Si por algo se caracterizaba el M16 de la época es porque sus miembros formaban un círculo cerrado en el que primaba la amistad y las juergas frecuentes. Una especie de familia en la que todos se confiaban mutuamente los secretos con los que trabajaban en el día a día y esperaban que todos se comportaran como miembros de la clase social alta a la que casi todos pertenecían por nacimiento. Este ambiente propició que Philby se destacara como uno de los mayores proveedores de secretos, trabajando en secreto con la inteligencia soviética:
"Durante el desempeño de su nuevo cargo, Philby desarrolló un patrón dual según el cual él mismo era el encargado de echar a perder su propio trabajo, pero aun así se las arregló para no despertar sospechas. Diseñaba complejos planes destinados a combatir a la inteligencia soviética y automáticamente los ponía en conocimiento de los rusos; abogaba por aumentar los recursos dedicados a combatir la amenaza comunista, al tiempo que él mismo encarnaba esa amenaza; los hombres de su sección trabajaban con esmero, pero sus esfuerzos nunca llegaban a buen puerto."
Su eficacia se incrementó aún más cuando fue enviado a Washington como enlace la embajada británica con la recién creada CIA. Desde esta posición nuestro protagonista logró desbaratar todas las operaciones de desestabilización de países del Este de Europa de las que formaba parte, por lo que fue directamente responsable de numerosas muertes. Philby, que se convirtió en un tipo cada vez más bebedor, parecía disfrutar con esa existencia ficticia en la que debía engañar constantemente a gente como su amigo íntimo Nicholas Elliot, alguien que fue siempre su valedor, incluso cuando el M16 empezó a recopilar indicios claros de que Philby podía ser un espía soviético.
Lo más característico de Kim Philby en el trato íntimo es su gran cercanía y apertura con sus conocidos. Era un tipo que siempre estaba organizando fiestas en las que no faltaban cantidades ingentes de alcohol, fiestas que le servían para captar secretos de sus participantes. En su interior, guardaba fidelidad a la doctrina comunista, aunque su forma de vida fuera muy distinta, a través de un fe íntima que nunca se doblegó. Cuando fue descubierto jamás confesó. Aguantó las acusaciones y llegó a dar una famosa rueda de prensa para disipar las dudas que pudiera haber de que se tratara de un espía soviético. Solo cuando las evidencias fueron abrumadoras, se sinceró con su amigo Elliot, aunque solo parcialmente y sabiendo que en pocos días iba a huir a la Unión Soviética, donde fue acogido como una especie de héroe.
El libro de Ben Macintyre cuenta de manera magistral esta sorprendente historia, que sería increíble si se tratara de una ficción, pero que fue una triste realidad para el Servicio Secreto británico, una institución cuya ceguera respecto a Philby partía del hecho de considerarlo uno de los suyos sin más ambages. Al final queda la duda respecto a su fácil huida a la Unión Soviética ¿fue propiciada por el M16 para quitarse de en medio a un tipo que podía revelar verdades muy incómodas o fue la última de una increíble serie de torpezas lo que la hizo posible? Kim Philby queda en todo caso como uno de los más estrambóticos personajes del siglo XX y uno de los símbolos de la Guerra Fría.
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