Es indudable que, a partir de 1989, el triunfo del sistema capitalista ha sido prácticamente incontestable. La sociedad asumió hace tiempo que las actuales son las únicas reglas de juego posibles y cada cual se adapta a esta realidad en la medida de sus capacidades, pero también en cuanto a la fortuna del grupo social en el que le haya tocado nacer. Lo que viene a decir Josep Fontana en este ensayo póstumo es que las revoluciones que jalonaron el siglo XIX fueron una especie de mascarada para consolidar el poder económico (y político) de las clases sociales dominantes, arrebatando de paso la capacidad de decisión del trabajador tradicional, aquel que se organizaba en gremios y luego en sindicatos:
"Puede considerarse que a partir de 1848 quedó establecido un sistema que, en términos generales, era similar al que rige hoy en día, con mejoras que se fueron añadiendo, como la de conseguir controlar los resultados electorales mediante el sufragio universal. No obstante, a lo largo de todo este tiempo, se pueden rastrear los vestigios, negligidos por la erudición académica, de otra propuesta de democracia igualitaria que no se basaba en el dominio de los propietarios, sino en el de los consejos y sindicatos. De hecho, hubo unos años, entre 1945 y 1989, en que, debido a la influencia de la revolución soviética y del auge de los sindicatos en el mundo capitalista, pareció posible la consolidación de algo parecido a este proyecto igualitario. Pero el capitalismo salió vencedor de la pugna y hoy en día domina nuestras vidas."
En Capitalismo y democracia Fontana realiza un particular repaso de la historia europea desde la mitad del siglo XVIII (incluyendo a una siempre rezagada España), una historia que sentó las bases de lo que somos ahora mismo, una vez que ni siquiera las recetas socialdemócratas, que tanto ayudaron a una expansión económica más democrática en los años cincuenta y sesenta, gozan de demasiado prestigio. Y la preocupación principal del profesor Fontana es en qué escenario terminará derivando todo esto, pues a la concentración de riqueza en pocas manos se une la preocupación por el medio ambiente, poniendo especial énfasis en la usurpación de la propiedad de la tierra de los campesinos tradicionales a los grandes latifundistas. ¿Llegarán en el futuro nuevas revoluciones por parte de los de abajo? Quizá la presión migratoria desde una cada vez más superpoblada África vaya a ser un aspecto decisivo en este punto.
"hubo unos años, entre 1945 y 1989, en que, debido a la influencia de la revolución soviética y del auge de los sindicatos en el mundo capitalista, pareció posible la consolidación de algo parecido a este proyecto igualitario."
ResponderEliminarMe parece una solemne estupidez. Había leído alguna crítica negativa sobre el señor Fontana, pero la muestra ya impresiona bastante. ¿Un proyecto igualitario? Los regímenes comunistas fueron todo lo igualitario que se puede esperar. Si no se produce un cambio cultural profundo en el comportamiento social es imposible que surja ningún proyecto igualitario por mera presión política.
Hoy por hoy, el principal motor de los movimientos político igualitarios es, como siempre ha sido, el resentimiento social, y por ahí no se puede ir más lejos de adonde ya se fue (dictaduras de "lucha de clases"...)