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jueves, 20 de marzo de 2025

A PROPÓSITO DE SCHMIDT (2002), DE ALEXANDER PAYNE.

Rodada a mayor gloria de Jack Nicholson, A propósito de Schmidt nos ofrece la historia de una persona que acaba de jubilarse y tiene previsto salir de viaje con una caravana junto a su mujer. Pero su mujer muere repentinamente, por lo que, de pronto, su existencia deja de tener sentido. Nicholson interpreta muy bien a un tipo de personaje mucho más sosegado de lo que nos tiene acostumbrados, un señor maduro que se da cuenta de que su existencia fuera de las obligaciones laborales va a ser tan absurda como dentro de ellas. Así pues, después de unas patéticas visitas a su antiguo puesto de trabajo, emprende él solo el viaje que había planificado con su esposa, con el objetivo de llegar en caravana a la boda de su hija, cuyo prometido, por cierto, no es de su gusto. Todo esto lo va narrando el protagonista - que es un hombre con buenos sentimientos - en una serie de cartas que escribe a un niño que acaba de apadrinar en Tanzania, medio por el cual el espectador va enterándose de sus pensamientos más íntimos. A propósito de Schmidt es una película de tono agridulce que depende demasiado de su omnipresente protagonista, pero que se ve con agrado, ya que es capaz de transmitir en todo momento la frustración e impotencia de un hombre en el otoño de su vida.

P: 5

lunes, 17 de febrero de 2014

NEBRASKA (2013), DE ALEXANDER PAYNE. LA ÚLTIMA ILUSIÓN.

Como sucedía en la magnífica Los descendientes, Payne sigue con Nebraska explorando las relaciones familiares, en este caso centrándose en un padre y un hijo que apenas se conocen, no porque vivan lejos, sino por la inevitable separación generacional. La historia sucede en la América rural y profunda, en un escenario que no parece haber sufrido demasiados cambios en las últimas décadas, salvo en un detalle: la televisión es la excusa perfecta para que los familiares que se ven muy de tarde en tarde  y no tienen demasiado que decirse, se reunan en torno a ella sin necesidad de conversar.

Lo primero que llama la atención de la propuesta de Payne es el riesgo que ha corrido rodando su película en un blanco y negro sobrio, muy adecuado para la historia que va a contar. Buena parte de la efectividad de la película se basa en la magnífica interpretación de su protagonista, Bruce Dern, que da vida a un hombre anciano y alcohólico, de vuelta de todo, pero que recupera la ilusión al llegarle un certificado - un timo claramente - de que ha ganado un millón de dólares a la lotería. Contra toda evidencia, Woody se escapará de casa una y otra vez para cobrar su premio. Parece que es la última misión que le queda en la vida y le da igual que le repitan que lo del millón no es cierto. Él, en sus delirios de alcóholico estima que el certificado le va a permitir cumplir dos humildes deseos: comprarse una camioneta y dejar dinero a sus hijos.

Uno de sus hijos precisamente va a ser quien finalmente acompañe a su padre en su loca empresa. A partir de ahí la película se convierte a ratos en una magnífica road movie que tiene por escenarios esos paisajes áridos e inabarcables del interior de Estados Unidos. El viaje no va a servir para que padre e hijo se comprendan mejor, pero sí para unirlos un poco más, aunque sea en defensa del honor familiar ante las burlas de los antiguos vecinos del padre. Una película que no pertenece exactamente a nuestro tiempo ni a ningún otro, puesto que trata temas universales. Además, hace un uso muy medido del sentido del humor que esconde una tragedia: la del hombre que solo ha podido enfrentarse a la vida, a lo que se espera de él, con la ayuda de la botella, algo muy común en el lugar donde se crió. Este va a ser el triste legado que va a dejar a unos hijos que, a pesar de todo, comprenden el sufrimiento y la humanidad de su progenitor.

martes, 7 de febrero de 2012

LOS DESCENDIENTES (2011), DE ALEXANDER PAYNE. ASUNTOS DE FAMILIA.


En los últimos años, asistir a una película en la que esté implicado George Clooney se ha convertido en una apuesta casi segura. Así "Buenas noches y buenas suerte", "Up in the air" o "El americano", son ejemplos de un cine exigente con el espectador, nada complaciente, pues pide una implicación emocional, una respuesta personal acerca de lo que sucede en la pantalla. Además, como sucede con el buen cine, lo visionado no se olvida fácilmente, sino que se sigue recordando durante los días siguientes, como una buena manera, por ejemplo, de compartir los últimos pensamientos del día con la almohada.

Lo mejor que puedo hacer, para quien tenga intención de verla, es desvelar lo mínimo posible del argumento, puesto que los giros en la trama y las revelaciones están bien dosificados y no conviene dar pistas sobre ellos. Digamos que Payne nos presenta a un padre de familia de esos que dan tanta importancia al trabajo que no son capaces de advertir lo que sucede a su alrededor y, un buen día, cuando sucede un acontecimiento excepcional, el mundo se les viene encima.

Nada más comenzar la película, temí que la voz en off de Clooney se convirtiera en omnipresente, pero mis temores no estaban justificados: se usa tan sólo para ponernos en antecedentes y presentarnos Hawai, no como el tópico paraíso que todos esperamos, sino como un lugar más donde la gente disfruta y sufre igual que en todas partes y las familias se aman y se pelean con la misma intensidad, a pesar de vivir a dos pasos de playas con cocoteros y arena blanca. "Los descendientes" es sobre todo eso, una intensa reflexión acerca de las responsabilidades que conlleva formar una familia y un discurso sobre las oportunidades perdidas, sobre el tiempo pasado que nunca vuelve. Un George Clooney magnífico, secundado por buenos actores, sostiene la película, que también es un vehículo para su lucimiento, en un papel que le viene como anillo al dedo. Parece que este año los Oscars van a estar reñidos.