martes, 16 de agosto de 2022

GILDA (1946), DE CHARLES VIDOR.

Más allá de la aureola mítica que posee esta película - hay muy pocas que puedan presumir de esta condición - por los motivos por todos sabidos - Gilda es una obra muy sólida por muchos otros motivos. Se presenta como la historia de un triángulo amoroso en la que todos sus miembros se aman y se odian a la vez, sazonado por la historia pasada entre Gilda y Johnny. El gran escándalo es que la protagonista se presenta como una mujer absolutamente libre que se ríe de la sagrada institución matrimonial y tontea con cuanto hombre se le pone por delante mientras el marido y el antiguo amante intentan primero mirar para otro lado y después afrontar la situación como se supone que debía hacerlo un hombre de la época: el marido apelando a su sentido del honor; el amante a través de su perpetua amargura y de un cinismo a prueba de bombas. Si solo fuera por la famosa escena de los guantes y el tortazo, Gilda hubiera resistido al paso del tiempo solo como mera curiosidad y no como la sórdida historia imbuida del mejor cine negro que es. Además, el escenario, ese elegante y a la vez sórdido Casino en Buenos Aires, es un hallazgo perfecto para esta trama.

P: 7

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