jueves, 30 de abril de 2015

EL FUEGO Y LA PALABRA (1960), DE RICHARD BROOKS. LECCIONES DE EMPRENDIMIENTO RELIGIOSO.

No hay sociedad humana que no cuente con una amplia historia religiosa a sus espaldas. En el pasado la religión fue un vehículo de cohesión, de identificación con los hermanos de la propia tribu, que creaba unidad y, por lo tanto, progreso. A pesar de su evidente retroceso, sobre todo en occidente, las creencias religiosas siguen gozando de buena salud, aunque algunos la usen como instrumento de odio. Y es que el absurdo vital lleva a la mayoría de los hombres a buscar certezas que le expliquen cuál es su lugar en el mundo y qué va a suceder tras la muerte. Por eso, hoy por hoy, estas prácticas no pueden ser sustituidas por el pensamiento racional para una gran masa humana, que prefiere la existencia en ese confortable mundo de ilusión y sentido. Este anhelo de trascendencia ha sido tradicionalmente aprovechado por todo tipo de charlatanes que, asegurando hablar en nombre de Dios, han embaucado a muchos crédulos.

Uno de estos hombres es Elmer Gantry, un viajante de comercio, borrachín y fracasado, que asiste un día a una reunión evangélica y le asalta una revelación: la profesión de pastor la mejor salida a sus dotes de emprendedor, una profesión en la que se pueden gritar barbaridades, se puede ser demagogo y se pueden ofrecer espectáculos de dudoso gusto y la gente aplaudirá más. Porque la religión no debe estar reñida con la diversión y Elmer Gantry es la estrella de la función en la que dice tener como aliado y amigo al mismísimo Jesús. Para él, Dios es el producto más rentable del mundo: basta con hablar de él, con hacerle sentir a la gente que se le invoca y el poder de la persuasión hará el resto. Gantry es un cínico, sí, pero no más - supongo - que muchos otros líderes religiosos que se pegan la gran vida a costa de la credulidad de su público.

Mientras tanto, el espectador puede elegir contemplar el show de Gantry a través de los ojos de Jim Lefferts, un periodista ganador del premio Pulitzer, escéptico, pero con olfato para saber dónde se esconde una buena historia. Como no podía ser de otra manera, las pasiones humanas que adornan el carácter de Gantry, acabarán traicionándole, más pronto que tarde...

El fuego y la palabra es una película valiente, que se atreve a mirar de frente al hecho religioso, en un país como Estados Unidos en el que no faltan embaucadores que se hacen ricos a costa de la candidez de sus semejantes y a la vez el retrato de un hombre, Gantry, al que acabamos conociendo muy bien e incluso simpatizando con sus motivaciones (la magistral interpretación de Burt Lancaster se encarga de ello) porque, después de todo, se le puede ver como un emprendedor de éxito que ha encontrado su nicho de mercado. Si el público necesita mercancía religiosa, hombres como él son sus mejores vendedores. Lo cierto es que me he quedado con muchas ganas de leer la novela en la que se basa el film, del premio Nobel Sinclair Lewis. 

martes, 28 de abril de 2015

ÁCIDO SULFÚRICO (2005), DE AMÉLIE NOTHOMB. CONCENTRACIÓN DE AUDIENCIAS.

El Holocausto forma parte de la memoria común europea, como uno de los episodios más vergonzosos de la historia universal de la infamia, hasta el punto de que todavía, setenta años después, es difícil frivolizar sobre él, puesto que ha pasado a formar parte en cierto modo de lo sagrado. Cualquier cuestionamiento al respecto, cualquier negación del mismo, acarrea inmediatas censuras y en algunos países llega a ser delito. Está bien que así sea, sobre todo cuando dicha negación se utiliza para exaltar la obra de los verdugos y justificar la abominable ideología nazi. 

Todo esto me hace pensar en cómo será juzgada nuestra sociedad actual dentro de algunas décadas. Es indudable que se han dado pasos de gigante en el respeto a los derechos humanos, pero también que la vara de medir ética cambia según las circunstancias. Las víctimas de un atentado terrorista en occidente o de una catástrofe aérea reciben ayuda material y moral y una atención mediática desmesurada. Otro tipo de víctimas, por ejemplo los inmigrantes ilegales que huyen de conflictos que a veces ha provocado ese mismo occidente, no son más que cifras. Si se hunden veinte o treinta seres humanos en el Mediterráneo, apenas nos enteraremos. Si son ochocientos, la noticia será portada de los periódicos y seguidamente los políticos y los ciudadanos se darán golpes de pecho por unos días, como ceremonia previa al olvido más absoluto, para pasar a otros asuntos más prioritarios.

Digo esto porque la novela de Amélie Nothomb tiene bastante que ver con estas situaciones cotidianas: el sufrimiento ajeno que contemplamos cada día en nuestros televisores acaba provocando más morbo que empatía. En esta época, en la que todo el mundo lleva una cámara en el bolsillo, es raro el día en el que no surgen nuevas imágenes impactantes: la víctima de un francotirador, la explosión de un coche bomba o la retransmisión de un terremoto casi en directo. Es lógico que tanta exposición a la desgracia de otros acabe insensibilizando a esta raza de espectadores que somos hoy día, sobre todo porque andamos sobreexcitados por tanto estímulo. No es raro que cada vez sea más difícil sorprendernos, captar nuestra atención por más de unos días.

Ácido sulfúrico lleva hasta el límite la tendencia televisiva a hurgar en la intimidad y en el dolor del individuo con la creación de un nuevo programa de argumento tan sencillo como brutal: Concentración. Concentración no es más que la recreación del ambiente de los campos nazis de los años cuarenta en el que se ha encerrado a unos desgraciados que han sido capturados contra su voluntad. La cadena ha contratado a unos figurantes para que hagan de kapos y traten con crueldad a los prisioneros. Todo es real y todo se retransmite las veinticuatro horas a todo el país, hasta el punto de que cada día se elige a dos víctimas para ser ejecutadas. Los políticos y los ciudadanos se indignan al constatar hasta donde se ha llegado en el afán de conseguir más audiencia, pero todos caen hipnotizados ante la irresistible atracción de tan morbosas imágenes. Pannonique, la bella prisionera protagonista del relato, no puede menos que indignarse contra la audiencia. Odia a su némesis, la kapo Zdena, pero mucho más a los espectadores:

"También la odio y, sin embargo, mucho menos que al público. Prefiero la que me golpea a los que miran cómo descarga su rabia sobre mí. Ella no es hipócrita, interpreta abiertamente un papel infame. Existe una jerarquía del mal, y no es la kapo Zdena quien ocupa el lugar más repugnante."

En Ácido sulfúrico no se ofrecen demasiadas explicaciones acerca de cómo ha llegado la sociedad a tolerar un espacio televisivo de esas características (en este sentido, la novela tiene un tono a lo Saramago), porque se centra sobre todo en la relación amor odio de Zdena con Pannonique, una historia humana, que contribuye a consolidar los enormes índices de audiencia que concita cada emisión de Concentración. ¿Se banaliza así el Holocausto? Yo creo que más bien Nothomb lo utiliza para escribir una enorme sátira acerca de nuestro mundo, dominado por la exposición contínua a la imagen y por la falsa protección contra todo mal que nos otorga nuestra posición de espectadores. Bien es cierto que a mi entender, falta precisamente un equilibrio entre lo que pasa fuera (algo que apenas se nos muestra) y lo que sucede dentro del campo de concentración, centrado en el duelo de estas dos mujeres. Por eso, Ácido sulfúrico es una novela de planteamiento muy interesante pero fallida en su resolución.

domingo, 26 de abril de 2015

1984 (1949), DE GEORGE ORWELL, DE MICHAEL ANDERSON (1956) Y DE MICHAEL RADFORD (1984). EL ÚLTIMO HOMBRE DE OCEANÍA.

El 5 de marzo de 1953 moría el dictador soviético Iósif Stalin. Cuando la noticia se extendió por Moscú, la gente se sentía desconcertada, como si les estuvieran comunicando un hecho imposible. Después de décadas de un régimen autoritario basado en el culto a la personalidad del líder, muchos ciudadanos se encontraban desamparados, sin guía, por lo que las muestras de tristeza y de duelo por el individuo que los había tiranizado, asesinando y enviando a millones de personas al Gulag, eran totalmente sinceras. 

George Orwell ya había intuido la auténtica naturaleza del régimen de Stalin desde mucho tiempo antes, sobre todo a raíz de su experiencia en la Guerra Civil Española, donde fue testigo de la represión al POUM y a los anarquistas ordenada por Moscú, luego silenciada o tergiversada por la literatura oficial soviética. Orwell era muy consciente de que la verdad suele ser la primera víctima en cualquier conflicto, pero en los de la primera mitad del siglo XX, las fuerzas totalitarias no se conformaban con mentir, sino que pretendían amoldar la historia a sus postulados y lo expresó en ensayos como Mirando hacia atrás a la Guerra Civil Española:

"En España vi, por vez primera, informaciones periodísticas que no guardaban relación alguna con los hechos, ni siquiera la relación que existe en una mentira normal. (...) Vi, de hecho, que la historia se estaba escribiendo no en términos de lo que sucedía, sino de lo que debía suceder según diversas "líneas de partido"."

Con estos antecedentes no es extraño que al escritor británico le obsesionara el posible triunfo de los totalitarismos - ya fuera en su forma fascista o comunista - y las consecuencias irresversibles que este hecho podía traer a las libertades del hombre. Ya en 1945 había publicado su famosa sátira sobre la revolución soviética Rebelión en la granja, pero cuatro años después sería capaz de superar esa obra maestra con la estremecedora 1984, un libro fundamental del siglo XX, no solo por sus valores literarios, sino por la poderosa influencia que sigue ejerciendo en una sociedad como la actual, en la que el derecho a la privacidad parece estar cada día más acosado por la realidad de las nuevas tecnologías.

El mundo que presenta 1984 está dividido entre tres potencias en eterno conflicto hobbesiano. Oceanía, donde vive Winston Smith, miembro del Partido exterior, es un Estado totalitario cuyo dogma esencial es el culto al Líder Supremo, el Gran Hermano, representado en todas partes en una actitud vigilante que no es nada metafórica: por todas partes, incluso en el interior de las viviendas, existen cientos de telepantallas, aparatos de televisión que emiten constatemente consignas y noticias del Partido y a la vez graban todo lo que sucede a su alrededor con una precisión milimétrica, hasta el punto que vigilan hasta el más mínimo gesto del ciudadano que pueda denotar disconformidad o pensamiento independiente (el llamado crimen mental). Cualquier atisbo por parte de las autoridades (cuyo brazo es la Policía del Pensamiento) puede conllevar consecuencias dramáticas para el criminal. Este párrafo recuerda a prácticas tristemente habituales en las dictaduras que tanto han proliferado en el siglo XX (en Argentina o Chile, por ejemplo):

"Las detenciones ocurrían invariablemente por la noche. Se despertaba uno sobresaltado porque una mano le sacudía a uno el hombro, una linterna le enfocaba los ojos y un círculo de sombríos rostros aparecía en torno al lecho. En la mayoría de los casos no había proceso alguno ni se daba cuenta oficialmente de la detención. La gente desaparecía sencillamente y siempre durante la noche. El nombre del individuo en cuestión desaparecía de los registros, se borraba de todas partes toda referencia a lo que hubiera hecho y su paso por la vida quedaba totalmente anulado como si jamás hubiera existido. Para esto se empleaba la palabra vaporizado."

1984 es la crónica del intento - condenado a un estrepitoso fracaso - por parte de Winston Smith de huir de tan estremecedora realidad a través del amor y de lo que nosotros llamamos pensamiento racional. Winston trabaja en un departamento del Ministerio de la Verdad dedicado a a manipular o destruir noticias y todo tipo de publicaciones que sean contradictorias con la realidad que va construyendo día a día el Partido. El objetivo final es que las mentiras se conviertan en verdades, a base de construir pruebas falsas que alteren el pasado, una práctica que fue común en la Unión Soviética de Stalin. 

Como es sabido, un Estado totalitario no puede tolerar ni un atisbo de pensamiento independiente, y menos uno como Oceanía, cuya meta es la creación de un hombre nuevo, totalmente sublimado en cuerpo y alma a las necesidades del Estado. Las esperanzas de Winston, de permitirse un atisbo de privacidad para vivir su historia de amor y de unirse a una hipotética Resistencia no son para el Partido más que los delirios de una mente enferma que debe ser sanada. Porque el Gran Hermano no se conforma con asesinar al disidente, sino que necesita primero curarlo, a través de un torturante proceso de lavado de cerebro que culmina con la visita al más terrible de los conceptos orwellianos: la habitación 101. El objetivo es que reo aprenda a doblepensar, a adaptarse a la realidad cambiante conforme a los deseos del Partido, lo cual se resume en lo siguiente: si el Partido dice que dos más dos son cinco, el individuo, que no existe como tal, sino como una célula del Estado, debe acatar esa nueva realidad sin pestañear: 

"Convéncete, Winston; solamente el espíritu disciplinado puede ver la realidad. Crees que la realidad es algo objetivo, externo, que existe por derecho propio. Crees también que la naturaleza de la realidad se demuestra por sí misma. Cuando te engañas a ti mismo pensando que ves algo, das por cierto que todos los demás están viendo lo mismo que tú. Pero te aseguro, Winston, que la realidad no es externa. La realidad existe en la mente humana y en ningún otro sitio. No en la mente individual, que puede cometer errores y que, en todo caso, perece pronto. Sólo la mente del Partido, que es colectiva e inmortal, puede captar la realidad. Lo que el Partido sostiene que es verdad es efectivamente verdad. Es imposible ver la realidad sino a través de los ojos del Partido. Éste es el hecho que tienes que volver a aprender, Winston. Para ello se necesita un acto de autodestrucción, un esfuerzo de la voluntad. Tienes que humillarte si quieres volverte cuerdo."

Uno de los conceptos más interesantes que propone 1984 es el de neolengua, el instrumento definitivo de control mental por parte del Estado, ya que la reducción del número de términos y conceptos lingüisticos impedirán todo pensamiento disidente, ya que no habrá manera de expresarlo con palabras. Cuando se culmine su normalización en 2050, el Partido habrá culminado su obra maestra totalitaria. Se trata de algo que está a la orden del día en nuestra propia realidad, y no solo en referencia a lo políticamente correcto. Estamos hartos de comprobar como los políticos intentan crear un nuevo lenguaje de carácter eufemístico para evitar referirse a los asuntos (sobre todo referente a la corrupción en sus propias filas) que le son incómodos, cuando no tratan de alterar la realidad a su propia conveniencia, asegurando, por ejemplo, que no conocen de nada al excompañero al que elogiaban pocos meses antes.

Por último aclarar que, cuando escribió 1984, Orwell no pretendía ser un profeta, simplemente llamar la atención acerca de una realidad siniestra que podría llegar a parecerse a la Oceanía de su novela si ciertas prácticas y doctrinas se llevaban hasta sus últimas consecuencias, abogando siempre a favor de una ideología próxima a la socialdemocracia. Podemos felicitarnos de que nuestro mundo no se parezca en nada al de Winston Smith, pero no obstante es inquietante que se estén desarrollando algunos conceptos que pueden ser calificados como orwelliano y que cada vez inciden más en nuestras vidas y lastran nuestra privacidad: la omnipresente videovigilancia, las redes sociales y el big data. Ya veremos cómo resulta ser nuestro 2050.

Respecto a sus versiones cinematográficas, la de Michael Anderson, siendo estimable, resulta un poco pobre en medios y demasiado teatral, con unos protagonistas que no se ajustan bien a sus personajes. La de Michael Radford, estrenada en el mismo año en que transcurre el film, refleja de manera magistral la atmósfera opresiva de la novela de Orwell, mostrando un Londres ruinoso en permanente estado de guerra, dominado por los continuos mensajes de las telepantallas, la mirada del Gran Hermano, presente en todos los rincones y por la práctica brutal del odio programado contra los enemigos de Oceanía y del Partido. John Hurt, Suzanna Hamilton y Richard Burton realizan interpretaciones inolvidables en una película que el espectador solo puede contemplar con el corazón en un puño.  

sábado, 25 de abril de 2015

ABSOLUCIÓN (2012), DE LUIS LANDERO. EL FUGITIVO DE SÍ MISMO.

Un libro bien escrito, pero demasiado dominado por el absurdo y el surrealismo, quizá esas son las conclusiones a las que llegamos ayer en el club de lectura dedicado a una de las últimas novelas de Luis Landero, considerado uno de los mejores escritores españoles de la actualidad. Por mi parte puedo decir que no ha sido una lectura desagradable, pero ha estado marcada por la misma sensación errática que marca la existencia del protagonista. Aquí el enlace:

http://asociacioncristobalcuevas.blogspot.com.es/2015/04/absolucion-de-luis-landero.html

miércoles, 22 de abril de 2015

71 (2014), DE YANN DEMANGE. LA NOCHE MÁS OSCURA.

El cine se ha ocupado ampliamente del conflicto - felizmente aplacado ya - de Irlanda del Norte, quizá porque auna una serie de características muy atractivas para el espectador occidental: se desarrolló en un país civilizado y duró décadas, dividiendo a la población en dos comunidades casi irreconciliables, cuyo símbolo era la ciudad de Belfast, una urbe rota y segregada, cuyo clima estaba envenenado por el odio.

En 71 es un joven soldado, recién incorporado al ejército británico, el que es enviado en misión a la vez de policía disuasoria y de miembro de una especie de ejército de ocupación que es recibido con tremenda hostilidad cuando se asoma por los barrios católicos. Quizá Hook esperaba una misión rutinaria con algo de tensión, pero lo que se encuentra cuando llega a Belfast es una ciudad en lucha consigo misma, dividida y desgarrada. La escena en la que su compañía entra en uno de los sectores católicos más conflictivos es impresionante: todos los vecinos colaboran en hacerlo pasar mal a los ingleses, desde las mujeres maduras, que avisan a los demás dando golpes con las tapas de los contenedores de basura, hasta los niños que los reciben con una lluvia de mierda. Ellos son el enemigo, el ocupante opresor y todos deben aprender esa sencilla verdad desde que nacen hasta que mueren.

Porque uno de los conceptos que mejor muestra la película de Demange es el del nacionalismo más sectáreo, aquel que se encierra en sí mismo y es irreconciliable con otras comunidades, otras creencias u otras ideas. La realidad asfixiante que se crea en los diferentes barrios son las creadas por las líneas que separan a las comunidades y que a su vez posibilitan el florecimiento de un ecosistema semimafioso: al final los líderes de las diferentes facciones del IRA o de los Unionistas no son más que criminales que mantienen un engranaje criminal del que sacan provecho en forma de poder y réditos económicos. No importa que mueran niños, ya sea en enfrentamientos o en accidentes con el material bélico propio: los fallecidos se convierten en mártires que avivan aún más el fuego de una espiral interminable de odio irracional. 

A pesar de ser un director casi debutante, Demange filma con buen pulso una historia llena de situaciones impactantes por su crudo realismo. Si la película no es redonda es por un final un tanto inverosímil, que resta algo de crédito al resto de la historia, pero en todo caso tampoco es que lastre nada importante en una propuesta tan estimable.

martes, 21 de abril de 2015

SONRÍE O MUERE (2011), DE BARBARA EHRENREICH. LA TRAMPA DEL PENSAMIENTO POSITIVO.

Existen realidades cotidianas que, aunque estén día a día delante de nosotros, se nos escapan, quizá porque son tan evidentes que no nos paramos a analizarlas. Una de ellas es el bombardeo de pensamiento positivo al que hemos estado sometidos en los últimos años, sobre todo como sustitutivo de verdaderas soluciones en tiempos de adversidad y crisis. Constantemente se reclama al ciudadanos que saque lo mejor de sí mismo, que se descubra poseedor de una especie de fuerza interior, usando la cual será posible cumplir todos nuestros sueños y expectativas, por muy disparatados que éstos sean. Al que está imposibilitado de encontrar trabajo se le anima a que se haga emprendedor, que cree de la nada la empresa de sus sueños y que consiga todos sus objetivos con el solo poder de su pensamiento, como postula el éxito de ventas El secreto, de Rhonda Byrne, uno de los grandes abanderados de este triunfo del pensamiento mágico.

En Sonríe o muere, Barbara Ehrenreich se propone descubir a quién beneficia este auge, partiendo de su propia experiencia como enferma de cáncer de mama. Como parte de la terapia, se le estimulaba a pensar positivamente acerca de su próxima curación, que tuviera confianza en ello para detener el avance de la enfermedad, asegurándole que dicho esfuerzo era imprescindible para que las células sanas ganaran la partida que se estaba entablando dentro de su cuerpo (toda una falacia desde el punto de vista médico). Alrededor del cáncer de mama ha florecido toda una industria de pensamiento positivo que puede resultar incluso humillante para quien necesita desahogarse por la experiencia que le ha tocado vivir y no necesita volver a sentirse una niña para afrontarla. Es curioso que dicha industria sea inexistente respecto a los afectados por cáncer de próstata. 

Pero el mayor provecho, como de costumbre, ha sido para el sistema capitalista, que ha podido lidiar con la crisis haciendo que sus víctimas se sientan culpables por no ser lo suficientemente optimista en su fe en una pronta recuperación personal:

"Otra función que se ha arrogado el pensamiento positivo es la de defender los aspectos más crueles de la economía de mercado. Dado que el optimismo es la clave para el éxito material, y dado que se puede alcanzar ese enfoque vital optimista si uno practica el pensamiento positivo, no hay excusa para el fracaso. De este modo, el reverso de “lo positivo” es la machacona insistencia en la responsabilidad individual: si tu negocio quiebra o te quedas sin trabajo, será porque no te esforzaste lo suficiente, porque no creías con la suficiente firmeza en que tu propio éxito era inevitable. Y a medida que la situación económica ha venido trayendo más suspensiones de pagos y más turbulencias financieras sobre la clase media, los promotores del pensamiento positivo se han encastillado más y más en sus juicios negativos: si te sientes decepcionado, rabioso o deprimido, es que eres una “víctima” y un “llorón”."

Una de las frases más aberrantes de las que se han escuchado en los últimos tiempos es aquella que se dirige a quien es despedido: "tómate esto como una oportunidad". Algunas empresas creen que la solución a los problemas se encuentra en la realización de cursos de motivación, caros y que ofrecen resultados muy limitados y poco estables, ofrecidos por esos coach que han visto un filón económico en esta moda. Si sus charlas motivacionales no dan el resultado previsto, siempre pueden echar la culpa al oyente, por no haber seguido sus enseñanzas con el suficiente entusiasmo.
Es bueno ser optimista, pero es mejor todavía ser realista, conocer los propios límites y saber hasta donde podemos llevar nuestras ambiciones y qué metas son insensatas para nosotros. Evitar la frustración y hasta las depresiones que conllevan constatar que aquello que creíamos que podríamos realizar fácilmente gracias a nuestra fuerza interior y el poder de nuestra mente está fuera de nuestro alcance. Ehrenreich se muestra mucho más razonable al abogar por una manera de pensar mucho más equilibrada:

"Pero no es cierto que la alternativa al pensamiento positivo sea la desesperanza. De hecho, el pensamiento negativo puede resultar tan engañoso como el otro. Las personas deprimidas tienden a proyectar su angustia a su alrededor y se ponen siempre en la peor de las situaciones, de forma que esas previsiones tan negras les sirven de refuerzo a su angustia. En ambos casos se da una incapacidad para separar la emoción de la percepción, así como un deseo de aceptar lo ilusorio como real, bien porque “te levanta el ánimo”, o bien porque –en el caso del deprimido– refuerza tus neurosis y tus pensamientos negros recurrentes. La alternativa, en ambos casos, es tratar de salir de uno mismo para ver las cosas “como son”, pintándolas lo menos posible con los colores de nuestros sentimientos y fantasías, y entendiendo que el mundo está lleno de peligros y oportunidades casi por igual, y que es posible vivir la mayor de las felicidades aunque siempre esté ahí la certeza de que vamos a morir."

Llevar hasta el extremo las ideas del pensamiento positivo puede llegar a ser esclavizador, sometiendo a las personas a un escrutinio constante de sí mismas digno de la religión calvinista, para eliminar de raíz cualquier brote de negatividad que se esté formando. Uno debe aceptar en la ecuación de su propia vida el papel del azar, de las malas circunstancias y no estimar que pueden evitarse con el solo esfuerzo de la voluntad. No se puede ir contra las leyes de la física, por mucho que nos digan que somos capaces de cualquier cosa. El libro de Ehrenreich es todo un toque de cordura frente a un modo de pensar que al final se ha convertido casi en sectáreo.

viernes, 17 de abril de 2015

CINCUENTA SOMBRAS DE GREY (2015), DE SAM TAYLOR-JOHNSON. ANASTASIA A TRAVÉS DEL ESPEJO.


Resulta curioso que una novela como Cincuenta sombras de Grey, que trata un tema tan presuntamente escabroso como los deseos sexuales de dominación, se haya convertido en uno de los grandes best sellers de la década, y que además gran parte de sus lectoras (porque me parece que esta novela tiene muchas más lectoras que lectores), sean amas de casa que habitualmente prefieren la televisión a la literatura. Una prueba más de cómo una buena campaña de marketing puede llegar a normalizar en pocos meses lo que hasta ese momento era considerado un tema tabú que, por cierto, se había tratado de manera más profunda en una obra literaria mucho más estimable: Historia de O, de Pauline Reage, que fue objeto de una floja adaptacion cinematográfica a cargo de Just Jaeckin. 

Sin poder juzgar de manera directa la calidad literaria de la novela de E.L. James (aunque según me han contado algunas personas de confianza, se trata de una lectura bastante penosa), la versión filmada por la realizadora Sam Taylor Johnson parece un producto elaborado más por un comité de expertos en marketing que por alguien que considere que el cine es un arte que puede enmendar la peor de las narraciones. Lo cierto es que a lo que más se parece Cincuenta sombras de Grey es a uno de esos telefilmes románticos que suelen poner los domingos por la tarde (o en los viajes en AVE) que a una gran producción de Hollywood destinada a recaudar millones de dólares en todo el mundo.

Lo que más llama la atención de este producto es la poca valentía a la hora de abordar su escandaloso asunto principal: todo se reduce a la atracción sexual entre dos jóvenes que provienen de mundos muy diferentes. Christian Grey es una especie de macho alfa, inmensamente rico (aunque poco sepamos del origen de su fortuna), que a los veintiocho años ha conseguido encaramarse en lo más alto del mundo de las finanzas, lo cual en el mundo de hoy es equivalente a ser considerado un amo del universo. Pero Grey no se conforma con el universo y le gusta ser amo también de cuantas más mujeres, mejor y pronto Anastasia se va a convertir en el objeto de sus deseos. Por contra, Anastasia, atraída evidentemente por los encantos de Grey, quiere vivir una historia de amor mucho más tradicional, aunque está dispuesta a acceder a muchos de los deseos presuntamente oscuros de éste, deslumbrada por su exhibición de vehículos caros, helicópteros y hoteles de lujo.

Se ha dicho que Cincuenta sombras de Grey es una especie de apología del machismo y del maltrato. Nada más lejos de la realidad, es casi como decir que que Pretty woman es una apología de la prostitución. En todo momento el trato de Grey hacia su amante es exquisito y jamás le hace nada sin obtener su consentimiento previo. Puede que su posición en la relación sea la más ventajosa, por su experiencia previa y su poder económico y sepa cómo ejercitar algo de chantaje sentimental, pero de ahí a describir su actitud como delictiva, va un mundo. 

Con una trama tan insulsa y un erotismo tan descafeinado, pocas cosas se salvan en la realización de Taylor Jonhson: algún detalle como que Anastasia se despierte en la cama de Grey, después de una noche de borrachera, teniendo en su mesita de noche comida y bebida con los carteles "cómeme" y "bébeme", clara referencia a Alicia en el País de las Maravillas o más bien a su segunda parte, al mundo invertido que va a encontrar detrás del espejo, por el que siente alguna curiosidad, pero donde no quisiera quedarse a vivir.

martes, 14 de abril de 2015

LA HISTORIA DE TU VIDA (2002), DE TED CHIANG. FRAGMENTOS ALTERNATIVOS.

Ted Chiang es uno de los más exquisitos escritores de Ciencia Ficción en la actualidad. Cada uno de sus relatos es un prodigio de imaginación y excelencia literaria, sin olvidar  la especulación científica, auténtica piedra angular del género. Leyéndole, uno nota lo bien que construye sus ficciones especulativas y también algunas influencias, sobre todo la de Jorge Luis Borges, sin llegar a plagiarle en ningún momento.

El primero de los relatos de La historia de tu vida, La torre de Babilonia, nos lleva al relato bíblico de la construcción de la Torre de Babel, para contarnos una especie de parábola acerca de la circularidad del universo. 

Comprende está escrito en primera persona por alguien que ha sido objeto de un experimento para otorgar superinteligencia y siente que poco a poco se va transformando en un dios en búsqueda constante de una iluminación "no espiritual, sino racional" y se va apartando del resto de seres humanos, hasta su encuentro con un ser similar a él. Puede que el argumento parezca similar a Flores para Algernon, de Daniel Keyes, pero Chiang lleva su narración por otros derroteros. Las descripciones de sus progresos son uno de los puntos fuertes del relato:

"Podría estudiar un nuevo tipo de ecuación, o la gramática de un idioma extranjero, o el funcionamiento de un motor; en cada caso, todo encaja, todos los elementos cooperan de forma hermosa. En cada caso, no tengo que memorizar reglas conscientemente, y luego aplicarlas mecánicamente. Me limito a percibir cómo se comporta el sistema en conjunto, como una entidad. Por supuesto, percibo todos los detalles y los pasos individuales, pero requieren tan poca concentración que casi parecen intuitivos."

Dividido entre cero es una especie de juego matemático-paradójico, que muestra el absurdo de la ciencia y lo racional cuando se lleva hasta sus últimas consecuencias.

La historia de tu vida cuenta la visita a la Tierra de una raza extraterrestre y los esfuerzos de una lingüista por comunicarse con ellos. Entre otras cosas, descubrirá que nuestro concepto lineal del tiempo no tiene por qué ser el único posible.

Setenta y dos letras aprovecha las leyendas judías sobre el Golem para construir un relato ambientado en un mundo en el que las reglas científicas tienen mucho que ver con lo que nosotros podríamos considerar magia.

La evolución de la ciencia humana presenta una realidad futura en la que la raza humana se ha escindido entre los seres humanos normales y los superinteligentes, que poco a poco se han ido separando de los demás y cultivando sus propios intereses, tratando al resto con una condescendencia que se acerca a la indiferencia.

El infierno es la ausencia de Dios, es quizá mi relato favorito del libro. No es el mejor construido, pero su argumento nos presenta un personaje muy humano y entrañable, que vive en una realidad donde las manifestaciones de lo divino son habituales, por lo que no existen las dudas religiosas, aunque las decisiones del altísimo sigan siendo inescrutables. Neil Fisk sabe que su esposa ha muerto y ha ido al cielo. Hay testigos que la han visto subir. Pero no está dispuesto a asumir la vida virtuosa que se supone necesaria para hacerle compañía algún día. Si acaso, tratará de tomar algún atajo...

¿Te gusta lo que ves? (Documental) bien podría ser un capítulo de la extraordinaria serie Black Mirror. Es una especie de experimento social: existe la posibilidad de someterse a una pequeña operación para que el cerebro no sea capaz de reconocer el atractivo físico de las personas. Son tantas las implicaciones, las ventajas y los inconvenientes de tal novedad, que el relato se convierte en una especie de debate en el que diversas voces nos ofrecen sus opiniones al respecto. Una de las muchas posibilidades fascinantes (y potencialmente peligrosas) que nos ofrece el futuro, siendo Ted Chiang uno de sus más reputados especuladores.

lunes, 13 de abril de 2015

EL VUELO (2012), DE ROBERT ZEMECKIS. HÉROE POR ACCIDENTE.

La catástrofe aérea provocada por el piloto Andreas Lubitz ha vuelto a recordarnos que la seguridad absoluta no existe en la navegación aérea ni en ningún otro medio de transporte. Una vez que uno se sube en el avión, se convierte en un ser pasivo, en un pasajero encerrado con la confianza de que los pilotos y demás responsables del vuelo sabrán realizar correctamente su trabajo y depositarlo en su destino. A veces - muy muy pocas veces, todo hay que decirlo - las cosas salen mal y los telediarios se abren con la espantosa noticia de un avión estrellado o desaparecido. En el caso de German Wings todo ha sido aderezado por la circunstancia excepcional de que el copiloto estrelló voluntariamente el aparato, después de que le hubieran sido detectados problemas psíquicos que deberían haberle impedido ejercer tales responsabilidades. Intentar encontrarle sentido a este asunto es una tarea muy complicada. 

Esta actualidad le ha otorgado una nueva dimensión a la muy estimable película El vuelo, que precisamente intenta ofrecer un discurso acerca de la responsabilidad de un piloto frente a circunstancias adversas, tanto provocadas por el azar, como por su propio comportamiento irresponsable. 

Whip Whitaker (interpretado por un muy solvente Denzel Washington) es un piloto divorciado, mujeriego, alcohólico y de vuelta de todo, pero que de cara a su profesión intenta mantener una imagen profesional intachable, aunque algunos de su compañeros sospechen que esto no es más que una fachada. Por eso, cuando logra evitar una catástrofe aéra con una maniobra imposible, se convierte enseguida en un héroe para los medios de comunicación. La cuestión es que la situación de peligro no parece haberla creado él, a pesar de que su estado no parece ser el mejor en cuanto a la definición de lo que debería ser un piloto responsable. Pero en la historia que plantea el director todo es tan incierto que es posible que la euforia provocada por el alcohol y las drogas le hayan proporcionado el valor y la sangre fría suficientes como para salvar la situación. De esta ambigüedad moral que impregna El vuelo habla Zemeckis en una entrevista que concedió a la revista Dirigido:

"Lo cierto es que una de las cosas que me atrajeron del guión es que la ambigüedad moral está en todas partes. No solo en Whip, sino en todos los otros personajes, no hay blancos y negros, son todos grises. Esto te obliga como espectador a cuestionarte en dónde estás parado y cuál es tu posición frente a lo que están haciendo estos personajes. La ambigüedad moral me resulta muy atractiva, y yo creo que la vida real es así. Sin embargo, raramente un guión la presenta con tanta fidelidad como en este caso."

Este debate actual sobre responsabilidades y ocultamiento de datos médicos, es un buen contexto para repasar El vuelo, para comprobar que la verdad y la mentira tienen muchas más caras que las que habitualmente percibimos. La historia de este hombre solitario y autodestructivo puede servir como reflexión acerca de cómo los seres humanos somos capaces de lo mejor y de lo peor. Y a veces en la misma jornada.

jueves, 9 de abril de 2015

HIJOS DE LA IRA (1944), DE DÁMASO ALONSO. DEL MUNDO Y SUS INCÓGNITAS RADICALES.

Finalizada la Guerra Civil, España quedó como un páramo cultural, en el que todo el pensamiento estaba regido por la ideología de los vencedores y de la iglesia católica. Nuestros más importantes poetas e intelectuales o habían muerto o se habían exiliado y los que aquí quedaron estaban demasiado conmocionados como para ser verdaderamente creativos. Las prioridades eran otras: disimular antiguas simpatías políticas y no morir de hambre. No obstante, a veces se producían milagrosas excepciones en este ambiente grisáceo: una novela como Nada, de Carmen Laforet y un conjunto de poemas tan prodigioso como los que conforman Hijos de la ira, obras que destilan libertad y valentía expresiva en un contexto de miedo y privaciones.

En cualquier caso, Dámaso Alonso siempre decía que su libro no era solo hijo de una situación histórica determinada, sino que podía abarcar cualquier momento de la existencia de la especie humana:

"He dicho varias veces que Hijos de la ira es un libro de protesta escrito cuando en España nadie protestaba. Es un libro de protesta y de indignación... Es una protesta universal, cósmica que incluye, claro está, esas otras iras parciales."

Como lector de estos poemas, mi principal sentimiento es el estremecimiento, por su profunda exploración de un alma humana absolutamente dominada por la angustia de la existencia, por el misterio de la vida y por la inevitabilidad de la muerte. Su única solución ante esta especie de extrañeza o incluso asco por la realidad es un autoexilio a su mundo exterior que, como acabo de decir, es eminentemente exploratorio, aunque sean muchas más las preguntas que las respuestas.

El poema La injusticia es un alegato pesimista, aunque con un atisbo de esperanza:

Podrás herir la carne.
No morderás mi corazón,
madre del odio.
Nunca en mi corazón
reina del mundo.

En Preparativos del viaje, intenta describir el terrible momento de la muerte, preguntándose que se siente y qué se ve al final:

No hay mirada más triste.
Sí, no hay mirada más profunda ni más triste.

Ah, muertos, muertos  , ¿qué habéis visto
en la esquina cruel , en el terrible momento del tránsito?
Ah, ¿qué habéis visto en ese instante del encontronazo con
el camión gris de la muerte?

En esa obra maestra plena de sensibilidad llamada Elegía a un moscardón azul, podemos encontrar esta aparente simpleza en la descripción del mundo, como un conglomerado de seres y objetos:

Eso que viste desde mi ventana,
eso es el mundo.
Siempre se agolpa igual: luces y formas,
árbol, arbusto, flor, colina, cielo
con nubes o sin nubes,
y, ya rojos, ya grises, los tejados
del hombre. Nada más: siempre es lo mismo.
Es una granazón, una abundancia,
es un tierno pulgar de jugos hondos, 
que levanta el amor y Dios ordena
en nódulos y en haces,
un dulce hervir no más.

Pero todo se desmorona cuando el poeta da muerte a un moscardón, con un poder divino sobre la muerte que no puede ser rectificado. Aún matar a un ser tan insignificante como un insecto es una acción terrible, una manifestación de esa lucha por la existencia que ha regido nuestro planeta desde hace millones de años: 

Estabas en mi casa,
mirabas mi jardín, eras muy bello.
Yo te maté.
¡Oh si pudiera ahora
darte otra vez la vida,
yo que te dí la muerte!

Hijos de la ira es un libro para disfrutar con una lectura sosegada y reflexiva, el grito de un alma que quisiera comprender el mundo y no puede, escrito en uno de los momentos más negros de nuestra historia, por lo que, inevitablemente, recoge en parte el espíritu de esa época. Como el propio Alonso dijo su intención principal era "condensar esa vaga ráfaga de terror que pasa por el hombre cada vez que por un instante abandona su conducta práctica y se detiene a considerar sus incógnitas radicales y las del mundo".

martes, 7 de abril de 2015

EN EL ENJAMBRE (2013), DE BYUNG-CHUL HAN. EL PANÓPTICO DIGITAL.

Si algo caracteriza a nuestra época es la dependencia de un número creciente de personas de las nuevas tecnologías, presentadas en aparatos cada vez más pequeños y sofisticados. Lo que se nos vende como una absoluta conexión con el resto de la humanidad a veces esconde la trampa de la más absoluta soledad del individuo, aunque se trate de una soledad expuesta a la mirada pública. No es que el hombre del siglo XXI llegue a sentirse solo, pero el narcicismo continuo al que invitan las redes sociales hace que nos aislemos en nuestros propios intereses y obsesiones y que palabras como solidaridad vayan desapareciendo del vocabulario más común. Así solo queda un ansia constante de experiencias nuevas y expectativas casi en exclusiva a corto plazo: nada de pensamientos complejos, nada de actividades que requieran la dedicación de muchas horas, pero a su vez dependencia absoluta de unos aparatos que, a la vez que nos conectan al mundo, nos crean toda la ansiedad del mundo.

Byung-Chul Han, el filósofo de moda, resulta ser un lúcido observador de estos excesos contemporáneos y denuncia que estas presuntas libertades al final pueden trocar en algo muy distinto:

"Hoy, en efecto, estamos libres de las máquinas de la era industrial, que nos esclavizaban y explotaban, pero los aparatos digitales traen una nueva coacción, una nueva esclavitud. Nos explotan de manera más eficiente por cuanto, en virtud de su movilidad, transforman todo lugar en un puesto de trabajo y todo tiempo en un tiempo de trabajo. La libertad de la movilidad se trueca en la coacción fatal de tener que trabajar en todas partes. En la época de las máquinas el trabajo estaba ya delimitado frente al no-trabajo por la inmovilidad de las máquinas. El lugar de trabajo, al que había que desplazarse, se podía separar con claridad de los espacios de no trabajo. En la actualidad esta delimitación está suprimida por completo en muchas profesiones. El aparato digital hace móvil el trabajo mismo. Cada uno lleva consigo de aquí para allá el puesto de trabajo como un campamento. Ya no podemos escapar del trabajo."

Tampoco podemos escapar del ocio, de la novedad constante, de los cambios de estado y de las valoraciones que puedan tener en facebook nuestras más nimias acciones. Todos estos estímulos aplastan nuestra capacidad crítica, nos domestican y nos vuelven seres aislados y previsibles. A veces un exceso de información es tan perjudicial como la falta de la misma, puesto que los detalles importantes se pierden en el mar de datos:

"El exceso de información hace que se atrofie el pensamiento. La capacidad analítica consiste en prescindir, en el material de la percepción, de todo lo que no pertenece esencialmente a la cosa. En definitiva, es la capacidad de distinguir lo esencial de lo no esencial. El diluvio de información al que hoy estamos expuestos disminuye, sin duda, la capacidad de reducir las cosas a lo esencial. Y, de hecho, pertenece esencialmente al pensamiento la negatividad de la distinción y la selección. Así, el pensamiento es siempre exclusivo.

Más información no conduce necesariamente a mejores decisiones. Hoy se atrofia precisamente la facultad superior de juicio por la creciente cantidad de información. Con frecuencia un menos de información produce un más. La negatividad de la omisión y del olvido es productiva. Más información y comunicación no esclarecen el mundo por sí solas. Y la transparencia tampoco lo hace clarividente. El conjunto de información por sí solo no engendra ninguna verdad. No lleva ninguna luz a la oscuridad. Cuanta más información se pone a disposición, más impenetrable se hace el mundo, más aspecto de fantasma adquiere. En un determinado punto, la información ya no es informativa, sino deformativa; la comunicación ya no es comunicativa, sino acumulativa."

Con estas premisas, incluso se pone en peligro la visión tradicional de la politica como un proyecto para desarrollar el interés general, tutelado por la vigilancia constante de los ciudadanos a las actividades de sus representantes. Ahora, al contrario, son los ciudadanos los que se encuentran constantemente vigilados y manipulados sin saberlo. Mucha gente preferiría dejar de tener que acudir a las urnas si su poder de decisión se redujera a darle a me gusta o no me gusta en su ordenador respecto a las resoluciones de los gobernantes.

Pero de lo que poca gente es consciente es de la monstruosa maraña de datos que todos y cada uno de nosotros como un rastro que, quien sabe seguirlo, va a llevar directamente a nuestros gustos, a nuestros hábitos y, a veces, a nuestras más estricta intimidad. Los llamados Big Data se van sofisticando a pasos agigantados:

"Cada clic que hago queda almacenado. Cada paso que doy puede rastrearse hacia atrás. En todas partes dejamos huellas digitales. Nuestra vida digital se reproduce exactamente en la red. La posibilidad de una protocolización total de la vida suplanta enteramente la confianza por el control. En lugar del Big Brother aparecen los big data (grandes datos). La protocolización total, sin lagunas, de la vida consuma la sociedad de la transparencia."

Un terrorífico ejemplo que el filósofo de origen coreano expone en su ensayo: Acxiom es una empresa que posee datos personales de 300 millones de ciudadanos, prácticamente todo Estados Unidos. Sabe más que el FBI. Es como un servicio secreto que se vende a quien esté dispuesto a contratar sus servicios. ¿Qué pasará cuando los algoritmos del Big Data sean capaces de predecir tendencias sociales o actos individuales? ¿Existirá la justicia preventiva, como en Minority Report de Steven Spielberg? Internet de las cosas hará que cada aparato, cada electrodoméstico esté conectado a la red. Las neveras de un futuro inmediato nos dirán cuando tenemos que volver a comprar comida, o quizá los mismos botes de refresco sean los que nos digan que hay que ir al supermercado para reponer. Las Google Glass, están a un paso de esos implantes que llevan los personajes de Black Mirror, que les permiten estar permanentemente conectados a la red a través de sus ojos y a su vez grabar todo lo que ven. Byung-Chul Han define nuestra existencia como la de los prisioneros del Panóptico de Bentham, con la diferencia de que nuestras cómodas celdas son de cristal.

Chris Anderson, redactor jefe de Wired, la Biblia de la tecnología. Define una nueva ciencia, capaz de arrastrar a muchas otras disciplinas, la psicopolítica digital:

"Queda atrás toda teoría de la conducta humana, desde la lingüística hasta la sociología. Olvide usted la taxonomía, la ontología y también la psicología. ¿Quién puede decir por qué los hombres hacen lo que hacen? Lo hacen simplemente, y podemos constatarlo y medirlo con exactitud sin parangón. Cuando disponemos de suficientes datos, los números hablan por sí mismos." 

En el enjambre es una de las visiones más lúcidas del futuro inmediato que nos espera, que en gran parte ya está entre nosotros. Un futuro en el que los conceptos de intimidad y privacidad tendrán que ser redefinidos, ya que difícilmente podrán ser protegidos de la maraña tecnológica que nos facilitará la vida y que también nos creará nuevas servidumbres.

lunes, 6 de abril de 2015

CLUBES DE LECTURA EN MÁLAGA EN ABRIL. IMPRESIONES DE MADRID.

Madrid es una de esas ciudades en las que la vida cultural y literaria se respira en sus calles. No solo por la cantidad de librerías de todo tipo que atesora o por sus museos, sino por la dilatada nómina de autores que han residido en ella y han ambientado allí sus historias. Galdós, por ejemplo, cuenta con varios discretos homenajes que es entretenido buscar mientras uno pasea por allí. Pero lo más sorprendente de todo son las exposiciones temporales de primerísima categoría de las que uno puede gozar en cualquier momento del año: la espiritualidad de Rogier Van der Weyden, cuyas fastuosas crucifixiones parecen recién pintadas, después de las cuidadosas restauraciones de las que han sido objeto o la increíble colección de los siglos XIX y XX del museo de Basilea: Picasso, Ernst, Giacometti, Klee, Munch, Léger, Wharhol, Van Gogh, Monet, Manet, Gaughin, Pissarro, Modigliani... Distintas formas de expresar lo mejor y lo peor del espíritu humano, de reflejar la belleza de la naturaleza o lo absurdo de la existencia.

También merece la pena subir a la terraza del remodelado Ayuntamiento (vamos a excluir de aquí la polémica sobre el altísimo coste de la obra) en la plaza de Cibeles y contemplar la amplísima extensión de la ciudad, reconociendo la silueta de los edificios más importantes, sobre todo en un día tan claro como fue el domingo pasado. Uno no puede dejar de evocar al Diablo Cojuelo de Luis Vélez de Guevara levantando los tejados de Madrid para que los espectadores oteemos los vicios de sus habitantes, como si fueran personajes de la comedia de la vida.

En el club de lectura de la Biblioteca Provincial, comienza el mes con la lectura de un clásico moderno: La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera.

En el club de lectura de Más Libros Libres, una de las distopías más terribles jamás escritas, que siempre está de actualidad: 1984, de George Orwell.

En el club de ensayo de Más Libros Libres abordamos un interesante volumen que ya se presentó hace un par de meses en La Noria: Las caras de Bélmez ¿fantasmas o fantasmadas? de nuestro amigo Juan Manuel Alonso.

En el club de lectura de la Biblioteca Cristóbal Cuevas, una novela de uno de los escritores españoles más relevantes de este momento: Absolución, de Luis Landero.

En los clubes de lectura del Centro Andaluz de las Letras, propuestas de lo más variado: La isla de la última verdad, de Flavia Company, Las vidas de las mujeres, de la premio Nobel Alice Munro y El trapero del tiempo, de Rafael García Maldonado.

En el club de lectura del Ateneo de Málaga, una novela excelentemente construída del maestro Onetti: El astillero.

En el club de lectura de Casa del Libro un clásico moderno que aborda el problema de la culpa: El cabellero provisional, de Sebastian Barry.

En el club de lectura de la Librería Luces, Tierra desacostumbrada, de Jhumpa Lahiri, excelentes cuentos sobre emigrantes de La India en Estados Unidos.

En el club de lectura de Fnac Málaga, todo un clásico de nuestra literatura, que fue objeto de una recordada adaptación cinematográfica por parte de José Luis Cuerda: El bosque animado, de Wenceslao Fernández Flórez. 

En el club de lectura Encuentro con los clásicos, de Arroyo de la Miel, se viaja a los orígenes del teatro con Las suplicantes, de Esquilo.

En el club de visionado obligatorio, una película portuguesa que rinde homenaje al lenguaje del cine mudo: Tabú, de Miguel Gomes.

Y por fin, dentro de las actividades del Festival de Cine de Málaga, veremos la interesante Grupo 7, de Alberto Rodríguez (director de La isla mínima) y debatiremos acerca de los fundamentos de la lucha contra el narcotráfico en España y en el mundo.

Quiero recomendarles también un evento del que seguramente seré moderador, a celebrar en el Salón de Actos de La Noria: se trata de una Mesa Redonda en la que jóvenes autores y creadores debatirán acerca de cómo ha afectado la crisis al mundo cultural. Más información aquí:

http://www.slideshare.net/MasLibrosLibres/mesa-redonda-nuevos-autores-ms-libros-libres-46684464

¡Felices lecturas!