"Este es un libro acerca de la cultura del pueblo en el mundo romano. La mejor forma de definir la cultura del pueblo es, probablemente, de manera negativa: la cultura de la no élite. La no élite (a la que también me referiré como «la gente» o «el pueblo») comprende toda una multitud de grupos sociales diferentes: campesinos, artesanos, peones, curanderos, adivinadores, cuentacuentos y artistas del espectáculo, tenderos y comerciantes; pero también incluye a sus mujeres e hijos y a los desposeídos de la sociedad romana: los esclavos y aquellos que se habían visto reducidos a la indigencia y la mendicidad. La cultura que estos grupos compartían era en gran medida la cultura no oficial y subordinada de la sociedad romana."
Los pobres de Roma vivían hacinados y cada día era una lucha por la supervivencia, por repartirse los escasos recursos existentes. La gente tenía que arreglárselas para pedir créditos, para consultar a curanderos o adivinos cuando padecían una enfermedad o un problema grave y velar por la seguridad de su familia en una sociedad en la que no existía policía ni apenas servicios públicos. Problemas que siguen existiendo en nuestro mundo moderno, como la salud mental, eran de muy difícil resolución en aquellos tiempos remotos y los males podían atribuirse a demonios o a maldiciones de los dioses, con lo que la solución a los mismos podían ser tan caros como ineficaces. La mayoría de la población debía vivir bajo niveles muy altos de ansiedad, ya que a la muerte era algo muy presente, sobre todo a edades muy tempranas. Que fuera un fenómeno frecuente, no quiere decir que afectara menos que ahora a los seres queridos del fallecido. También eran frecuentes los abusos sexuales, respecto de los cuales, la víctima normalmente no obtenía ningún apoyo de su entorno.
Entre toda esta miseria también existían válvulas de escape: el reparto de grano que se generalizó con algunos emperadores, la diversión que ofrecían los juegos públicos y celebraciones como las Saturnales, una especie de Carnaval del mundo antiguo en el que por unos días los pobres y los esclavos podían olvidar su condición puesto que "eran más que una simple vacación; eran un mundo alternativo sancionado por las autoridades. Todo lo que era culturalmente dominante quedaba derrocado, lo que significa que el comportamiento de la gente se tornaba blasfemo, ordinario, sucio y ebrio. Se establecía un nuevo orden mundial en oposición directa a la seriedad de la alta cultura. Para expresar esta transformación, se usaban tres métodos: en primer lugar, los espectáculos, cabalgatas y números cómicos del mercado; luego, las parodias y chistes que desacreditaban la cultura oficial; y, finalmente, los tacos." Sesenta millones de romanos no es un libro de historia al uso, es más bien una visión antropologica, escrita con un lenguaje claro y sencillo, de lo que significaba ser un ciudadano poco privilegiado del Imperio.
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