En la figura de Hadji Murat se resume la nobleza del guerrero, algo que es reconocido también por los mismos rusos, los enemigos a los que se entrega para poder combatir contra su rival, el imán Shamil, que mantiene como rehenes a los miembros de su familia. El guerrero tiene en estas circunstancias las manos atadas y necesita que los rusos negocien con su enemigo para liberar a su familia y así poder pagar su deuda con sus habilidades legendarias para el combate al servicio del Imperio. La figura del héroe impresiona a sus distintos interlocutores. El gran enemigo se ha convertido de forma inesperada en un aliado y es una circunstancia que los rusos quieren aprovechar con inteligencia, aunque es preciso antes informar a las altas instancias para que decidan sobre el ilustre prisionero.
Destaca en Hadji Murat la riqueza de personajes que imprime Tolstói al desarrollo del relato. Todos tienen una psicología compleja y el autor es capaz de conseguir que el lector establezca una relación de cariño con todos ellos, protagonistas de un conflicto de baja intensidad, repleto de emboscadas y enfrentamientos entre pequeños grupos de hombres. También hay espacio de que aparezca el mismísimo zar, en un capítulo memorable en el que se detallan algunas de sus augustas costumbres.
Al igual que la planta que el autor describe al principio, Murat es un luchador implacable, un hombre amable en las distancias cortas, pero capaz de matar en un instante a cualquiera si las circunstancias lo requieren. Su espíritu es rebelde y está entregado al objetivo de salvar a su familia, por lo que acaba tomando medidas extremas al respecto, lo que desencadena el drama final. Para Harold Bloom Hadji Murat "representa lo sublime en la prosa de ficción y lo considero el mejor relato del mundo, o al menos el mejor que yo he leído."
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