sábado, 27 de abril de 2019

EL FACTOR HUMANO (1978), DE GRAHAM GREENE Y DE OTTO PREMINGER (1979).UN TRAIDOR COMO LOS NUESTROS.

Aunque trabaja para el Servicio Secreto británico, Maurice Castle es la antítesis de James Bond. Castle es un gris funcionario que se ocupa de la Sección africana del MI6. Hace años que cumple puntualmente su horario en una oficina, aunque cuenta con un pasado como agente en Sudáfrica. Allí se enamoró de una mujer negra (un delito en aquel territorio) y un agente comunista le ayudó a salir del país. Entonces contrajo una deuda que ha ido pagando poco a poco ofreciendo información a los enemigos de occidente, información que él considera poco significativa.

En un determinado momento, sus superiores detectan una de sus filtraciones y se produce una investigación en su oficina. El sospechoso será un compañero mucho más joven, Davis, que será sacrificado, a pesar de los débiles indicios de su culpabilidad. De pronto, la vida tranquila y rutinaria se había construído Castle salta en pedazos: sabe que es cuestión de tiempo que se descubra al verdadero traidor, por lo que tendrá que tomar una serie de decisiones moralmente discutibles, pero que se ajustan a la lógica del oficio que ha venido desempeñando toda su vida. La ideología por la que se trabaja es algo que se toma más bien con cinismo:

"No creo que el comunismo funcione, a largo plazo, mejor de lo que lo ha hecho el cristianismo, y yo no pertenezco a la especie de los cruzados. ¿Capitalismo o comunismo? Tal vez el mismo Dios sea capitalista. Mientras viva prefiero estar del lado que tiene más probabilidades de ganar. (...) El lado que gane podrá construir mejores hospitales y destinar más dinero a la investigación sobre el cáncer… el día en que se renuncie a todas esas pamplinas atómicas. Entretanto, disfruto con el juego que estamos jugando. Disfruto, sólo disfruto. No finjo ser un entusiasta de Dios ni de Marx. ¡Cuidado con los que tienen fe! No son jugadores dignos de confianza. De todos modos, a uno llega a gustarle que haya un buen jugador al otro lado del tablero… eso aumenta el placer."

Como es costumbre en Graham Greene, la trama de espionaje que es el eje central de la novela no es sino una excusa para plantear un discurso moral, aquel que se refiere a las auténticas lealtades a las que se debe el protagonista - "mi verdadera patria eres tú", llega a decirle su mujer - y el precio que hay que pagar por decisiones tomadas en el pasado. Greene es un desmitificador. Sus espías son seres humanos con problemas familiares o de soledad, gente que solo anhela una vida tranquila y que el enemigo tenga el mismo comportamiento. Se trata de gente que quiere actuar de manera civilizada y que, cuando tiene que ordenar una muerte, quiere que esta se lleve a cabo de la manera más discreta e inocua posible. En realidad Occidente y Moscú luchan por algo muy sencillo: mayores cuotas de influencia y poder en diversos escenarios del mundo.

La adaptación de Preminger, es una traslación casi literal del texto de Greene. Es evidente que se rodó con poco presupuesto y que en esta ocasión el director de Laura no fue capaz de imprimir personalidad propia al film, pero en conjunto resulta una adaptación muy correcta, apuntalada por un buen trabajo de sus actores y funciona muy bien como complemento a la lectura de la novela.

miércoles, 17 de abril de 2019

TUS PASOS EN LA ESCALERA (2019), DE ANTONIO MUÑOZ MOLINA. ANATOMÍA DE LA ESPERA.

El protagonista de esta novela ha vivido muchos años en Nueva York. Cuando llegó, le costó adaptarse al ritmo de la ciudad, sobre todo porque ejercía una de esas profesiones presuntamente prestigiosas, relacionada con las finanzas, pero que absorben totalmente la existencia y las energías del trabajador. Se trata de un mundo competitivo en el que no existen horarios: solo cuenta el maximizar beneficios para la empresa y conseguir un ascenso que conlleva más elevadas dosis de estrés. 

Cuando conocemos al protagonista, hace meses que le echaron de su empleo. Este suceso, en vez de angustiarle, parece haber conseguido un cambio radical en su vida. El lector lo encuentra sometido a una especie de proceso de desintoxicación. Ha dejado Nueva York y se ha trasladado a Lisboa, una ciudad en la que el ritmo de vida es radicalmente distinto. Pero tampoco quiere dejar atrás las dosis de felicidad que le ha proporcionado su pasado, su vida en común con su pareja, una Cecilia temporalmente ausente, pero cuya llegada a la capital portuguesa es inminente. Por eso el protagonista se afana en preparar todo para que el recibimiento sea perfecto: el nuevo apartamento debe ser una réplica lo más parecida posible al que habitaban en Nueva York.

Lo que en principio parece la historia de un hombre enamorado se va tornando progresivamente más oscura en cuanto el lector va avanzando en sus páginas. Poco a poco vamos tomando conciencia de que algo no cuadra en lo que nos están contando y de lo cotidiano vamos entrando en el terreno de lo insólito, en una ciudad secreta que no es la Lisboa del principio, seguramente creada por la imaginación del protagonista, en el que intuimos algún tipo de trauma que le obliga a crearse un mundo propio:

"La lectura tiene un efecto excesivo sobre mí. La superficie de la realidad se me ha vuelto demasiado frágil. Empiezo a leer y voy cayendo en un estado hipnótico y me convierto en lo que estoy leyendo. La realidad tangible la usurpa la otra realidad imaginaria pero mucho más poderosa de las palabras escritas."

La última novela de Muñoz Molina es una historia intimista que es mejor leer de un tirón, para no perder el hilo de un ritmo que la hace muy especial. Lisboa sigue siendo uno de los territorios favoritos del escritor ubetense.

sábado, 13 de abril de 2019

EL PRIMER HOMBRE (2012), DE JAMES R. HANSEN Y DE DAMIEN CHAZELLE (2018). EL HÉROE TRANQUILO.

¿Cómo se siente un héroe de verdad, considerado por toda la humanidad como alguien que ha hecho realidad lo que hasta entonces se consideraba una hazaña imposible? ¿Cómo puede vivir alguien el resto de su existencia después de haber sido protagonista de uno de los hechos históricos más trascendentales de la historia de la humanidad? Si algo caracterizó la existencia de Neil Armstrong, es que no fue un héroe al uso. Jamás dio importancia al hecho de haber sido el primer ser humano en poner su pie en la Luna, pero si ensalzó al enorme equipo de científicos y técnicos que lo hizo posible:

"Sería la persona a la que en tiempos inmemoriales se conocería como la que pisó la Luna por primera vez. ¿Y quién queríamos que fuera? El primer hombre que pisara la Luna sería una leyenda, un héroe estadounidense incluso mejor que Lucky Lindbergh, mejor que cualquier soldado, político o inventor. Debía ser Neil Armstrong.Neil era Neil, tranquilo y callado, con una confianza absoluta en sí mismo. Todos sabíamos que era como Lindbergh. No tenía ego. No pensaba: “¡Voy a ser el primero en pisar la Luna!”. Nunca se le pasó por la cabeza."

Las auténticas pasiones de Armstrong fueron desde siempre la ingeniería y la aviación, por lo que su verdadera ambición era ser piloto de pruebas, aceptar el desafío de probar nuevos modelos de aeronaves - uno de los trabajos con mayor índice de mortalidad del mundo -, aunque jamás llegó a pensar que volaría tan alto. Un astronauta debía estar hecho de una madera especial, como ya nos enseñó Tom Wolfe. No bastaba con tener valor, había que contar con nervios de acero para soportar la tensión de unos despegues que se abortaban con mucha frecuencia en el último momento y que en alguna ocasión llevaron a sus tripulaciones al desastre. Neil Armstrong, a pesar de su frialdad exterior, tenía siempre eso presente y su sufrimiento era enorme cuando sucedía una tragedía a alguno de sus compañeros. Le sucedió lo mismo con la muerte de su hija pequeña: pareció tomarse el suceso con calma, pero dicha reacción no consiguió sino destrozarle más por dentro.

Quizá si Estados Unidos no hubiera sentido la presión de la carrera espacial en la Guerra Fría, las cosas hubieran sucedido de otro modo y el paseo lunar se hubiera producido bastante más tarde, cuando la tecnología hubiera sido probada de manera más prolongada para hacer el viaje más seguro. Pero no había tiempo. Los rumores sobre los progresos soviéticos hacían que se trabajara contra reloj y que los problemas técnicos fueran resueltos en numerosas ocasiones de una manera casi artesanal. Los entrenamientos eran duros y frenéticos, pero insuficientes, porque no se sabía con exactitud a qué peligros se iban a enfrentar los astronautas. En una ocasión, mientras se entrenaba con el aparato que debía realizar el alunizaje, éste se estrelló y Armstrong salvó la vida en el último instante (no era la primera vez que le sucedía algo semejante). El astronauta abandonó el campo de pruebas como si nada y se fue a su despacho a seguir trabajando.

Una vez realizada la misión, a Armstrong jamás se le ocurrió sacar beneficio alguno de su hazaña y de su inmensa fama mundial. El hecho de que ni siquiera se preocupara de que se le realizaran fotos durante su paseo lunar (prácticamente todas son imágenes de Aldrin), dice mucho de su personalidad. Cumplida una agotadora gira a nivel mundial, aceptó un humilde puesto de profesor con el fin de llevar una vida lo más discreta posible, prestando, eso sí, servicios puntuales a la NASA. En realidad, el auténtico Armstrong sigue siendo en cierto modo una incógnita. En la película de Chazelle es interpretado por Ryan Gosling, un actor con fama de inexpresivo, característica que le viene muy bien al personaje. Fist man no quiere ser un film épico, sino una visión extremadamente realista de cómo fue posible la extraordinaria hazaña de llevar a unos hombres a nuestro satélite. Y en este sentido, Chazelle acierta, porque en pocas ocasiones el espectador tiene ocasión de meterse en la piel de un astronauta - en sus sentimientos, en sus miedos - como en esta realización.