quiere ciertos trabajos con poco atractivo social y alto nivel de estrés. 

Pero el libro de Sarah Jaffe no solo se detiene en los testimonios de los empleados por cuenta ajena, sino también en los que no tienen más remedio que ser autónomos, unos seres ahogados también por las exigencias burocráticas cada vez más caprichosas por parte del Estado. Además pasan por sus páginas becarios, trabajadores del comercio, artistas o empleados del mundo académico nada satisfechos con sus condiciones de empleo y de vida. Lo más sangrante es la falta de tiempo libre, lo que deriva en la incapacidad de ser ciudadanos de pleno derecho y de ocuparnos de asuntos ajenos a nuestras responsabilidades laborales, sobre todo para quienes tienen también responsabilidades familiares:

"Hoy en día, el tiempo libre es un lujo que pocos pueden permitirse. Hemos suprimido y, extrañamente, recreado al mismo tiempo la sociedad de los antiguos griegos, en la que muchos de nosotros estamos tan ocupados con el trabajo que nos parece imposible ser miembros informados de la sociedad y en la que el compromiso político y social es una indulgencia para los ricos. Hemos convertido en trabajo aquello que podríamos haber hecho por placer, e incluso hemos logrado que solo unos pocos tengan acceso a este trabajo relativamente agradable."

sábado, 4 de enero de 2025

GLADIATOR 2 (2024), DE RIDLEY SCOTT.

Cuando leí por primera vez acerca del proyecto de realizar una segunda parte de Gladiator, me lo tomé a broma. El protagonista de la primera moría en un final épico que no admitía continuidad con otra película. Sin embargo, aquí se sitúan décadas después de estos acontecimientos para contar prácticamente la misma historia, pero esta vez protagonizada por el hijo de Máximo. Gladiator 2 no oculta su ambición de aprovechar el éxito de su predecesora para ofrecer un espectáculo hiperbólico que en ningún momento se hace creíble para el espectador. En demasiados momentos se intenta apelar a la nostalgia, mostrando imágenes de Máximo, pero esto solo sirve para que comparemos el carisma de Russell Crowe comparado con el insípido Paul Mescal. Lo que en la primera parte era espectacularidad y épica bien entendida - aunque no se respetara la verdad histórica - aquí se convierte en una película sin alma, como si hubiera sido filmada por una inteligencia artificial a la que se hubiera programado exclusivamente para abrumar al espectador. Aunque en algunos tramos resulte entretenida, Gladiator 2 es una obra absolutamente innecesaria que no solo no homenajea a la primera, sino que, en cierto modo, mancha su legado.

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DÍAS ÚNICOS. ANTOLOGÍA POÉTICA (1912-1959), DE BORIS PASTERNAK. LA POESÍA DE UN SUPERVIVIENTE.

Aunque es conocido sobre todo por su enorme novela El doctor Zhivago, Boris Pasternak se consideraba ante todo un poeta, una faceta literaria que cultivó desde su juventud, evolucionando desde el vanguardismo a una poesía más desnuda y también más lúcida, más humana. Pero la mejor definición de lo que es poesía la ofrece él mismo:

Es un silbido vertiéndose de golpe,
es la noche congelándose en las hojas,
son carámbanos que crujen y se frotan, 
es un duelo singular de ruiseñores.

Es, en la planta, el postrer guisante fino,
es un llanto universal en las escápulas,
es Fígaro con atriles y con flautas
sobre el bancal
desplomándose en granizo.

En cuanto la noche
espléndida rastrea
en lo más hondo de lóbregos estanques
para volver al jardín con una estrella
entre las manos mojadas y temblantes.

Es placa plana en el agua: ¡y qué sofoco!
El cielo entero se eclipsa en los alisos:
pueden reír las estrellas a su antojo;
pero el mundo es un lugar en el olvido.

También es capaz Pasternak de dedicar sus esfuerzos no solo a una descripción magistral de la naturaleza, sino también del objeto amoroso:

Para algunos, amar es una carga,
pero tú eres hermosa sin rodeos,
y es como si el secreto de tu gracia
diera respuesta a todos los misterios.

Es bien conocido que Pasternak hubo de renunciar al Premio Nobel bajo la amenaza de ser expulsado de la Unión Soviética si lo aceptaba. De nuevo es la poesía el mejor modo de expresar sus sentimientos al respecto:

Me ahogo, como una fiera acorralada;
hay en algún sitio gente, libertad...
luz; pero tras mí va el ruido de la caza:
y no puedo dirigirme a ese lugar.

El bosque umbrío y la orilla del estanque,
los troncos de los abetos abatidos.
El camino está cortado en todas partes:
pase lo que pase, a mí me da lo mismo.

Y quién sabe de qué crímenes funestos
soy culpable, yo, asesino, mala bestia.
Yo hice sólo suspirar al mundo entero
evocando la belleza de mi tierra.

Pero incluso así, a las puertas de la tumba
aún confío en que llegue el día aquel:
cuando la fuerza del mal y la calumnia
se derrumbe ante el espíritu del bien.

El poeta como protagonista involuntario de la Guerra Fría, despojado de su prestigioso galardón por una cuestión política. Sin embargo, anteriormente Pasternak no solo había puesto en juego su pertenencia a su tierra y su prestigio literario, sino su propia vida cuando, en tiempos de Stalin, ser escritor era una profesión de alto riesgo. Nos queda la obra de Pasternak, un superviviente que amaba la naturaleza rusa sobre todas las cosas. Una obra seguramente lastrada por la falta de libertad, pero que se zafa de todas las dificultades convirtiéndose finalmente en una oda al espíritu humano.