sábado, 28 de diciembre de 2019

LECTURA FÁCIL (2018), DE CRISTINA MORALES. NI AMO, NI DIOS, NI MARIDO, NI PARTIDO, NI DE FÚTBOL.

Cuando uno se enfrenta a una novela que ha recibido los parabienes casi unánimes de la crítica (sobre todo de la que está más cercana a la izquierda del espectro político), se acerca a ella con ciertas prevenciones, intentando realizar una lectura lo más objetiva posible, lo más alejada posible de los focos mediáticos a los que ha sido abundantemente expuesta esta novela y su autora, sobre todo después de haber ganado el Premio Nacional de Narrativa. Desde luego, lo primero que cabe decir de Lectura fácil es que es un libro muy idóneo para ser debatido en el seno de un club de lectura, porque, guste más o menos, es indudable que contiene un poderoso mensaje político y social de carácter radical que merece ser analizado desde múltiples puntos de vista.

El escenario de la novela es la Barcelona más radical, la de los anarquistas y okupas que luchan a su manera contra la especulación inmobiliaria que asola ésta y otras ciudades españolas. Allí viven, en un piso tutelado, las cuatro protagonistas de la novela, cuatro mujeres con diversos grados de discapacidad que se apoyan entre ellas para vivir lo mejor posible en sus difíciles condiciones. Una de ellas, Marga, pide ayuda a los anarquistas, porque quiere lograr su libertad, el fin de su institucionalización, a través de la okupación de una vivienda. Porque uno de los ejes de la narración es el conflicto de las protagonistas entre la necesidad de ayuda por parte de las instituciones y el deseo emancipatorio que poseen como personas adultas y dueñas de sus cuerpos. El piso tutelado parece una solución equilibrada, pero no parece suficiente, por el asedio normativo que padecen sus ocupantes. Ellas se rebelan contra "la amabilidad extrema, innecesaria e infantilizadora propia del poder". Se trata de la lógica de la administración contra la lógica de los sentimientos, que conlleva, entre otras cosas, la búsqueda de una sexualidad libre de tutelas, que ni siquiera puede encontrarse entre el grupo de los que se llaman a sí mismos libertarios:

"Estos okupas criminalizan la pulsión sexual del mismo modo que el código penal los criminaliza a ellos por vivir sin pagar el alquiler. Criminalizan la pulsión sexual desde el punto y hora en que entienden que cualquiera que te mire, que se te acerque o que te toque, quiere abusar de ti. Nos animan a nosotras, mujeres, a decir que no. Quieren enseñarnos a nosotras, mujeres, a emborracharnos y a hacer pogos y a fumar porros y a encapucharnos, como siempre han hecho los varones. Sin embargo, no quieren enseñarnos otra cosa que también han hecho siempre los varones: expresar el deseo sexual y culminarlo."

Lectura fácil funciona a varios niveles narrativos. Como su título indica, muchas partes de la novela están escritas por otra de las protagonistas, Àngels, que escribe la historia de las cuatro a través de la técnica de lectura fácil, una herramienta de comprensión lectora para los discapacitados, otras son transcripciones de las actas de las reuniones de un grupo anarquista e incluso encontramos actas judiciales del procedimiento de esterilización de Marga y también hay descripciones detalladas de sesiones de danza. Pero lo que más destaca es la intesa ideologilización siempre presente en la narración, algo que no puede ser separado de las declaraciones de una Cristina Morales, siempre de actualidad, que, entre otras cosas, declaró que prefería una Barcelona ardiendo (en referencia a los graves disturbios consecuencia de la Sentencia del Procés), a una ciudad con las tiendas abiertas. Las protagonistas no solo se rebelan contra su vida institucionalizada, sino frente a la entera organización social que a la vez las acoge y las oprime, encontrando su más alto grado de disconformidad en Nati, quizá el personaje más trágico, puesto que su discapacidad le sobrevino cuando estaba a punto de doctorarse. El síndrome de las compuertas le hace comportarse siempre radicalmente a la defensiva frente a cualquier interacción social e insultar a su interlocutor, preferentemente calificando de fascista a todo lo que se mueve, una especie de caricatura de aquellos que no son capaces de enfrentarse a ideas diferentes a las suyas.

Como lector, la novela de Morales me ha resultado narrativamente estimulante, pero he estado lejos de sentir el deslumbramiento generalizado que está provocando en los críticos, sobre todo porque en demasiados pasajes de la misma la autora parece que intenta provocar por provocar, lanzar dardos frente a todo y frente a todos. La abundancia de descripciones sexuales de carácter más o menos sórdido no ayudan a aislar esa sensación de que quiere ser más atrevida y más provocadora que nadie. Hay ideas muy interesantes, como ese discurso autocrítico y de confesión permanente, al que están sometidos los miembros masculinos del Ateneo anarquista frente a los restos de machismo o presunto machismo que permanecen en sus exposiciones públicas. A veces uno no sabe si ciertos pasajes están escritos pretendiendo ser irónicos o con tono de denuncia social, lo que puede llegar a ser un poco desconcertante. Pero lo peor de todo es el ataque desmesurado a gente como Juan Soto Ivars, autor del interesantísimo ensayo Arden las redes o, peor todavía, a Pablo Pineda, por mucho que dicho ataque se produzca a través de la reproducción de un fanzine de ficción. En cualquier caso, a Lectura fácil nadie puede negarle ser una propuesta original que retrata con cierta minuciosidad ciertos puntos de vista que cada vez tienen más eco en nuestra sociedad.

martes, 24 de diciembre de 2019

MARVEL COMICS, LA HISTORIA JAMÁS CONTADA (2012), DE SEAN HOWE. LA CASA DE LAS IDEAS.

Fui de los que creció leyendo tebeos de Marvel, los primeros de Ediciones Forum, que empezaban a editar en unas condiciones dignas el material de Los 4 fantásticos, Los Vengadores, Thor o Daredevil que llegaba de Estados Unidos. En aquellos tiempos ya sabía que las historias que leía formaban parte de un universo más grande, pero no llegaba a plantearme el trabajo y organización requeridos para sacar al mercado todos los meses decenas de títulos que formar parte de una realidad imaginada más o menos coherente. Pero lo verdaderamente importante era que estas lecturas me hacían visitar otros mundos, me desconectaban brevemente de mi realidad y me hacían soñar.

Lo que hace este fascinante ensayo de Sean Howe es bucear en la génesis e historia de Marvel, en cómo una empresa dedicada a estimular los sueños de los más jóvenes (que posteriormente nos hemos convertido en adultos), ha podido sobrevivir durante tantas décadas usando los mismos personajes y creando otros muchos nuevos que conviven con éstos y cómo al final se ha conseguido el gran sueño de Stan Lee: la creación de un universo cinematográfico que confirma que las historias protagonizadas por estos superhéroes se pueden adaptar a cualquier época o público. Pero lo que le interesa a Howe es asomarse a las interioridades de la redacción, a los choques de egos que periodicamente se producían en la misma y en cómo se tomaban las decisiones que llevaban a la creación de historias memorables o de narraciones faltas de imaginación. El primer conflicto es el que se produjo entre los dos padres de la Marvel moderna: Stan Lee y Jack Kirby, conflicto nunca aclarado del todo, que se alimentó durante años de declaraciones contradictorias de ambas partes. En cualquier caso quedan las obras que crearon ambos y que cimentaron el universo que iba a ir construyéndose por decenas, si no cientos, de autores.

La competencia directa con DC (un universo que a lo largo de su historia resultó ser menos imaginativo, pero que a partir de los ochenta fue partícipe en importantes innovaciones en el séptimo arte), hacía que fuera difícil retener el talento en un medio tan exigente, tan dependiente de fechas de entrega y del capricho de los editores a la hora de exigir rehacer un determinado guión o dibujo. Se dio algún caso de muerte por problemas coronarios a edad temprana. Porque lo más importante eran los lectores: despertar siempre su interés en el seguimiento de sus series favoritas, así como la creación de nuevas emociones y estímulos que hicieran imposible un desenganche del espíritu Marvel. Para eso la editorial tuvo que reinventarse muchas veces, hacer que todo cambiara para que todo siguiera igual, conseguir que el caótico bullpen diera sus frutos mes tras mes. Grandes crisis como la de mitad de los noventa (con la fuga de talentos para la creación de la editorial Image) fueron superadas y hoy día Marvel, gracias a su expansión cinematográfica, es más conocida que nunca.

En España (a lo que se dedica un último capítulo escrito por Alejandro Viturtia y Julián Clemente), gracias a la labor de la extinta Ediciones Forum, heredada por Panini, la salud de los cómics Marvel no puede ser mejor: se publica casi todo lo que llega de Estados Unidos y se realiza una ingente labor de recuperación de clásicos en lujosos volúmenes. De ser un producto de kiosko, el cómic ha pasado a ser casi una exclusiva de las librerías especializadas, lugares donde pueden encontrarse todo tipo de tesoros salidos de este hito de la cultura popular. Como dejó dicho Stan Lee:

"En el principio, Marvel creó el Bullpen y el Estilo.
Y el Bullpen carecía de forma, y estaba vacío; y la oscuridad caía sobre la cara de los Artistas. Y el Espíritu de Marvel se movió sobre la cara de los Guionistas.
Y Marvel dijo: hágase Los 4 Fantásticos. Y se hicieron Los Cuatro Fantásticos. Y Marvel vio Los 4 Fantásticos. Y vio que eran buenos."

sábado, 14 de diciembre de 2019

DOCE REGLAS PARA VIVIR (2018), DE JORDAN PETERSON Y EL AUGE DE JORDAN PETERSON (2019), DE PATRICIA MARCOCCIA. UN ANTÍDOTO AL CAOS.

Se podrá estar o no de acuerdo con su pensamiento y con su forma de expresarlo, pero es indudable que Jordan Peterson se ha erigido en los últimos años como uno de los intelectuales más influyentes del mundo. Calificado como conservador y, para algunos, uno de los pilares del auge de las teorías reaccionarios que han llevado a gente como Donald Trump a las cotas más altas del poder político. Ante todo Peterson es un comunicador nato, alguien que es capaz de expresar pensamiento complejo de una manera sencilla y accesible y además de forma práctica: las reglas del psicólogo canadiense pretenden ser aplicables a cualquier habitante de occidente.

Uno de los fundamentos de la notoriedad de Peterson es la polémica que ha suscitado desde que se rebeló, a través de una serie de vídeos de Youtube, contra lo que él consideraba excesos de la corrección política. Desde entonces cada una de sus intervenciones en lugares públicos suele ir acompañada por ruidosas protestas. Que Jordan Peterson vaya a ofrecer una conferencia o una charla quiere decir que la seguridad del lugar de la misma ha de ser reforzada. Es el precio que tiene que pagar quien ha sido calificado como gurú de la masculinidad o líder intelectual de la nueva derecha. El protagonista acepta el desafío y sabe como aprovechar esta notoriedad que le ofrece ser considerado el gran enemigo del progresismo. Sus vídeos obtienen millones de visitas y Doce reglas para vivir se ha convertido en un contundente best seller.

En realidad Doce reglas para vivir es una especie de tratado de autoayuda, pero fundamentado en años de experiencia en la práctica de la psicología clínica y dejando de lado las consabidas frases de motivación propias de este tipo de literatura. Más bien podría calificarse como un escrito un tanto sorprendente, ante todo porque Peterson no tiene que andarse con pies de plomo para respetar el orden no escrito de lo políticamente correcto. La necesidad de este libro la explica en las primeras páginas del mismo:

"Necesitamos reglas, patrones y valores, tanto en soledad como en compañía. Somos animales de carga y tenemos que aguantar lo que nos ponen encima para justificar nuestra miserable existencia. Necesitamos rutina y tradición. Eso es orden. El orden puede acabar resultando excesivo, y eso no es bueno, pero el caos puede anegarlo todo y ahogarnos, lo que tampoco es bueno. Tenemos que mantenernos en el buen camino. Así pues, cada una de las doce reglas de este libro con sus correspondientes comentarios proporciona una guía para estar ahí. «Ahí» es la línea divisoria entre el orden y el caos. Ese es el lugar en el que se da el equilibrio exacto entre estabilidad, exploración, transformación, reparación y cooperación. Es donde encontramos el significado que justifica la vida y su inevitable sufrimiento. Quizá, si viviéramos como habría que vivir, podríamos tolerar el peso que supone ser conscientes de nuestra propia existencia. Quizá, si viviéramos como habría que vivir, no tendríamos problemas en reconocer nuestro carácter frágil y mortal, sin caer en el victimismo ofuscado que genera primero resentimiento, luego envidia y, finalmente, deseo de venganza y destrucción. Quizá, si viviéramos como habría que vivir, no tendríamos que buscar refugio en la certidumbre totalitaria para protegernos de la consciencia de nuestra propia mediocridad e ignorancia. Quizá podríamos evitar todos esos caminos que dirigen al infierno (y en el terrible siglo XX ya hemos podido comprobar lo real que puede ser el infierno)."

Peterson nos recuerda frecuentemente que después de todo no somos más que animales y que vivimos sometidos a las implacables reglas de la naturaleza y ahí es donde entran, según el autor, las inevitables diferencias biológicas entre hombre y mujer y la tendencia humana a organizar la sociedad en jerarquías, fruto de la competitividad en la que los más fuertes e inteligentes acaban quedándose con los puestos más prestigiosos. Por supuesto, lo sano son las jerarquías fruto de la libre competencia, no las de dominación. De ahí la obsesión del autor de no volver a repetir los dramáticos errores del siglo XX, que vieron nacer las pesadillas totalitarias más terribles de la historia. Y uno de los pilares del totalitarismo es el lenguaje, como bien nos enseñó Orwell. Si el Estado se apropia de las palabras y empieza a categorizar cuál es el lenguaje bueno y cuál es el malo, la situación puede tornarse muy peligrosa. Otra de las luchas de Peterson es la idea de identidad grupal, que deriva en discriminar positivamente a los que se supone que pertenecen a grupos no privilegiados, unas políticas que para el autor atacan directamente a la igualdad de oportunidades o, lo que es lo mismo, a la igualdad de todos ante la ley. Además, Peterson da una importancia fundamental a este postulado: "la identidad de grupo puede fragmentarse hasta el nivel del individuo".

Un factor fundamental para entrar en la competición con perspectivas de éxito es que la gente se conozca mejor y, a raíz de ese autoconocimiento, sea capaz de hacer las paces consigo mismo y dejar de lado el autodesprecio que inevitablemente todos llevamos dentro. Este ejercicio puede incluso hacernos más tolerantes a las opiniones ajenas, analizarlas y refutarlas, pero no intentar callar a quien piensa de manera diferente:

"Prácticamente todas las discusiones sobre política o economía se desarrollan de esta forma: cada uno de los participantes intenta justificar una posición establecida a priori, en vez de intentar aprender algo o adoptar una perspectiva distinta, aunque solo sea por cambiar. Por este motivo, tanto los conservadores como los progresistas consideran que sus postulados son obvios, cada vez más a medida que se radicalizan. Y a partir de determinadas conjeturas basadas en el temperamento, emerge una conclusión previsible, eso sí, solo una vez que se obvia el hecho de que las propias conjeturas pueden cambiar."

El antídoto al caos que propone el autor tiene que ver con la responsabilidad de enfrentarnos a lo inesperado, a abordar los problemas en cuanto se producen, para no dejar que esos monstruos ocultos que todos alimentamos acaben devorándonos. Es duro decirlo, pero el ser humano solo puede progresar a base de estar alerta todo el tiempo, de no relajarse demasiado, puesto que en el mundo en el que habitamos los problemas inesperados son frecuentes y las soluciones a los mismos son, con frecuencia, complicadas. Doce reglas para vivir, se esté de acuerdo o no con las polémicas ideas de su autor, constituye un ejercicio intelectual muy estimulante del que se pueden extraer valiosas lecciones aplicables a la práctica vital de cualquier individuo.

jueves, 7 de noviembre de 2019

EL MIEDO EN OCCIDENTE (1978), DE JEAN DELUMEAU. LOS DEMONIOS FAMILIARES DE EUROPA.

La historia de Europa no es solo la de sus batallas, la de sus reyes y conquistas. Es también la historia de la existencia de gente anónima, de sus costumbres, de sus mentalidades y de sus esperanzas. La vida de estas personas no fue nada fácil en el periodo en el que se centra Jean Delemeau, los últimos siglos de la Edad Media y los primeros de la Moderna. Antes de la Reforma, la Iglesia católica era el poder absoluto que regulaba la vida social y las prohibiciones a las que se estaba sometido en una existencia cotidiana sometida a pocos cambios, pero dominada frecuentemente por un sentimiento de difícil estudio historiográfico, pero de gran trascendencia humana: el miedo.

Y es que en aquel tiempo se vivía en un combate simbólico con Satán, considerado príncipe de este mundo y responsable de todos los males que asolaban Europa: la peste negra, el hambre, la brujería, el avance de los turcos por el continente, la herejía, las insurrecciones, el temor de la llegada del Anticristo y del fin del mundo y, como colofón, el triunfo del Protestantismo en amplias zonas de Europa. La vida era una constante batalla contra el Maligno y solo la Iglesia tenía los medios y el conocimiento para combatirlo. Se estimaba que eran los pecados de la gente los que atraían la desgracia y los alejaban de Dios. La pronunciación de una mera blasfemia podía atraer la ira divina sobre una ciudad entera. Brujas y hechiceros campaban a sus anchas y maldecían a los vecinos que les caían mal y solo instituciones como la Inquisición podían desenmascararlos. Los constantes brotes de peste, tan mortíferos como impredecibles hacían enloquecer de pavor a las poblaciones, que huían en masa de las urbes afectadas. Tampoco mi ciudad natal se libraba de este mal:

"Un médico de Málaga declaraba durante la peste de 1650 que el contagio fue tan virulento que los hombres se pusieron a huir como los animales salvajes por los campos; pero en las aldeas se recibía a los fugitivos a disparos de mosquetón."

Es difícilmente imaginable como debía ser la angustiosa vida de nuestros antepasados, a los que hechos y palabras les recordaban constamente la fragilidad de la existencia y - lo que es más grave - la facilidad con la que podían condenar sus almas. No bastaba con ser religioso, dicha virtud debía ser demostrada constantemente, puesto que cualquier vecino podía ser denunciado por sus semejantes. Nacer mujer en estas sociedades era ser doblemente sospechoso. La mujer era considerado un ser infantil, cuando no maligno, que debía ser constatemente controlada por los familiares o el marido, un ser impuro al que se le dedicaban sesudos tratados teológicos para prevenir los pecados a los que podía incitar. 

Delumeau, historiador de las mentalidades compone aquí un volumen magistral que se acerca lo mejor posible a la lucha del ser humano ordinario por adaptarse a circunstancias históricas adversas, en un tiempo en el que las exigencias de perfección moral y espiritual eran desmesuradas y el peligro de una muerte horrible estaba siempre presente, porque Satán conocía mil ardides para tentar a los hombres y perderlos. Todo se resume en la lucha contra un Satán que quiere llegar al fin del mundo en condiciones favorables, después de haber arrasado con la virtud de la cristiandad:

"Desde el siglo XIV -durante el que pestes, carestías, revueltas, avance turco y Gran Cisma habían ido sumando sus efectos traumatizantes-, una cultura de "cristiandad" se sintió amenazada. Esta angustia alcanza su apogeo en el momento en que la secesión protestante provoca una quiebra aparentemente sin remedio. Los dirigentes de la Iglesia y del Estado se encuentran más que nunca en la apremiante necesidad de identificar al enemigo. Es, evidentemente, Satán quien dirige, con rabia, su último gran combate antes del fin del mundo. En este asalto supremo utiliza todos los medios y todos los camuflajes. Es él quien hace avanzar a los Turcos; es él quien inspira los cultos paganos de América; es él quien habita en el corazón de los judíos; es él quien pervierte a los herejes; es él quien, gracias a las tentaciones femeninas y a una sexualidad tenida por culpable desde hacía mucho tiempo, trata de apartar de sus deberes a los defensores del orden; es él quien, por medio de los brujos y, sobre todo, de las brujas, perturba la vida cotidiana embrujando a hombres, ganados y cosechas. No tiene por qué resultar asombroso que esos ataques diversos se produzcan al mismo tiempo. Ha sonado la hora de la ofensiva demoníaca generalizada, y resulta evidente que el enemigo no está en las fronteras, sino dentro de la plaza, y que hay que vigilar más aún el interior que el exterior."

miércoles, 6 de noviembre de 2019

DIVINA COMEDIA (1321), DE DANTE ALIGHIERI. LA ARQUITECTURA DEL MÁS ALLÁ.

Acercarse a una obra como la Divina Comedia supone un reto para cualquier tipo de lector. Se trata de una composición poética sencillamente perfecta, que resume el pensamiento teológico-filosófico de la Edad Media en occidente y además lo mezcla con elementos de la mitología greco-romana y con la realidad de la política en la Florencia de su tiempo. Ante todo se trata de la historia de un viaje sobrenatural que emprende el poeta para visitar las estancias que pueden esperarnos más allá de la muerte: Infierno, Purgatorio y Paraíso. 

La peregrinación de Dante es ante todo simbólica, un refuerzo de las creencias del cristianismo a través del sorprendente testimonio de un viajero que ha sido testigo de los posibles destinos del alma humana: la desesperación más absoluta, la esperanza y la salvación. Cada una de las etapas, dotada de una arquitectura literaria perfecta, se divide en 33 cantos, que van describiendo en forma de versos todo lo que ve el poeta: desde las torturas infernales más terribles hasta la gloria de la visión final del Creador en el Empíreo. El amor de Dante por la arquitectura no se manifiesta solo en la perfección formal de sus versos, sino en la descripción de las estancias que va visitando de la mano de sus distintos guías, entre los que destacan el poeta Virgilio (que no puede ir al cielo por haber nacido en época pagana) y Beatriz, resumen para Dante de la belleza carnal y divina que anticipa los goces del Paraíso. 

Desde luego la parte más atractiva y más conocida para cualquier lector es la del Infierno, en la que el escritor no ahorra detalles de las torturas cada vez más abominables que se va encontrando en su viaje hasta las entrañas de la Tierra. Dante habla con algunos condenados, les pregunta quienes son y éstos exponen sus pecados y el sufrimiento eterno que conllevan los mismos. Entre dichos condenados hay personajes de la Florencia de su tiempo (a Dante le tocó vivir una época muy conflictiva en la que las luchas entre güelfos y gibelinos reflejaban el conflicto permanente entre Imperio y Papado), héroes de la Antiguedad, entes mitológicos y personajes de la Biblia. Observar los magistrales grabados que Gustavo Doré dedicó a estas páginas es el mejor complemento a su lectura. El Purgatorio sigue siendo una montaña terrible, cuya escalada puede ser facilitada a través de misas dedicadas a las almas que emprenden su subida. Aunque está lleno también de sufrimientos - no comparables a los del Infierno - lo que prima en este lugar es la esperanza, pues, por mucho que se tarde en culminar el camino, la recompensa al final del mismo es la vida eterna. El Cielo es ante todo un lugar de luz, una estructura tan perfecta como su creador, en la que cada Santo y Patriarca tiene su lugar establecido y en la que Dante va avanzando por lugares cada vez más maravillosos para al final enfrentarse a lo que no puede describirse con palabras, esa visión divina que solo está reservada para las almas que supieron ser perfectas en su existencia terrenal. 

Si algo queda claro, aparte de la maestría poética de Dante, es que el florentino poseía una vasta cultura que resume todos los conocimientos de su tiempo. En la Divina Comedia conviven teología, ciencia, mitología, filosofía e historia, disciplinas que intentan dar coherencia a una cosmovisión medieval de una existencia que debe ser destinada sobre todo a la salvación del alma. El libre albedrío otorgado a todo hombre debe ser sacrificado en pos de la obediencia a los preceptos divinos, aunque no vaya a ser sencillo elegir en un siglo que llegará a ser testigo del escándalo de la existencia de dos papas al mismo tiempo:

"El don mayor que Dios en su largueza
nos otorgó al crearnos - a su pío
corazón el más grato, a su grandeza
el más conforme - fue el del albedrío,
que los seres que Él hizo inteligentes
gozan, ellos no más, en señorío.
Ahora, el valor verás, si paras mientes,
de un voto en que se cumpla en modo exacto
que Dios consienta cuando tú consientes;
que al cerrar entre Dios y el hombre el pacto,
éste a Aquel sacrifica tal tesoro
de libertad, cual digo, en ese su acto."

lunes, 4 de noviembre de 2019

TIEMPOS RECIOS (2019), DE MARIO VARGAS LLOSA. FAKE NEWS EN GUATEMALA.

El siglo XX fue una época terrible para la mayoría de los países de América Latina. Atrapados entre dictaduras inhumanas, revoluciones sangrientas, guerras civiles, terrorismo, guerrilla e intervenciones extranjeras, para países como Guatemala la llegada de una democracia plena fue casi una utopía hasta llegada la mitad de los años ochenta. No obstante, el intento más sólido lo protagonizaron a mitad de siglo dos presidentes sucesivos, que trataron de de reflejar a Guatemala en el espejo de la democracia estadounidense: Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz. Este último fue despojado trágicamente de la presidencia a través de un vil golpe de Estado auspiciado por la CIA.

El arquitecto del golpe fue Edward Bernays, un publicista, genio de la propaganda, que fue contratado por la United Fruit Company (una multinacional estadounidense que veía amenazados sus intereses en Guatemala con las medidas de reforma agraria auspiciadas por Árbenz), para hacer creer al gobierno de Estados Unidos que el país centroamericano vivía una revolución comunista que amenaba los intereses norteamericanos. Aunque parezca increíble, una mentira tan evidente - Árbenz más bien quería acercarse a su gran vecino del norte y tomar sus instituciones como modelo de la flamante democracia guatemalteca -, fue finalmente asumida los estadounidenses actuaron según la lógica de la Guerra Fría, para imponer como gobernante al mediocre Castillo Armas como dictador, un militar que fue sustituido varios años después por medio de su asesinato. 

Pero lo que más fascina a Vargas Llosa de todo este proceso y uno de los principales motivamente para lanzarse a la escritura de Tiempos recios, es esa idea de fake news, de esas mentiras obvias que son manipuladas a través de sofisticadas técnicas de propaganda para que sean creídas por el público para crear un estado de opinión pública favorable a ciertos intereses. Hasta la intervención de Bernays, apenas había estadounidenses que supieran ubicar Guatemala en el mapa. Al poco tiempo, el pequeño país centroamericano se había convertido en un foco constante de noticias que lo situaban como la principal amenaza comunista de la región. Como dice Vargas Llosa en una entrevista publicada por el suplemento cultural Babelia:

"Las fake news tienen un éxito absoluto. Bernays, ese sobrino de Sigmund Freud que tiene la idea de que la publicidad va a ser el principal instrumento de poder en el siglo XX, se inventó que Guatemala se estaba convirtiendo en un satélite soviético porque la URSS quería entrar en América Latina para apoderarse del canal de Panamá. Es una fantasía delirante que contradice el proyecto de Árbenz, que quería hacer de Guatemala un país moderno, una democracia capitalista. Cuando reparte las tierras a medio millón de campesinos guatemaltecos, busca la forma para que ellos fueran empresarios privados de esas tierras, para que no fueran descapitalizados otra vez por los latifundistas. Es una de las grandes injusticias históricas que este Gobierno democrático elegido en elecciones libres fuera derrocado por una conspiración que lo acusaba de comunista."

Pero Tiempos recios es mucho más que la historia de una mentira. Se trata de una magnífica novela, que remite por momentos a La fiesta del chivo, llena de personajes memorables, algunos muy enigmáticos, como Marta Borrero, que jugó un papel importante, pero brumoso en esta historia y muchos de ellos canallas que consagran su existencia a hacer realidad los deseos de sus gobiernos, como el embajador Peurifoy o el dominicano Johnny Abbes, que personalizó la ayuda del régimen de Trujillo a un golpe de Estado que desató todos los demonios sobre Guatemala, causó de miles de muertos, saqueó a los campesinos pobres que habían recibido tierras de la reforma agraria e influyó para mal en todos los países del entorno, empezando por Cuba, cuya revolución comprendió que tenía que acercarse a la Unión Soviética desde el primer instante para blindarse frente a una intervención similar de los estadounidenses. Al final tanto sufrimiento solo benefició realmente a la United Fruit Company, la multinacional que tanto daño hizo a Latinoamérica y que acabaría quebrando unos años después.

jueves, 31 de octubre de 2019

LA AGONÍA DEL EROS (2012), DE BYUNG-CHUL HAN. EL AMOR EN LOS TIEMPOS DE TINDER.

Partiendo de ideas expresadas en otros ensayos como La sociedad del cansancio, donde el filósofo coreano teorizaba acerca de la realidad de muchos trabajadores que no han tenido más remedio que pasar a ser jefes de sí mismos y, por lo tanto, esclavos de sí mismos a tiempo completo, La agonía del eros trata acerca de las relaciones amorosas en el siglo XXI. Para el filósofo, nuestro tiempo está dominado por el narcisismo. Las nuevas tecnologías están orientadas hacia la veneración de la propia imagen y también hacia una sed infinita de novedades, por la que estabilidad de la pareja tradicional pasa a ser casi una utopía, contando también con una intolerancia a la frustación cada vez más acusada:

"Vivimos en una sociedad que se hace cada vez más narcisista. La libido se invierte sobre todo en la propia subjetividad. El narcisismo no es ningún amor propio. El sujeto del amor propio emprende una delimitación negativa frente al otro, a favor de sí mismo. En cambio, el sujeto narcisista no puede fijar claramente sus límites. De esta forma, se diluye el límite entre él y el otro. El mundo se le presenta solo como proyecciones de sí mismo. No es capaz de conocer al otro en su alteridad y de reconocerlo en esta alteridad. Solo hay significaciones allí donde él se reconoce a sí mismo de algún modo. Deambula por todas partes como una sombra de sí mismo, hasta que se ahoga en sí mismo."

En el mundo de Tinder, el amor tradicional se transforma en rendimiento sexual y el cuerpo se convierte en una mercancía destinada exclusivamente a la excitación temporal del otro. El sexo y el amor son transformados entonces en objetos de consumo, de consumo rápido, puesto que, una vez satisfecha una relación, hay nuevas experiencias esperando al usuario. Lo único importante en este carrusel de relaciones es el propio ego, los otros quedan reducidos a posibles fuentes de placer momentáneo. 

Byung-Chul Han denuncia también una especie de profanación del eros, en pos del auge de la pornografía. Lo que hasta entonces era misterioso y sagrado, se vuelve obsceno, perdiéndose el tradicional ritual de la seducción en pos de un consumo rápido, fácil e inmediatamente olvidable. Todo esto deriva en la pérdida de la capacidad de profundizar en la personalidad del otro, un mero objeto de consumo que debe disfrazar sus cualidades para adaptarse a las que exige el mercado.

Desde luego, a pesar de lo que expone el autor de En el enjambre, el amor tradicional basado en un compromiso durarero sigue existiendo y seguramente sigue siendo el ideal de la mayoría de la gente, por mucho que hoy domine la promiscuidad y el placer instánteneo en lo que los medios venden como relaciones. Aunque aplicaciones como Tinder sustituyan el ritual de seducción por una serie de algoritmos, creo que todavía no se ha podido vencer a esa idea de amor romántico que durante siglos ha sido la base de las relaciones amorosas en occidente.

martes, 29 de octubre de 2019

DIOS EN EL LABERINTO (2016), DE JUAN JOSÉ SEBRELI. CRÍTICA DE LAS RELIGIONES.

La religión no es un fenómeno natural. Se trata de una creación exclusivamente humana derivada de la necesidad de explicar la creación y el funcionamiento del mundo, así como de darle un sentido a un hecho inevitable que afecta a todos los seres vivos: la inevitabilidad de la muerte. Ni siquiera los enormes avances científicos logrados en los dos últimos siglos han sido capaces de acabar con la religión, aunque sí que ha tenido que retroceder en muchos de sus dogmas, sobre todo en Occidente. Pero aún así la mayor parte de la población mundial sigue siendo creyente, por lo que sería muy aventurado vaticinar que algún día las creencias basadas en la fe dejarán de existir, ya que siguen siendo una fuente de esperanza fundamental para muchos seres humanos, así como una forma de vida fundamental para convivir en ciertas sociedades.

Lo que es cierto es que las construcciones religiosas preponderantes hoy en día provienen de Oriente, de donde derivan los dogmas básicos de judaísmo, cristianismo e islam:

"La historia judía se remonta a las viejas tradiciones bíblicas, sin embargo, muchos de esos episodios nunca existieron o tienen antecedentes en otros cultos, y son reproducciones casi iguales de anteriores religiones orientales. El mito del Dios redentor procede de Oriente. El paraíso y el infierno tienen origen en las mitologías orientales; paraíso es un vocablo persa que significa jardín. La desobediencia de la primera pareja y su expulsión del paraíso la comparte con el brahmanismo. En la mitología persa, el demonio en forma de serpiente inducía a los primeros seres humanos a la desobediencia. Los ángeles de la guarda tenían su precedente en los espíritus protectores de los paganos. La orden de Jehová a Abraham de sacrificar a sus hijos para probar su fidelidad es una copia del brahmanismo: Braham ordenó a Adisgata, uno de sus más fieles devotos, a sacrificar a su hijo. La leyenda del diluvio universal encuentra su fuente en los Vedas. La religiosidad hinduista y el paganismo griego, surgidos en el siglo VI, son insoslayables de los orígenes de la religión judeocristiana."

Aunque realiza un repaso por la historia mundial de las religiones, a Sebreli le gusta sobre todo analizar la adaptación de las mismas a la modernidad, sobre todo a partir de la época de Francisco, un papa al que califica de populista, que trata de cambiar la imagen de la Iglesia para que en el fondo todo siga siendo igual, una Iglesia que en los últimos años ha sido protagonista de tremendos escándalos económicos y sexuales que se han intentado tapar pero no se ha podido y que al final se han afrontado de la peor manera posible, tratando de silenciar a las víctimas con dinero y castigando a los culpables en muchas ocasiones conforme a las disposiciones del derecho canónico. La alianza entre religión y poder sigue siendo sólida e históricamente ha justificado todo tipo de violencia, represión y guerras:

"Las religiones monoteístas fueron intolerantes, violentas y belicistas porque estuvieron unidas al Estado al que, a su vez, servían de estímulo y de justificación ideológica para las guerras. Tanto Jehová como Alá fueron dioses de la guerra que incitaban a la conquista. Durante la diáspora y hasta la creación de Israel, la religión judía, al carecer de Estado nacional, fue pacífica; se observa, de ese modo, que la funesta alianza entre religión y política está en el origen de los grandes crímenes colectivos. El cristianismo dejó de ser causa de guerras a partir de la secularización de las sociedades occidentales. El islamismo siguió siendo guerrero por la sobrevivencia de Estados teocrático."

Aunque el cristianismo no ha tenido más remedio que adaptarse y renunciar a muchos de sus antiguos privilegios, una buena parte del islam más radical sigue incitando a la yihad basándose en la lectura literal de textos del Corán. Lo cierto es que la Biblia podría ser interpretada del mismo modo, sobre todo el Antiguo Testamento, puesto que Jehová es un Dios celoso y sanguinario cuando toca serlo, que incita a su pueblo elegido a conquistar y someter a sus vecinos y lo castiga por la más nimia de las faltas. Uno de los cimientos principales de la religión es el miedo. El miedo a un poder absoluto que todo lo ve y todo lo sabe, que exige la perfección del hombre, el cumplimiento de normas estrictas e irracionales cuyo mínimo quebrantamiento puede derivar en una condena eterna. Pero eso no es lo más difícil. Lo complicado es mantener la fe en un mundo cada vez más secularizado, en el que la ciencia va desmontando uno tras otro unos dogmas que parecían eternos, como el de la creación del hombre a imagen y semejanza de Dios o el de nuestro mundo como centro del Universo. 

Dios en el laberinto tiene mucho de obra monumental, de culminación de una larga vida intelectual, en la que se vuelca una impresionante cantidad de lecturas y conocimientos. Se trata de un ensayo muy personal, por lo que se puede estar de desacuerdo con algunas opiniones del autor, pero en todo momento es una lectura apasionante repleta de puntos de vista muy particulares. Al final Sebreli se declara agnóstico, algo lógico sabiendo que el conocimiento es un concepto sometido a continuos cambios, pero que el hambre de eternidad del ser humano, su rechazo del concepto de muerte e inexistencia siempre va a estar presente.

lunes, 28 de octubre de 2019

SIDI (2019), DE ARTURO PÉREZ REVERTE. LA FORJA DE UN MITO.

La España del siglo XI, en la que nació Rodrigo Díaz, era un territorio inestable, divido entre reyes cristianos y musulmanes, reinos que siempre estaban en disputa, en eterna sucesión de alianzas y traiciones. La tradición nacionalista española ha querido ver en el Cid Campeador un héroe dotado de todas las virtudes castellanas, una especie de adalid de la Reconquista que serviría de inspiración para volver a cristianizar los territorios perdidos a manos de los musulmanes a partir del año 711. Los estudios más recientes desmienten esta idealizada visión y sitúan a Rodrigo más bien como una especie de mercenario que, una vez desvinculado de su señor natural de Castilla, se vendería con su hueste al mejor postor, fuera éste cristiano a musulmán, ofreciendo su prestigioso brazo guerrero a quien pudiera pagar sus servicios, asegurándose a su vez parte del botín conquistado en las batallas victoriosas. 

Pérez Reverte presenta al protagonista recién desterrado por Alfonso VI y buscando a un nuevo Señor al que servir de manera provisional hasta que se normalizara la situación con el rey de Castilla. Llegará a un acuerdo con el rey musulmán de Zaragoza, que utilizará a su nuevo y formidable soldado para ajustar las cuentas con su propio hermano y rival. En estos años la fama del Cid ya estaba asentada, por lo que sus servicios eran tan prestigiosos como caros, aunque terminaban siendo muy rentables para el pagador: no había quien igualara a Rodrigo en el combate cuerpo a cuerpo. Y no solo eso: sus virtudes guerreras incluían un don singular para motivar a quienes combatían a su lado, dando ejemplo de sacrificio e igualdad a la hora de afrontar los peligros de la batalla. Además, parece ser que poseía buenas nociones de estrategia militar, así como una formidable intuición en los momentos decisivos, derivada de su amplia experiencia, unos dones que eran los más apreciados en unos tiempos tan turbulentos como los que le tocó vivir.

Pérez Reverte disfruta con la descripción de un personaje con una muy personal concepción del honor, dotado de nobleza, pero también de crueldad con aquel que se interponga en sus objetivos. Un hombre inteligente y prudente, capaz de mantener la distancia con nobles y reyes, pero también de hablarles de tú a tú cuando las circunstancia obligaban a ello. Un guerrero de inmensa fama y prestigio en el violento mundo fronterizo de la época que va sintiendo íntimamente que cada acción militar que protagoniza le va debilitando cada vez un poco más, pero que no puede sustraerse de sus obligaciones en el único oficio que conoce, un héroe cansado de los que proliferan en la obra del autor de El maestro de esgrima. Además, la novela está muy bien documentada, sobre todo en sus brutales escenas de batalla, describiendo los más mínimos detalles de lo que debía sentir un caballero en el centro de la refriega:

"Esperar a caballo parado la carga enemiga era condenarse a muerte; así que trotó al encuentro de las lanzas —no quedaba espacio para alcanzar el galope— inclinado el cuerpo sobre el cuello del animal, firme en los estribos, asentando el escudo ligeramente vuelto a un lado para desviar impactos. Llevaba la rienda en esa misma mano, pero floja, pues en aquellas circunstancias el caballo se guiaba más con las piernas que con las manos. Y alzaba la espada extendido el brazo diestro, lista para apartar los hierros que en un instante iban a buscar su cuerpo, y para tajar luego, si podía. Si tras el primer choque seguía montado y vivo." 

Y al final, queda la leyenda, aquella idealización que convierte al hombre en mito, en un ser perfecto y casi irreal de cuyo prestigio todos quieren apropiarse para reforzar los propios fines e ideas. En el franquismo, el Cid fue la esencia de todas las virtudes españolas, ejemplo de guerrero magnánimo y austero, así como invicto, un reflejo del propio Caudillo. Ni ejemplo de virtudes ni mercenario sin alma, Rodrigo Díaz no fue más que un hijo de su tiempo, alguien al parecer de orígenes humildes que supo utilizar sus habilidades innatas para terminar casi igualándose a reyes y nobles y hasta superándolos en fama y prestigio. Como le dice el rey Mutamán:

"Por lo común, las leyendas se construyen sobre hombres muertos. Pero tú eres una leyenda viva, Sidi Qambitur. Contigo vencería yo a los hombres, a los diablos y a los ángeles del cielo."

viernes, 25 de octubre de 2019

JOKER (2019), DE TODD PHILLIPS. EL HIJO DE GOTHAM.

Uno de los mejores personajes de los cómics de DC es la propia ciudad de Gotham. En contraposición a Metrópolis, una urbe luminosa y que cree en el futuro, Gotham City se encuentra en perpetua decadencia, una ciudad oscura y maloliente, cuya principal característica es la desigualdad en la distribución de la riqueza, consecuencia de una corrupción endémica. Gotham, como se refleja en la irregular serie del mismo nombre, no puede sino ejercer una influencia maligna a sus habitantes, algunos de los cuales enloquecen y se convierten en supervillanos. El gran superhéroe local, Batman, también tiene mucho de demente y muchos creen que su presencia, más que disuadir a los villanos, es un potente imán que los atrae a Gotham.

Pero si hay que hablar del más carismático de los enemigos del hombre murciélago, este es el Joker. A lo largo de los años, su origen a contado con diferentes versiones. Una de las más celebradas es la que narra Alan Moore en el cómic La broma asesina, historia que empatiza un poco con el villano, mostrándolo como un perdedor al que su implacable ciudad está a punto de devorar. Al final su respuesta va a ser abrazar la locura de un modo absoluto y casi redentor. Joker va a ser respetado en los bajos fondos por su absoluta falta de moral y de escrúpulos, así como por lo imprevisble de sus actos: nunca puedes estar completamente seguro teniendo al Joker delante, pero tampoco en su ausencia.

La película de Todd Phillips es una visión muy personal y acertada de este mito moderno. Tomando como referencia Taxi Driver de Martin Scorsese, Phillips realiza un soberbio retrato de una ciudad en crisis, de un lugar inhóspito que ha dado la espalda a sus ciudadanos más desfavorecidos, que tienen que sobrevivir ajustándose a las leyes de un mercado laboral con carácter selvático. Además Arthur Fleck, que así se llama el protagonista en este filme, vive en un sórdido edificio que no quiere ser reformado por sus propietarios, tiene problemas psiquiátricos y la ciudad le quita sus magras prestaciones sociales. Un cóctel explosivo que hundiría a cualquiera, pero que en su mente perturbado no es más que una excusa para utilizar su disfraz de payaso para aterrorizar, no para que los demás se rian de él. En una entrevista concedida a la revista Dirigido, el director establece algunos paralelismos entre la situación actual de Estados Unidos y la que se refleja en la película:

"Ciertamente la película trata sobre esa falta de simpatia por los que menos tienen, que se ha amplificado en los últimos años en nuestra cultura por muchas razones, entre ellas por el gobierno que tenemos, pero también por la influencia de internet. Creo que cuando tienes un mundo como éste tienes el presidente que te mereces, y a la vez, cuando tienes un mundo como Gotham tienes el villano que te mereces."

El virtuosismo de una película como Joker se debe sobre todo al compromiso de Joaquin Phoenix con su personaje, a la perfecta dirección de Phillips y a una música que siempre suena acorde con los estados de ánimo del protagonista. Otro de sus aciertos es que aquí el antagonista no es Batman, sino su padre, un Thomas Wayne que es retratado como un ultracapitalista sin escrúpulos, muy lejos de otras versiones en las que aparece como devoto esposo y padre, preocupado por ayudar a los más desfavorecidos. La presencia de un Robert de Niro que llevaba años sin culminar una interpretación tan acertada (con ecos de su personaje en El rey de la comedia, también de Scorsese), es la guinda de un pastel tan sabroso como complejo, la tan soñada película de superhéroes de autor, que ha logrado la hazaña de ganar el León de Oro en el festival de Venecia. Lo más sorprendente de Joker es que, a pesar de estar narrada desde el punto de vista de una mente perturbada, su vocación hiperrealista resulta estremecedora.

jueves, 24 de octubre de 2019

LA SOLEDAD DEL CORREDOR DE FONDO (1959), DE ALAN SILLITOE Y DE TONY RICHARDSON (1962). LA MORAL DEL PERDEDOR.

Alan Sillitoe es uno de esos ejemplos de escritores que se empiezan a interesar a la literatura durante una larga convalecencia. Silloe se propuso narrar historias acerca de un mundo que conocía muy bien: el de la clase obrera británica, aquella a la que llegaban lentamente los beneficios del milagro económico británico posterior a la Segunda Guerra Mundial. Se trata de un mundo bastante sórdido, repleto de obreros sin mucho horizonte vital, de pequeños delincuentes y ancianos olvidados a los que jamás se les recompensó debidamente su contribución a las victorias británicas en ambas guerras mundiales.

En el relato que da título al libro, encontramos a un auténtico rebelde sin causa, un adolescente perteneciente a una familia disfuncional que intuye la marginalidad a la que va a estar destinado el resto de su vida. Después de haber sido detenido por robar en una panadería, Smith ingresa en un Reformatorio. Cuando el director del mismo advierte que el joven tiene un talento innato para la carrera de resistencia, empieza a ofrecerle algunos privilegios (como el de entrenar en completa libertad por los alrededores del edificio) a cambio de esforzarse en ganar un campeonato estatal, algo que le obsesiona. Mientras entrena en soledad, Smith vuelve a sentirse como un ser humano: la misma institución que le ha encerrado, ahora le ofrece pequeñas dosis de libertad a cambio de que el esfuerzo de Smith otorgue prestigio al Reformatorio:

"(...) y entonces conocí la soledad que siente el corredor de fondo corriendo campo a través y me di cuenta que por lo que a mí se refiere esta sensación era lo único honrado y verdadero que hay en el mundo, y comprendí que nunca cambiaría, sin importar para nada lo que sienta en algunos momentos raros, y sin importar tampoco lo que me digan los demás. El corredor que venía detrás debía de estar muy lejos porque había mucho silencio, y se notaba menos ruido y movimiento incluso que el que se nota una fría madrugada de invierno a las cinco. Era difícil de entender, y lo único que sabía era que uno tenía que correr, correr, correr, sin saber por qué está corriendo, pero uno seguía adelante atravesando campos que no entendía y metiéndose en bosques que le asustaban, subiendo lomas sin saber cómo había subido o bajado, y atravesando corrientes de agua que le habrían arrancado el corazón a uno de haber caído en ellas."

La elección moral de Smith, que se sustancia al final del relato, consiste en decidir si debe unirse al enemigo, y dar el primer paso hacia su integración en el sistema o seguir siendo un rebelde, castigado, sí, pero fiel a la ética del marginado, aquella que no busca solo el propio beneficio, sino también la retribución del mal a quienes le han castigado. La película de Richardson, es una fiel adaptación del relato, aunque desarrolla muchas situaciones y personajes que no aparecen en la obra de Sillitoe, lo que no es obstáculo para que ambos se complementen perfectamente.

El libro de Sillitoe contiene otras joyas, como Tío Ernest, un relato muy ambiguo acerca de la soledad de un señor maduro que ha vivido casi siempre en soledad y al que los acontecimientos que ha ido experimentando a lo largo de los años le parecen una especie de sueño en el que él ha sido un mero testigo sin implicación alguna con los mismos. La pequeña ilusión vital que se produce por la irrupción en su vida de dos niñas muy pobres, a las que da de comer todos los días, produce en el lector sentimientos encontrados, porque realmente jamás podemos saber cuales son las verdaderas intenciones de Ernest.

viernes, 27 de septiembre de 2019

IMÁN (1930), DE RAMÓN J. SENDER. LOS DEMONIOS DE ANNUAL.

La masacre de Annual, uno de los desastres bélicos más dramáticos de la historia de nuestro país, solo ha sido recuperado para la memoria colectiva en los últimos años, lo cual ha beneficiado a la hasta hace poco olvidada novela de Ramón J. Sender, uno de los mejores escritores españoles del siglo XX, que se lee muy poco en la actualidad. Aunque tuvo la suerte de no vivirlo en primera persona (Sender realizó su servicio en Marruecos poco después de la batalla), sí que tuvo oportunidad de conocer testimonios de primera mano, testimonios que sin duda son los que imprimen esa impresionante sensación de realidad al lector, por mucho que algunos hechos históricos estén alterados en la narración.

Imán puede considerarse un retrato de la verdadera España, de aquellos soldados procedentes de las posiciones más humildes de la sociedad que tuvieron que lidiar con las pésimas y caprichosas decisiones de sus gobernantes. Porque el Ejército español de África era un foco de corrupción que afectaba sobre todo al equipamiento y formación de sus soldados, una tropa numerosa pero mal mandada y peor organizada. Bastó una ofensiva decidida de la resistencia rifeña para desmoronar el frágil sistema defensivo español. Sobrepasados por la presión de las tropas de Abb el-Krim, los supervivientes emprendieron una huida desesperada, sabiendo que su destino, si eran capturados, era la tortura y la muerte: los campos alrededor de Annual quedaron sembrados de cadáveres mutilados de soldados españoles.

Imán cuenta la brutal experiencia de su protagonista, un soldado raso de la España profunda que no comprende muy bien el papel que él representa en esa tragedia, pero cuyo instinto de supervivencia le lleva a emprender una odisea para tratar de alcanzar la relativa seguridad de Melilla. La narración, en tercera persona (el narrador transcribe lo que Viance le va contando), es de un realismo atroz, abunda en detalles macabros y es capaz de transmitir en todo momento el estado, tanto físico como espiritual del protagonista. Escojo un párrafo al azar:

"Una lluvia de granadas precede al asalto. Hay en los moros una táctica desesperada. Una ola llega a la misma alambrada y se atrinchera en dos hoyos de granada, con un parapeto de cadáveres. Desde allí las granadas caen ya dentro de la posición y al telegrafista le parten un brazo. Con el otro sigue disparando y el dolor limpia de sombras la razón —el tópico del dolor moral que purifica es exacto en cuanto al dolor físico— y reflexiona. Si fuera una lucha entre ejércitos regulares, se entregarían y pasarían a la situación de prisioneros; pero aquí, después de lo que todos han visto —el martirio del oficial aviador—, no hay esperanza ninguna. Las granadas acaban de destruir la tienda de los heridos, derriban el parapeto por un lado y hieren a varios soldados. Viance tiene un balín clavado en la rodilla. Al alzarse los moros sobre las alambradas, las ametralladoras hacen un alarde vano y los cañones disparan un tiro, luego otro, muy espaciado. Vacilan los asaltantes y, por fin, avanzan decididos."

Uno siente un escalofrío cuando se acerca de esta manera al sufrimiento de un buen puñado de nuestros antepasados, hombres voluntariosos a los que hacían ir en alpargatas a una guerra que se disputaba en un páramo muy lejos de casa y por motivos que a la mayoría de los soldados se les escapaban. Solo un amargo sentido del humor y brotes de camaradería podían hacer un poco soportable aquel infierno. Imán es un libro imprescindible para conocer un episodio muy poco glorioso de nuestra historia.

sábado, 21 de septiembre de 2019

LA LUZ DE LOS LEJANOS FAROS (2017), DE CARLOS GARCÍA GUAL. UNA DEFENSA APASIONADA DE LAS HUMANIDADES.

Nuestra época parece diseñada para cualquier cosa excepto para el sosiego. Apabullados por la infinita cantidad de mensajes y estímulos cada vez más cortos, intrascendentes y olvidables. Ya casi nadie se acerca a libros que exijan un cierto esfuerzo, una cierta concentración y mucho menos si éstos son los clásicos de Grecia y Roma, aquellos textos que configuraron nuestro idioma, nuestras costumbres y nuestras sociedades. Estos libros, que sirven para conversar con grandes hombres, que nunca acaban de decirnos todo lo que tienen que decirnos por mucho que los leamos, están casi proscritos. Y no porque sea difícil acceder a ellos. Al contrario, cualquier biblioteca o cualquier búsqueda en internet nos hace encontrarlos sin esfuerzo, pero tienen tanto con lo que competir que su presencia es casi invisible, así que lo primero que hace el profesor García Gual es lamentarse de esa realidad:

"Es indudable que la lectura —esa lectura lenta que reclamaba Nietzsche para los grandes textos, pero también la lectura sin más excusa que el placer de conversar con los grandes escritores, y abrir nuestro horizonte emotivo y mental— está en claro declive en la sociedad de nuestros días, esa sociedad tan «líquida», tan «unidimensional», tan desdeñosa del pasado y orientada hacia otros medios técnicos y masivos de comunicación e información, y dominada por el consumo desenfrenado y continuo de imágenes y noticias audiovisuales."

La Universidad también se ha apuntado a este carro utilitarista. En una situación económica en la que cada vez resulta más complicado encontrar un empleo estable, tiene cierta lógica que la formación se vaya orientando cada vez más a las demandas de las empresas y se vayan dejando de lado los estudios humanísticos, considerados frecuentemente poco rentables y fuente de frustraciones para sus alumnos, porque con ellos difícilmente se van a ganar la vida en el futuro. Todo esto nos empobrece como sociedad. Dar de lado a las enseñanzas de los que nos precedieron afecta gravemente a nuestra comprensión crítica del mundo. Se está criando a una generación de especialistas en un solo campo, que apenas tienen interés en ver más allá de su propia especialización.

Pero la mejor invitación a leer los clásicos no se basa en la erudición que pueden proporcionar, sino en el mero placer que provoca acercarse a ellos, en descubrir cómo el conocimiento y los mitos que nos rodean tienen sus orígenes muchos siglos atrás. Ya lo dijo Borges:

"Clásico es aquel libro que una nación o un grupo de naciones, o el largo tiempo, han decidido leer como si en sus páginas todo fuera deliberado, fatal, profundo como el cosmos, y capaz de interpretaciones sin término."

viernes, 13 de septiembre de 2019

EL JUICIO A EICHMANN. CAUSA PENAL 40/61 (1962), DE HARRY MULISCH. EL HOMBRE MÁQUINA.

 
El juicio a Adolf Eichmann, uno de los burócratas más destacados y a la vez grises, de la Alemania nazi resultó uno de los acontecimientos más espectaculares dentro de la introhistoria del ajuste de cuentas llevado a cabo por los vencedores y por las víctimas de la Segunda Guerra Mundial. El asunto fue llevado a cabo a través de una operación de los servicios secretos israelíes que derivó en la celebración de un proceso penal contra Eichmann en la ciudad de Jerusalén, algo sobre lo que escribió brillantemente la filósofa Hannah Arendt (derivándose de sus crónicas el famoso término banalidad del mal). Pero Arendt no fue la única escritora que fue testigo del procedimiento. El holandés Harry Mulisch también envió sus crónicas periodísticas desde el mismo lugar y lo hizo desde un punto de vista muy interesante y que puede calificarse como complementario al de la autora de Eichmann en Jerusalén.

Para Mulisch Eichmann también es "el funcionario tranquilo y cumplidor de su deber que transporta a los judíos europeos hacia las cámaras de gas de Rudolf Höss", un hombre casi sin personalidad, acostumbrado sobre todo a cumplir órdenes y que se comportó tan disciplinadamente ante la autoridad del tribunal como ante sus superiores de las SS, pero ante todo es el depositario de la voluntad última del gran jefe, de un Adolf Hitler que había ordenado de manera subterránea la destrucción completa de los judíos en Europa, una orden que había que cumplir por encima de todo, sin llegar en ningún momento a planteamientos de carácter moral:

"La orden está ahí. Siempre está ahí. Si en aquellos años, el canciller del Reich no hubiese sido Adolf Hitler, sino Albert Schweitzer, y Eichmann hubiese recibido la orden de transportar a todos los negros enfermos a hospitales modernos, la habría cumplido sin falta y su puntualidad le habría producido la misma satisfacción que sintió cuando realizó el trabajo que tiene a sus espaldas. No es tanto un criminal, sino un hombre capaz de todo."

Un hombre capaz de todo por satisfacer al poder establecido. Un hombre tan extraño que admiraba al pueblo judío, tanto que se dedicó durante largo tiempo a estudiar sus costumbres, para luego poner todo ese conocimiento al servicio de sus verdugos. Pero en última instancia, Eichmann es una especie de hombre-máquina, una especie de mecanismo o engranaje que mantiene en funcionamiento la gran estructura criminal de la Alemania nazi. Una máquina de matar, pero no porque el hombre posea un especial instinto asesino, sino porque se trata de una máquina perfecta dedicada a cumplir los deseos de sus superiores. 

En cualquier caso, entre sesión y sesión del juicio, Mulisch tiene tiempo de describirnos sus excursiones por Jerusalén y el resto de Israel, para viajar a Alemania y visitar el cuartel general de Eichmann, para ver Auschwitz con sus propios ojos y para recordarnos que en la Divina Comedia (libro que causalmente estoy leyendo yo ahora), la salida del infierno se encuentra en un punto terráqueo diametralmente opuesto a Jerusalén. Todo esto le hace ser muy pesimista acerca del futuro inmediato (hablamos de 1962), que puede acechar a Europa:

"La Europa de Rafael y de Goethe tiene tanto que ver con la Europa de ahora como un cubo de leche de vaca con la mierda resultante si se le echa un chorro de vinagre. Aunque hayamos destilado un poco democráticamente el agua ácida y hayamos procesado la mierda para convertirla en una crema de bienestar, ya no es leche y nosotros debemos tener cuidado de que, a partir de ahora, no todos los caminos lleven a Auschwitz. En menos años de los que se pueden contar con los dedos de la mano, cualquiera que lea esto puede ser lanzado al fuego de la casa en la que vive ahora. Por ejemplo, porque sabe leer o porque es rubio o por algún otro motivo que no se le aclarará."

lunes, 9 de septiembre de 2019

CAPITALISMO Y DEMOCRACIA 1756-1848. (2018), DE JOSEP FONTANA. CÓMO EMPEZÓ ESTE ENGAÑO.

Es indudable que, a partir de 1989, el triunfo del sistema capitalista ha sido prácticamente incontestable. La sociedad asumió hace tiempo que las actuales son las únicas reglas de juego posibles y cada cual se adapta a esta realidad en la medida de sus capacidades, pero también en cuanto a la fortuna del grupo social en el que le haya tocado nacer. Lo que viene a decir Josep Fontana en este ensayo póstumo es que las revoluciones que jalonaron el siglo XIX fueron una especie de mascarada para consolidar el poder económico (y político) de las clases sociales dominantes, arrebatando de paso la capacidad de decisión del trabajador tradicional, aquel que se organizaba en gremios y luego en sindicatos:

"Puede considerarse que a partir de 1848 quedó establecido un sistema que, en términos generales, era similar al que rige hoy en día, con mejoras que se fueron añadiendo, como la de conseguir controlar los resultados electorales mediante el sufragio universal. No obstante, a lo largo de todo este tiempo, se pueden rastrear los vestigios, negligidos por la erudición académica, de otra propuesta de democracia igualitaria que no se basaba en el dominio de los propietarios, sino en el de los consejos y sindicatos. De hecho, hubo unos años, entre 1945 y 1989, en que, debido a la influencia de la revolución soviética y del auge de los sindicatos en el mundo capitalista, pareció posible la consolidación de algo parecido a este proyecto igualitario. Pero el capitalismo salió vencedor de la pugna y hoy en día domina nuestras vidas."

En Capitalismo y democracia Fontana realiza un particular repaso de la historia europea desde la mitad del siglo XVIII (incluyendo a una siempre rezagada España), una historia que sentó las bases de lo que somos ahora mismo, una vez que ni siquiera las recetas socialdemócratas, que tanto ayudaron a una expansión económica más democrática en los años cincuenta y sesenta, gozan de demasiado prestigio. Y la preocupación principal del profesor Fontana es en qué escenario terminará derivando todo esto, pues a la concentración de riqueza en pocas manos se une la preocupación por el medio ambiente, poniendo especial énfasis en la usurpación de la propiedad de la tierra de los campesinos tradicionales a los grandes latifundistas. ¿Llegarán en el futuro nuevas revoluciones por parte de los de abajo? Quizá la presión migratoria desde una cada vez más superpoblada África vaya a ser un aspecto decisivo en este punto.

lunes, 2 de septiembre de 2019

JOSEPH GOEBBELS. VIDA Y MUERTE (2009), DE TOBY THACKER. EL GENIO MALIGNO DE LA PROPAGANDA.

La figura de Joseph Goebbels es, de entre todos los dirigentes del Tercer Reich, una de las que más mitología ha suscitado. Goebbels es percibido en el imaginario popular como una especie de genio maligno que alentaba la resistencia de Alemania contra sus enemigos a base de difundir mentiras entre sus ciudadanos. Frente a estos tópicos, se alza este riguroso estudio del historiador Toby Tacker, que intenta colocar a tan conocida figura dentro de su contexto histórico desde una perspectiva realista. 

Es cierto que Goebbels fue un ser con una cierto complejo por no haber podido participar en los combates de la Primera Guerra Mundial debido a su cojera. Esto le impedía sentirse partícipe de la raza aria, del volk que había sido traicionado por una puñalada por la espalda y que necesitaba volver a demostrar su grandeza, su superioridad frente a los enemigos, siendo el principal de ellos (y esto sería una obsesión durante toda su vida), el judaísmo internacional. Su servicio patriótico, lo llevaría a cabo trabajando sin descanso difundiendo el mensaje del nacionalismo a través de incontables mítines y publicaciones. Después de una juventud marcada por algunos acercamientos al comunismo, terminó identificándose plenamente con el ascenso progresivo del partido de Hitler, al que conoció por primera vez en 1925, al asistir a uno de sus discursos. Goebbels anotó esto en su diario:

"Ahora sé que él, el líder, ha nacido para ser el Führer. Estoy dispuesto a sacrificarlo todo por este hombre. La historia da a los pueblos los más grandes hombres en los momentos de necesidad máxima."

No eran palabras vacías. Poco a poco su indudable inteligencia y visión estratégica de la política, así como su gusto por la violencia, le fue granjeando popularidad en el seno del Partido nazi. Su capacidad para excitar a masas de oyentes (a veces incluso hostiles) con su mensaje extremadamente nacionalista y racista se convirtió casi en legendaria e eso le hizo viajar por todo el país, hasta que Hitler le encargó la organización del Partido en la capital del país, Berlín. Para él, ese fue el comienzo de la aventura excitante de la conquista del poder, por medios legales y utilizando también dosis de violencia extrema en determinados momentos. En cualquier caso, en un discurso pronunciado en 1931 ya advirtió de las intenciones de los nazis:

"Según la constitución, sólo estamos vinculados a la legalidad del camino, pero no a la legalidad del objetivo. Queremos conquistar el poder legalmente, pero lo que comencemos a hacer con ese poder, una vez que lo poseamos, es cosa nuestra."

Una vez en el poder, fue nombrado Ministro de Propaganda, un arte que él dominaba como nadie. La tarea que Goebbels se impuso fue la de dirigir la ideología del pueblo, la de asegurarse el apoyo perpetuo de las masas a través de una lluvia constante de eslóganes, mensajes y consignas de todo tipo que debían llegar a todos los rincones del Reich. En un discurso dirigido en 1933 a los directores de emisoras radiofónicas alemanas, ofreció algunos apuntes acerca de la labor de su Ministerio:

"(...) quien haya de comprender la propaganda ha de estar completamente saturado de sus ideas sin ser consciente de ello. Obviamente, la propaganda tiene un fin, pero ese fin debe ser disimulado con tanta inteligencia y virtuosismo que quien haya de verse imbuido de este propósito no se dé cuenta de ello."

Una de las ideas que refleja la biografía de Toby Thacker es la de que Goebbels, habiendo sido el gran genio de la propaganda, no fue quien creó a Hitler ni a su extraordinario carisma. Las bases del siniestro éxito del futuro Führer estaban ya puestas, aunque es indudable que él ayudó a pulirlas y a darles difusión masiva a través de una inhumana capacidad de trabajo y a su magnífica intuición para comprender cuáles eran los nuevos medios permitían llegar al mayor número de gente. El cine y la radio fueron ampliamente desarrollados y sus posibilidades explotadas al máximo, como método de exaltación de la grandeza de la nueva Alemania y de sus dirigentes.

Cuando estalló la guerra, el gran reto de Goebbels fue mantener la moral de población, así como la fidelidad de la población y su fuerza de trabajo en pos de la victoria prometida. En los primeros años, los de las victoria relámpago, la tarea fue relativamente sencilla, pero cuando las cosas empezaron a torcerse en Rusia, el ministro tuvo que poner toda la carne en el asador para, a través del odio y del miedo al enemigo, mantener la capacidad de resistencia. Su momento culminante llegó a principios de 1943 cuando, tras la derrota de Stalingrado, ofreció un exaltado discurso en el Sportplatz de Berlín, en el que declaró la guerra total a sus enemigos frente a los vítores histéricos de las miles de personas que escuchaban. Aunque de cara a la galería, Goebbels mantenía su triunfalismo, las anotaciones de su diario eran cada vez más pesimistas, sobre todo cuando las consecuencias de la guerra comenzaron a llegar directamente a la población a través de los cada vez más masivos bombardeos sobre las ciudades alemanas. A diferencia de Hitler, que nunca quiso acercarse personalmente a animar a la población, Goebbels solía visitar los barrios y fábricas bombardeados. Además, era partidario de decir la verdad en cuanto a la situación bélica, para que el miedo a las represalias soviéticas fuera la fuerza de choche que movilizara a la gente a incrementar su capacidad de resistencia.

En abril del 45, cuando el Reich se desmoronaba, Goebbels decidió permanecer en Berlín junto a Hitler, a diferencia de muchos otros dirigentes que intentaron escapar o negociar con los Aliados a espaldas del Führer. Su último acto de crueldad fue sacrificar a sus hijos poco antes de suicidarse él mismo junto a su esposa, una Magda Goebbels con la que había mantenido una relación de amor-odio durante años.

miércoles, 28 de agosto de 2019

LA MUERTE DEL PADRE. MI LUCHA I (2009), DE KARL OVE KNAUSGÁRD. LA LITERATURA DEL YO.

Escribir acerca de uno mismo debe ser el ejercicio más fácil y a la vez más difícil de la literatura. A la facilidad de acceder al material (solo hay que pasear un poco por los propios recuerdos) se opone un lógico sentimiento de pudor que obstaculiza el deseo de hablar de la propia intimidad y la de los seres queridos, que no tienen por qué ver expuestas sus miserias en un texto literario. Parece ser que Karl Ove Knausgárd se liberó a sí mismo de dichos prejuicios a la hora de emprender su magno proyecto novelístico: nada menos que contar su vida con un estilo minucioso, atento al detalle y que no hace ascos a los recuerdos más nimios y aparentemente intrascendentes de la propia existencia. Quizá la clave que le llevó a ello fue una especie de distanciamiento de los sentimientos respecto a los hechos del pasado:

"Hasta que me mudé a Estocolmo tenía la sensación de que en mi vida había una continuidad, como si se extendiese ininterrumpidamente desde la infancia hasta el presente, enlazada siempre por nuevas relaciones, en una compleja e ingeniosa configuración en la que cada fenómeno que veía era capaz de evocar un recuerdo que despertaba en mí intensos sentimientos, algunos con un origen conocido, otros no. Gente con la que me encontraba que venía de ciudades en las que yo había estado, viejos conocidos, todo formaba una red densamente tejida. Pero cuando me mudé a Estocolmo, ese exceso de recuerdos se hizo cada vez más raro, y un día cesó por completo. Es decir, todavía podía recordar, lo que ocurría era que los recuerdos ya no despertaban nada en mí. Ninguna añoranza, ningún deseo de volver, nada. Sólo el propio recuerdo, y una especie de aversión casi imperceptible ante todo lo que tenía que ver con él."

La grandeza de Knausgárd estriba en que le importa poco que el lector se sienta cómodo con lo que cuenta o con cómo lo cuenta. A él le interesa la evocación, la exploración de sí mismo, si cuando pensaba en ciertas cosas un coche pasaba junto a su ventana e incluso el color de ese cohe o si iba rápido o lento. Pero entre todo este manantial de palabras se encuentra el tesoro, la relación del autor con su familia y sobre todo con su padre, un personaje extraño que un determinado momento se desliga de sus seres queridos y sigue existiendo para ellos, pero ya como un ser etéreo y misterioso, que habita en su propio mundo y que poco a poco se va volviendo más y más alcohólico, más y más aislado hasta su trágica autodestrucción final. Después de pasarse un tiempo deseando su muerte, el protagonista se desespera en el proceso de duelo, porque el pasado inmediato del progenitor es demasiado doloroso como para ser evocado: basta con contemplar las huellas de basura y cochambre que ha dejado en casa de su traumatizada abuela. En cualquier caso, el propio Knausgárd confiesa en una entrevista que la escritura no le ha servido del todo como ejercicio terapeútico, pero sí para sentirse más libre:

"El miedo me viene de mi padre. De lo autoritario que era. Escribí Mi lucha para liberarme de él, y no sé si lo he conseguido. Pero sí he entendido que la vida tiene reglas y la literatura no, que hay una vulnerabilidad esencial en lo literario que permite desmantelarlo todo. En ese sentido, la literatura es lo opuesto al fascismo, y a cualquier sistema. Es un no sistema, un espacio de libertad en el que todo es posible."