La película de Jacques Demy es la crónica de la autodestrucción de un joven aparentemente integrado en la sociedad, arrastrado a la pasión por el juego por una mujer madura con la que vive una enfermiza historia de amor y desamor. Sus encuentros siempre son directos, pues juegan impulsivamente siendo así que en ocasiones consiguen ganar pequeñas fortunas, para arruinarse poco después en la miseria más absoluta. Todo esto tiene algo de metafísico, de sometimiento irrevocable al destino. A pesar de que Jean intenta reservar algo de dinero para emergencias, al final todo acaba cayendo en el mismo pozo negro. Ambos se sienten vivos y muertos a la vez, pero siguen adelante con esa relación que los arrastra a la nada. Formalmente, La bahía de los ángeles, es también una película muy interesante, que en cierta forma hipnotiza al espectador con su espléndida dirección y fotografía. No es una de tantas obras dedicadas a analizar el vicio del juego. Esta posee una especie de elemento etéreo e indefinible que seduce durante todo su metraje.
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