lunes, 13 de febrero de 2023

DYSPHORIA MUNDI (2022), DE PAUL PRECIADO. DESPUÉS DE LA PANDEMIA.

Este es un libro muy singular. Pretende ser una descripción del mundo que surge tras la pandemia de coronavirus, pero es mucho más que eso, puesto que, con un estilo muy original, aúna literatura, ensayo, diarios íntimos, poesía, historia y filosofía. Todo ello, eso sí, desde una perspectiva muy personal, ya que en todo momento el autor se considera una víctima de un sistema que hasta ahora no ha sido lo suficientemente sensible con la realidad trans. Preciado se refiere a la paradoja de un mundo occidental que cada vez controla más a sus ciudadanos a la vez que éstos presionan para ir conquistando libertades inéditas en el ámbito sexual, de género y ecológico, libertades siempre precarias y puestas en cuestión por una parte de la sociedad. Preciado denuncia el pecado original del capitalismo que ha cimentado a la vez prosperidad y miseria - desigualdad, en suma - en nuestras sociedades, esas diferenciaciones de sexo, clase y raza que han ido otorgando a los seres humanos su papel por nacimiento, siendo la meritocracia un mero concepto que no funciona como debería.

Preciado llama a este sistema capitalismo petrosexorracial, un régimen que otorga privilegios por nacimiento y que aplasta y explota al diferente:

"En este régimen, el cuerpo reconocido como humano, al que se le ha asignado el sexo o género masculino al nacer y marcado como blanco, válido y nacional, tiene el monopolio del uso de las técnicas de violencia. La especificidad de esta violencia es que se despliega al mismo tiempo como poder y placer, como fuerza (Gewalt) y deseo (Wunt) sobre el cuerpo del otro. Extracción, combustión, penetración, apropiación, posesión: destrucción. El patriarcado y la colonialidad no son épocas históricas que hayamos dejado atrás, sino epistemologías, infraestructuras cognitivas, regímenes de representación, técnicas del cuerpo, tecnologías del poder, discursos y aparatos de verificación, narrativas e imágenes que siguen operando en el presente."

Respecto al coronavirus escribe sus páginas más autobiográficas, puesto que fue víctima del virus, que le afectó en pleno confinamiento y vivió prácticamente aislado la angustia de la enfermedad. El virus fue un elemento igualador, puesto que confinó a todo el mundo en sus hogares y a la vez puso de manifiesto que los que ejercen los peores trabajos, los que no pueden teletrabajar y quienes tienen los hogares más pequeños y más precarios sufrieron la situación con mucha más intensidad. Ese tiempo suspendido que todos experimentamos de un modo u otro resultó ser un tiempo de pesadilla para muchos, de incertidumbre absoluta respecto a la inminente supervivencia. Esto sirvió en muchas ocasiones como elemento de reflexión para algunos, que advirtieron que su vida entera es una absoluta servidumbre a distintos amos. En cualquier caso, seguramente esto es algo pasajero ya que, si la situación vuelve a normalizarse alguna vez - entre catástrofes naturales, guerra y tensión entre potencias nucleares - todo volverá a funcionar más o menos igual, o eso creo.

Dysphoria mundi se lee con mucho interés, a pesar de la tendencia de su autor a victimizarse frente a una sociedad que, después de todo, es la única del mundo que le ha permitido cambiar su cuerpo de mujer a hombre y hacerlo legalmente y además es la única que está legislando al respecto, por mucho que se haga de forma imperfecta y sin poder satisfacer a todas las sensibilidades y opiniones - no en vano es algo que está provocando una especie de guerra civil en el movimiento feminista -. Al final, el autor no puede sino mostrarse razonablemente esperanzado en el futuro. Frente a todas las dificultades, la sociedad experimenta indudables avances morales que acaban favoreciendo a las personas tradicionalmente más discriminadas, por mucho que los peligros de retroceso sean reales

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