¿Es posible trabajar en el negocio del tráfico de drogas pero tener las manos limpias? El protagonista de esta película lo cree así. Después de una carrera inmaculada en la que no ha sido más ambicioso de lo necesario, cree tenerlo todo controlado para retirarse y vivir el resto de su existencia cómodamente. Sin embargo, en el crimen organizado hay jerarquías y el jefe del protagonista - nunca sabremos su nombre - quiere encargarle un último trabajo. Como no podía ser de otra manera, lo que parece una tarea rutinaria, se convierte en una pesadilla y el personaje interpretado por Daniel Craig se va a dar cuenta en pocos días que los riesgos que ha asumido durante años se pueden materializar en una pequeña orgía de violencia y que es imposible actuar como un empresario normal cuando uno se rodea para hacer negocios de gente poco recomendable. Aunque el planteamiento de Layer Cake es impecable, la película se pierde pronto en diversos giros argumentales repentinos que pueden despistar algo al espectador, aunque ahí está la presencia de un espléndido Daniel Craig pre-Bond para mantener en todo momento el interés en la trama y recuperar el hilo argumental.
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