Los grandes temas que dividían a los hombres en la Antigüedad tenían que ver con los conceptos de libertad, justicia y lujo:
"Las victorias de los griegos sobre los bárbaros persas y cartagineses tuvieron que ver a todas luces con los tres grandes temas de nuestro libro. Tanto cartagineses como persas poseían mucha más riqueza que los griegos de cualquier ciudad-estado y su nivel de «lujo» era igualmente superior. Se propusieron acabar con la libertad política de los helenos y, si se hubieran alzado con la victoria, habrían sustituido la justicia de éstos por la suya. Pero el lujo no fue el principal motivo de su fracaso. Más bien fue la libertad el valor fundamental que se escondía tras las victorias de los griegos, y fue la falta de libertad como fuerza impulsora el motivo fundamental del fracaso del ejército persa y de las tropas mercenarias cartaginesas. También fueron importantes las innovaciones militares introducidas por los griegos, los hoplitas provistos de armaduras metálicas, especialmente los espartanos, y las naves atenienses recién construidas. Pero todo esto tuvo también que ver con una serie de valores subyacentes. En 650 a.C. la introducción de los hoplitas tuvo que ver con la exigencia de justicia que luego se encargarían de atender tiranos y legisladores. La fuente suprema de hoplitas sería el sistema espartano y éste también abordaría el problema de los excesos causados por el lujo y la necesidad de permanecer «libres» de la tiranía."
También en Roma, la heredera espiritual de Grecia, prevalecieron esos temas. Robin Lane Fox pone especial énfasis en la época de Julio César y en la transición de la República Romana en un imperio gobernado por emperadores con un senado cada vez más debilitado. Toda esta epopeya confluye en el periodo de mayor esplendor del Imperio, con Trajano y, sobre todo, su sucesor Adriano, el hombre en el que se unifican la cultura romana y la griega, ya que llegó a pasar un año entero en Atenas impregnándose de aquel mundo y tomando conciencia de su inmensa herencia. Se ocupó de que restauraran monumentos antiguos y creo otros nuevos siempre respetando la impronta clásica de aquella inmensa herencia de la que debían aprovecharse los romanos. Adriano, que aparece constantemente en numerosos capítulos de El mundo clásico, fue además una especie de turista que dedicó algunos años a recorrer las posesiones del imperio mientras disfrutaba con su amante a la griega. Para su retiro construyó una impresionante villa, cuyos restos todavía pueden visitarse, que es una especie de resumen de la fusión de ambas culturas y una especie de recordatorio permanente de cuanto debía Roma a Grecia.
El mundo clásico puede parecer un volumen abrumador por su extensión, pero sumergirse en sus páginas supone un recorrido fascinante y ameno por nuestro pasado más remoto. Y todo ello con la garantía de rigor que supone leer a uno de los grandes historiadores de nuestro tiempo.