Hay que decir en favor de esta película que retratar la bondad no es algo habitual en las producciones cinematográficos, quizá porque la bondad es aburrida frente a la emoción que produce contemplar el mal - nada banal - en sus diversos grados. Aquí tenemos a una mujer divorciada que se preocupa de la suerte de su exmarido enfermo terminal y que, pese a sus reticencias iniciales, termina implicándose plenamente en sus cuidados. También su pareja actual es capaz de pasar de la incomprensión a la colaboración. Lo malo de Los destellos que este planteamiento, que podría ser material para un buen corto se alarga innecesariamente en un largometraje que termina aburriendo al espectador. Cualquier escena que retrata actividades cotidianas se hace tediosa por el afán de meticulosidad de su directora. Muchos dirán que la vida es así y por eso la película es auténtica. Tendrán razón, solo que el cine tiene que ser también una evasión de la existencia cotidiana y si quiere reflejarla tiene que hacerlo de un modo más entretenido, no tan solemne y - paradójicamente - falto de emociones. A destacar, eso sí, la gran interpretación de Antonio de la Torre, muy convincente en su papel de hombre moribundo.
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