viernes, 14 de marzo de 2025

FRANCO (2025), DE JULIÁN CASANOVA. HACE CINCUENTA AÑOS.

Aunque haya pasado ya medio siglo desde su fallecimiento, la figura de Francisco Franco sigue suscitando pasiones de un signo u otro en nuestro país. La conmemoración oficial de su fallecimiento como punto de partida hacia una sociedad democrática, por mucho que se haya patrocinado para tapar otros acuciantes problemas del actual gobierno, dice mucho de la presencia del general en el debate político español, una especie de complejo que no nos podemos quitar de encima con el paso de las décadas. Porque el poder absoluto de Franco duró tanto, que el caudillo tuvo tiempo de transformarse desde un líder fascista equiparable a Hitler o Mussolini a un anciano entrañable al que se le responsabilizaba de la sorprendente modernización de España. Precisamente este es uno de los puntos a los que más atención presta el libro de Casanova, a cómo Franco supo adaptarse a las corrientes históricas de cada momento y sobrevivir cuarenta años en el poder para morir en la cama y aclamado por buena parte de la población.

Porque, a diferencia de Mussolini y Hitler, que sufrieron una muerte violenta después de una guerra atroz, la victoria en la Guerra Civil por parte de Franco le otorgó una posición indiscutible de liderazgo que utilizó siempre en su beneficio y en el de su círculo más cercano. Franco podía tolerar la corrupción - que se daba en cantidades industriales en su Régimen - pero no la disidencia. Era un hombre paciente que sabía aguantar y esperar su momento para actuar. Así sucedió después de la derrota de los fascismos, en su momento más peligroso, cuando tuvo que inventar un relato de estricta neutralidad en una España que solo había sido beligerante frente al comunismo. La evolución de la Guerra Fría le favoreció y los americanos pronto supieron apreciarlo como un aliado dócil y fiable que permitió el establecimiento de bases en el territorio español a cambio del fin de su aislamiento. A partir de aquí, y aprovechando la coyuntura económica internacional, supo atraer inversiones y turismo logrando en los años sesenta ciertos grados de bienestar en una población que había pasado prolongados periodos de hambre en los primeros años de su mandato, algo que se vio favorecido también por la emigración de millones de personas a las prósperas Suiza, Bélgica o Alemania.

También hay que decir que pocos hombres han gozado de más suerte favorable en su ascenso al poder, puesto que las personas que podían hacerle sombra desaparecían sin su intervención, ya fuera asesinados en la guerra o por accidentes: Calvo Sotelo, Sanjurjo, José Antonio o Mola. Aunque Julián Casanova no enfatiza en su biografía los aspectos psicológicos de la personalidad de Franco, sí que apunta a la frialdad de su carácter y sus pocos escrúpulos morales a la hora de cumplir sus objetivos. Quizá siempre guardó resentimientos por el caracter mujeriego de su padre y por las burlas que le dedicaron sus compañeros la primera vez que pisó a Academia de infantería de Toledo. Nada hacía presagiar en aquellos momentos que ese joven flaco y tímido llegaría a convertirse en un héroe de las guerras de Marruecos, en el general más joven de Europa y finalmente en el Caudillo de España después de una cruenta Guerra Civil, después de haber dudado durante bastante tiempo de su participación en el alzamiento.

Respecto a los crímenes cometidos durante todo su mandato - la represión a sus enemigos duró hasta muchos años después de la guerra - en el que el disidente siempre fue perseguido, siempre se justificaron como un mal necesario para la purificación de España:

"Los crímenes se justificaron en nombre de la patria, la religión, el orden, la raza o la revolución. Franco consideró que el papel histórico que le correspondía en ese proceso de destrucción de los enemigos de España era extraordinario, cumplimiento del deber a causa de un designio divino y destino de salvación ineludible. Una crisis tan profunda como la que atravesaba la nación requería la aparición de un líder mesiánico. Y quienes estaban a su lado le quitaron siempre protagonismo en las ejecuciones extrajudiciales y procesos sumarísimos de decenas de miles de personas, del bombardeo sistemático de ciudades, de la tortura y muerte en las cárceles y campos de concentración que tuvieron que crearse para cumplir con las políticas de venganza. Franco tenía un poder omnímodo en todo, menos en las políticas de terror y venganza. Ese trabajo sucio, imprescindible dada la magnitud de la empresa redentora, siempre lo hacían otros, de la misma forma que en la Alemania nazi no se podía relacionar a Hitler con las mayores atrocidades y el exterminio de los judíos. Así, el fundamento de la autoridad de Franco no era el miedo, la brutalidad con la que condujo la guerra y la represión, sino su talento militar y haber sido elegido por la providencia para guiar a los españoles por el buen camino."

El debate continua, aunque siempre es más interesante asomarse a él cuando se hace desde ámbitos academicos que desde la política estrictamente partidista que padecemos todos los días. La biografía de Julián Casanova no aporta grandes novedades (como sí lo hacía la ya clásica de Paul Preston), pero constituye un instrumento magnífico para obtener un panorama de lo que ha significado Franco en distintos momentos de nuestra historia.

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