jueves, 30 de abril de 2009
DERECHO TORCIDO.
Mi amigo Rafael, gran abogado y mejor persona acaba de crear un blog, dedicado al día de su profesión. Los interesados en el mundo jurídico tienen un instrumento perfecto para estar informados de la actualidad, con un toque irónico. Mi amigo promete que va a arder Troya...
El enlace:
www.derechotorcido.com
martes, 28 de abril de 2009
PASE DE MODELOS.
Todos los días cuando compro "El País" lo primero que hago es devorar el artículo de Enric González. La televisión le sirve de excusa para diseccionar la realidad con una lucidez, valentía e independencia de criterio que se ve en pocos periodistas. Además es un maestro en el uso de la ironía, lo cual me encanta. Hoy parece haberme leído el pensamiento:
"El señor presidente de la República Francesa visita España. Los informativos televisivos ofrecen una amplia cobertura gráfica del encuentro entre doña Letizia y doña Carla: de frente, de perfil, de lado y desde atrás. Los medios digitales ilustran sus informaciones con fotografías de doña Letizia y doña Carla, preferentemente de perfil.
Abc.es se desmarca ligeramente, porque coloca una foto del presidente Nicolas Sarkozy y del futurible Mariano Rajoy, pero se corrige de inmediato con una información titulada "Duelo de elegancia femenina" complementada con un mogollón de fotos de ambas elegantes. A veces, por detrás, asoma el rey Juan Carlos o alguna otra persona asistente a la cita de las señoras. (...)
Quiero pensar que este tratamiento periodístico de la cumbre hispano-francesa, tan interesado en el aspecto de dos damas que han hecho buen matrimonio, tiene alguna intención confesable. No sé, quizá se quiera mostrar lo último de lo último en cirujía plástica. O promocionar el sector de alta costura. Estoy seguro de que existe una buena explicación, aunque yo, ahora mismo, no caiga. (...)"
Algo que se supone que es importante (aunque debería ser algo habitual, el encuentro entre dos países vecinos para hablar de sus cosas). se convierte en frivolidad de prensa del corazón, que poco a poco lo invade todo embobando aún más, si cabe, a la población en cuestiones de elegancia y lujo que nunca podrán alcanzar. No comprendo ese presunto morbo. Quizá sea una mezcla de envidia y admiración. Al final la cumbre franco-española se reduce a la cuestión de quién tiene mejor culo, Letizia o Carla. Ante informaciones de esta índole la crisis y la gripe porcina no tienen nada que hacer.
sábado, 25 de abril de 2009
ÚLTIMAS VOLUNTADES ( y III ).
III
Como ya he sugerido, esta desesperanza fue lo que causó su muerte, que a nadie cogió por sorpresa. Se organizó una capilla ardiente en la librería y se procedió a la lectura de su testamento. Las lágrimas caían por mis mejillas cuando tuve que leer lo siguiente, en relación con el asunto que le había atormentado durante sus últimos años: "Hemos vendido nuestra alma a cambio de unas pocas ventas. Antes éramos generosos y amantes de nuestro trabajo. Los clientes entraban por la puerta y nosotros intentábamos hacerles mejores personas a través de la letra impresa, que para mí siempre ha tenido un carácter sagrado." Pero el viejo nos tenía reservada una sorpresa y, leyendo sus últimas voluntades, no pude dejar de esbozar una sonrisa. A la mañana siguiente, toda la avenida donde se encontraba la librería amaneció regada de libros. Los libros que habían permanecido en los últimos tiempos medio ocultos por falta de un lector que los escogiera, salían a la calle a buscarlo. El torrente de libros desembocaba en el establecimiento que tantos años había dirigido don Benigno, donde se encontraba su capilla ardiente. Las personas que iban paseando, sorprendidas por el insólito espectáculo, se quedaban observando las filas de libros y una suave voz en su interior les decía cual debían escoger. Seguidamente, con su volumen bajo el brazo, presentaban sus respetos a quien les había hecho tan maravilloso regalo. Durante toda la jornada, una ininterrumpida fila de personas agradecidas se presentaron ante el ilustre difunto. Fue la jornada más memorable en la larga existencia de la librería "La casa de las palabras", cuando volvió al espíritu que siempre la había guiado y que no volvería a abandonar jamás.
viernes, 24 de abril de 2009
ÚLTIMAS VOLUNTADES ( II )
II
La primera vez que me vio yo era un adolescente desocupado que andaba vagabundeando entre los pasillos, observando los libros que jamás podría comprar. Como me dejaba caer por allí de vez en cuando, me obsequió con el primer libro que poseí, "Dos años de vacaciones", de Julio Verne. Esta lectura contagió en mí el virus de la literatura y fue la semilla que hizo que más tarde me contratara para trabajar para él. En la novela, un grupo de muchachos naufraga en una isla desierta y, con su ingenio y una perfecta organización logran salir adelante hasta que son posteriormente rescatados. Esta visión optimista de la vida, idónea para mi adolescencia, cambió cuando maduré y el doctor me recetó otro libro, con el mismo argumento pero distinto resultado, "El señor de las moscas", de William Golding. También aquí unos muchachos debían convivir en una isla desierta, pero aquí no colaboraban, sino que disputaban entre sí y los más fuertes se imponían a los más débiles. "Así es la vida realmente", fue su lacónico comentario cuando terminé de leerlo.Este lugar idílico, este remanso de cultura se mantuvo así muchos años. Una clientela fiel y el boca a boca conservaron la fama de la librería y de su ilustre dueño, hasta que, poco a poco, las cosas empezaron a cambiar cuando abrieron un nuevo establecimiento en la misma calle. También se dedicaba a la venta de libros, pero con unos métodos muy diferentes. Ofrecían principalmente una serie de best-sellers, con portadas de colores chillones, mediante unos métodos publicitarios muy agresivos. No intentaban convencer al posible lector con argumentos, sino con cifras de ventas, bien visibles en la cubierta del volumen. La librería tenía varias plantas, dedicándose también a la venta de películas, música, ordenadores, electrodomésticos... Una combinación que don Benigno no lograba entender, pero que estaba afectando a su negocio. La gente ya no buscaba sus consejos, sino que se dejaba guiar por los atractivos montones de libros colocados estrategicamente, más hijos de una agresiva campaña de marketing quede la mente de un escritor. Ante la nueva realidad, don Benigno no tuvo más remedio que hacer de tripas corazón y adoptar los métodos de su competencia. Lentamente, su librería fue perdiendo su esencia y él fue perdiendo sus ganas de vivir. Su librería ya no era su librería, sino un almacén de libros, un libródromo. Lo peor de todo es que ya nadie le pedía consejo. Parecía que de pronto, toda la gente necesitara el mismo libro y que ya no tuviera clientes, sino consumidores. Noté que desde entonces fue envejeciendo tan rápido como lo hacían esos libros de ventas millonarias y vacíos de contenido.
ÚLTIMAS VOLUNTADES ( I )
(Relato leído ayer en el acto conmemorativo del día del libro en Vélez-Málaga).
Ayer celebramos un sencillo acto entre amigos en la magnífica Sala del Exilio, junto al palacio de Beniel en Vélez-Málaga, organizado por la Sociedad de Amigos de la Cultura. Comparar mi humilde relato con las lecturas que se hicieron de autores como Rimbaud, Neruda, Benedetti o Hernández es francamente absurdo, pero tuve el valor de leerlo entre tantos maestros.
I
Por primera vez en muchos años, el otro día lo ví verdaderamente abatido, el pelo blanco encrespado, él que siempre lo llevaba pulcramente peinado; la pajarita torcida, los pantalones arrugados, la camisa sin planchar, él que siempre era tan correcto y elegante en el vestir, el semblante serio, con expresión angustiada, él que siempre ha sido la serenidad personificada... Cuando los empleados nos acercábamos a preguntarle, él no contestaba. Ahora sabemos que estaba sintiendo el aliento de la muerte y no podía afrontarla con la imperturbabilidad con la que había encarado el resto de su vida.
Don Benigno Manso, que así se llamaba mi patrón, tuvo la suerte de saber desde muy temprana edad cual era su vocación: él quería ser librero. Su padre decía que había nacido con un libro bajo el brazo y aprendió a leer antes que a hablar. Eso conformó en él un carácter apacible, distante y bonachón, una enciclopedia viviente de buenas lecturas que quería compartir con el resto de la humanidad. A los veinte años, gracias a la herencia de un tío que había hecho fortuna en Argentina, pudo abrir su librería en pleno centro de la ciudad. Con muy buen ojo, eligió un pequeño local en el lateral de un palacete, uno de los edificios más antiguos de la ciudad, que había sido sucesivamente residencia del embajador italiano y café-teatro. Se trataba de una construcción muy sólida, de piedra caliza, con una entrada principal verdaderamente monumental, sostenida por dos imperturbables colosos de piedra y un interior amplio y luminoso con una decoración sobria y elegante, muy del gusto de don Benigno. Con el paso del tiempo los libros fueron conquistando espacio y del primitivo lateral se fueron haciendo poco a poco con el resto del palacio, dirigidos por la pujanza comercial y el buen hacer del librero. Era un auténtico placer recorrer aquellas salas con las estanterías y anaqueles repletos de volúmenes, con un anfitrión, siempre discreto, dispuesto a ayudar al visitante cuando era solicitado para ello. Don Benigno había creado su propio mundo, dominado por su pasión por las letras.
La librería fue un éxito desde su misma inauguración. Durante la República fue lugar de reunión de intelectuales. Cuando llegó la guerra, don Benigno se negó a cerrar un solo día, argumentando que los libros eran la mejor defensa contra la barbarie. En los peores días de bombardeo, se negaba a bajar al refugio, y pasaba las tempestades de fuego sentado tranquilamente en su despacho con algún volumen entre manos. Por suerte, ni una bomba llegó a rozar este santuario, que mantuvo viva una llama de esperanza en las peores condiciones. Ni siquiera los primeros años de la dictadura, los más duros, le hicieron cerrar el negocio, sino que respondió a la difícil situación como mejor sabía: tapió una de las habitaciones, pudiendo accederse a ella solo mediante una puerta secreta. Allí colocó, bien ordenados, cuantos libros habían sido censurados y prohibidos por el gobierno, ofreciéndoselos a los clientes de confianza. Jamás nadie le delató, aunque sí que recibió alguna paliza en la Dirección General de Seguridad, por ser sospechoso de haber ayudado a los rojos.
¿Cuál era el secreto del éxito de don Benigno? El, más que librero, se consideraba médico, un médico que curaba las enfermedades del alma en vez de las del cuerpo, que recetaba lecturas, en vez de jarabes. Pese a su timidez natural, nunca evitaba el trato personal cuando se trataba de trabajo. A una mujer adúltera le recetó "Madame Bovary" de Flaubert, a un marino sin vocación, "Moby Dick", de Melville, a un alcohólico, "La taberna", de Zola, a un avaro, "Misericordia", de Galdós, a un aspirante a asesino, "Crimen y castigo", de Dostoiveski, a un militar arrepentido, "Sin novedad en el frente", de Remarque. Defendía la teoría de que existía un libro para cada persona y una persona para cada libro, que se buscaban mutuamente y él solo facilitaba esos encuentros. Que las lecturas posibles eran infinitas y que, aún en la misma persona, las interpretaciones y aprovechamientos que podían deparar una lectura podían ser muy distintos en las diferentes etapas de la vida.
Don Benigno Manso, que así se llamaba mi patrón, tuvo la suerte de saber desde muy temprana edad cual era su vocación: él quería ser librero. Su padre decía que había nacido con un libro bajo el brazo y aprendió a leer antes que a hablar. Eso conformó en él un carácter apacible, distante y bonachón, una enciclopedia viviente de buenas lecturas que quería compartir con el resto de la humanidad. A los veinte años, gracias a la herencia de un tío que había hecho fortuna en Argentina, pudo abrir su librería en pleno centro de la ciudad. Con muy buen ojo, eligió un pequeño local en el lateral de un palacete, uno de los edificios más antiguos de la ciudad, que había sido sucesivamente residencia del embajador italiano y café-teatro. Se trataba de una construcción muy sólida, de piedra caliza, con una entrada principal verdaderamente monumental, sostenida por dos imperturbables colosos de piedra y un interior amplio y luminoso con una decoración sobria y elegante, muy del gusto de don Benigno. Con el paso del tiempo los libros fueron conquistando espacio y del primitivo lateral se fueron haciendo poco a poco con el resto del palacio, dirigidos por la pujanza comercial y el buen hacer del librero. Era un auténtico placer recorrer aquellas salas con las estanterías y anaqueles repletos de volúmenes, con un anfitrión, siempre discreto, dispuesto a ayudar al visitante cuando era solicitado para ello. Don Benigno había creado su propio mundo, dominado por su pasión por las letras.
La librería fue un éxito desde su misma inauguración. Durante la República fue lugar de reunión de intelectuales. Cuando llegó la guerra, don Benigno se negó a cerrar un solo día, argumentando que los libros eran la mejor defensa contra la barbarie. En los peores días de bombardeo, se negaba a bajar al refugio, y pasaba las tempestades de fuego sentado tranquilamente en su despacho con algún volumen entre manos. Por suerte, ni una bomba llegó a rozar este santuario, que mantuvo viva una llama de esperanza en las peores condiciones. Ni siquiera los primeros años de la dictadura, los más duros, le hicieron cerrar el negocio, sino que respondió a la difícil situación como mejor sabía: tapió una de las habitaciones, pudiendo accederse a ella solo mediante una puerta secreta. Allí colocó, bien ordenados, cuantos libros habían sido censurados y prohibidos por el gobierno, ofreciéndoselos a los clientes de confianza. Jamás nadie le delató, aunque sí que recibió alguna paliza en la Dirección General de Seguridad, por ser sospechoso de haber ayudado a los rojos.
¿Cuál era el secreto del éxito de don Benigno? El, más que librero, se consideraba médico, un médico que curaba las enfermedades del alma en vez de las del cuerpo, que recetaba lecturas, en vez de jarabes. Pese a su timidez natural, nunca evitaba el trato personal cuando se trataba de trabajo. A una mujer adúltera le recetó "Madame Bovary" de Flaubert, a un marino sin vocación, "Moby Dick", de Melville, a un alcohólico, "La taberna", de Zola, a un avaro, "Misericordia", de Galdós, a un aspirante a asesino, "Crimen y castigo", de Dostoiveski, a un militar arrepentido, "Sin novedad en el frente", de Remarque. Defendía la teoría de que existía un libro para cada persona y una persona para cada libro, que se buscaban mutuamente y él solo facilitaba esos encuentros. Que las lecturas posibles eran infinitas y que, aún en la misma persona, las interpretaciones y aprovechamientos que podían deparar una lectura podían ser muy distintos en las diferentes etapas de la vida.
LA LETRA ESCARLATA (1850), DE NATHANIEL HAWTHORNE. LA UTILIDAD DE LA RELIGIÓN.
Una de las grandes novelas clásicas de la narrativa norteamericana. Su título hace referencia a la marca infamante que la protagonista, Hester Prynne ha de llevar bien visible en su vestimenta: una A de adúltera. Ella nunca confesará de quién es su hija, aunque el lector pronto tendrá noticia. Nos encontramos en Salem, en pleno siglo XVII. No es el mejor lugar para vivir para una persona de ideas laicas. La ciudad está dominada por el fanatismo religioso puritano y la ley las costumbres religiosas están unidas (algún episodio de Los Simpson ha descrito este ambiente de manera excepcional) . La principal virtud de la novela es la creación de un clima malsano y asfixiante, donde los protagonistas son poco a poco ahogados por un nudo corredizo invisible: el de el rechazo social y la conciencia de culpa.
Hester Prynne sigue viviendo en Salem después de su condena prácticamente como un fantasma: nadie se relaciona con ella más allá de lo necesario, aunque consigue hacerse respetar por sus vecinos por su abnegación en el trabajo. Nadie habla jamás con ella acerca de su adulterio, aunque ella lo va proclamando en voz muy alta allá donde va a través de la letra escarlata, que le quema en el pecho ante la mirada de los demás, pero a que a la vez la libera, pues ella necesita el castigo para expiar sus pecados. Esa necesidad se hará patente claramente también en el clérigo, un hombre atormentado por haber cedido a las tentaciones de la carne con la mujer de otro y eternamente con la mano puesta en un corazón doliente (y ese otro va a tener un papel muy importante en la trama, martirizando psicológicamente aún más si cabe a los protagonistas). Cierra el elenco la hija de Hester, un personaje ciertamente enigmático e incómodo para el lector, que parece saber más de lo que debiera. La única esperanza para Hester y el clérigo reside en escapar al mundo exterior para no axfisiarse, desparecer e iniciar una nueva vida en Europa.
He aquí los orígenes remotos de los Estados Unidos, los orígenes de unas costumbres religiosas estrictas e intolerantes en muchas ocasiones, que solo sirven para oprimir las conciencias, nunca como instrumento liberador, pues se basan en dogmas que contradicen los más elementales impulsos de la naturaleza humana. Bien es cierto que todo ello ha casado con las influencias de las ideas de la ilustración, conformando una de las más antiguas democracias del mundo, consolidada con admirables derechos y libertades. Un país contradictorio, quizá como todos.
Un libro muy interesante, cuya lectura puede aplicarse a muchos de los usos sociales aún vigentes en la América profunda, que apenas han evolucionado en estos últimos siglos. Esa es su mayor virtud, una lectura (desgraciadamente) intemporal. Su mayor defecto es un prólogo francamente insufrible, que puede incitar a muchos a desistir de la lectura del resto de la obra.
miércoles, 22 de abril de 2009
FRANCIS BACON EN EL MUSEO DEL PRADO. EL HORROR DE LA EXISTENCIA.
He tenido la inmensa suerte de asistir en Madrid a un acontecimiento único: la exposición de Francis Bacon en el Museo del Prado, en la que están presentes sus obras más importantes y representativas. Aún no había tenido oportunidad de visitar la ampliación de Moneo: realmente magnífica, muchos metros cuadrados para exposiciones temporales y una integración del claustro de los Jerónimos dentro del ámbito del museo perfectamente lograda. Que suerte tienen los madrileños de poder gozar de ese espacio durante todo el año.
Francis Bacon era un asiduo visitante del Museo del Prado, entre otras cosas por su devoción por Velázquez, por lo que es justo que el Prado le rinda este homenaje, aún siendo Bacon un pintor del siglo XX.
La primera obra que encontramos nada más entrar es "Tres estudios para figuras en la base de una Crucifixión", una obra que deja sin habla. He elegido para comentar la figura central, porque ya había visto antes reproducciones de ella y me había horrorizado como pocas pinturas lo han hecho. Las dos figuras que la flanquean son ciertamente terribles también, pero mi visión se iba automáticamente a la central. Es una figura monstruosa con reminiscencias de humanidad. Un ser torturado y torturante para el espectador, que nada parece esperar de la existencia, solo dolor, un dolor animal aplicado a una consciencia humana, que advierte lúcidamente su propio sufrimiento, pero que nada puede hacer para evitarlo. Las bocas y los dientes de Bacon son siempre expresivos. En este caso transmiten agresividad y violencia. A este ser, al que alguien le ha tapado los ojos, solo le queda morder la mano compasiva que intente ayudarle.
Realmente pocas veces se ha expresado tan bien lo que ha representado la inhumanización del siglo XX. La peor de las pesadillas que se transforma en hiriente realidad.
martes, 21 de abril de 2009
MONSTRUOS CONTRA ALIENÍGENAS (2009) DE ROB LETTERMAN Y CONRAD VERNON. EL 3D (AL FÍN) EN MARCHA.
Mi relación con los espectáculos en tres dimensiones hasta el momento era bastante frustrante. De niño, en el Parque de atracciones Tívoli, mi padre me llevó al interior de una bola gigante donde se proyectaba una película que presuntamente daba la sensación de que tú eras el protagonista (pilotando un avión, montado en una montaña rusa...) La única sensación que sufrí fue la del mareo, así que tuve que sentarme en el suelo de tierra mientras mi frigo dedo (mi primer frigo dedo) se derretía entre mis dedos manchando mis ropas sin yo advertirlo (mi madre sí que lo advertiría horas después).
Unos años más tarde Televisión española publicitó a bombo y platillo que iba a emitir una película en tres dimensiones, algo nunca visto en los hogares españoles, con lo cual se pusieron a la venta en todo tipo de establecimientos unas gafas de cartón con unos plásticos de colores en el hueco de los ojos. Como detalle cabe añadir que podías elegirlas de tu propio signo del horóscopo. A pesar de ser tan joven, aquello me olió a timo desde el principio. Las gafas eran tan burdas y tan artesanales que parecía imposible que aquello fuera a funcionar y, en efecto, fue así. Al cuarto de hora de película (que era del oeste) ya me dolían los ojos tratando de captar la tridimensionalidad en una imagen que se veía tan plana como siempre. Además, la película era malísima y aburrida. Creo que tiré las gafas a la basura y me olvidé del asunto, supongo que como otras miles de personas, avergonzadas en su fuero interno por haber sido estafadas de una manera tan obvia.
Unos años después salieron al mercado unos maravillosos libros que prometían ver imágenes tridimensionales con un poco de esfuerzo. Afortunadamente nunca llegué a comprar ninguno, pero sí que intenté ver las imágenes con alguno que prestó un amigo, pero no hubo manera. Solo me producían mareos y naúseas y lo único que conseguían captar mis ojos era un motón de colorines sin sentido.
Llega el año 2009 e intento de nuevo probar con las dichosas tres dimensiones en la sala IMAX del Plaza Mayor, que tan buenos momentos me ha dado recientemente con "El caballero oscuro" y "Watchmen" y ¡al fín! las ridículas gafas que nos han ofrecido en la entrada sirven para algo, los personajes de Dreamworks parecen moverse hacia uno, las batallas son espectaculares, así como las primeras escenas en el espacio. "Monstruos contra alienígenas" es un homenaje a la ciencia ficción ingenua de los años 50, dominada por el temor a una guerra nuclear: "The blob", "La mujer y el monstruo", "La mosca", "El ataque de la mujer de 50 pies"... El único pero que cabe ponerle a esta producción, de impecable factura técnica, es un guión poco trabajado, que lo confía todo a las escenas de acción y al mensaje clásico de aceptar al que es diferente. Un entretenimiento muy bien servido, sin más pretensiones.
sábado, 18 de abril de 2009
MARIA ANTONIETA (2006), DE SOFIA COPPOLA. LA REINA FASHION.
Tras el éxito de "Lost in traslation", la hija de Francis Ford Coppola se embarcó en el ambicioso proyecto de llevar a la pantalla la vida de María Antonieta y lo hizo de una forma ciertamente original. La puesta en escena es impecable y se nota el esfuerzo de recreación de una época en los cuidados vestuarios y las localizaciones versallescas. Recién leída la biografía de Stefan Zweig encuentro que el guión resume muy bien la historia de esta desgraciada reina, haciendo hincapié en las fallidas relaciones sexuales con el torpe Luis XVI. Kirsten Dunst, que es quien lleva el peso de la película se encuentra cómoda en su papel y sabe transmitir la ingenuidad de una María Antonieta adolescente, la desesperación por su nula vida sexual, su triunfo cuando al fín nace su primera hija, su vida desenfrenada de fiesta en fiesta y su caída en desgracia. La película termina con el intento de huida de Versalles: María Antonieta despidiéndose de sus amados jardines y, en definitiva, de su vida, poco antes de ser devorada por la Historia. No hacía falta mostrar más.
Llama muchísimo la atención la integración de música actual (grupos como The Cure) en secuencias de época del siglo XVIII y sorprende lo bien que quedan en ese contexto: quieren resaltar a María Antonieta como estrella mediática de su época, una reina en boca de todos, un personaje cuyo halo de glamour llega hasta nuestros días. Una mirada a un mito histórico rigurosa, pero a la vez realizada con gran frescura.
SUPERMAN RETURNS (2006), DE BRYAN SINGER. LAS IMPERFECCIONES DEL SUPERHÉROE.
En 1987 y ante el desastre y ridiculez que supuso un despropósito como "Superman IV", se decidió enterrar al personaje de Superman cinematográficamente hablando hasta que llegaran tiempos mejores. Las dos primeras partes habían sido sólidas y coherentes, sostenidas por un magnífico Christopher Reeve, aceptado popularmente como el mejor de los supermanes posibles. Veinte años después Bryan Singer quiso retomar la historia desde los acontecimientos de la segunda parte, obviando las dos siguientes como si no hubieran sucedido, comenzando la historia con un superhéroe que ha abandonado la Tierra durante cinco años para realizar un viaje turístico a los restos de su planeta natal.
El sucesor de Christopher Reeve fue Brandon Routh, un actor desconocido con un físico muy parecido al de Reeve. Lo cierto es como Superman está impecable. Sabe transmitir la grandeza de un hombre con poderes casi divinos, pero vulnerable y solitario en sus relaciones con la humanidad, pero como Clark Kent no da la talla, intentando copiar el trabajo de su predecesor y no consiguiéndolo: un Kent muy artificial y demasiado estúpido. Christopher Reeve consiguió lo que parecía improbable: que no reconocieramos a Superman en el mismo actor, simplemente cambiándose de peinado y poniéndose unas gruesas gafas. Con Brandon Routh nos sorprendemos todo el tiempo de que sus compañeros sean tan torpes como para no darse cuenta de que tienen delante al mismísimo Superman. Y para más inri, los dos vuelven a aparecer a la vez tras cinco años de ausencia.
Uno de los objetivos de Singer es humanizar la figura de Superman, darle sentimientos humanos y hacerle sufrir. Después de cinco años de ausencia descubre que su amada Lois Lane está conviviendo con el mismísimo Cíclope (bueno, en realidad con el actor que hace de Cíclope en los X-Men) y que tienen un hijo. Pero... el niño resultará ser hijo suyo. Superboy empezará su carrera con un asesinato. Buen comienzo.
¿Y para qué hablar de su eterno enemigo, Luthor? Sigue siendo un tipo ridículo, que se rodea de payasos inútiles para llevar a cabo sus planes, que siempre consisten más o menos en lo mismo: conseguir Kriptonita para neutralizar a Superman y poder llevar a cabo algún proyecto megalómano, en esta ocasión crear un continente entero de la nada para construir urbanizaciones (seguramente con sus correspondientes campos de golf) y convertirse en el mayor promotor inmobiliario de la Tierra. Ni Jesús Gil en su momento más álgido habría sido capaz de concebir tamaño proyecto. Me atrevo a decir que ni siquiera el Pocero. Kevin Spacey intenta dar continuidad a la interpretación de Gene Hackman: un patético Luthor que no para de recordar a quien quiere escucharle que él posee la mayor mente criminal del planeta, pero cuyos planes hacen aguas por todas partes. Hay un momento muy bueno: cuando apuñala de la manera más sádica a Superman con un cuchillo de Kriptonita y lo arroja al oceáno, pero todos sabemos que Superman volverá más pronto que tarde a patearle el culo...
En resumen, una oportunidad perdida de revitalizar la franquicia de Superman, no carente de escenas espectaculares y bien realizadas, como la del avión, con buenas ideas, como la de un Superman endiosado dando vueltas a la Tierra en misión de vigilancia en busca de delitos donde poder actuar, pero cuyo potencial está absolutamente desperdiciado por un guión poco original, que copia la estructura de la primera película, estableciendo paralelismos con la historia de Jesucristo y su llegada a la Tierra para redimir a los hombres (con resurreción incluida). Parece ser que el guionista Mark Millar quiere partir de cero con Superman, al igual que se hizo con Batman, y concebir una trilogía del personaje. Creo que sería lo mejor. Al menos en el caso de Batman ha dado unos resultados magníficos.
DE SENTIDO COMÚN
Recuerdo que hace un par de años, en plena bonanza económica, estuve dando una serie de conferencias en centros de la tercera edad acerca de la Unión Europea. Invariablemente, en el turno de preguntas, siempre surgía el tema de la pérdida de valor adquisitivo con la entrada del euro. Yo les respondía, sin mucha convicción, que la solidez de la moneda europea era una de las bases de nuestra buena situación económica. ¿Qué les respondería hoy? Cuento esto, a propósito de una carta al director publicada hoy en El País. Leánla y saquen sus propias conclusiones, porque no tiene desperdicio:
"Leo en la prensa que el IPC es del - 0,1 % y que los economistas se preocupan de la posible entrada en deflación. Permítanme que les exponga lo que me dice mi sentido común.
La crisis se terminaría instantáneamente si las cosas tuvieran el precio que deberían tener, o sea, el que tenían antes de la entrada del euro y de la burbuja inmobiliaria. Así de simple. Si un café valiera 60 céntimos, una caña de cervez 70 centímos, un menú cinco euros, una cena en un restaurante 22 euros, un litro de gasolina 70 céntimos y un piso medio en Madrid o Barcelona 130.000 euros, nadie hablaría de crisis.
Además, lo de la deflación no me cuadra, porque los precios de la informática y de la electrónica de consumo, por poner un ejemplo, no han dejado de bajar en los últimos 20 años, y no por ello se ha frenado su consumo. Quien necesita un ordenador para trabajar, se lo compra cuando le hace falta, no se espera a que bajen más.
Si las viviendas no se venden es porque la demanda especulativa se ha parado en seco, naturalmente.
Yo no soy economista, pero visto lo que aciertan últimamente, estoy convencido de que mi opinión tiene tanto valor como la de cualquiera.
Eso sí, nosotros también tenemos parte de la culpa, porque el primer día que nos cobraron un euro por un café, tendríamos que habernos largado del bar y dejado el café en la barra. Yo ya hace tiempo que he dejado de ir a los bares, harto de enfadarme cada vez que me traían la cuenta.
Señores del gobierno: acaben con la economía especulativa, ahora que pueden (hay leyes que en otros contextos económicos serían impensables). Y si no lo hacen, dimitan y que lo hagan otros. ¿O para qué creen que les pagamos? - Josep Losantos. Barcelona. "
viernes, 17 de abril de 2009
MARÍA ANTONIETA, DE STEFAN ZWEIG. LA REINA FRÍVOLA.
(Libro comentado ayer en el Club de lectura de la Sociedad de Amigos de la Cultura de Vélez-Málaga).
Me habían hablado maravillas de Stefan Zweig, pero ahora que lo estoy descubriendo por mí mismo, se está conviertiendo en uno de mis autores favoritos. Felízmente su obra está siendo ampliamente editada en España en los últimos tiempos. El libro que comentamos no es una biografía árida y repleta de fechas y datos históricos, sino la narración de la vida de una mujer y de las circunstancias que le tocó vivir.
Maria Antonieta no conoció desde niña otro ambiente que el del lujo y la realeza. Siendo adolescente fue enviada desde su Austria natal a Francia, para casarse con Luis XVI. Así conoce a su frío esposo, que tardó varios años en ser capaz de hacer el amor con ella. Dos caracteres totalmente opuestos, tal y como recoge este magistral fragmento leído ayer por el compañero Salvador:
"Ningún poeta podría inventar mayor contradicción caracteriológica que la de esta pareja extremadamente desigual; hasta el último nervio de su cuerpo, hasta en el ritmo de la sangre, hasta en la más superflua oscilación de sus temperamentos, María Antonieta y Luis XVI representan, en todas sus propiedades y cualidades, una antítesis de manual. Él pesado, ella ligera, él torpe, ella flexible, él congestivo, ella burbujeante, él obstuso, ella llameante. Y yendo más a lo intelectual: él indeciso, ella decidida con demasiada rapidez, él de lenta reflexión, ella espontánea en el sí y en el no, el mojigato y estrictamente creyente, ella dichosamente enamorada del mundo, él humilde y modesto, ella coqueta y segura de sí, él puntilloso, ella distraída, él ahorrador, ella derrochadora, él excesivamente serio, ella desmedidamente juguetona, él fondo de pesada marea, ella espuma y baile de las olas. Como mejor se siente él es solo, ella en ruidosa compañía; él gusta de comer mucho y beber vino espeso, con placer obtuso y animal, ella nunca toca el vino, come poco y con presteza. El elemento de él es el sueño, el de ella la danza, su mundo el día, el de ella la noche. Así van las agujas de los relojes de su vida, constantemente enfrentadas como el Sol y la luna. A las once, cuando Luis XVI se va a dormir, María Antonieta empieza a rebrotar de veras, hoy en la sala de juegos, mañana en un baile, siempre en otra parte; cuando por la mañana hace horas que él está de caza, ella empieza a levantarse. En ningún sitio, en ningún punto se encuentran sus costumbres, sus inclinaciones, su reparto de tiempo. (...)"
Todos coincidimos en que textos como estes transcienden de lo que meramente sería el género del ensayo histórico para convertirse en pura literatura. Y es que Zweig nos hace penetrar de cuando en cuando en la psicología de los personajes y nos hace sentir lo que ellos sintieron. La reina de Francia, una mujer vulgar, de pocas luces, que no hubiera destacado en nada de ser una mujer del pueblo, está llamada a los más altos destinos. Pero ella prefiere entregarse a la diversión desenfrenada y frívola, sin reparar en gastos, dejando de lado los asuntos de Estado y los sabios consejos epistolares de su madre. Su reino está en Versalles y en los teatros y salas de fiestas de París. De haber vivido hoy día hubiera protagonizado todos los debates de la prensa del corazón. Nunca visitará a un súbdito ni se interesará por sus condiciones de vida, no tanto por maldad como por ignorancia. Ignorancia culpable, para quien obstenta tan alto cargo y que le pasará factura años más tarde, cuando la tormenta de la Revolución Francesa arrase con ella y con su familia.
Su caída no va a ser inmediata, sino lenta y cruel. Las condiciones de vida de la familia real se irán degradando poco a poco, se les irá restando poderes hasta terminar guillotinados de forma infamante. Es en estos últimos años precisamente cuando María Antonieta saca de su interior toda la dignidad que había brillado por su ausencia en su juventud. Demasiado tarde, aunque le quedó el consuelo de que si no supo vivir como reina, sí que supo morir con majestad, aguantando impertubable las más duras pruebas.
Es un acierto del libro que no se detenga a divagar demasiado acerca de los acontecimientos revolucionarios, solamente lo hace con aquellos que afectan directamente a la biografiada. Los personajes que la rodean se encuentran perfectamente retratados: Luis XVI, sus criadas, sus hijos, su amante Fersen... y el lector ante el estilo de escritura ágil, apasionado y ameno de Zweig no puede sino interesarse vivamente por su suerte y por sus sentimientos. Y el autor es un experto en el análisis psicológico, por lo que nos sentimos muy cercanos a ellos.
Una biografía ejemplar, quizá mejorada por estudios históricos más recientes, pero que, literariamente, seguramente las supera a todas.
miércoles, 15 de abril de 2009
CORRAL DE LOCOS.
Otra de las grandes obras expuestas en la exposición "La sombra", del Museo Thyssen es este sorprendente cuadro de Goya, que casi anticipa sus pinturas negras. Contemplar este cuadro en España es una oportunidad única, pues su lugar habitual de exposición se encuentra en Dallas y yo personalmente no creo que vaya a visitar nunca esa ciudad, aunque nunca se sabe.
En el centro de la imagen dos locos pelean, otro les anima con una especie de vara. A la derecha un loco sentado nos lanza una mirada demente y maligna, ajeno a la miseria que le rodea. Pero el personaje que más me interesa es el del fondo, el que levanta los brazos con júbilo como si en la más selecta de las fiestas se hallase. El pobre, en su delirio, se cree un emperador romano en la cumbre de su poder. Cree estar contemplando una lucha de gladiadores que se juegan la vida en su honor, cree estar viviendo los esplendores de la antigua Roma y no en un cochambroso patio de manicomio.
Pobre emperador y pobres súbditos los suyos, podemos pensar. Pero este loco es mucho más feliz que cualquiera de nosotros. Bendita su locura, con la que ha creado un mundo a su medida. Bendita su locura, que es incapaz de advertir las sombras que le rodean y a los conspiradores que murmuran a sus espaldas.
(Para aumentar el tamaño del cuadro, pulsar en la imagen).
martes, 14 de abril de 2009
SILVIO JOSÉ, EMPERADOR, DE PACO ALCÁZAR. EL BUEN HEDONISTA.
Durante mucho tiempo he estado comprando "El jueves" semana a semana solo por leer la tira semanal de Silvio José. Actualmente, con el recorte de gastos a que obliga oficialmente la crisis, ya apenas lo compro, pero no he podido resistirme a adquirir este recopilatorio, digno de leerse una y otra vez.
Silvio José es un muchacho de cuarenta y cinco años que vive con su padre y no tiene ninguna intención de abandonar su nido familiar y no porque la situación económica le obligue a ello, sino porque ha adoptado un modo de vida parasitario en el que lo único importante son sus propios placeres, con su progenitor como principal víctima de sus arbitrarios caprichos. Amante de los juegos de ordenador de la Segunda Guerra Mundial, de las panteras rosas y de las salchichas "chisparritas" y campeón de la mezquindad, el personaje es el protagonista de la mejor serie de humor negro que puedo recordar. Paco Alcázar no muestra piedad alguna por sus personajes que siempre son víctimas de sus propias acciones ¡y menudos personajes! Federico y su geyperman de la suerte, el profesor Cubero, el doctor De la Cuadra... Todos ellos resultan ser magníficos representantes de la condición humana, eternamente angustiados, atrapados en sus obsesiones y sometidos a las situaciones más absurdas, de las que nada aprenden, pues a la semana siguiente continuan padeciendo las mismas patologías.
Desde aquí felicitar efusivamente a Paco Alcázar por su obra, por su originalidad y su imaginación. Y también por su valentía, pues no deja títere con cabeza y trata los temas más escabrosos con la total naturalidad que le permiten sus estrambóticos personajes. Tanto este "Silvio José emperador" como "El manual de mi mente", son dos de las mejores publicaciones que ha dado el comic español en los últimos años.
LA GRAN SOMBRA.
He pasado cuatro días inolvidables en Madrid. Entre otras cosas he gozado de la sobredosis de arte que ofrecen estos días el Museo del Prado y el Thyssen.
El Museo Thyssen-Bornemisza ofrece "La sombra", una muestra de cuadros de diversas épocas con ese oscuro denominador común. Me inquietó especialmente esta acuarela de Heinrich Wilhelm Tischbein, "La gran sombra". El personaje aparece cabizbajo, como sumido en graves preocupaciones, mientras su sombra, que parece haber tomado vida propia, se desliza amenazante por el suelo, paredes y techo de la habitación, como si de una presencia extraña a su dueño se tratara. Con solo apagar el fuego, la sombra devoraría la habitación por entero.
martes, 7 de abril de 2009
LA PASIÓN DE CRISTO (2004), DE MEL GIBSON. PASIÓN POR EL GORE.
A Mel Gibson se le puede acusar de de muchas cosas, pero no de no arriesgarse en sus propuestas cinematográficas. Retomar el tema de la muerte de Cristo en el año 2004 no parecía ser el pasaporte hacia el éxito. Y menos hacerlo estrenando la película exclusivamente en versión original ¡en latín y en arameo! Un par de años después volvió a repetir la jugada con Apocalypto, una película que considero superior a esta, muy arriesgada e innovadora.
"La pasión de Cristo" pretende dar una nueva vuelta de tuerca a un tema de sobras conocido y lo hace por camino más duro, recreándose en las torturas y sufrimiento de Jesucristo, de un modo que pretende ser hiperrealista y conmovedor pero que termina siendo una exhibición gore con el único fín de alentarnos acerca de lo que realmente supuso el Calvario para Cristo, el precio que tuvo que pagar para salvarnos, según la doctrina cristiana.
Hay otros puntos a tomar en consideración en esta película, que resultan muy interesantes: la oración en el huerto de los olivos, con la aparición estelar del diablo, que consigue un clima muy de Bergman, aún cuando hablan en arameo, no en sueco, escuchar a los soldados romanos conversar al fín en latín y no en inglés o en castellano, como nos tienen acostumbrados, alguna escena de la vida de Jesús, como cuando bromea con su madre, muy bien rodada y necesaria como contrapunto a la escalofriante letanía de latigazos que está recibiendo en ese momento.
Hay algo en el interrogatorio al que someten los sacerdotes del templo a Jesús que me hace reflexionar, aunque seguramente reflexiones muy alejadas de las intenciones moralizantes de la película: ¿no recuerda la intransigencia de los jueces de Cristo a la intransigencia de los jueces inquisitoriales que promoverá la Iglesia siglos después? Jesús tratado como hereje, como un desviado de la recta doctrina, torturado y muerto de la manera más brutal. Exactamente igual que tantos desgraciados enfrentados a la Santa Inquisición. Hubiera estado interesante un montaje paralelo de escenas similares separadas por algunos siglos. La religión imperante abusa de su poder y no tolera disidencias. Otra reflexión me la produce la curiosa escena de Judas huyendo de los niños-demonios. Me recuerda al cuento de Borges que trata a Judas como verdadero redentor, el que verdaderamente se sacrifica eternamente al fuego eterno para que el plan de salvación sea posible. Demasiadas reflexiones desviadas del verdadero propósito de la película: reflexionar sobre el sacrificio supremo de un hombre por la salvación de la humanidad. Desde luego los herederos del mensaje de Cristo no han seguido su ilustre ejemplo en demasiadas ocasiones, aunque sí que son aficionados a representarlo mediante imágenes una y otra vez.
lunes, 6 de abril de 2009
LA GUERRA DE LOS MUNDOS (2005), DE STEVEN SPIELBERG. LOS INSIGNIFICANTES HUMANOS.
A finales del siglo XIX el genial H.G. Wells publicó un libro estremecedor, "La guerra de los mundos", acerca de una invasión marciana a nuestro planeta. Recuerdo el placer que sentí leyéndolo, hace ya muchos años y tengo todavía en mi mente muchas de las imágenes que me suscitaba su lectura.
En 1953, en plena guerra fría, Byron Haskin filmó una notable versión, auspiciada por el miedo al enfrentamiento con el gigante soviético. En 2005 Spielberg filma esta versión, con reminiscencias a la amenaza terrorista. Si en "E.T." los extraterrestres eran unos bondadosos botánicos, en esta ocasión resultan ser unos sanguinarios cazadores de hombres. El argumento es bien sencillo: los marcianos sienten que su planeta se muere y trazan un plan para colonizar la Tierra. Empiezan a destruir ciudades, a plantar sus vegetales y a regarlos con nuestra sangre. Tom Cruise se enfrenta a ellos y los derrota, con la ayuda de algunos microorganismos.
La versión de Spielberg ante todo es espectacular y la estrella de la película, aparte de su protagonista, son los efectos especiales. Hay escenas especialmente estremecedoras, como la primera aparición de un trípode extraterrestre o el ataque del ejército contra los invasores. La crudeza de escenas y situaciones consiguen un clima de apocalipsis y final de la raza humana, que se siente una colonia de hormigas ante su poderoso enemigo. El sonido de los vehículos marcianos antes de atacar también es digno de ser recordado.
Entre los puntos flacos podriamos destacar la omnipresencia de la megaestrella Tom Cruise, enfrentado además al típico drama familiar americano, que ocupa el centro de todos los planos, la poca originalidad de la historia (ni siquiera el consabido final se ha cambiado) y lo previsible de la misma. Hay una constante sensación de deja vu en el espectador, pero también un placer malsano en la contemplación de la desgracia ajena, en la visión de hombres aplastados como insectos y utilizados como fertilizante por unos seres poseedores de una tecnología inconcebiblemente superior. Spielberg tiene películas mucho mejores, pero esta divierte y estremece a partes iguales.
sábado, 4 de abril de 2009
EL HUNDIMIENTO (2004), DE OLIVER HIRSCHBIEGEL. HITLER HECHO CARNE.
No es la primera vez que veo esta película, imprescindible para cualquier aficionado a la historia de la Segunda Guerra Mundial. He leído mucho sobre Hitler e incluso durante una enfermedad me tragué los dos gruesos tomos de la canónica biografía de Ian Kershaw. Cuando he imaginado a Hitler en sus últimos días en el bunker de Berlín me ha venido a la cabeza algo muy parecido a lo que consigue Bruno Ganz en su interpretación. El Führer de aquellos días debía tener ese aspecto de anciano histérico y egocéntrico. Pero el actor no se limita a solo a esto, sino que dota al personaje de una humanidad que resultó muy escandalosa en el momento del estreno. Hasta entonces todo el mundo pensaba que Hitler era un monstruo inhumano. Aquí es capaz de ser amable con su secretaria, pellizcar cariñosamente en la cara a un niño-soldado (curiosamente existen fotos de ese momento) y besar públicamente a su amante Eva Braun. Pero también le vemos encolerizarse, perder los nervios y dictar órdenes criminales que condenaban al pueblo alemán, por no haber sido digno de su liderazgo. Impagables son las escenas en las que Hitler se pone a filosofar en contra de la clemencia a los débiles y el darwinismo de los pueblos.
El historiador Joaquín Fest, autor de un libro homónimo, está detrás del guión y eso se nota por su rigurosidad y la variedad de personajes que pasan por el bunker, lo cual puede despistar a quién no haya leído nada sobre los últimos días del nazismo. Goebbels está también magníficamente interpretado por Ulrich Matthes, que imprime a su mirada la frialdad y fanatismo que debía tener la del personaje original, el más fiel acólito de Hitler, que solo se suicida junto a su germánica esposa cuando lo ha hecho su amo (llevándose de paso por delante a sus numerosos hijos). Goering y Himmler, como es sabido, se dedicarán a conspirar cada uno por su lado y amargarán aún más los últimos días del dictador alemán.
La película funciona perfectamente en las escenas dentro del bunker (la mayoría del metraje), pero se desinfla un poco en las escenas exteriores de batalla en las calles ruinosas de Berlín. Resultan un poco teatrales y forzadas, sin llegar a estar mal hechas del todo. Hay algunas historias de relleno (la del oficial médico, la del niño...) que a mi parecer poco aportan a la narración, aunque sirven para darnos más detalles sobre el momento histórico. Mucha suerte tiene la secretaria de Hitler huyendo al final en bicicleta. Es bién sabido, sobre todo a partir del magnífico estudio de Antony Beevor sobre esta batalla, que los rusos violaban a las alemanas que iban encontrando en su camino por sistema. Lo consideraban su botín de vencedor.
Puedo ser un poco reiterativo con el tema de los doblajes, pero en esta ocasión es prácticamente imprescindible ver la película en alemán. A Hitler hay que escucharlo vociferar en su idioma. El trabajo de Bruno Ganz bien vale el esfuerzo de leer algunos subtítulos para quien no esté acostumbrado.
La película demuestra que los alemanes han sabido enfrentarse a sus demonios internos y a sus culpas mucho mejor que nosotros, que aún seguimos tolerando las voces que justifican las barbaridades de nuestra historia.
viernes, 3 de abril de 2009
A CIEGAS (2008), DE FERNANDO MEIRELLES. A MEDIAS.
Ver esta película, recién leída la novela de Saramago en el que se basa, deja una sensación agridulce. Uno reconoce las situaciones del libro, sus personajes pero no encuentra nada novedoso que ya no supiera. El libro nos adentra en el horror, nos angustia y casi nos hace temer ser contagiados por la ceguera blanca. En la película (cuyo guión se basa casi literalmente en la narración del premio Nobel portugués) Meirelles mantiene las distancias y hace de la experiencia de los ciegos en su cuarentena algo bastante monótono, a pesar de algunos efectos muy conseguidos e inquietantes, como cuando la pantalla se va volviendo gradualmente blanca como la leche en algunas tomas. Es posible que en mi apreciación influya el terrible doblaje al que se ha sometido la película. Últimamente la cosa ha empeorado hasta tal punto que las voces de algunos personajes parecen expresamente elegidas para destrozar la función.
Cuando los ciegos salen de su encierro, la cosa mejora bastante. Las tomas de la ciudad, más sucia aún que Málaga un domingo por la mañana (y para lograr este efecto han debido trabajar mucho los decoradores), llena de ciegos errantes, moribundos y animales peligrosos, sí que logran al fín la visión apocalíptica presente en todo el relato de Saramago.
Una película estimable, pero que se equivoca al tomar distancia de los personajes, aún ciñéndose estrictamente al original literario.
miércoles, 1 de abril de 2009
ARRANCAD LAS SEMILLAS, FUSILAD A LOS NIÑOS, DE KENZABURO OÉ. EL FÍN DE LA INFANCIA.
(Libro comentado ayer en el club de lectura de Fnac Málaga).
Extraordinaria primera novela de un Kenzaburo Oé, la cual publicó con solo veintitrés años. La acción transcurre a finales de la Segunda Guerra Mundial en Japón. Un grupo de niños de un reformatorio es trasladado a una remota aldea. Son niños acostumbrados a ser tratados cruelmente, pero la experiencia que vivirán en la aldea les hace descender, a los ojos de los campesinos, al nivel de animales. En el pueblo se declara una epidemia. Sus habitantes huyen y dejan a los niños a su suerte. Durante unos días, llenos de acontecimientos desagradables, los chavales disfrutarán al menos de una efímera libertad y podrán gozar de algún momento feliz.
Oé no ahorra descripciones repulsivas: el montón de animales muertos que los niños han de enterrar, las heridas provocadas al soldado fugitivo (uno de los personajes más positivos de la novela, el único adulto que mantiene la cordura, adopta una posición pacifista ante la guerra e intenta aliviar algo las penas de los chicos), la continua acechanza de la muerte y la guerra, siempre presente en toda la narración como un rumor distante.
En la contraportada se compara esta novela con Mark Twain ¿? y con "El señor de las moscas", de William Golding. Con el primero no tiene nada que ver, tal y como comentamos ayer. Con el segundo si que cabría establecer alguna relación, aunque las diferencias son bastante notables también en este caso. En "El señor de las moscas" unos muchachos educados en uno de los mejores colegios británicos tienen un accidente aéreo y terminan en una isla desierta y paradisiaca. Terminan volviéndose unos salvajes. En la novela que comentamos unos muchachos "educados" y maltratados en un reformatorio son abandonados en un pueblo bajo la amenaza de una epidemia. Se organizan como sociedad libre y sacan lo mejor de su naturaleza para afrontar una situación verdaderamente terrible, aunque con matices. El sentimiento de camaredería es el imperante entre ellos, aunque sí que cometen algunas barbaridades. El protagonista se enamora de una niña huérfana y la viola, aunque la niña le expresa posteriormente su agradecimiento por el cariño y comida recibidos. Aprende pronto lo que le conviene para sobrevivir. Los cinco días de libertad acabarán abruptamente con el regreso de los campesinos. El final es memorable y aterrador.
Una novela admirable, con personajes bien definidos que nos habla sobre la condición humana. Aquí son los adultos los miserables y mezquinos, los dedicados a una guerra inútil que desangra a Japón y que tratan a unos pobres niños como a delincuentes, unos niños que demuestran tener mucha más dignidad que sus mayores, unos niños expuestos a los peores horrores, pero que son capaces todavía de organizar juegos y comportarse como tales. El narrar desde el punto de vista de uno de ellos es todo un acierto, pues le da al relato una veracidad y autenticidad del que quizá carecería contado por una voz adulta, aunque algunas de sus reflexiones no sean propias de la infancia y adolescencia:
"La "muerte", para mí, era mi falta de existencia dentro de cien años y dentro de varios siglos, mi falta de experiencia en un futuro que se alargaría infinitamente. En aquellas lejanas eras también habría guerras, encerrarían a los niños en reformatorios, habría chicos que ofrecerían sus servicios a homosexuales y habría personas que llevarían una vida sexual completamente normal. Pero yo no lo vería. Me mordí los labios, con el pecho oprimido por el miedo, y reflexioné. (...)"
Me apetece mucho seguir leyendo literatura japonesa.
DESEANDO AMAR (2000) DE WONG KAR-WAI. LAS SUTILEZAS DEL AMOR.
Entre mis muchas carencias imperdonables está la de no haber seguido la evolución en los últimos años del cine oriental, que parece ser que es de lo mejor que se está haciendo en la actualidad. La famosa película de Wong Kar-Wai me ha parecido todo un clásico, solo ocho años después de haber sido realizada, lo cual habla de su indudable calidad.
Los protagonistas viven una historia de amor extraña y sutil. Se encuentran a escondidas de los demás, teatralizan sus sentimientos y se convencen a sí mismos de que lo que viven no es amor. Apenas se tocan en toda la película y el deseo se hace más intenso a medida que avanza el metraje. Pero esta es la historia de un amor extraño e imposible, influenciado fuertemente por las respectivas parejas de los protagonistas y por la discrección ante los vecinos con los que conviven. Ellos consideran que les une un fuerte lazo de amistad y no quieren que nadie pueda pensar que hay algo más. Ni siquiera ellos mismos.
Muy importante en el hermoso resultado final: la estética, la fotografía, los actores y la música (como curiosidad decir que Antonio Machín tiene un importante papel en la banda sonora). Un conjunto que logra una de las mejores y más románticas películas de los últimos tiempos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)