lunes, 14 de junio de 2021

LA SOCIEDAD DECADENTE (2020), DE ROSS DOUTHAT. CÓMO NOS HEMOS CONVERTIDO EN VÍCTIMAS DE NUESTRO PROPIO ÉXITO.

¿Era la sociedad de los años sesenta más optimista o al menos más visionaria que la nuestra? La tesis principal de este interesante libro de Ross Douthat viene a decir esto. En los años sesenta, sobre todo cuando el hombre llegó a la Luna, una hazaña que marcó un antes y un después en la historia universal, se suponía que éste era solo un primer paso de un progreso ininterrumpido de la raza humana hacia la conquista de la estrellas. Muchos imaginaban un futuro al estilo del que Stanley Kubrick mostró en 2001, una odisea del espacio, con estaciones espaciales en la Luna y viajes interplanetarios que nos harían ir conociendo los misterios más ocultos del Universo. Daba igual que el mundo se llenara de guerras, rebeliones y protestas: si se miraba hacia las estrellas había esperanza en algo distinto, en un futuro brillante que solucionara para siempre los problemas que siempre nos han acosado y uniera a todo el planeta en un objetivo común.

El hombre occidental del siglo XXI pisa un terreno líquido y pantanoso donde debería hollar suelo firme. La actualidad nos ha devuelto el eterno debate sobre políticas de identidad, nacionalismos y toda clase de asuntos estériles, como la importancia desmesurada que ha adquirido el concepto de lo políticamente correcto, dejando de lado los verdaderos fundamentos del progreso, que se basan en la investigación y en la economía productiva. La sociedad es rica, hay menos guerras y violencia que nunca en la historia de la humanidad, pero a la vez hay un desencanto hacia grandes proyectos y una alarmante falta de líderes carismáticos (democráticos, se entiende), capaces de motivar a sus pueblos de llevarlos a cabo. Además, aunque las libertades siguen siendo garantizadas por el Estado, el individuo se autoimpone limitaciones por miedo a ofender a cada vez más colectivos propensos a acusar a quienes se salen de los límites de lo que se supone decente. Las Universidades estadounidenses hace tiempo que sobreprotegen a sus alumnos para que no se vean sometidos al intercambio de ideas con individuos con formas de pensar distintas a la propia.

Si un hombre de hace cincuenta años nos visitara encontraría nuestra sociedad bastante parecida a la nuestra en cuanto a la vida cotidiana: vería que seguimos viajando en aviones, trenes y vehículos de cuatro ruedas, utilizando televisores, ascensores, cocinando de manera muy parecida... Quizá lo más revolucionario lo encontraría en la informática y en internet, la gran innovación de nuestro tiempo, pero no serían conceptos que le costara aprender y manejar. Los diseños de los objetos cotidianos le parecerían más elegantes, pero en el fondo comprobaría desilusionado que, en cualquier caso, como diría Julio Iglesias, la vida sigue igual. Los grandes éxitos de emprendimiento de nuestro tiempo tienen que ver, no con innovaciones en sí mismas, sino en la utilización más inteligente y rentable de servicios que ya son conocidos (Amazon, Uber...):

"Pero la trayectoria de Uber hasta el momento, la extraña irrealidad de su meteórico éxito, la convierte en un buen punto de partida para el debate sobre la decadencia económica, como un estudio de caso que defina qué es lo que se ve cuando una sociedad extraordinariamente rica no encuentra suficientes ideas nuevas que justifiquen la inversión de toda la riqueza acumulada y acaba escogiendo entre ir almacenando el dinero dentro de un colchón o bien jugar a una especie de juego de simulación. En una economía decadente, aquello que se presupone como lo más puntero del capitalismo se está definiendo cada vez más como una simulación: de tecnologías que ya casi están aquí, de modelos de negocio que están en la senda de la rentabilidad, de pistas de despegue que se extienden más y más sin que se logre jamás levantar el vuelo."

Es posible que ante este panorama muchos estén esperando la tecnología que les permita vivir en mundos virtuales para separarse lo más posible de la mediocre realidad. Internet, que se apreciaba en sus primeros años como un poderoso instrumento de comunicación, de difusión cultural y casi de redención de la raza humana, ha quedado reducido casi a un patio de vecinos en el que la convivencia no es del todo amable. La decadencia llega cuando una sociedad lo ha dado todo de sí y no puede seguir progresando. Es posible que sea África la que acabe rejuveneciendo a Europa. Podría ser que esta presunta decadencia sea lo mejor que le pueda pasar al medio ambiente y terminemos instalándonos en la sociedad del ocio que muchos desearían, con los robots realizando los trabajos más duros y la gente instalada en sus domicilios altamente tecnificados. Las respuestas a estas preguntas las iremos viendo en los próximos años. Desde luego, el futuro no está escrito y un resurgimiento de la ciencia, los grandes proyectos racionales y los grandes líderes inspiradores podrían sustituir a nuestra actual política cortoplacista, altamente emocional, conflictiva e inmersa en irresolubles (y a veces estimulados) conflictos de identidad, nacionalismos y fomento de lo políticamente correcto como nueva moral estatal.