Novela autobiográfica como las anteriores El cartero y Factotum, en Mujeres Henry Chinaski es ya un escritor famoso, al menos en círculos underground. En cualquier caso las ventas de sus libros y las lecturas de sus poemas le permiten vivir holgadamente, lo que para él significa tener un alojamiento y poder comprar abundante bebida. La otra pata de su bienestar serán las mujeres. La fama parece atraerlas. No importa que Chinaski sea un viejo prematuro y alcohólico. Prácticamente cada día le llegan propuestas de jovencitas que quieren conocerlo y él no le hace ascos a ninguna. De vez en cuando el protagonista reflexiona sobre su extraña suerte. Cuando era un don nadie ninguna mujer lo miraba, pero ahora que es un hombre derrotado físicamente, pero con cierto éxito literario, vive una época de insospechada abundancia.
Todo esto no hace sino acentuar el cinismo propio de la escritura de Bukowski. Las mujeres (salvo alguna de la que se encapricha) no son más que seres de usar y tirar con las que protagonizar las escenas sexuales más sórdidas. No siempre tiene éxito en las mismas. La bebida (no hay página en la que Chinaski no esté tomándose una cerveza o cualquier otra bebida alcohólica) pasa factura y él narra al lector con todo detalle también sus fracasos. Pero no por eso piensa en dejarlo. Su leyenda es la del escritor autodestructivo y él no quiere renunciar a la misma:
Lo que para muchos se podría definir como una existencia sórdida y demente, para Chinaski es toda una liberación. Liberación laboral, porque se gana la vida haciendo lo que le gusta y liberación sexual, porque no debe esforzarse para satisfacer sus instintos. Además está la afición de acudir al hipódromo a gastar el dinero que le sobra. No importa que se pierdan las apuestas, llegará más, porque están garantizados nuevos espectáculos en los que el poeta se emborracha ante su público y este lo jalea entusiasmado. La escritura de Bukowski es sencilla, concisa, directa al grano. La novela es en realidad una interminable sucesión de conquistas sexuales que acaban de manera muy similar, pero la técnica que utiliza el escritor tiene algo que acaba enganchando al lector y lo hipnotiza para que siga leyendo, para ver cual es la siguiente barbaridad que nos cuenta Chinaski y esto es algo que está al alcance de muy pocos creadores.
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