martes, 24 de noviembre de 2020

FANÁTICOS INSULSOS (2020), DE PANKAJ MISHRA. LIBERALES, RAZA E IMPERIO.

De todos es sabido que uno de los grandes combates del siglo XX, dentro de las democracias occidentales, es el disputado entre socialdemócratas y liberales. Se trata de una batalla que en las últimas décadas parecía haber sido ganada por estos últimos, pero la crisis del 2008 y ésta última provocada por la pandemia del coronavirus están volviendo a otorgar argumentos a los defensores de la regulación y el intervencionismo estatales. Pankaj Mishra es un apasionado defensor intelectual de estos últimos. Admirador del gran Tony Judt, desprecia profundamente la influencia ejercida en los últimos años por intelectuales del prestigio de Niall Ferguson, Mark Lilla o Steven Pinker. Un combate de ideas absolutamente apasionante en el que ambos bandos gozan de buenos argumentos para defender sus posiciones.

Bien es cierto que si algo está demostrando la presente pandemia es que se necesitan sistemas estatales fuertes capaces de coordinar todos los esfuerzos del país - y ese papel también está intentando ejercitarlo la Unión Europea dentro de sus limitaciones - con la finalidad de ayudar a los más necesitados, sin volver a repetir los errores de la crisis del 2008, pero también es cierto que los países que mejor han encarado la pandemia a veces lo han hecho a través de una gestión acertada de su sistema sanitario semiprivatizado, con lo que se concluye que una gestión brillante es mejor que una gran cantidad de recursos mal administrados. En el caso de nuestro país, por ejemplo, la mala coordinación entre Estado y Comunidades Autónomas está haciendo un flaco favor al objetivo de bajar el índice de contagios y muertes. 

Pero Fanáticos insulsos no se dedica solo a analizar la rabiosa actualidad de una crisis que empezó en marzo y parece que llevara años entre nosotros. Se trata de una selección de artículos de un pensador angloindio que lleva años predicando la deriva de un occidente que todavía no ha purgado del todo los pecados del imperialismo y sigue intentando explotar en su beneficio a las naciones del Tercer Mundo por otros medios, a la vez que no es capaz de proporcionar trabajo seguro y bienestar a sus clases más desfavorecidas. Mishra está de acuerdo con George Santayana cuando criticaba al liberalismo asegurando que "tan solo se ha limitado a despejar un campo en el cada persona y cada interés empresarial tiene que luchar contra todos los demás para imponerse". Una especie de darwinismo económico para el que la opción comunista no es la solución. Solo un arbitraje y regulación estatal proporcionales a cada sector económico pueden lograr el equilibrio tan deseado entre libertad, seguridad e igualdad de oportunidades. 

En este panorama tan incierto nos hemos librado de Trump, pero otros populistas siguen gobernando o amenazan con hacerlo, mientras la izquierda (y esto no es capaz de verlo el autor), gasta muchas de las energías que debería utilizar en favorecer a los más necesitados a promover una agenda más simbólica que real orientada a simpatizar con las causas de minorías presuntamente oprimidas, una labor muy loable, pero que en demasiadas ocasiones deja de lado los intereses de las masas de parados o trabajadores pobres. En los próximos meses nos adentramos en terra incognita, con una ciudadanía cansada y asustada y una administración estatal superada por los acontecimientos, mientras se espera que el maná que ha de llegar de Europa sea el bálsamo que todo lo solucione. Veremos que ideología sale ganadora de este nuevo combate librado en un territorio cada vez más devastado. Fanáticos insulsos tiene interés como uno de los puntales de este agresivo debate tan prolongado. 

domingo, 15 de noviembre de 2020

1280 ALMAS (1964), DE JIM THOMPSON Y DE BERTRAND TAVERNIER (1981). EL ASESINO DENTRO DE MÍ.

1280 almas está escrita en primera persona. Aunque al principio Nick Corey se nos aparece como un tipo poco inteligente y bastante bobalicón, poco a poco vamos descubriendo que en realidad el comisario de Potts Country, un pequeño pueblo sureño de Estados Unidos, es una persona de naturaleza muy astuta. Para sus vecinos es un representante de la ley vago y bonachón, que evita la acción tanto como puede, pero en realidad esa actitud le permite llevar la vida reflexiva que le gusta, donde el sueño y la alimentación abundantes son factores fundamentales. Como no podía ser de otra manera, el protagonista se lleva muy mal con su mujer (las circunstancias de su boda fueron bastante curiosas) y tiene facilidad para buscarse amantes entre las aburridas damas del pueblo. 

La tranquilidad de Potts Country es solo aparente: de vez en cuando pequeñas explosiones de violencia alteran la vida cotidiana de sus habitantes, sobre todo porque hay algunos de éstos que son racistas puros y se jactan de ello, maltratando a sus vecinos de color ante la indiferencia del resto los residentes, incluido el comisario. En realidad, Nick está harto de su vida y de que haya vecinos que le traten con poco respeto, como si él también fuera representante de una raza inferior. Esto va a derivar en una explosión de violencia muy muy controlada por su parte. Su plan, que nos va desgranando poco a poco y de una manera natural, como si asesinar fuera un acto cotidiana sin apenas importancia, nos muestra al auténtico Nick Corey, un hombre que es capaz de cualquier cosa con tal de recuperar la autoestima perdida y que no está dispuesto a dejarse arrebatar su cómodo puesto de comisario en las próximas elecciones, ya que sabe que no podría trabajar de otra cosa.

Así pues, 1280 almas, como toda la buena literatura negra, aprovecha para exponer al lector crudas dosis de crítica social, sin filtros de ninguna clase, ya que el lenguaje del protagonista es llano y a veces brutal, propio de una visión del mundo en la que solo mantienen su posición los que son capaces de defenderla con todos los medios a su disposición y dejando de lado cualquier conflicto moral. A veces Nick, en sus reflexiones, tiene momentos de gran lucidez:

"A veces pienso que quizá sea ésa la causa de que no progresemos tanto como en otras partes de la nación. La gente pierde tantas horas de trabajo linchando a los demás y gasta tanto dinero en sogas, gasolina, emborracharse por anticipado y otros menesteres necesarios, que queda muy poco para fines prácticos."

La versión cinematográfica de Bertrand Tavernier traslada la historia de 1917 a 1938 y la sitúa en el África Colonial francesa, pero por lo demás, se trata de una adaptación muy literal del texto de Thompson, aunque su protagonista se nos muestre con un tipo tan sosegado y aparentemente bonachón que suscite muchas más simpatías que su versión literaria. Aunque de metraje un poco excesivo, la película se sostiene en las magníficas interpretaciones de Philippe Noiret e Isabelle Huppert y es capaz de reflejar el espíritu de la novela, ya que traslada el racismo y la violencia soterrada sureños a una sociedad cultural y geográficamente muy distante. 

sábado, 7 de noviembre de 2020

LA ERA DEL CAPITALISMO DE LA VIGILANCIA (2019), DE SHOSHANA ZUBOFF. LA LUCHA POR UN FUTURO HUMANO FRENTE A LAS NUEVAS FRONTERAS DEL PODER.

Escribo desde un blog que pertenece a Google, utilizo gmail de Google, hago búsquedas con Google, utilizo mapas de Google para orientarme, me bajo alguna aplicación de Play Store y mi móvil posee el sistema Android de Google, y seguro que me dejo muchas más acciones cotidianas que no se me ocurren en este primer pensamiento. Todo esto me sale gratis, pero para la compañía estadounidense cada uno de estos actos que yo ejecuto más o menos voluntariamente constituye un pequeño paso más hacia el conocimiento de mi persona, mis rutinas, mis movimientos, mis aficiones e incluso mis deseos más íntimos. Todo esta información, junto con la de millones de personas de todo el mundo es estudiado minuciosamente a través de diversos algoritmos cuya misión principal es predecir la conducta de los individuos para poder ofrecerle el producto adecuado en el momento preciso, el sueño de cualquier empresario. Y esto lo hacemos de manera voluntaria porque pensamos que nos compensa el hecho de advertir que nuestra vida se vuelve más fácil en muchos aspectos, aunque en realidad estemos cediendo fragmentos cada vez más grandes de libertad e intimidad a poderes opacos cuyos fines últimos desconocemos casi por completo.

Es un tópico decir que si el servicio el gratis, uno mismo es el producto, pero esto no funciona exactamente así. En realidad las compañías del llamado capitalismo de la vigilancia extraen de nuestras acciones la materia prima necesaria para alimentar los análisis predictivos desarrollados por inteligencias artificiales diseñados para conocernos cada vez mejor y ser una compañía permanente en nuestras vidas, puesto que poco a poco van intuyendo que es lo mejor para nosotros y nosotros vamos cediéndole nuestro poder de decisión:

"La conexión digital es hoy un medio para satisfacer los fines comerciales de otros. En su fundamento mismo, el capitalismo de la vigilancia es parasítico y autorreferencial. Resucita aquella vieja metáfora de Karl Marx, que retrató el capitalismo como un vampiro que se alimenta del trabajador, pero le da un giro inesperado: en lugar de los trabajadores, la fuente de alimento del capitalismo de la vigilancia es cualquier aspecto de la experiencia de cualquier ser humano."

Lo que parecía un mundo mejor y más conectado se está transformando en un estado de vigilancia permanente al que es extremadamente difícil sustraerse. La Unión Europea, mucho más garantista en estos aspectos que Estados Unidos, intenta proteger el derecho fundamental a la intimidad de sus ciudadanos a través del reciente Reglamento 2016/679, de protección de datos personales, en el que se incluyen hitos como el reconocimiento del derecho al olvido, impulsado por la Agencia Española de Protección de datos. Sobre el papel se trata de legislación muy garantista, pero en realidad es muy difícil luchar contra unos gigantes tecnológicos que van muchos pasos por delante de unos Estados que intentan controlar a ciegas la actividad de estas empresas, a las que quieren regular (sin saber muy bien sus métodos y propósitos) a la vez que necesitan cada vez más de sus servicios, sobre todo en materias como lucha contra el terrorismo. Si bien los dirigentes de Google o Facebook a veces realizan actos públicos de contrición, cuando se descubren prácticas demasiado escandalosas, su discurso siempre es el mismo: no era nuestra intención violar la intimidad de nuestros usuarios, realizaremos una auditoría interna para saber qué ha fallado. Pero la realidad es que siguen trabajando con gran secretismo es sus algoritmos predictivos, haciéndose de oro al vender los resultados de la fórmula de la piedra filosofal a muchas otras empresas.

Todo esto puede sonar un poco a ciencia ficción, pero es la realidad que estamos viviendo es una nueva y revolucionaria forma de capitalismo que intenta conocernos para seducirnos cada vez con mayor eficacia con ofertas tan personalizadas como irresistibles. Pero esto no se acaba en el mundo mercantil. La política también hace uso de estos mecanismos de análisis predictivos para afinar cada vez más los mensajes que quiere escuchar un determinado tipo de electorado, algo que se vio por primera vez en la campaña de Barack Obama a la presidencia de Estados Unidos y que está influyendo siniestramente en resultados electorales tan sorprendentes como el del Brexit o la elección de Donald Trump como mandatario estadounidense. En 2008 los analistas políticos empezaban a comprender el poder de estos análisis para asegurar el éxito en las campañas:

"El equipo de campaña conocía «por su nombre, su dirección, su raza, su sexo y su nivel de ingresos a todos y cada uno de los votantes indecisos del país a quienes necesitaba convencer de que votaran a Obama», y había averiguado cómo hacer anuncios televisivos dirigidos a esos individuos como público diana. Una gran innovación en ese sentido fue la llamada puntuación en persuasión, que medía lo fácil o difícil que podía resultar convencer a cada votante indeciso para que se decantara por el candidato demócrata."

La advertencia de Zuboff al escribir este libro monumental es clara: nos encontramos ante un fenómeno totalmente nuevo, con un funcionamiento que desconocemos casi tan por completo que es difícil establecer definiciones para muchos de sus elementos, es casi como el sueño conductista del psicólogo Skinner hecho realidad: una herramienta que puede llegar a ser capaz de pastorear la conducta de los ciudadanos y castigar a quien se salga del sendero deseado. Una tiranía que no requiere del terror impuesto por un déspota, sino de la colaboración entusiasta de unos ciudadanos que obedecen, convencidos de que lo hacen en uso de su libertad, a una voz aterciopelada que le dice al oído qué es lo que más le conviene en cada momento. Al igual que los totalitarismos de la primera mitad del siglo XX surgieron como un fenómeno tan novedoso que hubo que esperar a su derrota para entenderlos y estudiarlos con rigor, este nuevo capitalismo de la vigilancia se va adueñando poco a poco de nuestras existencias sin que sepamos muy cómo lo hace ni cuál será el fin último de sus acciones y así lo expresa la autora en numerosas ocasiones:

"Mi propósito con este libro es ralentizar el ritmo de esa acción para ampliar el espacio para el debate y destapar las tendencias de estas nuevas creaciones a amplificar la desigualdad, intensificar la jerarquización social, exacerbar la exclusión, usurpar derechos y despojar la vida personal de todo aquello que la hace justamente personal para ustedes o para mí. Si queremos que el futuro digital sea nuestro hogar, vamos a ser nosotros quienes tengamos que conseguirlo. Necesitaremos saber. Necesitaremos decidir. Necesitaremos decidir quién decide. He ahí nuestra lucha por un futuro humano."