Estupenda adaptación del libro de Patrick Radden Keefe, No digas nada nos traslada a los años más duros del enfrentamiento entre el gobierno británico y el IRA en Irlanda del Norte. La ambientación de la serie es uno de sus puntos fuertes y nos retrata de una manera muy veraz la vida cotidiana en una sociedad violenta y dividida en dos, en la que impera la ley del silencio y en la que resulta casi imposible vivir al margen del conflicto. No digas nada cuenta la historia de las hermanas Price, cuya herencia familiar les predisponía a hacerse miembros destacadas del IRA, unos personajes que protagonizaron una sonada huelga de hambre después de ser detenidas por la policía británica por haber colocado una serie de bombas en Londres. Pero lo verdaderamente interesante llega en sus últimos capítulos, cuando los personajes ya son maduros y los sueños idealizados de juventud se convierten en pesadillas por los pecados cometidos para intentar llevarlos a cabo. No digas nada nos dice que el terrorista, apenas cuente con un poco de madurez, jamás se va a recuperar de los horrores cometidos en nombre de su sagrada causa y al final se va a convertir en un ser amargado con la sensación de haber desperdiciado los mejores años de su vida mientras otros, como Gerry Adams, han sacado réditos políticos (y materiales) del terrorismo.
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