Porque la información que nos llega de manera constante no nos permite reposo. Lo que es una noticia o una opinión de plena actualidad queda obsoleta casi de forma inmediata para dar paso a novedades que requieren nuestra atención. El ser humano ya no es capaz de centrarse en nada, por lo que es incapaz de reflexionar con tal de no quedarse atrás, lo que nos hace cada vez más "miopes y precipitados", a decir de Han. La automatización de cada vez más procesos supone una falsa comodidad que al final lleva a una especie de esclavitud que anula parcelas cada vez más profundas de autonomía humana. Los algoritmos se hacen tan sofisticados que escapan a nuestra comprensión, pero aun así los aceptamos y subordinamos aspectos de nuestra vida a ellos.
En cierto modo somos la fuerza de trabajo que hace prosperar a compañías como Facebook o Google, que solo requieren controlar nuestra navegación y acciones en las redes para que produzcamos esos valiosos datos a los que sacan provecho, como se expone en obras como La era del capitalismo de la vigilancia, de Shoshana Zuboff. En este sentido, esta búsqueda humana de absoluto, de control absoluto más bien, puede derivar en un absoluto desastre para nuestra privacidad y nuestras libertades básicas:
"La digitalización es un paso consecuente hacia la anulación de lo humano. Es probable que el futuro humano se halle preestablecido: el hombre se anula para hacerse absoluto."
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