Resulta sorprendente la vitalidad de un director de la edad de Ridley Scott, que después de entregar una de las mejores películas de la década - El último duelo - realiza en La casa Gucci un análisis del poder económico contemporáneo, un poder basado en el capitalismo más puro. Y es que ese deseo por poseer prendas de vestir de firma a precios imposibles es uno de los mecanismos de distinción más populares (entre las clases pudientes), conformándose los menos afortunados con intentar dar el pego comprando ropa de imitación. Precisamente esa realidad es la que empieza a activar los mecanismos de la ambición de la esposa del heredero de la Casa Gucci, que arrastra a su dubitativo marido hacia una especie de comportamiento mafioso que tiene como consecuencia la traición al resto de miembros del clan familiar. La película de Scott es muy entretenida y sus más de dos horas y media de duración no pesan para nada, más bien hubiera sido necesario más metraje para explicar unos cambios de comportamiento tan radicales en los protagonistas sin que se muestre una evolución al respecto. La Casa Gucci puede servir como actualización y homenaje a aquellas series que veían nuestros padres dedicadas a la contemplación de las luchas intestinas entre miembros de familias privilegias, al estilo de Falcon Crest, Dinastía o Dallas. Película muy entretenida, pero a la que se le echa en falta un desarrollo más racional de esos personajes interpretados por un elenco de algunos de los mejores actores que pueden encontrarse en estos momentos.
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Sin duda una opción de mucho peso con características para no ser defraudado. Genial!
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