jueves, 31 de diciembre de 2020

LOS NIÑOS TERRIBLES (1929), DE JEAN COCTEAU Y DE JEAN-PIERRE MELVILLE (1950). UN CUARTO PROPIO.

El desencadenante de la la acción de esta novela es considerado un personaje mítico por sus protagonistas. Darnelos aparece a los ojos de Paul (y del autor) como el más perfecto ejemplo de niño terrible, hermoso y altivo, un ser que lleva consigo un halo de superioridad que lo hace considerarse más allá del bien y del mal. Darnelos, aunque aparece muy poco, será fundamental al inicio de la narración, cuando lanza una bola de nieve al pecho de Paul. Esta acción, aparentemente nimia, hace que Paul se confine en su habitación, enfermo, pero a la vez lleno de vida mientras se encuentre cerca de Elisabeth, su hermana, con quien mantiene una malsana relación de amor-odio, como si ambos formaran parte del mismo cuerpo y a la vez necesitaran una independencia imposible.

En la existencia de esta singular pareja, que vive prácticamente encerrada en un cuarto y cuya rutina consiste en discusiones continuas que no llevan a ningún lado, solo es admitida la presencia de Gérard, amigo de Paul, un joven muy distinto a éste, mucho más comedido y educado, pero que necesita compartir experiencias con los hermanos, con quienes compartirá también sus vacaciones. Luego también será admitida a este club tan exclusivo, con algunas reticencias, Agathe, a quien conoce Elisabeth cuando se decide a buscar trabajo en una boutique. Juntos van a crear un universo propio entre las cuatro paredes de la habitación, al margen de la realidad exterior, en una especie de realidad placentaria en la que se sienten perfectamente cómodos y felices. La última oportunidad de comenzar una vida más ordinaria será malograda cuando muera Michael, el rico pretendiente de Elisabeth. La herencia que le deja éste hará que los jóvenes puedan habitar el resto de sus días en un palacio, cuyas amplias estancias pronto serán demasiado para unos seres que solo ansían languidecer juntos en una cómoda habitación.

Esta utopía íntima, en la que el juego se vuelve mucho más importante que la vida real, solo puede ser malograda con el regreso, aunque sea de forma indirecta, de Darnelos. Si su bola de nieve desencadena el principio de la historia, su veneno, un regalo inocente, será el que precipite el final, precediendo al mismo la ruptura del frágil equilibrio en la convivencia de los cuatro convivientes. Los niños terribles es una especie de resumen de las obsesiones de su autor, de la imposibilidad de vivir al margen del mundo real, del placer y la locura que desencadenan la voluntad de crear una existencia basada en la fantasía y en el ensueño en la que la idea de libertad se base ante todo en la inexistencia de obligaciones dentro de un espacio limitado en el que presuntamente uno se encuentra plenamente caliente y seguro. La versión cinematográfica de Jean-Pierre Melville constituye un complemento indispensable a la lectura de esta historia, pues supo plasmar perfectamente en imágenes el universo planteado por Cocteau, una tarea nada fácil, en la que participó el propio escritor recitando pasajes de la novela con voz en off. 

miércoles, 16 de diciembre de 2020

CONTRA LA IGUALDAD DE OPORTUNIDADES (2020), DE CÉSAR RENDUELES. LA ÉTICA DEL IGUALITARISMO.

El concepto de igualdad se entiende de diferentes maneras según el pensamiento político de cada individuo. Si desde posiciones de izquierda se entiende imprescindible la intervención del Estado en la economía para compensar las desigualdades sociales entre ciudadanos, desde el ámbito liberal se defiende más la igualdad de oportunidades, para que sean los más capacitados en una competición presuntamente justa los que sean premiados con mejores puestos y retribuciones. Por supuesto, la segunda propuesta tiene mucho de falacia, ya que no existe una línea de salida ideal de la que todos los competidores-ciudadanos salgan en las mismas condiciones para establecer una contienda justa. En realidad, como bien sabemos, los mejores puestos, los que no suelen salir en las ofertas de trabajo, suelen estar destinados a miembros de familias bien relacionadas, que previamente han estudiado en los mejores colegios y universidades y han tenido oportunidad de hacer amistades con jóvenes representantes de la élite social. 

En cualquier caso, aunque las condiciones de partida fueran justas, al final seguiríamos teniendo ganadores y perdedores. Además, por mucho que se predique lo contrario, muchos de los muy ricos han conseguido su envidiable posición trabajando por establecer auténticos monopolios con los que saltarse el complicado trámite de la competencia de los iguales. Muchos de los que proclaman reducir al Estado a su mínima expresión no dudan en buscar amistades entre las altas esferas políticas que les faciliten sus negocios y, cuando se presenta una crisis económica, no dudan en solicitar ayudas urgentes a esa Administración que tanto denostaban. Lo cierto es que padecemos un sistema que premia la especulación y desprestigia económicamente a las profesiones que han resultado ser fundamentales cuando llega un momento de emergencia: médicos, enfermeros, trabajadores de supermercado, limpiadores... Ocupaciones muchas de ellas con poco glamour, pero sin cuyo concurso la sociedad no podría funcionar. 

La crisis de legitimidad de una clase política que no es más que el reflejo de la sociedad a la que representa se sustancia entre otras en la falta de consenso entre distintos grupos y la alarmante escasez de planificación a largo plazo, algo que se observa, por ejemplo, en la abundancia de leyes educativas aprobadas en los últimos años que no buscan tanto beneficiar a la comunidad escolar como imponer una determinada agenda política que será fulminada cuando los partidos de la oposición lleguen al poder. Y mientras tanto se deja de lado el cáncer del fracaso escolar o las nulas oportunidades laborales que va a sufrir un importante porcentaje de los estudiantes que carecen de las relaciones sociales necesarias para labrarse un futuro razonable. 

Rendueles no quiere que la igualdad sea un punto de partida, sino el resultado de unas políticas eficaces de las que sea partícipe el conjunto de la ciudadanía. El estado de alarma provocado por la pandemia del coronavirus ha hecho que muchas de estas políticas se aceleren y se intente avanzar en unos meses (por ejemplo, estableciendo el muy necesario ingreso mínimo garantizado) lo que se debería haber ido planificando en los años precedentes, obteniendo como resultado unas políticas de respuesta a la crisis improvisadas y caóticas, fruto de los recortes precedentes en Sanidad, Administración y equipamiento. Que nuestro país no estaba preparado para un acontecimiento de estas dimensiones, resulta ya evidente:

"La crisis del COVID-19 ha culminado este desencanto. Desde 2008, el paradigma del libre mercado era un muerto viviente, el coronavirus lo ha incinerado. La pandemia ha funcionado como un espejo de aumento de nuestra realidad social que nos ha forzado a observar concentrados procesos que normalmente podemos ignorar porque se dan a cámara lenta. Nos obligó a ver minuto a minuto las consecuencias mortales, normalmente dilatadas en el tiempo, de los recortes sanitarios; a reconocer el horror cotidiano de las residencias de mayores, convertidas en una película gore; a descubrir que llamábamos «hogar» a espacios inhóspitos donde nos derrumbamos entre cada jornada de trabajo; a comprobar las brutales carencias de la educación pública o los efectos de la desindustrialización, que nos ha convertido en un país incapaz de autoabastecerse de trozos de tela con gomitas para protegernos del contagio."

Los próximos años van a ser decisivos para el necesario cambio de paradigma necesario para contener los peores excesos del capitalismo de la desigualdad a la vez que se corrige en lo posible la catástrofe ecológica en ciernes provocada por el calentamiento global y la sobreexplotación de recursos naturales. Si no logramos dominar tamaño desafío puede incluso ser posible que la sociedad se convierta en una de esas terribles distopías de las que se nutre la mejor ciencia ficción. Todavía se está a tiempo de evitar los peores males si el Estado actúa con inteligencia y es capaz de establecer una política en la que los recursos se pongan a disposición de las mayores prioridades sociales y no de planes que salven la cara a corto plazo y ahonden en la hecatombe futura. El libro de Rendueles no hace sino recordarnos que siguen existiendo alternativas y que es posible mejorar la vida de la gente si se sabe gestionar con inteligencia una nueva política social, tarea en la que sin duda la Unión Europea tendrá mucho que aportar.

martes, 8 de diciembre de 2020

EL MAESTRO JUAN MARTÍNEZ QUE ESTABA ALLÍ (1934), DE MANUEL CHAVES NOGALES. ATRAPADOS EN LA REVOLUCIÓN.

Según cuenta Manuel Chaves Nogales, conoció a Juan Martínez, artista flamenco, en París. Se hicieron amigos y el bailarín le contó su asombrosa historia, oro puro para un periodista como Chaves Nogales, un hombre que ya se había narrado su visita a la Unión Soviética en La vuelta a Europa en avión. Porque Juan Martínez cuenta los acontecimientos históricos de los que fue testigo con la naturalidad de alguien a quien lo extraordinario se le vuelve cotidiano y la Historia con mayúsculas le enseña su peor cara. En el relato del protagonista, el periodista sevillano ve ratificado su odio a los extremismos que asolaban Europa en aquellos días y su apuesta por un Republicanismo ilustrado y moderado. Porque lo que ocurrió en Rusia, si bien fue un levantamiento lógico frente a una tiranía basada en una estricta división de clases sociales y reparto escandalosamente desigual de la riqueza, lo que sucedió después fue una auténtica carnicería, que provocó que en Rusia la muerte, la miseria, la enfermedad y el hambre encontraran un escenario propicio durante muchos años.

El relato de Juan Martínez comienza en Turquía, poco antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, el acontecimiento seminal que, según cuenta Stefan Zweig, empezó a transformar el viejo mundo conocido en algo totalmente nuevo y bastante más siniestro que lo anterior. Si bien el protagonista se ganaba razonablemente bien la vida cantando y bailando por los cabarets de Europa - el exotismo de su propuesta siempre contaba con público numeroso - la llegada del conflicto lo cambio todo: los productos básicos empiezan a escasear, la policía se vuelve más autoritaria y su forma de ganarse la vida se vuelve totalmente prescindible. La huida a Rumanía no le sirvió de mucho, allí Martínez fue testigo de cómo en una sola noche los rumanos pasaban de celebrar estruendosamente la entrada en la guerra de su país a esconderse atemorizados en sus hogares después del primer bombardeo contra la capital. La decisión de viajar a Rusia, esperando encontrar allí la prosperidad que desaparecía de Europa, fue algo de lo que se arrepintió durante años.

En Rusia el protagonista fue testigo de lo violenta y rápidamente que pueden cambiar las costumbres sociales establecidas durante siglos, de que lo inimaginable hace solo unas semanas puede llegar a ser la nueva realidad cotidiana para unos aturdidos ciudadanos (ahora soviéticos), que deben adaptarse de inmediato a las nuevas circunstancias si no quieren perecer. Así sucedió en Kiev, ciudad que cambió varias veces de manos - entre nacionalistas ucranianos, blancos y rojos - en el transcurso de la Guerra Civil:

"Quien hubiese estado en Kiev por entonces no hubiese soñado siquiera lo que iba a pasar en Rusia seis meses después. El zar hizo por aquellos días —octubre o noviembre de 1916— una visita oficial a Kiev y se le recibió con un entusiasmo delirante. Las calles estaban engalanadas y se organizaron numerosas manifestaciones de adhesión al emperador. Una mañana, Nicolás II salió a pasear en coche por las calles de Kiev y entró en varias tiendas para hacer compras, rodeado siempre por un inmenso gentío que le vitoreaba.

No sé si todo aquello estaba preparado por las autoridades, pero lo cierto es que Nicolás II pudo muy bien equivocarse respecto a los sentimientos para con él de sus súbditos, como me equivoqué yo al juzgarlos. No hubiese creído, aunque me lo jurasen, que a aquel hombre, al que la muchedumbre vitoreaba entusiásticamente, le iban a matar como a un perro sarnoso unos meses después."

En el relato de Martínez, que viajó por varias ciudades de Rusia, intentando establecerse finalmente en Kiev, no se ahorran descripciones de crueldades inconcebibles, de matanzas sin sentido, de niños muriendo de hambre y de poderosos de todos los bandos esquilmando al pueblo. En ningún momento hay censura, ni siquiera se juzga lo que hacen unos u otros (en repetidas ocasiones el narrador asegura, quizá irónicamente, que él no entiende de política), pero la constante para Martínez es la capacidad de adaptación a las peores circunstancias, con el agravante de encontrarse, junto a su mujer, atrapados en un país extranjero:

"Y nos encontramos de golpe y porrazo viviendo en pleno régimen soviético. En cada casa se reunieron los inquilinos y formaron un comité. Los bolcheviques iban, casa por casa, diciendo a los vecinos lo que habían de hacer. El comité de vecinos se reunía y elegía a uno de ellos comisario de la vivienda. De la noche a la mañana pasamos de un mundo a otro. La casa era nuestra, de los inquilinos; ya no había propietarios. Se acabó el casero. Yo no me lo creí del todo; pero entre muchos vecinos aquello produjo un gran revuelo. Cada cual se adjudicó las habitaciones que pudo, y aunque nadie las tenía todas consigo, hubo algunos que hasta tomaron el aire de auténticos propietarios, siquiera fuese de una alcoba.

La propiedad de la finca que se nos venía a las manos nos trajo, de momento, bastantes preocupaciones. Hubiera sido preferible seguir pagando al casero. El comisario de la vivienda, siguiendo las instrucciones de los bolcheviques, hizo una lista de los inquilinos y determinó cuáles eran nuestras obligaciones. La primera y principal era la de montar la guardia contra los ladrones. Moscú estaba aquellos días lleno de gente salida del presidio, con un fusil en las manos, y merced a la impunidad asaltaba las casas, asesinaba a quienes se resistían y robaba cuanto se les antojaba. Todos los hombres útiles de la vivienda fueron constreñidos por el comisario para montar, arma al brazo, la guardia contra los asaltos."

Bien es cierto que lo que cuenta Martínez y transcribe Chaves Nogales resulta en ocasiones excesivamente novelesco. Abundan las ocasiones en las que el protagonista se libra de una muerte segura a través de un acontecimiento providencial sucedido en el último instante. El periodista no duda de la verosimilitud del relato y entonces yo como lector, sospechando que puedan existir exageraciones propias de quien quiere hacer todavía más interesantes sus propias peripecias, también acepto que, en esencia, todo lo que cuenta el maestro Juan Martínez coincide con sus vivencias que un muchas ocasiones se emparentan con relatos de otro maestro, Franz Kafka, dando por sentado que una situación como aquella daba pie a infinitas situaciones absurdas. Un libro del máximo interés que nos recuerda que las revoluciones, acogidas con entusiasmo por quienes creen que van a ser al fin liberados,  pueden acaban devorando a sus hijos.

domingo, 6 de diciembre de 2020

HISTORIA DE LA VIDA PRIVADA I (1985), DE PHILIPPE ARIÈS Y GEORGES DUBY (DIR). DEL IMPERIO ROMANO AL AÑO MIL.

La historia no la hacen solo los nombres que aparecen en los libros. La gente común y corriente es la que verdaderamente la hace avanzar y la que sufre sus avatares. La ambición del proyecto de Ariès y Duby no es recuperar vidas individuales olvidadas - aunque a veces podemos asomarnos a mínimos fragmentos de las mismas - sino hablar de las condiciones de vida de campesinos, guerreros, monjes, artesanos o esclavos. Como asegura Georges Duby en la introducción, en la época en la que se trabajó en el proyecto, los historiadores se movían en un territorio prácticamente virgen y el terreno a explorar era tan inmenso que una de las labores más difíciles era seleccionar el material que finalmente formaría parte de la obra, dividida en cinco volúmenes. Los cambios en la vida pública de cada civilización estaban más o menos estudiados hasta ese momento. No así los que se producían en la vida privada, un ámbito mucho más restringido para el estudioso, pero también mucho más interesante en diversos aspectos. Estudiar cómo era una jornada cotidiana de un noble romano, por ejemplo - a qué hora se levantaba, dónde recibía a sus clientes, qué comía, con quien se relacionaba, dónde hacía sus necesidades o cómo era su vida sexual - ofrece resultados tan detallados que nos hacen emparentarnos con la gente que habitaba en épocas remotas y a las que reconocemos como plenamente humanas, nuestros iguales.

La sociedad romana se encontraba brutalmente jerarquizada. Aunque existía un Estado y un derecho privado muy desarrollado, era difícil que nuestra idea de Justicia llegara a todos los ciudadanos:

"El mundo romano no contaba con una verdadera policía; los soldados del emperador (como el centurión Cornelio, del que nos habla el Evangelio) eran los encargados de reprimir las revueltas y perseguir a los bandidos, pero apenas si se ocupaban de la inseguridad cotidiana, que ofendía menos la “imagen de marca” que el Estado romano quería ofrecer de su autoridad soberana; eran los notables de las ciudades quienes organizaban ocasionalmente milicias cívicas. La vida cotidiana se parecía a la del Far West americano: no había policía en las calles, ni gendarmería en el campo, ni acusador público. Cada uno se defendía y se tomaba la justicia por su mano, y el único procedimiento eficaz, tanto para los pequeños como para los menos grandes, consistía en ponerse bajo la protección de alguien poderoso. ¿Pero cómo protegerse contra el poderoso, y quién protegería a unos grandes contra otros? Secuestros, usurpaciones y prisiones privadas para los deudores eran moneda corriente; cada ciudad vivía aterrorizada por los tiranuelos locales o regionales, a veces lo suficientemente protegidos como para atreverse a desafiar a un personaje tan importante como el gobernador de la provincia. Un poderoso no vacila en apoderarse de las tierras de uno de sus vecinos pobres; y ni siquiera dudará en un momento dado en atacar el “rancho” de otro potentado a la cabeza de sus hombres, esclavos suyos. ¿Qué hacer contra un tipo así que se ha enriquecido a vuestra costa? Las posibilidades de obtener justicia dependen de la buena voluntad de un gobernador de provincia muy ocupado, obligado a tratar con miramiento a los poderosos por razón de Estado y aliado suyo mediante una red de amistades e intereses. Su justicia, si la ejerce, será un episodio de la guerra de clanes, una inversión de las relaciones de fuerza."

En cualquier caso, había posibilidades de una vida razonablemente buena en Roma, si se tenía éxito en el comercio o si uno lograba caer en gracia a algún noble con influencias. Las mujeres lo tenían bastante más complicado, dado que la sociedad antigua sí que constituía un auténtico patriarcado. Pensadores como Cicerón definían a las mujeres como niños grandes con caprichos de adolescentes que debían ser controladas muy de cerca por sus maridos. Peor lo tenían los esclavos, aunque también en este caso había algunos que lograban una vida tolerable en un hogar noble e incluso podían aspirar a comprar su libertad con el paso de los años, conociendo un cariño por parte de sus dueños similar al que podemos otorgar hoy día a un animal doméstico. Pegar a un esclavo en un arranque de ira no era una acción legalmente reprobable, pero sí lo era moralmente, no por el daño que se infligía al esclavo, que al fin y al cabo era poco más que una posesión ordinaria, sino por la imagen que daba el agresor frente a sus iguales de hombre de personalidad poco serena, incompatible con el carácter tradicional romano. 

La revolución cristiana tiene que ver con el desarrollo de una vida interior diferente, más profunda, que tiende hacia una perfección que no existe en este mundo. El Estado como tal desaparece y el territorio se divide entre reyezuelos que entran en frecuentes disputas. Los clanes familiares se asimilan a clanes guerreros cuyos miembros se protegen mutuamente en un mundo que se va volviendo paulatinamente más peligroso y brutal. La esperanza de vida es muy baja y guerras. hambrunas y enfermedades son compañeras cotidianas del hombre. Solo los monasterios parecen ser remansos de paz y de sabiduría, donde se encierra y se protege - con algunas censuras - el saber acumulado en siglos anteriores. El monje ideal es un ser obediente y casto que ha renunciado al mundo y anhela una vida serena. Muchos de ellos pasan largas jornadas copiando libros en la biblioteca, una tarea que ayudó de manera extraordinaria a la configuración posterior de Occidente:

"Estos progresos indudables de la vida interior se daban también en otro hombre solitario, el escriba. Este monje, que no tiene la suerte de estar en el calefactorio como sus hermanos y que se queja a veces, mediante las inscripciones que ha dejado en el colofón de los manuscritos, de que tiene frío, que falta todavía mucho para la hora de la comida o que la tinta se le ha congelado en el tintero, es uno de los actores menos conocidos de la historia. (...) Sin embargo, el trabajo del escriba era muy penoso. Cuando se hallaban varios en una misma sala, se les obligaba a estar callados a fin de concentrarse mejor. El libro, o el rollo por copiar, se encontraba sobre un pupitre. El escriba hacía su trabajo con una cañita hendida o con más frecuencia, durante la época carolingia, con una pluma de ave, bien sobre sus rodillas, bien sobre una plancha o tabla. Previamente, había tenido que trazar con una punta seca líneas y trazos verticales a fin de determinar los márgenes y las columnas. Junto al escriba propiamente dicho podemos poner otros trabajadores solitarios: correctores, rubricadores, pintores, iluminadores y encuadernadores. Cuando se inventó en Corbie la minúscula carolingia, a fines del siglo VIII, luego generalizada, este carácter muy legible (equivalente a nuestra actual letra romanilla o “redonda”) hubo de ser caligrafiado y no escrito de un solo trazo, como la cursiva rápida merovingia. Este progreso aumentó también el trabajo del escriba. Duro menester, al decir de uno de ellos: “Oscurece la vista, le encorva a uno, hunde el pecho y el vientre, perjudica a los riñones. Es una ruda prueba para todo el cuerpo. Por eso, lector, vuelve con dulzura sus páginas y no pongas los dedos sobre las letras”. La tarea de copiar era por tanto una forma auténtica de ascesis, del mismo modo que la plegaria o el ayuno, un verdadero remedio para curar las pasiones y sujetar la imaginación mediante la atención de los ojos y la tensión de los dedos que reclamaba. Se necesitaba un año de trabajo para copiar una Biblia nada más. Se han podido conservar, gracias a los escribas carolingios,  más de ocho mil manuscritos. Entre ellos está la casi totalidad de los autores antiguos conocidos."

Historia de la vida privada es un prodigio de información, ofrece al lector una amplia visión panorámica de la existencia cotidiana de unos antepasados en los que podemos reconocernos, al menos en muchos de los aspectos de su privacidad. Una lectura intensa y exigente, propia de las obras más ambiciosas. Me quedo con el epitafio anónimo encontrado en una sepultura romana, una especie de mensaje a los hombres del futuro:

“He vivido mezquinamente durante toda mi existencia, por eso os aconsejo que viváis más placenteramente que yo. La vida es así: se llega hasta aquí, y ni un paso más. Amar, beber, ir a los baños, eso es la verdadera vida: después, no hay nada más. Yo, por mi parte, no seguí nunca los consejos de ningún filósofo. No os fiéis de los médicos; ellos son los que me han matado."

martes, 24 de noviembre de 2020

FANÁTICOS INSULSOS (2020), DE PANKAJ MISHRA. LIBERALES, RAZA E IMPERIO.

De todos es sabido que uno de los grandes combates del siglo XX, dentro de las democracias occidentales, es el disputado entre socialdemócratas y liberales. Se trata de una batalla que en las últimas décadas parecía haber sido ganada por estos últimos, pero la crisis del 2008 y ésta última provocada por la pandemia del coronavirus están volviendo a otorgar argumentos a los defensores de la regulación y el intervencionismo estatales. Pankaj Mishra es un apasionado defensor intelectual de estos últimos. Admirador del gran Tony Judt, desprecia profundamente la influencia ejercida en los últimos años por intelectuales del prestigio de Niall Ferguson, Mark Lilla o Steven Pinker. Un combate de ideas absolutamente apasionante en el que ambos bandos gozan de buenos argumentos para defender sus posiciones.

Bien es cierto que si algo está demostrando la presente pandemia es que se necesitan sistemas estatales fuertes capaces de coordinar todos los esfuerzos del país - y ese papel también está intentando ejercitarlo la Unión Europea dentro de sus limitaciones - con la finalidad de ayudar a los más necesitados, sin volver a repetir los errores de la crisis del 2008, pero también es cierto que los países que mejor han encarado la pandemia a veces lo han hecho a través de una gestión acertada de su sistema sanitario semiprivatizado, con lo que se concluye que una gestión brillante es mejor que una gran cantidad de recursos mal administrados. En el caso de nuestro país, por ejemplo, la mala coordinación entre Estado y Comunidades Autónomas está haciendo un flaco favor al objetivo de bajar el índice de contagios y muertes. 

Pero Fanáticos insulsos no se dedica solo a analizar la rabiosa actualidad de una crisis que empezó en marzo y parece que llevara años entre nosotros. Se trata de una selección de artículos de un pensador angloindio que lleva años predicando la deriva de un occidente que todavía no ha purgado del todo los pecados del imperialismo y sigue intentando explotar en su beneficio a las naciones del Tercer Mundo por otros medios, a la vez que no es capaz de proporcionar trabajo seguro y bienestar a sus clases más desfavorecidas. Mishra está de acuerdo con George Santayana cuando criticaba al liberalismo asegurando que "tan solo se ha limitado a despejar un campo en el cada persona y cada interés empresarial tiene que luchar contra todos los demás para imponerse". Una especie de darwinismo económico para el que la opción comunista no es la solución. Solo un arbitraje y regulación estatal proporcionales a cada sector económico pueden lograr el equilibrio tan deseado entre libertad, seguridad e igualdad de oportunidades. 

En este panorama tan incierto nos hemos librado de Trump, pero otros populistas siguen gobernando o amenazan con hacerlo, mientras la izquierda (y esto no es capaz de verlo el autor), gasta muchas de las energías que debería utilizar en favorecer a los más necesitados a promover una agenda más simbólica que real orientada a simpatizar con las causas de minorías presuntamente oprimidas, una labor muy loable, pero que en demasiadas ocasiones deja de lado los intereses de las masas de parados o trabajadores pobres. En los próximos meses nos adentramos en terra incognita, con una ciudadanía cansada y asustada y una administración estatal superada por los acontecimientos, mientras se espera que el maná que ha de llegar de Europa sea el bálsamo que todo lo solucione. Veremos que ideología sale ganadora de este nuevo combate librado en un territorio cada vez más devastado. Fanáticos insulsos tiene interés como uno de los puntales de este agresivo debate tan prolongado. 

domingo, 15 de noviembre de 2020

1280 ALMAS (1964), DE JIM THOMPSON Y DE BERTRAND TAVERNIER (1981). EL ASESINO DENTRO DE MÍ.

1280 almas está escrita en primera persona. Aunque al principio Nick Corey se nos aparece como un tipo poco inteligente y bastante bobalicón, poco a poco vamos descubriendo que en realidad el comisario de Potts Country, un pequeño pueblo sureño de Estados Unidos, es una persona de naturaleza muy astuta. Para sus vecinos es un representante de la ley vago y bonachón, que evita la acción tanto como puede, pero en realidad esa actitud le permite llevar la vida reflexiva que le gusta, donde el sueño y la alimentación abundantes son factores fundamentales. Como no podía ser de otra manera, el protagonista se lleva muy mal con su mujer (las circunstancias de su boda fueron bastante curiosas) y tiene facilidad para buscarse amantes entre las aburridas damas del pueblo. 

La tranquilidad de Potts Country es solo aparente: de vez en cuando pequeñas explosiones de violencia alteran la vida cotidiana de sus habitantes, sobre todo porque hay algunos de éstos que son racistas puros y se jactan de ello, maltratando a sus vecinos de color ante la indiferencia del resto los residentes, incluido el comisario. En realidad, Nick está harto de su vida y de que haya vecinos que le traten con poco respeto, como si él también fuera representante de una raza inferior. Esto va a derivar en una explosión de violencia muy muy controlada por su parte. Su plan, que nos va desgranando poco a poco y de una manera natural, como si asesinar fuera un acto cotidiana sin apenas importancia, nos muestra al auténtico Nick Corey, un hombre que es capaz de cualquier cosa con tal de recuperar la autoestima perdida y que no está dispuesto a dejarse arrebatar su cómodo puesto de comisario en las próximas elecciones, ya que sabe que no podría trabajar de otra cosa.

Así pues, 1280 almas, como toda la buena literatura negra, aprovecha para exponer al lector crudas dosis de crítica social, sin filtros de ninguna clase, ya que el lenguaje del protagonista es llano y a veces brutal, propio de una visión del mundo en la que solo mantienen su posición los que son capaces de defenderla con todos los medios a su disposición y dejando de lado cualquier conflicto moral. A veces Nick, en sus reflexiones, tiene momentos de gran lucidez:

"A veces pienso que quizá sea ésa la causa de que no progresemos tanto como en otras partes de la nación. La gente pierde tantas horas de trabajo linchando a los demás y gasta tanto dinero en sogas, gasolina, emborracharse por anticipado y otros menesteres necesarios, que queda muy poco para fines prácticos."

La versión cinematográfica de Bertrand Tavernier traslada la historia de 1917 a 1938 y la sitúa en el África Colonial francesa, pero por lo demás, se trata de una adaptación muy literal del texto de Thompson, aunque su protagonista se nos muestre con un tipo tan sosegado y aparentemente bonachón que suscite muchas más simpatías que su versión literaria. Aunque de metraje un poco excesivo, la película se sostiene en las magníficas interpretaciones de Philippe Noiret e Isabelle Huppert y es capaz de reflejar el espíritu de la novela, ya que traslada el racismo y la violencia soterrada sureños a una sociedad cultural y geográficamente muy distante. 

sábado, 7 de noviembre de 2020

LA ERA DEL CAPITALISMO DE LA VIGILANCIA (2019), DE SHOSHANA ZUBOFF. LA LUCHA POR UN FUTURO HUMANO FRENTE A LAS NUEVAS FRONTERAS DEL PODER.

Escribo desde un blog que pertenece a Google, utilizo gmail de Google, hago búsquedas con Google, utilizo mapas de Google para orientarme, me bajo alguna aplicación de Play Store y mi móvil posee el sistema Android de Google, y seguro que me dejo muchas más acciones cotidianas que no se me ocurren en este primer pensamiento. Todo esto me sale gratis, pero para la compañía estadounidense cada uno de estos actos que yo ejecuto más o menos voluntariamente constituye un pequeño paso más hacia el conocimiento de mi persona, mis rutinas, mis movimientos, mis aficiones e incluso mis deseos más íntimos. Todo esta información, junto con la de millones de personas de todo el mundo es estudiado minuciosamente a través de diversos algoritmos cuya misión principal es predecir la conducta de los individuos para poder ofrecerle el producto adecuado en el momento preciso, el sueño de cualquier empresario. Y esto lo hacemos de manera voluntaria porque pensamos que nos compensa el hecho de advertir que nuestra vida se vuelve más fácil en muchos aspectos, aunque en realidad estemos cediendo fragmentos cada vez más grandes de libertad e intimidad a poderes opacos cuyos fines últimos desconocemos casi por completo.

Es un tópico decir que si el servicio el gratis, uno mismo es el producto, pero esto no funciona exactamente así. En realidad las compañías del llamado capitalismo de la vigilancia extraen de nuestras acciones la materia prima necesaria para alimentar los análisis predictivos desarrollados por inteligencias artificiales diseñados para conocernos cada vez mejor y ser una compañía permanente en nuestras vidas, puesto que poco a poco van intuyendo que es lo mejor para nosotros y nosotros vamos cediéndole nuestro poder de decisión:

"La conexión digital es hoy un medio para satisfacer los fines comerciales de otros. En su fundamento mismo, el capitalismo de la vigilancia es parasítico y autorreferencial. Resucita aquella vieja metáfora de Karl Marx, que retrató el capitalismo como un vampiro que se alimenta del trabajador, pero le da un giro inesperado: en lugar de los trabajadores, la fuente de alimento del capitalismo de la vigilancia es cualquier aspecto de la experiencia de cualquier ser humano."

Lo que parecía un mundo mejor y más conectado se está transformando en un estado de vigilancia permanente al que es extremadamente difícil sustraerse. La Unión Europea, mucho más garantista en estos aspectos que Estados Unidos, intenta proteger el derecho fundamental a la intimidad de sus ciudadanos a través del reciente Reglamento 2016/679, de protección de datos personales, en el que se incluyen hitos como el reconocimiento del derecho al olvido, impulsado por la Agencia Española de Protección de datos. Sobre el papel se trata de legislación muy garantista, pero en realidad es muy difícil luchar contra unos gigantes tecnológicos que van muchos pasos por delante de unos Estados que intentan controlar a ciegas la actividad de estas empresas, a las que quieren regular (sin saber muy bien sus métodos y propósitos) a la vez que necesitan cada vez más de sus servicios, sobre todo en materias como lucha contra el terrorismo. Si bien los dirigentes de Google o Facebook a veces realizan actos públicos de contrición, cuando se descubren prácticas demasiado escandalosas, su discurso siempre es el mismo: no era nuestra intención violar la intimidad de nuestros usuarios, realizaremos una auditoría interna para saber qué ha fallado. Pero la realidad es que siguen trabajando con gran secretismo es sus algoritmos predictivos, haciéndose de oro al vender los resultados de la fórmula de la piedra filosofal a muchas otras empresas.

Todo esto puede sonar un poco a ciencia ficción, pero es la realidad que estamos viviendo es una nueva y revolucionaria forma de capitalismo que intenta conocernos para seducirnos cada vez con mayor eficacia con ofertas tan personalizadas como irresistibles. Pero esto no se acaba en el mundo mercantil. La política también hace uso de estos mecanismos de análisis predictivos para afinar cada vez más los mensajes que quiere escuchar un determinado tipo de electorado, algo que se vio por primera vez en la campaña de Barack Obama a la presidencia de Estados Unidos y que está influyendo siniestramente en resultados electorales tan sorprendentes como el del Brexit o la elección de Donald Trump como mandatario estadounidense. En 2008 los analistas políticos empezaban a comprender el poder de estos análisis para asegurar el éxito en las campañas:

"El equipo de campaña conocía «por su nombre, su dirección, su raza, su sexo y su nivel de ingresos a todos y cada uno de los votantes indecisos del país a quienes necesitaba convencer de que votaran a Obama», y había averiguado cómo hacer anuncios televisivos dirigidos a esos individuos como público diana. Una gran innovación en ese sentido fue la llamada puntuación en persuasión, que medía lo fácil o difícil que podía resultar convencer a cada votante indeciso para que se decantara por el candidato demócrata."

La advertencia de Zuboff al escribir este libro monumental es clara: nos encontramos ante un fenómeno totalmente nuevo, con un funcionamiento que desconocemos casi tan por completo que es difícil establecer definiciones para muchos de sus elementos, es casi como el sueño conductista del psicólogo Skinner hecho realidad: una herramienta que puede llegar a ser capaz de pastorear la conducta de los ciudadanos y castigar a quien se salga del sendero deseado. Una tiranía que no requiere del terror impuesto por un déspota, sino de la colaboración entusiasta de unos ciudadanos que obedecen, convencidos de que lo hacen en uso de su libertad, a una voz aterciopelada que le dice al oído qué es lo que más le conviene en cada momento. Al igual que los totalitarismos de la primera mitad del siglo XX surgieron como un fenómeno tan novedoso que hubo que esperar a su derrota para entenderlos y estudiarlos con rigor, este nuevo capitalismo de la vigilancia se va adueñando poco a poco de nuestras existencias sin que sepamos muy cómo lo hace ni cuál será el fin último de sus acciones y así lo expresa la autora en numerosas ocasiones:

"Mi propósito con este libro es ralentizar el ritmo de esa acción para ampliar el espacio para el debate y destapar las tendencias de estas nuevas creaciones a amplificar la desigualdad, intensificar la jerarquización social, exacerbar la exclusión, usurpar derechos y despojar la vida personal de todo aquello que la hace justamente personal para ustedes o para mí. Si queremos que el futuro digital sea nuestro hogar, vamos a ser nosotros quienes tengamos que conseguirlo. Necesitaremos saber. Necesitaremos decidir. Necesitaremos decidir quién decide. He ahí nuestra lucha por un futuro humano."

viernes, 30 de octubre de 2020

AL SUR DE GRANADA (1957), DE GERALD BRENAN Y DE FERNANDO COLOMO (2003). UN INGLÉS EN LA ALPUJARRA.

Existe algo especial en los libros de los ingleses que se enamoraron de nuestro país. Han escrito algunas de las mejores crónicas de nuestro pasado (entre ellas se encuentra El laberinto español, del mismo Gerald Brenan), quizá porque han podido establecer una mirada objetiva sobre la historia de España, aunque no exenta de pasión. Brenan llegó a España después de haber participado en la Primera Guerra Mundial. Su deseo adolescente de aventuras - se había escapado de la tutela familiar para recorrer Europa ya antes de la guerra - seguía intacto y nuestro país le pareció un destino lo suficientemente exótico y barato como para poder establecerse durante un periodo que acabarían siendo años. Al sur de Granada es el relato de esas experiencias, pero a la vez constituye un valioso manual de antropología e historia de un territorio que en aquella época era de los más primitivos de España, la Alpujarra. Sus intenciones al escribir el libro se resumen aquí:

"Me limito a escribir lo que recuerdo haber visto, y doy por supuesto que nadie va a encontrar en España un país modelo, como Suecia o Suiza, condicionado por el ritmo de sus máquinas, sino, por el contrario, un país que hasta la fecha ha insistido en conservar una cierta dosis de anarquía y rebeldía. Me es imposible decir hasta cuándo durará esta situación, pero es cierto que al sur de los Pirineos vive todavía una sociedad que antepone las más profundas necesidades del alma humana a la organización técnica necesaria para alcanzar un nivel de vida más alto. Es esta una tierra en la que crecen conjuntamente el sentido de la poesía y el sentido de la realidad. Ni uno ni otro engranan con la perspectiva utilitarista."

No me resisto a transcribir sus impresiones sobre Málaga, una de las primeras ciudades andaluzas que pudo visitar, donde puede apreciar una estricta división de clases sociales:

"Me pareció una ciudad de contrastes. En la cima de un desmoronado altozano devorado por la luz amarilla, en el castillo moro, pululaban mendigos y gitanos; habían excavado sus cuevas en los muros, y se dedicaban a despiojarse los unos a los otros, sentados al sol, envueltos en las tufaradas que desprendían los naranjos y los excrementos secos. Los chiquillos menores de doce años corrían desnudos. Luego, si uno bajaba hacia el Parque, a un tiro de piedra, la escena cambiaba por completo. Las victorias de la aristocracia madrileña paseaban arriba y abajo —por aquella época Málaga estaba de moda como estación de invierno— y los lustrosos y tintineantes caballos y las centelleantes ruedas correteaban bajo el entramado de los plátanos. Podía uno sentarse en cualquiera de los bancos de piedra y observar a los que pasaban. Las jóvenes de la clase media, tocadas con peinetas y mantillas de blonda negra, paseaban con andar de maniquí y recogían las admirativas miradas de los hombres con los que se cruzaban. El peinado podía resultar rústico o elegante, pero en todos los ojos había un brillo excitante y muchos de los rostros eran adorables."

Aunque a priori parecía difícil que un inglés educado y culto se integrara en una comunidad tradicional, con escasos contactos con el exterior, desde el primer momento Brenan apreció una especie de pureza vital en los habitantes de Yegen, el pueblo donde alquiló una casa durante muchos años. Allí podía dedicarse a sus principales aficiones: la lectura y las caminatas por el campo, que a veces le llevaron a puntos tan distantes como Murcia. Según observó Brenan, la educación no era imprescindible para que una comunidad funcionara razonablemente bien si las tradiciones eran respetadas. Bien es cierto que existían los caciques y las consiguientes desigualdades sociales, lo que repercutía en una pobreza muy acusada en la mayor parte de la población, aunque bien es cierto que nadie llegaba a pasar hambre. Entre otras cosas, la religión se vivía allí de un modo muy particular. Había cura e iglesia, pero las creencias populares se movían entre la doctrina católica y el paganismo, dando más importancia - como sigue sucediendo en buena parte de Andalucía - a las festividades marianas y sus procesiones que a la misma ceremonia de la misa. En cualquier caso, la peculiar forma de vida de Yegen podía dar lugar a episodios insólitos, como el que Brenan relata en este pasaje:

"Un día, en Yegen, fui a la tienda de la aldea a comprar algunos cigarrillos y al recoger la vuelta me encontré con algunas monedas desconocidas. Al examinarlas en casa vi que se trataba de monedas púnicas e íberas. Es decir, eran monedas de las ciudades púnicas e íberas, acuñadas bajo la república romana, y, por tanto, las primeras en acuñarse en España, si exceptuamos las de las ciudades griegas de Cataluña. Cuando regresé a la tienda y pregunté si tenían más, sacaron unas veinte o treinta. Una oferta de comprarlas a peseta la pieza dio lugar a que otras personas me ofrecieran veinte monedas más. Lo interesante de la cuestión era: ¿de dónde habían salido? ¿Habían circulado tranquilamente en las inmediaciones desde el momento en que fueron acuñadas o provenían de algún tesoro? Tras unas cuantas investigaciones topé con un hombre que recordaba que uno de sus antepasados, al morir, había dejado una colección de viejas monedas, y que su familia, al no saber qué hacer con ellas, decidió gastarlas."

Hay otros capítulos, como el dedicado a la vida en Almería a principios del siglo XX, tan evocadoramente escritos, que solo con leerlos nos hacemos una idea de la dura vida cotidiana en las urbes de la época sin tener que acudir a libros de historia más sesudos. Entre otras muchas cosas, Al sur de Granada nos recuerda que la felicidad vital no depende de los lujos de los que nos rodeemos, sino de necesitar poco para llevar una existencia razonablemente buena. La versión cinematográfica de Fernando Colomo adopta un acertado tono de comedia para acercarnos a la historia del encuentro entre integrantes de dos civilizaciones muy diferentes y la aceptación por parte de los habitantes de Yegen de las excéntricas costumbres del nuevo señorito inglés y de los amigos que van a visitarle. Además, tomándose muchas libertades, narra la historia de la criada de la que concibió una hija, un episodio por el que se pasa de puntillas en el libro. 

Pero lo verdaderamente importante de libro y película es el espíritu que las impregna, ese que dicta que cada cual ha de ser capaz de buscar la forma de habitar el mundo que más le conviene y que para muchos la serenidad es un valor mucho más valioso que el poder o el dinero:

"Porque la palabra era serenidad. Ni siquiera habían pasado veinticuatro horas cuando volvió a mí la vieja impresión de altura y de quietud, de campos de aire que se extendían ante mí y de torrentes de agua que caían a mi espalda, y me di cuenta que Yegen tenía algo que le diferenciaba de todo lo demás. El momento en que lo captaba mejor, y cuando se presentaba con mayor intensidad, eran las noches de luna llena. De pie sobre el terrado veía cómo la tierra se revelaba en fiesta por todas partes, y me parecía que navegaba en la proa de un barco en travesía por un océano petrificado. O que el barco se transformaba en un avión que se deslizaba sobre un caos negro y gris, hasta que al rozar quizá un diminuto jirón de nube, ponía rumbo a la estratosfera. Y, además, qué silencio; un silencio tan profundo, tan amplio que se medía por el sonido del agua que caía, o por un ocasional e incitante rasgueo de guitarra. Aparte de esto ninguna señal de vida humana, tan sólo las luces de los pueblos distantes —Jorairátar, Alcolea, Paterna, Mairena—, que yacían como constelaciones en la vaga inmensidad."

martes, 27 de octubre de 2020

EL PROFESOR UNRAT (1905), DE HEINRICH MANN Y EL ÁNGEL AZUL (1930), DE JOSEF VON STERNBERG. SUPREMA HUMILLACIÓN.

El profesor Unrat es uno de esos profesores ya maduros - lleva décadas enseñando en el mismo instituto a varias generaciones de alumnos - cuya presencia en la ciudad portuaria en la que enseña constituye ya toda una institución. Eso no quiere decir que Unrat (cuyo apodo, Basura, va pasando también de generación en generación), se sienta integrado en la sociedad en la que vive, ni siquiera en el microcosmos del centro de enseñanza. Para los demás es considerado una persona excéntrica y solitaria y él se ocupa de alimentar esa imagen, no relacionándose con sus compañeros profesores más de lo estrictamente necesario. La verdadera pasión de Unrat es la enseñanza, pero en un sentido muy retorcido: disfruta sabiéndose superior intelectualmente a sus alumnos y convierte sus clases en festines autoritarios en los que siembra un terror despótico en clase. Pero Unrat no se conforma con el dominio que ejerce en clase sobre sus alumnos: cuando se entera de las inmorales actividades nocturnas de algunos, su moral lo impulsa a actuar. Sus investigaciones lo llevan al cabaret El ángel azul.

Al entrar allí se va a encontrar de bruces con un mundo que no controla. Su presunta autoridad queda disipada en un ambiente festivo en el corre el alcohol y en el que todas las miradas están puestas en la actuación de Rosa Fröhlich, la principal artista del espectáculo. Incluso nuestro protagonista queda hechizado por su encanto, pero él le otorga un sentido distinto al de la plebe, para él Rosa es una artista sublime cuyo arte está muy por encima de su público. Venciendo su extrema timidez, entabla contacto con ella y empieza a visitarla todas las noches, ante el desconcierto de sus alumnos. Si bien al principio Rosa se toma dichas visitas como una anécdota divertida, poco a poco irá sintiendo algo de cariño por el profesor, hasta terminar casándose con él, quizá también hechizada por el prestigio de la profesión de su nuevo e inofensivo amante. Así Unrat entra en un mundo que no es el suyo y renuncia a su vida anterior, renunciando también, sin ser muy consciente de ello, a su otro gran amor: su autoridad despótica, porque controlar a Rosa no va a ser tan fácil como a sus alumnos. Uno de ellos, ya en su madurez, va a definir a su manera la psicología del profesor y lo acertado de un apodo tan popular que llega a sustituir a su nombre:

"Es el tirano que prefiere sucumbir a tolerar la más mínima restricción de su poder. Un apodo, sólo un apodo, llena de cardenales su piel, deslizándose nocturnamente por entre las cortinas purpúreas de su lecho, hasta sus sueños, y para curarse aquellas contusiones necesita bañarse en sangre. Es el inventor del delito de lesa majestad. Lo inventaría si aún fuese posible. Todo individuo es para él un rebelde. Su misantropía le devora entre tormentos indecibles. El hecho de que a su alrededor aspiren y expiren los pulmones un aliento que él no rige y regula le infunde un loco anhelo de venganza y tensa sus nervios hasta desgarrarlos. Basta ya un ligerísimo choque, una coincidencia casual de circunstancias adversas, y el tirano, presa de terror, abre al populacho las puertas del palacio, le estimula al saqueo y proclama la anarquía."

En la novela de Mann, el matrimonio se traslada a otra ciudad y empieza una vida disoluta organizando fiestas y apuestas en su casa, a la vez que se van endeudando cada vez más. Lo que ofrece la versión cinematográfica, El ángel azul, es bastante más interesante, puesto que pone el acento en el proceso de degradación del profesor que, una vez que se acaba su dinero, tiene que empezar a actuar en el espectáculo como un artista más. Cuando tiene que volver a su ciudad, es publicitado como la gran atracción del espectáculo, arrastrando a Unrat a la más cruel de las humillaciones. Mann no se opuso nunca a que se cambiara de esa manera el argumento de su novela, sino que prestó su apoyo, ya que era totalmente coherente con el carácter de su protagonista. El ángel azul es algo más que una adaptación de la novela: le aporta un ambiente único y asfixiante a la historia de Unrat, encarnado de manera magistral por un Emil Jannings al que le venían como anillo al dedo este tipo de papeles. La película constituyó una inigualable plataforma para el lanzamiento internacional de la futura estrella Marlene Dietrich y vista hoy sigue siendo una obra maestra fascinante dotada de un lenguaje cinematográfico único.

jueves, 22 de octubre de 2020

LA COALICIÓN FRENTE A LA PANDEMIA (2020), DE MARÍA LLAPART Y JOSÉ ENRIQUE MONSORI. CRÓNICA POLÍTICA DEL AÑO QUE CAMBIÓ LA HISTORIA.

2020 va a quedar como un año histórico para nuestro país y no precisamente en un sentido positivo. Ha sido - están siendo - unos meses tan intensos que las negociaciones para formar gobierno de finales del año pasado se recuerdan como algo un poco remoto, ya que la crisis del coronavirus lo ha impregnado todo de tal manera que los acontecimientos inmediatamente anteriores a la misma parecen haber sucedido en un mundo distinto al actual. En cualquier caso, es bueno hacer balance del pasado inmediato para poder analizar cómo hemos llegado a esta situación tan complicada, que se vuelve más dramática cada día que pasa.

La segunda mitad de 2019 fueron meses perdidos para España. Tras las elecciones de junio, en las que el PSOE sacó una mayoría clara, pero no suficiente para gobernar en solitario, se produjo un insólito bloqueo que llevaría a la repetición electoral en noviembre. Fueron los tiempos en los que Pedro Sánchez repetía que jamás pactaría con Podemos y descartaba tal posibilidad como una irresponsabilidad que impediría que pudiera dormir por las noches. Tales certezas, reiteradas durante toda la campaña electoral de noviembre, fueron fulminantemente descartadas a la vista del resultado de las nuevas elecciones, que, lejos del refuerzo esperado, debilitaba la mayoría parlamentaria del PSOE. El pacto que era totalmente imposible hasta solo unos días, se fraguó en unas pocas horas. Se produjo un apresurado reparto de Ministerios y una declaración en la que se exponían las intenciones del nuevo gobierno de manera muy general. Pero no bastaba con los votos de PSOE y Podemos para asegurar el voto del Congreso. Las negociaciones con nacionalistas y otros grupos minoritarios fueron complicadas y hasta prácticamente el último minuto no estuvo asegurado el apoyo de los suficientes diputados, aunque al final se consiguió prácticamente por la mínima. Así comenzó su andadura el primer gobierno de coalición de nuestra democracia, un proyecto muy ilusionante para muchos, pero que nacía lastrado por la historia previa de desconfianza entre ambos miembros y por la heterogeneidad de los grupos de los que dependía para poder sostenerse.

Entre otras curiosidades, La coalición contra la pandemia desvela que el nombramiento del ministro Salvador Illa como responsable de Sanidad fue meramente una operación política. Su llegada al cargo no fue debida a sus conocimientos o su experiencia en el sector, sino por su conocimiento de los complicados entresijos de la política catalana, algo que iba a ser muy útil en la singladura del nuevo ejecutivo, hasta el punto de que se le encomendó que dedicara un par de días de la semana a los asuntos de su Ministerio y el resto estuviera en Barcelona asegurándose de mantener los apoyos a la Coalición. Un encargo que cambiaría radicalmente pocas semanas después, cuando España entró de lleno en la crisis más importante de las últimas décadas sin apenas preparación para afrontar la misma.

Y es que las noticias que llegaban acerca del coronavirus eran cada vez más preocupantes, allá por el mes de febrero. La propagación del virus se extendía rápidamente por otros países desde su origen en China y llegaba a Italia, causando verdaderos estragos en el norte del país. Frente a la inquietud de mucha gente, el gobierno lanzaba mensajes de tranquilidad y no imponía ninguna medida. Por aquellos días sus esfuerzos estaban concentrados en la primera gran polémica que dividió a la Coalición: el proyecto de ley de libertad sexual preparado por el Ministerio de Igualdad de Irene Montero se encontró frente a vergonzantes correcciones efectuadas por el Ministerio de Justicia. Los ciudadanos empezaban a advertir fuertes tensiones en el seno del gobierno, sobre todo derivadas de la rivalidad entre Irene Montero y Carmen Calvo y entre Yolanda Díaz y Nadia Calviño, que llegarían a su máxima expresión en los dramáticos Consejos de Ministros que declararon el estado de alarma y sus consecuencias jurídicas.

Aunque el libro no profundiza en el asunto, resulta realmente insólito el cambio de discurso que se produjo en el gobierno entre el 8 y el 9 de marzo. Si el 8 de marzo el mensaje era que la epidemia estaba controlada y se animaba a hacer vida normal y a participar en las manifestaciones organizadas ese mismo día, por la noche, según la versión oficial, llegaron datos al Ministerio de Sanidad que contradecían todo ese optimismo (es difícil explicarse cómo es posible que los datos previos no invitaran al menos a la prudencia y a tomar las primeras medidas ese fin de semana). Los días siguientes fueron dramáticos, de una tensión extrema en el gobierno y de un miedo creciente entre la gente. Aunque Pedro Sánchez se tomó su tiempo para decidir la declaración de estado de alarma y el insólito confinamiento de los ciudadanos, el ambiente en las calles era de máxima ansiedad, viéndose en aquellos días imágenes inéditas en nuestro país: supermercados rebosantes de gente realizando compras masivas de productos de primera necesidad como si el mundo fuera a venirse abajo en las próximas jornadas.

La historia que sigue es tristemente bien conocida por todos: la pandemia golpeó nuestro país con fuerza inusitada, sobre todo en Madrid, llegándose a contagiar incluso varios miembros del gobierno. La alarma social llegó a niveles insospechados los días en que las cifras de muertos llegó casi al millar. Mientras tanto el gobierno legislaba de urgencia e intentaba establecer una política de comunicación con los ciudadanos sin negar, al fin, la gravedad del momento. La economía se congelaba y las administraciones públicas colapsaban, sobre todo las encargadas de tramitar los millones de ertes que se solicitaron. A principios del verano el estado de alarma decae y se hace ver que lo peor de la pandemia ha pasado y se anima al ciudadano a hacer vida normal con ciertas precauciones: craso error, tal y como estamos viendo estos días de notables rebrotes en casi todos los puntos de la geografía nacional. El virus sigue con nosotros y parece que nos va a deparar un invierno extremadamente complicado, mientras la economía no es capaz de superar la brutal caída del segundo trimestre del año. El libro de Llapart y Monsori, que intenta ser objetivo y no entrar en polémicas ni manifestar opiniones acerca de los hechos que narra, es un relato de urgencia, pero tristemente todavía incompleto: sus páginas habrán de completarse en los próximos meses de estos tiempos extremadamente interesantes y dramáticos.

miércoles, 21 de octubre de 2020

LA NEOINQUISICIÓN (2020), DE AXEL KAISER. PERSECUCIÓN, CENSURA Y DECADENCIA CULTURAL EN EL SIGLO XXI.

Recuerdo cuando empecé a escuchar hablar de lo políticamente correcto allá por los felices noventa. Personalmente me parecía una buena noticia que en el ámbito académico y político empezara a respetarse a las minorías, a compensar, aunque fuera a través del lenguaje, la discriminación padecida en el pasado. Poco a poco esta semilla ha ido creciendo y se ha convertido en un monstruoso lastre para las sociedades occidentales, hasta el punto de que limita gravemente la libertad de expresión de los ciudadanos, a riesgo de que si cualquiera de sus opiniones no se ajusta al discurso dominante en la izquierda, puede ser tildado de facha, racista o machista. 

George Orwell no se equivocaba cuando postulaba que los neolenguajes eran un instrumento imprescindible para consolidar regímenes totalitarios. Evidentemente, nosotros todavía ni nos acercamos a eso, pero la exageración que se pretende de conceptos como el de lenguaje inclusivo, empieza a parecerse una imposición incómoda, ya que el que habla en un foro público o privado debe tener un extremo cuidado respecto a las palabras que elige para ilustrar su discurso. Hasta la más inocente de las expresiones puede convertirse en un insospechado ataque a grupos sociales presuntamente oprimidos (eternamente oprimidos) y siempre habrá un aspirante a inquisidor que saque a relucir cualquier agresión o microagresión que al orador le había pasado desapercibida. Incluso se escarba en el pasado de políticos, sean éstos progresistas o conservadores, para afearles conductas del pasado que hace unos años no habrían escandalizado a nadie, como, por ejemplo, haber acudido disfrazado de hombre negro a una fiesta en su juventud. Dichos políticos, por lo general, en vez de tratar de restar importancia a asuntos tan triviales, entonan un sentido mea culpa, contribuyendo así a engordar la bola de nieve de presuntos agravios que los supuestos miembros privilegiados de las sociedades occidentales tienen que expiar eternamente, como si de un pecado original se tratara.

Al final se trata de imponer una visión de la historia y de la sociedad descrita con trazo grueso en la que occidente siempre ha sido agresor y el resto del mundo víctima. Nadie discute los abusos que han cometido Europa y Estados Unidos a lo largo de su historia, pero cuando un profesor pretende matizar cualquier episodio, ya sea éste respecto al colonialismo, esclavitud o condición de la mujer a través de la historia, buena parte del mundo académico le da la espalda. Así sucede también con quienes pretenden profundizar en problemas sociales analizando estadísticas cuyos resultados no coinciden con el mensaje que se quiere hacer llegar a la sociedad. La quema de libros de antaño se ha sustituido por la destrucción de estatuas y por los intentos de acallar a las voces disidentes, por más estructurados que estén sus discursos. Afortunadamente, la libertad de expresión sigue vigente entre nosotros, pero de una manera sesgada, puesto que se ha llegado a un punto en el que cada cual autocensura sus opiniones en ciertos temas, aunque estén perfectamente razonadas, para no ser calificado de facha o términos similares. La motivación individualista de igualdad de los miembros de ciertos grupos históricamente discriminados se ha convertido hoy día en muchos casos en la exigencia de privilegios especiales por pertenecer a determinada raza, género u orientación sexual, algo que acaba atacando frontalmente a la meritocracia y a la cultura del esfuerzo.

Axel Kaiser, profesor y abogado de origen chileno, ha sabido poner el dedo en la llaga de uno de los males que afligen actualmente a las sociedades occidentales, con un discurso que no apela a la derecha o la izquierda, sino al sentido común y a un regreso a la auténtica libertad de expresión, hoy en peligro de ser gravemente limitada:

"Por ahora hay pocas dudas de que se debe alzar la voz, defender el intercambio libre y respetuoso de todo tipo de opiniones, oponerse a legislaciones que restrinjan la libertad de expresión bajo el argumento de proteger víctimas, exigir y velar por una mayor integridad psicológica a los jóvenes, demostrar menor temor ante la reacción de quienes digan sentirse ofendidos, desafiar los dogmas de esta nueva ideología sin complejos y exponer coraje institucional ante denuncias y ataques no demostrados que pueden arruinar la vida de personas potencialmente inocentes. En esto, los genuinos liberales de derecha e izquierda deben unirse, más allá de sus diferencias, junto con los conservadores dialogantes y todo aquel preocupado por lo que podría terminar produciendo el clima de hipersensibilidad, persecución e irracionalismo tribal que se ha instalado. Si hay algo que se puede aprender del pasado es que, cuando se ponen en marcha procesos revolucionarios y cacerías de brujas, nadie, ni siquiera aquellos que los promovieron desde el inicio y que celebraron mientras veían arder a sus adversarios, se encuentra libre de ser el próximo en ser arrojado a la hoguera."

miércoles, 7 de octubre de 2020

DE CALIGARI A HITLER (1947), DE SIEGFRIED KRACAUER. UNA HISTORIA PSICOLÓGICA DEL CINE ALEMÁN.

Si una idea se hace presente al leer este ensayo, uno de los clásicos de historia del cine, es que, para su autor, las películas son un reflejo profundo de la sociedad en la que son concebidas, pues su éxito radica en ofrecer al público lo que necesita ver en ese momento, aunque dicha necesidad se manifieste de forma inconsciente:

"De tal manera, detrás de la historia evidente de los cambios económicos, de las exigencias sociales y de las maquinaciones políticas, existe una historia secreta que abarca las tendencias íntimas del pueblo alemán. La demostración de esas tendencias por medio del cine alemán puede contribuir a la comprensión del poderío y de la ascensión de Hitler."

En cierto modo, lo que el cine de los años veinte parece expresar al pueblo alemán es que existen solo dos alternativas: el caos provocado por la anarquía o el orden que ofrece un régimen tiránico. Bien es cierto que la subyugación que produce esta última opción es reflejada en producciones tan populares como Doctor Mabuse o El gabinete del doctor Caligari, películas en las que el genio maligno se utiliza para acumular poder, en algunos casos casi absoluto. Otras tan interesantes como El último, mostraban como un mero uniforme podía ser un instrumento de prestigio social y de distinción frente a la masa, aunque al final toda la ciudadanía alemana acabara uniformada de un modo u otro con la llegada de Hitler al poder. El individuo debía buscar su integración y su lugar junto a sus semejantes. Quien cambiaba radicalmente de forma de vida, quien renunciaba a una posición con buena reputación social, podía acabar tan ridiculizado como el protagonista de El ángel azul.

Pero en realidad la seducción del líder absoluto, cuya entera existencia está consagrada en mejorar la vida de su pueblo se dará en la interminable serie de producciones dedicadas a exaltar diversos episodios de la biografía de Federico el Grande, el dirigente modelo al que los alemanes deberían aspirar a restituir, una serie que se prolongaría durante toda la República de Weimar y seguiría gozando de buena salud con la llegada de los nazis al poder, En estas películas se trataba de mostrar que la seguridad de que gozan los súbditos de un dirigente dotado del genio de Federico es impensable para los ciudadanos de una democracia, un régimen inestable que jamás puede dirigirse a una meta definida.

Así pues, con un análisis minucioso de un gran número de producciones de la época (algunas desconocidas para mí), Kracauer establece, a través de una gran erudición cinematográfica, su interpretación del significado de las mismas, examinadas a la luz de lo que sucedió después. ¿Anunciaban todas estas películas el desastre que inevitablemente iba a sobrevenir? Quizá eso sea decir demasiado, pero un análisis profundo de las mismas sí que puede arrojar algo de luz a la facilidad con la que buena parte de los alemanes (sobre todo esa clase media que es protagonista en el ensayo de Kracauer), se arrojó ciegamente a los brazos de unos dirigentes criminales que les prometieron una gloria militar, totalitaria y racista y acabaron dirigiéndolos al más absoluto de los desastres. No es el que cine pueda actuar como oráculo de la inmediata historia por venir, pero De Caligari a Hitler ofrece una indagación muy estimulante de cómo una forma de cultura popular recién implantada en aquellos años pudo influir en la psique colectiva de toda una nación.

HÉROES EN CRISIS (2018-2019), DE TOM KING Y CLAY MANN. EL SUPERHÉROE EN EL DIVÁN.

Dejo aquí mi última colaboración publicada en El placer de la lectura, una recopilación de una de las series limitadas de DC más estimulantes de los últimos tiempos:

https://elplacerdelalectura.com/2020/10/heroes-en-crisis-de-tom-king-y-clay-mann.html

sábado, 12 de septiembre de 2020

HISTORIA DE LA BRUJERÍA EN ESPAÑA (2010), DE JOSEPH PÉREZ. LAS SUPERSTICIONES Y SU MUNDO.

Durante muchos siglos de nuestra historia la brujería no fue un asunto del ámbito de las ficciones, sino que se consideraba un problema muy real que debía ser erradicado por las autoridades. Se trata de un fenómeno que se daba sobre todo en las zonas rurales, las más abandonadas y retrasadas en la España de la Edad Moderna. Las llamadas brujas formaban parte de los estratos más humildes de la sociedad, mujeres (también hombres, pero en menor cantidad) a los que la gente le atribuía un determinado poder mágico y en la que muchos confiaban para la resolución de sus problemas, ya fueran estos de índole amorosa, de salud o de dinero. Muchas no eran más que curanderas con conocimiento de ciertos remedios tradicionales a los que la imaginación del pueblo atribuía poderes sobrenaturales. El ambiente en esta sociedad empobrecida y supersticiosa era proclive a que un miedo irracional gobernara la existencia de mucha gente:

"Una palabra lo resume todo: miedo. El miedo ante una serie de desastres que no tienen explicación razonable; solo el demonio parece ser responsable de tantas desdichas acumuladas. En estas condiciones se comprende el estado de ánimo de unos hombres a la vez familiarizados con la muerte y obsesionados con ella."

En cualquier caso, parece ser que la represión de la brujería en nuestro país fue mucho más benigna que en los territorios del norte de Europa. Era usual que para los inquisidores (gente bastante cultivada respecto al pueblo llano), las acusaciones de brujería tuvieran más que ver con la ignorancia y la superstición que con una supuesta intervención del diablo. La imaginación popular retrataba esos aquelarres a los que asistían las brujas, presididas por un macho cabrío a los que los participantes besaban el trasero como una representación de los miedos colectivos de la época. Los inquisidores en general trataban de ser realistas: se trataba de delitos cometidos por gente vulgar perteneciente a la plebe ignorante y por lo tanto carecían de interés. Las penas solían ser leves para la época (destierros, azotes, penitencias...), a pesar de que se cometieron excesos, como el famoso auto de fe de Logroño de 1610. Los inquisidores tenían mucho más interés en perseguir las desviaciones de la doctrina católica, sobre todo si éstas provenían de teólogos de prestigio. En el norte de Europa la persecución a las supuestas brujas fue mucho más implacable y hubo muchísimas más quemadas en la hoguera.

En definitiva, este ensayo divulgativo del gran hispanista Joseph Pérez pretende ser realista y desmitificador, poniendo a la Inquisición española en su auténtico lugar: no como una una institución racionalista e indulgente que fuera comprensiva con la ignorancia del vulgo, sino como una organización muy centralizada y poderosa cuyo principal objetivo era un reino libre de herejía, teniendo la lucha contra la superstición como algo accesorio o secundario. 

martes, 8 de septiembre de 2020

LA MENTE DE LOS JUSTOS (2012), DE JONATHAN HAIDT. POR QUÉ LA POLÍTICA Y LA RELIGIÓN DIVIDEN A LA GENTE SENSATA.

 

Por encima de la cocina, la maternidad, la guerra o el cultivo de alimentos, la moralidad, según Jonathan Haidt, es el concepto que ha hecho posible la civilización humana. Esta idea hay que tenerla muy presente como base de la lectura de este estimulante ensayo que se dedica a remover nociones muy arraigadas acerca de nuestra naturaleza. Creemos que la mayoría de nuestras acciones están inspiradas por nuestra mente racional, pero en realidad casi todas se basan en nuestra intuición y el razonamiento estratégico tiene la oportunidad de pulirlas a continuación, es decir, casi siempre la razón sirve para justificar nuestro impulso, pero suele ir a la zaga de lo intituitivo. Es la metáfora del elefante (el 99% de nuestro pensamiento, que sucede fuera de lo consciente) y el jinete, que sirve al elefante e intenta guiar sus acciones por la senda más razonable o autojustificativa. Una mente guiada solo por la razón sin sentimientos, no sería humana y ni siquiera tomaría las mejores decisiones. En cualquier caso, vivir en sociedad significa confrontar nuestras ideas y nuestras acciones con las de otros: somos muy ineficaces a la hora de descalificar nuestros actos, necesitamos que otras personas argumenten en nuestra contra para tener la posibilidad de darnos cuenta de que andábamos equivocados en un determinado asunto.

Si nuestra mente está diseñada para autojustificarnos, más que para buscar la verdad, es porque la reputación social lo es todo para nosotros. Es mucho más importante dar una buena imagen ante los demás que ser verdaderamente virtuoso, sobre todo si dicha virtud no es apreciada por nuestros semejantes. Nos esforzamos más en aparentar que nuestra posición es la correcta en un determinado asunto que en indagar en la solidez de dicha posición, como si nuestras ideas fueran algo tan valioso que hay que protegerlas sin excusas frente a cualquier cuestionamiento. Quizá la visión de la mente humana de David Hume fue la más acertada, ya que intuyó que nuestros cerebros funcionan a base de procesos emocionales e intuitivos y luego utilizamos el razonamiento para defenderlos contra viento y marea. Eso nos hace inmensamente partidistas y difíciles de convencer frente a otros que están igualmente seguros de que su posición es la correcta: la razón raramente puede con la intuición.

El neurocientífico Gary Marcus explica muy bien cómo se conforman desde temprana edad estas ideas en nuestras mentes que luego son tan difíciles de erradicar, nuestros cerebros vienen ya preconfigurados, lo cual no quiere decir que nuestras vivencias no puedan cambiarlos:

"La naturaleza proporciona un primer borrador, que luego la experiencia revisa (...). Que algo esté "incorporado" no significa que no sea maleable; significa "organizado antes de la experiencia"."

Al final este egoísmo que nos define tiene que adaptarse a la cooperación con otras personas en competencia con otros grupos, ya que aquellos que mejor sepan trabajar juntos y dividir las tareas serán los que prosperen. El atruismo se basa en gran parte en la necesidad de reconocimiento frente al grupo. Y esta necesidad de socializar para conseguir metas cada vez más altas tiene que ver con el nacimiento de la religión, puesto lo Sagrado, aunque se base en creencias irracionales, consigue dotar de una extraordinaria cohesión a las sociedades humanas, sobre todo cuando no existe parentesco entre todos sus miembros: la moralidad puede unir a la vez que ciega. 

Saber que no existe una única moralidad universal ayuda extraordinariamente a comprender el pensamiento de los otros, ya que las necesidades y las circunstancias a lo largo del tiempo y en diferentes lugares son muy distintas: aunque yo no persiga unos determinados valores, tengo que ser capaz de entender las motivaciones de quien sí lo hace. Si en política unos gravitan hacia la izquierda y otros hacia la derecha, esto no suele tener que ver con los conceptos del bien y del mal, sino con aspectos muy arraigados en la mente humana y que se han ido desarrollando en un sentido u otro a través los años. Comprender moralidades diferentes - incluso las más difíciles, aquellas que chocan con nuestro concepto de derechos humanos - es la herramienta imprescindible para una convivencia pacífica. Una conversación profunda y sin prejuicios con quien piensa diferente en muchos temas fundamentales puede deparar numerosas sorpresas. Las mejores sociedades no son las que albergan un pensamiento único, sino las que se encuentran permanentemente debatiendo en libertad entre diferentes posturas que nunca deben ser irreconciliables. 

FEMINISMO PASADO Y PRESENTE (2017), DE CAMILLE PAGLIA. MUJERES Y HOMBRES LIBRES.

 

Camille Paglia es conocida en España, por desgracia, porque la política caída en desgracia Cayetana Álvarez de Toledo la ha nombrado en varias ocasiones como una de sus referentes como alternativa al feminismo preponderante. En este volumen, en el que se recogen varias de sus confencias e intervenciones en actos públicos, Paglia expresa una especie de nostalgia por los años sesenta, década en la que, según ella, se alcanzaron cotas de libertad hoy impensables. El auge de lo políticamente correcto ha conseguido que hoy día - teniendo en cuenta también el poder de las redes sociales para destruir a personas - la gente se autocensure más que nunca y que ciertas formas de pensar no sean aceptadas cuando se desvían de las ideas comúnmente aceptadas, aunque se esté usando el sentido común. Por ejemplo, uno de los grandes errores de la lucha contra la violencia de género seguramente sea incluir todos los asesinatos y agresiones en el mismo saco: en el del machismo y el patriarcado, impidiendo así advertir que los delitos, aunque produzcan el mismo resultado, pueden tener bases y motivaciones muy diferentes. No es exactamente lo mismo el asesinato cometido por un drogadicto con el síndrome de abstinencia, que el que realiza un enfermo mental, que el producido por un delincuente habitual o el que realiza una persona hasta el momento intachable, que jamás había cometido un acto violento. Los conceptos machismo o patriarcado son tan generalistas que impiden una visión detallada y estrictamente jurídica de una violencia que persiste año tras año a pesar de los ingentes recursos destinados a prevenirla y erradicarla, quizá porque estas acciones no van a dejar de producirse por mucho que nos empeñemos: vivimos en un mundo peligroso en el que debemos usar nuestras libertades con suma prudencia si no queremos caer en manos de gente indeseable: libertad también significa responsabilidad, no la exigencia permanente de una protección especial, dice Camille Paglia. 

En cualquier caso, la autora de Sexual Personae, está segura de que no existe un solo feminismo y de que toda mujer tiene derecho a vivir su vida de la manera que mejor considere, aunque no cumpla con todos los postulados del discurso preponderante:

"Pero ¿qué es exactamente el feminismo? ¿Es una teoría, una ideología o una praxis, es decir, un método práctico? ¿Y acaso es el feminismo tan occidental en sus premisas como para no poder exportarse a otras culturas sin distorsionarlas? Cuando hallamos ideas feministas en autores medievales o renacentistas, ¿estamos proyectando ideas del presente sobre el pasado? ¿Quién es o no es feminista y quién lo define? ¿Quién le confiere legitimidad o autenticidad al feminismo? ¿Una feminista debe formar parte de un grupo o debe asimilar la ideología abanderada por alguno de sus subgrupos? ¿Quién decide, y con qué autoridad, lo que está o no está permitido pensar o decir sobre políticas de género? Y, por último, ¿el feminismo es un movimiento intrínsecamente de izquierdas o puede haber un feminismo basado en principios conservadores o religiosos?"

Quizá sea éste un discurso a tener en cuenta, un llamamiento a la responsabilidad individual frente a discursos - los más radicales - que criminalizan a enteros grupos sociales. Es una lástima que ciertas voces sean etiquetadas como de derechas o de izquierdas y que por eso sean automáticamente despreciadas como fascistas o como comunistas. Hubo un tiempo en el que las ideologías no se encontraban tan polarizadas y el debate en libertad era posible sin que se llegara de inmediato a las descalificaciones más gruesas. Sin decantarme personalmente por uno u otro lado (yo solo tomo lo que me parece más razonable de cada parte, teniendo siempre presente que puedo estar equivocado), creo que deberíamos volver a valorar esa auténtica libertad que consiste en decir claramente lo que se piensa (sin insultar a nadie) no temiendo ofender profundamente a quienes opinan diferente. 

martes, 25 de agosto de 2020

LAGUNAS (2015), DE SARAH HEPOLA. DÍAS SIN HUELLA.

 


Escribir acerca de los aspectos más oscuros de la propia vida debe ser uno de los ejercicios literarios más complicados. No solo porque el autor se expone como protagonista al escrutinio de los demás, confesando sus pecados en forma de vicios, sino porque también se ven afectadas colateralmente sus seres queridos, amigos y familiares. En cualquier caso, cuando el resultado es excelente, como sucede con Lagunas, todo adquiere pleno sentido y puede servir para que el autor conjure sus demonios y que su escritura sea un instrumento de liberación. Porque Sarah Hepola no culpa a la sociedad, ni a su familia ni a sus amigos de sus males, se culpa a sí misma. Se siente plenamente responsable de sus actos y necesita analizarlos para empezar a comprenderlos. 

La puerta de entrada de Hepola al hábito de la bebida fue una timidez patológica, la cual se disipaba con un par de cervezas, un descubrimiento muy temprano por parte de la autora. La muchacha lacónica e invisible se transformaba en un torbellino de simpatía y atrevimiento. Los chicos se volvían accesibles y las palabras, que antes eran imposibles de pronunciar, salían de su boca de manera torrencial:

"El alcohol es una droga contra la soledad. Tiene muchos poderes, pero para una adolescente como yo, ninguno era más atractivo. Nadie era un intruso. Cuando bebíamos, todos nos llevábamos bien, como si la sensación de pertenencia, ese polvo mágico, se hubiese rociado sobre aquel aparcamiento."

Pero esta bendición inmediata, esta salida fácil a la risa y a la socialización, pronto empezó a tener un lado oscuro: las lagunas, esas horas que son borradas de los recuerdos y que al día siguiente son imposibles de recuperar. ¿Qué hago acostada en la habitación de un hotel con un desconocido? ¿Cómo he llegado aquí? ¿Por qué me duele tanto la rodilla? Aunque al principio le restara importancia, esta sensación de descontrol de la propia existencia llegó a tener efectos aterradores en la existencia de Hepola. Sospechas de abusos sexuales, caídas por escaleras que no se recuerdan, pérdidas de amistades a las que se ha insultado sin ser consciente de ello, momentos de vergüenza ajena que al borracho le parecen divertidísimos en ese momento... Todo un mundo de experiencias que desaparecen como gotas en la lluvia, pero que dejan a su protagonista con una sensación de desasosiego difícil de explicar. Ahora se es consciente de que se está cayendo en una espiral letal, pero es difícil reaccionar cuando el único refugio es volver a las sensaciones que produce el sabor del alcohol en el paladar. Hacerse plenamente consciente de la propia situación es ya de por sí un acto de heroísmo:

"Los verdaderos borrachos esperan, atentos al momento en el que tocan fondo. Tu cara choca continuamente contra un muro de ladrillos, pero esperas poder destrozártela y seguir tu camino. Quedar herido, pero no destruido. Es una apuesta. ¿Cuántos riesgos quieres correr? ¿Cuántos percances necesitas?"

Lagunas demuestra que la responsabilidad de salir del pozo depende casi por completo del alcohólico, que primero debe comprender su condición y después someterse a una terapia personal que le permita cambiar las prioridades vitales. Hepola no describe este proceso como una liberación, sino como una entrada a una vida vacía que poco a poco deberá ir adquiriendo un nuevo sentido, marcado por la constante posibilidad de una recaída. Un libro sincero, bien escrito y muy digno de ser leído, que es capaz de hablar al lector de tú a tú.

sábado, 22 de agosto de 2020

TRÁNSITO (2001), DE CONNIE WILLIS. BAJO LA LÍNEA DE FLOTACIÓN.



El fenómeno de las ECM (Experiencias cercanas a la muerte) es uno de los que más ha desconcertado a los científicos, por lo que ha sido aprovechado por los amantes de lo sobrenatural para utilizarlo como prueba de la existencia de un más allá, de que la muerte es en realidad un tránsito hacia otra realidad mucho mejor que la presente. Aunque no soy ni mucho menos un especialista en el fenómeno, creo que existe bastante consenso entre los investigadores serios en que se trata de un mecanismo cerebral que prepara al sujeto para afrontar de la mejor manera posible el trauma del fallecimiento, aunque se desconozcan muchos detalles fundamentales de su funcionamiento y propósito. La novela de Connie Willis parte de una premisa fascinante: la de dos médicos investigadores que pretenden recrear el fenómeno a través de drogas, para una vez despertado al sujeto, recoger su testimonio de la forma más rigurosa posible.

Como los voluntarios del proyecto de los doctores Richard Wright y Joanna Lander no son los más adecuados para llegar a conclusión alguna, la protagonista decide someterse ella misma al experimento. Una vez que comienza, se da cuenta de dos cosas: que la experiencia no se parece en nada a un sueño, sino que se siente como enteramente real y que aparece siempre en el mismo lugar: en el buque Titanic cuando acaba de chocar con el iceberg que acabará hundiéndolo. Esto último, que a Joanna le parece un sinsentido, se convierte en una obsesión para ella y no tiene más remedio que iniciar una investigación acerca de ella misma para intentar averiguar a qué se debe el escenario dónde transcurren sus ecms. 

En el transcurso de la narración, Willis va dosificando la información que recibe el lector acerca de la respuesta final a las desconcertantes experiencias de Joanna, que esperaba ver un recibimiento en un jardín con familiares muertos y ángeles, como mucha gente reporta. Poco a poco todo va adquiriendo sentido y la solución estará a nuestro alcance bastante antes de que termine la novela, una respuesta con bastante lógica y que se aleja bastante de las optimistas teorías de gente como Maurice Mandrake, un escritor que también investiga en el Hospital y que está convencido (sus best sellers así lo atestiguan), que las ecms son experiencias de tránsito hacia el paraíso eterno. El método científico frente a la necesidad de creer en milagros. 

Tránsito es una novela inteligentemente construida. Presenta a personajes muy humanos (aunque la protagonista posea rasgos demasiado perfectos) y los pone nada menos que frente al enigma de la muerte, de una manera mucho más realista a lo que lo hacía Joel Schumacher en su célebre película Línea mortal. Sí que es cierto que la narración se extiende por demasiados capítulos y que los últimos son un tanto anticlimáticos, una vez que el lector ya conoce los resultados de la investigación de Joanna y Richard. En cualquier caso, a mí me sirve de puerta de entrada al universo de una de las escritoras de ciencia ficción más interesantes de los últimos años.