Uno de los aspectos que distinguen las vidas de las personas muy ricas de las que no lo son es la posibilidad de vivir experiencias exclusivas. En El Menú dicha experiencia consiste en una cena en el restaurante que regenta un prestigioso chef en una isla privada. Como no podía ser de otra manera, los comensales que asisten al evento son casi todos seres detestables, los ganadores de la competición capitalista, gente despiadada y egoísta que se cree con derecho a esperar que el mundo esté a sus pies en todo momento. Por supuesto, la experiencia gastronómica no será como ellos esperaban y, aunque lo que se ve en pantalla no es para nada creíble, funciona bien como metáfora de una sociedad sin reglas que también puede hacer caer con suma facilidad a quienes se encuentran en la cumbre. Desde luego, el chef da finalmente lo que promete y la experiencia que organiza es verdaderamente exclusiva y destinada solo a los elegidos. Una película que se inscribe en la estela de crítica brutal a los muy ricos, en la línea de Succesion o The white lotus.
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