La llamada deja claro desde el principio que Labayru fue una doble víctima: cuando sus torturadores la dejaron en libertad fue inmediatamente cuestionada por sus compañeros del exilio. Aseguraban que quien salía libre es porque había colaborado con los militares y que los verdaderos héroes eran los asesinados. Durante el libro el lector asistirá estremecido al testimonio de su protagonista: las torturas nada más ingresar para sacar información inmediata, las noches de soledad encadenada, la angustia de creer que va a ser asesinada, el parto en condiciones poco sanitarias y después la extraña confraternización con algunos de sus secuestradores (algunos lo llamarán síndrome de Estocolmo), que la lleva a tener relaciones sexuales con uno de sus secuestradores - ella siempre tendrá claro que ha sido violada - e incluso con la participación de la mujer de éste.
Lo peculiar de la estancia de Labayru en la ESMA es que se le permitieron libertades insólitas con la idea de secuestro, incluidos viajes al extranjero para encontrarse con su pareja, lo la hizo sospechosa durante muchos años de colaboración, aunque queda claro en el relato que ella no podía hacer otra cosa si no quería poner en peligro a su familia:
"A decir verdad, tampoco había mucha explicación para entender que a una secuestrada la dejaran ir a Montevideo ni, antes de eso, que entregaran a su hija a la familia de origen ni, después de eso, que le permitieran dormir en casa de su padre: no había forma de entenderlo porque aún no había testimonios de sobrevivientes ni un cuerpo de relatos que diera cuenta de lo que sucedía allí adentro. De modo que, de cara a ese muro impenetrable del presente puro, cada quien dirimía su confianza o su incondicionalidad haciendo equilibrio sobre un aparato psíquico erosionado por el miedo, el desconocimiento y la especulación."
Pero La llamada es mucho más que la noticia de un secuestro. Es el retrato de una mujer y de las personas que la han rodeado en el exilio, de su lucha para que la violación fuera incluida en la relación de delitos que cometieron los militares en esos años terribles y por superar los traumas del cautiverio. Se trata de una lectura dura y adictiva, una descripción precisa de lo que significa ser una doble víctima en una historia que va emergiendo poco a poco mediante una serie de conversaciones informales en las que se mezclan pasado y presente. Un libro indispensable si se quiere comprender el siniestro mecanismo interno de las dictaduras y su nulo respeto por la dignidad humana.
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