Con muy pocos medios, muy poco dinero y en muy poco tiempo Nolan entregó toda una declaración de intenciones en una obra que ya ofrece pistas de lo que va a ser su cine posterior. Aquí tenemos a un protagonista absolutamente perdido que dedica sus jornadas a seguir a gente de manera aleatoria, según él mismo dice para conseguir inspiración en sus vagas aspiraciones de ser escritor. Un día conoce a un tipo casi tan raro como él, que se dedica a entrar en casas ajenas cuando sabe que su propietario no va a estar. No es un ladrón convencional, sino alguien que simplemente quiere perturbar vidas ajenas llevándose objetos personales o dejando objetos de otros lugares, aunque no renuncia a sacar pequeños beneficios económicos de sus acciones. Conocer a este mentor cambia la vida de Bill, que se convierte rápidamente en un hombre más sofisticado y con un propósito. Aunque, como suele suceder en el cine de Nolan, no todo es lo que parece. El tercer acto, resuelto de un modo un tanto precipitado pero efectivo, contiene una enrevesada sorpresa para un espectador que culmina con muy buen sabor de boca este interesante debut.
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