sábado, 1 de noviembre de 2025

UNA CASA LLENA DE DINAMITA (2025), DE KATHRYN BIGELOW.

Hace unos meses reseñé aquí mismo un libro magnífico de Annie Jacobsen, titulado Guerra nuclear. Los creadores de esta película han debido leerlo también, puesto que plasma perfectamente en imágenes el escenario que propone Jacobsen: el de un ataque nuclear imprevisto que desencadene en minutos la Tercera Guerra Mundial, lo que podría significar el fin de nuestra civilización. Como sucede en el libro, Una casa llena de dinamita pone énfasis en el escaso margen temporal de respuesta que supone una agresión de estas características, una respuesta protagonizada por una serie de funcionarios de Defensa que buscan desesperadamente a sus líderes para que decidan en minutos qué hay que hacer en una situación así, una situación inimaginable por mucho que la hayan simulado en cientos de ocasiones. Como el margen temporal es tan escaso, Bigelow enseña sucesivamente los mismos acontecimientos desde diferentes puntos de vista. El resultado causa mucha más sensación de terror que cualquier película moderna del género, puesto que en pantalla se está mostrando una posibilidad real que está presente en la agenda de nuestros políticos, aunque no se enseñen imágenes apocalípticas. Al final lo que retrata Una casa llena de dinamita es a seres humanos tratando de asimilar el fin del mundo y tomando decisiones imposibles, incluyendo al mismísimo presidente de Estados Unidos, al que los acontecimientos le sorprenden en un evento baloncestístico con adolescentes, algo que recuerda mucho al George Bush del 11 de septiembre. Una película que quiere ser absolutamente realista y veraz que, por cierto, ha sido criticada por el Pentángono.

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HORIZONTES DEL OESTE (1952), DE BUDD BOETTICHER.

Dos hermanos vuelven a su hogar después de participar en la Guerra Civil americana. Han formado parte del bando perdedor, pero regresan con cierta dignidad después de años de dura lucha. El hermano joven, un idealista, vuelve contento porque ha peleado por lo que creía y espera volver a trabajar las tierras familiares como vaquero. El hermano mayor es mucho más ambicioso, quiere enriquecerse rápidamente aprovechando las oportunidades de negocio que observa en su entorno. A partir de aquí Boetticher, con gran economía de medios, construye un relato ejemplar en el con unos pocos trazos define a unos personajes complejos con unas motivaciones bien establecidas. Desde luego el papel más agradecido es el de Robert Ryan, un tipo decente y ambicioso que va corrompiéndose hasta convertirse en un criminal debido a haber contraído una importante deuda de juego y haberse enamorado de la esposa de su acreedor. Una muestra más del talento de Boetticher, que era capaz de rodar unas películas en las que no falta ni sobra nada y que se han convertido en auténticos clásicos del género.

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