La fuerza de esta película radica en su perfecta ambientación en una Venecia decadente, sucia y misteriosa, muy alejada de la imagen turística de la misma. Hasta allí viaja un matrimonio que acaba de perder a su hija y se enfrentan a una serie de premoniciones y a una leve esperanza de volver a verla. La trama linda en todo momento con lo sobrenatural, pero sin mostrarlo explícitamente, por lo que el terror que muestra es muy psicológico, transmitiendo al espectador la angustia infernal en la que viven los protagonistas. Lo que Roeg intenta es que palpemos una especie de misterio que se disipa ante nuestros ojos, haciendo converger pasado, presente y futuro, como si existiera la posibilidad metafísica de ver más allá de lo que tenemos delante, sobre todo cuando el matrimonio acaba de protagonizar el suceso más traumático posible en su existencia. Todo acaba en una impresionante última escena que resume lo que ha sido la película, lo cuidadoso e inquietante de su montaje y la fuerza del destino aplicado a su protagonista.
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