Bajo la apariencia de la típica comedia romántica - solo hay que ver el cartel de la película para cerciorarse de ello - se esconde una interesante propuesta que se acerca al mundo de los adictos al sexo con cierta seriedad. Mark Ruffalo interpreta a un adicto que lleva cinco años siendo absolutamente célibe - masturbaciones incluidas - y asistiendo a terapia de grupo para tratar de superar su enfermedad. En este sentido la película quiere ser realista e incluso un tanto cruda a la hora de exponer el problema ante el espectador, sobre todo cuando conocemos al personaje interpretado por Jonag Hill, un médico que no puede evitar rozarse con mujeres en el metro y acosar al personal del hospital en el que trabaja. La pena es que nos encontramos ante un film muy comercial que no es capaz de llevar su interesante planteamiento a sus últimas consecuencias, por eso el final es muy amable y esperanzador, por mucho que se nos haya transmitido el mensaje de que en este tipo de enfermedades jamás se alcanza la curación completa. Mención especial para Tim Robbins, en un papel concebido a su medida.
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