Contemplo a Trump en el telediario y soy de los que todavía no puede creerse que un individuo como este haya llegado nada menos que la presidencia de los Estados Unidos. Se trata de un tipo sin pelos en la lengua que exhibe de forma absolutamente obscena su condición de multimillonario y que utiliza a la vista de todos el inmenso poder que atesora para favorecer sus propios intereses y los del grupo social al que pertenece. Es un hombre de ideas muy simples que ha sabido tocar alguna tecla de numerosos norteamericanos para que sus mensajes más básicos y machacones acaben calando. Pero Trump también fue joven y esta película intenta reflejar cómo se forjó este hombre dejando sus pocos escrúpulos por el camino. El The apprentice se humaniza a Donald Trump y se le retrata como un joven un tanto abrumado por el peso de sus responsabilidades en el negocio inmobiliario familiar, un tipo que debe hacer frente a las acusaciones de racismo que se han lanzado desde el gobierno. Y va a aprender a hacerlo no utilizando los medios legales, sino los tejemanejes que le ofrece el otro protagonista de esta historia, el abogado Roy Cohn (primorosamente interpretado por Jeremy Strong), un tipo corrupto y sin escrúpulos que será el primero en darse cuenta del diamante en bruto que es Trump. The apprentice es una película interesante, pero solo deja atisbar un potencial que se hubiera desarrollado mejor si se hubieran reflejado los años posteriores del personaje, cuando empieza a interesarse por la política y las personas que lo hicieron. Claro que esto hubiera sido difícil de hacer en una película de dos horas: el fenómeno Trump requiere una serie de varias temporadas. The apprentice, que refleja muy bien el ambiente neoyorkino de los años setenta y ochenta, es solo un aperitivo de lo que un Donald Trump cinematográfico puede dar de sí.
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