La presencia de James Stewart como protagonista principal sostiene una comedia que ha envejecido muy mal, pues sus costuras como adaptación de una obra teatral se notan mucho. Trata un tema delicado, el de la salud mental, de una forma amable y delicada. Su protagonista, sin ocupación conocida, pasa sus días conversando con su mejor amigo, un conejo gigante que solo él puede ver. Lo que al principio resulta una anécdota divertida, se convierte en el único argumento de la película, que a partir de aquí se repite constantemente a sí misma. Existe también en la misma una leve crítica a las instituciones de salud mental, pero finalmente El invisible Harvey mantiene su único valor en ser considerado un clásico por muchos espectadores, que sienten un lógico cariño a una historia que no deja de ser entrañable y cuya ingenuidad e inocencia no se encuentra presente en el cine de hoy día. Un clásico muy sobrevalorado, pero que merece la pena ver para juzgarlo.
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