Uno de los mejores personajes de los cómics de DC es la propia ciudad de Gotham. En contraposición a Metrópolis, una urbe luminosa y que cree en el futuro, Gotham City se encuentra en perpetua decadencia, una ciudad oscura y maloliente, cuya principal característica es la desigualdad en la distribución de la riqueza, consecuencia de una corrupción endémica. Gotham, como se refleja en la irregular serie del mismo nombre, no puede sino ejercer una influencia maligna a sus habitantes, algunos de los cuales enloquecen y se convierten en supervillanos. El gran superhéroe local, Batman, también tiene mucho de demente y muchos creen que su presencia, más que disuadir a los villanos, es un potente imán que los atrae a Gotham.
Pero si hay que hablar del más carismático de los enemigos del hombre murciélago, este es el Joker. A lo largo de los años, su origen a contado con diferentes versiones. Una de las más celebradas es la que narra Alan Moore en el cómic La broma asesina, historia que empatiza un poco con el villano, mostrándolo como un perdedor al que su implacable ciudad está a punto de devorar. Al final su respuesta va a ser abrazar la locura de un modo absoluto y casi redentor. Joker va a ser respetado en los bajos fondos por su absoluta falta de moral y de escrúpulos, así como por lo imprevisble de sus actos: nunca puedes estar completamente seguro teniendo al Joker delante, pero tampoco en su ausencia.
La película de Todd Phillips es una visión muy personal y acertada de este mito moderno. Tomando como referencia Taxi Driver de Martin Scorsese, Phillips realiza un soberbio retrato de una ciudad en crisis, de un lugar inhóspito que ha dado la espalda a sus ciudadanos más desfavorecidos, que tienen que sobrevivir ajustándose a las leyes de un mercado laboral con carácter selvático. Además Arthur Fleck, que así se llama el protagonista en este filme, vive en un sórdido edificio que no quiere ser reformado por sus propietarios, tiene problemas psiquiátricos y la ciudad le quita sus magras prestaciones sociales. Un cóctel explosivo que hundiría a cualquiera, pero que en su mente perturbado no es más que una excusa para utilizar su disfraz de payaso para aterrorizar, no para que los demás se rian de él. En una entrevista concedida a la revista Dirigido, el director establece algunos paralelismos entre la situación actual de Estados Unidos y la que se refleja en la película:
"Ciertamente la película trata sobre esa falta de simpatia por los que menos tienen, que se ha amplificado en los últimos años en nuestra cultura por muchas razones, entre ellas por el gobierno que tenemos, pero también por la influencia de internet. Creo que cuando tienes un mundo como éste tienes el presidente que te mereces, y a la vez, cuando tienes un mundo como Gotham tienes el villano que te mereces."
El virtuosismo de una película como Joker se debe sobre todo al compromiso de Joaquin Phoenix con su personaje, a la perfecta dirección de Phillips y a una música que siempre suena acorde con los estados de ánimo del protagonista. Otro de sus aciertos es que aquí el antagonista no es Batman, sino su padre, un Thomas Wayne que es retratado como un ultracapitalista sin escrúpulos, muy lejos de otras versiones en las que aparece como devoto esposo y padre, preocupado por ayudar a los más desfavorecidos. La presencia de un Robert de Niro que llevaba años sin culminar una interpretación tan acertada (con ecos de su personaje en El rey de la comedia, también de Scorsese), es la guinda de un pastel tan sabroso como complejo, la tan soñada película de superhéroes de autor, que ha logrado la hazaña de ganar el León de Oro en el festival de Venecia. Lo más sorprendente de Joker es que, a pesar de estar narrada desde el punto de vista de una mente perturbada, su vocación hiperrealista resulta estremecedora.
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