jueves, 23 de febrero de 2023

Y DIOS EN LA ÚLTIMA PLAYA (1981), DE CRISTÓBAL ZARAGOZA. TERRORISMO Y CONCIENCIA.

Con la llegada de la democracia a España, en 1977, la banda terrorista ETA se había escindido en dos ramas: los que querían participar en el proceso político y quienes querían seguir con la llamada lucha armada, pues estimaban que el nuevo sistema no era sino la continuidad del régimen franquista. La novela de Cristóbal Zaragoza transcurre a principios de los años ochenta, una época muy dura en el País Vasco, pues los terroristas, a pesar del notorio apoyo social que habían perdido, seguían siendo una organización con capacidad de organizar abundantes atentados, muchos de ellos con víctimas mortales, por lo que el estado de miedo y ansiedad en buena parte de España era habitual. Y Dios en la última playa quiere acercarse a la psicología del terrorista y muestra las interioridades de un comando del que forma parte el protagonista, Josechu.

Josechu es un joven que cree en lo que está haciendo, entre otras cosas porque quiere seguir los pasos de su hermano, que pertenece desde hace tiempo al comando. También es un tipo impulsivo, al que le cuesta seguir órdenes y además está empezando a experimentar reparos morales a la actividad que está realizando porque, después de todo, arrebatar una vida humana es el peor de los pecados:

"Existe la conciencia de pecado. Se lleva dentro la transgresión, Begoñita. Y matar es el peor de los pecados, aunque se mate en nombre de los principios más elevado. El mandamieno es taxativo, concluyente: no matarás. Cuando se infringe, uno queda marcado ante sí mismo. Podrá disimular o disfrazar el crimen con ropajes más o menos solemnes, pero la simulación no vale ante la propia conciencia."

Otro personaje interesante es Papadoc, un dirigente terrorista de mente fría y calculadora que pasa las noches leyendo a los clásicos. Papadoc es una especie de Mefistófeles que no oculta a sus hombres la condición de paria de los luchadores por la libertad, que deben renunciar a su vida a su familia y a sus relaciones amorosas para darlo todo por la causa, pero deben sacrificarse por una idea mucho más grande que ellos mismos: la patria vasca. Por lo tanto, es humano experimentar remordimientos, pero ellos son soldados que se enfrentan a un enemigo implacable, por lo que no tienen más remedio que pelear con sus mismas armas en la medida de sus posibilidades.

Premio Planeta en 1981, precisamente una época en la que ETA trataba de poner en jaque a la naciente democracia española, la novela de Zaragoza destaca por su dinámica estructura que va saltando de ámbitos temporales y espaciales hasta que el lector puede reconstruir enteramente la historia que se narra. Supongo que esta obra, a pesar del premio que logró en su día, está ya hoy casi completamente olvidada y se lee poco. Aunque al principio es difícil entrar en su propuesta narrativa, merece la pena leerla, aunque sea por acercarse a una visión que se pone en la piel y en la mente del terrorista, del enemigo, algo que seguramente interesaba sobremanera a los lectores de la época, abrumados por la sangrienta actualidad.

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