El siglo XX fue una época terrible para la mayoría de los países de América Latina. Atrapados entre dictaduras inhumanas, revoluciones sangrientas, guerras civiles, terrorismo, guerrilla e intervenciones extranjeras, para países como Guatemala la llegada de una democracia plena fue casi una utopía hasta llegada la mitad de los años ochenta. No obstante, el intento más sólido lo protagonizaron a mitad de siglo dos presidentes sucesivos, que trataron de de reflejar a Guatemala en el espejo de la democracia estadounidense: Juan José Arévalo y Jacobo Árbenz. Este último fue despojado trágicamente de la presidencia a través de un vil golpe de Estado auspiciado por la CIA.
El arquitecto del golpe fue Edward Bernays, un publicista, genio de la propaganda, que fue contratado por la United Fruit Company (una multinacional estadounidense que veía amenazados sus intereses en Guatemala con las medidas de reforma agraria auspiciadas por Árbenz), para hacer creer al gobierno de Estados Unidos que el país centroamericano vivía una revolución comunista que amenaba los intereses norteamericanos. Aunque parezca increíble, una mentira tan evidente - Árbenz más bien quería acercarse a su gran vecino del norte y tomar sus instituciones como modelo de la flamante democracia guatemalteca -, fue finalmente asumida los estadounidenses actuaron según la lógica de la Guerra Fría, para imponer como gobernante al mediocre Castillo Armas como dictador, un militar que fue sustituido varios años después por medio de su asesinato.
Pero lo que más fascina a Vargas Llosa de todo este proceso y uno de los principales motivamente para lanzarse a la escritura de Tiempos recios, es esa idea de fake news, de esas mentiras obvias que son manipuladas a través de sofisticadas técnicas de propaganda para que sean creídas por el público para crear un estado de opinión pública favorable a ciertos intereses. Hasta la intervención de Bernays, apenas había estadounidenses que supieran ubicar Guatemala en el mapa. Al poco tiempo, el pequeño país centroamericano se había convertido en un foco constante de noticias que lo situaban como la principal amenaza comunista de la región. Como dice Vargas Llosa en una entrevista publicada por el suplemento cultural Babelia:
"Las fake news tienen un éxito absoluto. Bernays, ese sobrino de
Sigmund Freud que tiene la idea de que la publicidad va a ser el
principal instrumento de poder en el siglo XX, se inventó que Guatemala
se estaba convirtiendo en un satélite soviético porque la URSS quería
entrar en América Latina para apoderarse del canal de Panamá. Es una
fantasía delirante que contradice el proyecto de Árbenz, que quería
hacer de Guatemala un país moderno, una democracia capitalista. Cuando
reparte las tierras a medio millón de campesinos guatemaltecos, busca la
forma para que ellos fueran empresarios privados de esas tierras, para
que no fueran descapitalizados otra vez por los latifundistas. Es una de
las grandes injusticias históricas que este Gobierno democrático
elegido en elecciones libres fuera derrocado por una conspiración que lo
acusaba de comunista."
Pero Tiempos recios es mucho más que la historia de una mentira. Se trata de una magnífica novela, que remite por momentos a La fiesta del chivo, llena de personajes memorables, algunos muy enigmáticos, como Marta Borrero, que jugó un papel importante, pero brumoso en esta historia y muchos de ellos canallas que consagran su existencia a hacer realidad los deseos de sus gobiernos, como el embajador Peurifoy o el dominicano Johnny Abbes, que personalizó la ayuda del régimen de Trujillo a un golpe de Estado que desató todos los demonios sobre Guatemala, causó de miles de muertos, saqueó a los campesinos pobres que habían recibido tierras de la reforma agraria e influyó para mal en todos los países del entorno, empezando por Cuba, cuya revolución comprendió que tenía que acercarse a la Unión Soviética desde el primer instante para blindarse frente a una intervención similar de los estadounidenses. Al final tanto sufrimiento solo benefició realmente a la United Fruit Company, la multinacional que tanto daño hizo a Latinoamérica y que acabaría quebrando unos años después.
Me gusta mucho más como escritor que como político, la verdad.Espero que este libro recién salido me llene.
ResponderEliminarUn abrazo
Vargas Llosa ataca al imperialismo yankee de la guerra fría por haberse precipitado al rechazar las posibilidades de la democratización en América Latina, considerando que solo se podía elegir entre dictaduras militares y dictaduras comunistas. La mera verdad es que, a día de hoy, 50 años después, sin Guerra Fría, la democracia latinoamericana sigue sin dar para mucho y sigue existiendo el peligro de las dictaduras comunistas -o bolivarianas.
ResponderEliminar