sábado, 25 de febrero de 2023

JEANNE DIELMAN, 23, QUAI DU COMMERCE, 1080, BRUXELLES (1975), DE CHANTAL AKERMAN.

Película desconocida hasta hace poco para muchos cinéfilos, la cinta de Chantal Akerman ha saltado a la fama por su polémica designación por la prestigiosa revista Sight & Sound como la mejor de la historia en una votación realizada entre casi mil críticos. Jenne Dielman, 23, Quai du commerce, 1080, Bruxelles retrata de manera casi obsesiva la vida cotidiana de un ama de casa viuda que pasa la mayor parte del día sola y realizando las tareas del hogar. Por las tardes suele ejercitar la prostitución, intuimos que por las estrecheces económicas que padece. Además, tiene un hijo adolescente al que adora, pero con el que apenas se comunica - contemplamos que todos los días le dirige casi las mismas palabras a las mismas horas - pero sucede algo un tanto extraño en las raras ocaciones en las que el muchacho comenta alguna de sus experiencias del día con su madre: parece que esté recitando un texto memorizado. Durante casi tres horas y media de metraje Akerman nos ofrece planos largos y prácticamente sin movimiento de cámaras para que contemplemos el vacío existencial de Jeanne, una mujer que parece estar ahí solo para servir a su hijo y a los clientes que ocasionalmente la visitan, pues no tiene vida propia independiente, ni siquiera se permite ningún pequeño placer o practicar alguna afición. Como no sabemos mucho más de las circunstancias vitales que han llevado a la protagonista a esa situación, solo que es viuda, la presunta denuncia social que se pretende se disipa un poco, más allá de que contemplemos a una mujer muy poco feliz y casi al borde de la depresión. Lo que sí es cierto es que hay que armarse de paciencia para aguantar el desmesurado metraje de la película mientras uno se pregunta qué es lo que ha llevado exactamente a los críticos a considerar la obra de Akerman superior a películas de directores como Alfred Hitchcock, John Ford, Luis Buñuel, Akira Kurosawa y tantos otros. Si la directora pretendía que el espectador sienta el mismo tedio y desazón vital que su protagonista, el objetivo es conseguido plenamente, pero desde mi punto de vista el cine debe ofrecer otra clase de emociones que tengan que ver con el entretenimiento y también con la reflexión, por supuesto, pero sin cometer el pecado de aburrir soberanamente a dicho espectador. Jenne Dielman, 23, Quai du commerce, 1080, Bruxelles podría funcionar como una interesante muestra de cine experimental, pero no como la mejor película de la historia.

P: 4

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