sábado, 30 de enero de 2010

EL FACTOR HUMANO (2008), DE JOHN CARLIN. UN HOMBRE PARA UN MILAGRO.


Antes de ir a ver la película de Clint Eastwood, he querido leer el libro en el que se basa, una apasionante biografía de los últimos años del hombre que evitó la guerra civil en Sudáfrica y supo reconciliar a sus habitantes después de decenios de apartheid. La escritura de John Carlin denota al periodista que hay en él: es precisa y excita continuamente la curiosidad del lector.

Todos hemos oído hablar de Mandela e incluso hemos visto reportajes en televisión. Ahondar en su vida y personalidad nos descubre a un personaje increible, incapaz de vengar las afrentas sufridas durante veintisiete años en su propia persona y de hablar de paz y reconciliación con sus enemigos. Lo que hizo Mandela está al alcance de muy pocos. La mayoría hubiera optado por la opción justiciera de la guerra y la venganza. Aquí dejo el enlace del artículo de Suite 101:


Al igual que España en su día, Sudáfrica tuvo que vivir su propia transición desde el odiado régimen del apartheid a una democracia igualitaria. Dicha tarea era casi imposible de acometer pues el país, más que ideológicamente, se encontraba dividido por razas.

La minoría blanca controlaba la riqueza y gozaba de un gran nivel de vida. La mayoría negra sobrevivía en medio de la pobreza y el sufrimiento. Solo un hombre como Mandela, con su actitud generosa y reconciliadora, podía ser capaz de llevar a cabo esta utopía.

El apartheid era un sistema de gobierno racista que se mantuvo en Sudáfrica durante decenios. Se basaba en la superioridad de la raza blanca, sobre todo de los antiguos colonizadores procedentes de Holanda, los boers.

La población negra, a pesar de constituir una mayoría abrumadora, vivía en los peores barrios y contaba con servicios públicos infinitamente inferiores a los de los boers. Cualquier conato de rebelión era sofocado a sangre y fuego. Sus líderes, como Mandela, iban a prisión o eran ejecutados.
Existian una serie de leyes, recogidas en el libro de Carlin, que definían el apartheid: la Ley de Servicios Separados, que disponía mejores playas u hospitales para los blancos, la Ley de Inscripción de la Población, que clasificaba a las distintas razas por orden de importancia descendente: blancos, mestizos, indios y negros y la Ley de Inmoralidad, que prohibía las relaciones amorosas entre miembros de razas distintas, aunque esto podía ser salvado si uno de los amantes solicitaba oficialmente cambiar de raza.

Como es lógico, el régimen del apartheid era uno de los más odiados del mundo. El contexto de la caída del muro de Berlín y la desaparición de los regímenes comunistas hizo advertir a los dirigentes sudafricanos que en el nuevo orden mundial su país iba a tener que afrontar cambios muy profundos.

Después de haber pasado veintisiete años en prisión, muchos de ellos en circunstancias muy difíciles, siendo huésped de una celda diminuta, Nelson Mandela se iba a convertir en el principal interlocutor del gobierno en la tarea de avanzar hacia la democracia y la igualdad de todos los ciudadanos del país, una labor titánica que pocos hombres podrían haber asumido. Para ello estudió la lengua y las costumbres de los boers y se esforzó en encontrar sus cualidades positivas.

La primera tarea de Mandela fue ir ganándose a sus enemigos, desde sus carceleros al presidente Botha. En 1990 ocurrió lo impensable: fue puesto en libertad y se dedicó a negociar con los dirigentes del país el fín del apartheid. Su actitud conciliadora, amistosa y constructiva convenció a Frederik de Klerk y a su gobierno de que una posible llegada del partido de Mandela , el Congreso Nacional Africano, no iba a significar un baño de sangre para la minoría blanca.

El peligro de guerra civil, ciertamente inminente en muchos momentos, pudo ser sofocado, en gran parte gracias al temple de Mandela, que supo ser generoso con los que hasta hacia poco habían sido sus carceleros. La aspiración de un Estado Autónomo boer dentro de la propia Sudáfrica, que abarcara las regiones más ricas del país fue poco a poco disipándose hasta quedar en nada.
En 1994 Nelson Mandela fue elegido presidente en las primeras elecciones libres por sufragio universal de toda la población en Sudáfrica.

Nada más tomar posesión, Mandela se encontró a una nación dividida. La población blanca aún andaba temerosa de la posible y justificada venganza de los que habían estado décadas oprimidos. Buena parte de la población negra quería hacer realidad este desquite.

El presidente comenzó la tarea de conseguir un consenso imposible, un gran acuerdo nacional en un país "cuya mayoría negra debería haber exigido a gritos la venganza y, sin embargo, siguiendo el ejemplo de Mandela, dio al mundo una lección de inteligencia y capacidad de perdonar" (página 13).

El rugby ha sido desde siempre la gran pasión de la población boer de Sudáfrica. Durante los años del apartheid, el Congreso Nacional Africano había conseguido el boicot de la selección nacional, algo así como si en España la selección nacional de fútbol tuviera prohibido participar en el mundial: algo que realmente dolía a la población blanca.

El nombre de la selección de rugby de Sudáfrica, los Springboks, era puro veneno a oídos de cualquier miembro de la población negra. Nada como ese nombre representaba la represión del apartheid. Mandela se propuso construir la unificación nacional a través del equipo.

El rugby como instrumento político. Algo que en principio podía parecer una idea de locos, funcionó gracias a las dotes de seducción de Mandela. El mundial de rugby de 1995, a celebrar en Sudáfrica, iba a ser el punto culminante de su estrategia de reconciliación nacional.

Nelson Mandela comenzó a visitar a la selección de rugby, se ganó el afecto de sus miembros y les hizo aprenderse el himno tradicional de los negros para que lo cantaran junto al que siempre había sido oficial al comienzo de los partidos. La población negra fue rindiéndose a la evidencia y en la final ocurrió lo impensable: todo el país estaba junto al equipo que hasta el momento había representado a los opresores. Mandela apareció en el estadio con la gorra y la camiseta de los Sprinboks y fue el delirio:

"El simbolismo era alucinante. Durante décadas Mandela había representado todo lo que más temían los blancos; durante más años todavía, la camiseta Springbok había sido el símbolo de todo lo que más odiaban los negros. Ahora, de pronto, ante los ojos de toda Sudáfrica y gran parte del mundo, los dos símbolos negativos se habían fundido para crear uno nuevo que era positivo, constructivo y bueno." (pag. 283).

La victoria de los Sprinboks y la consiguiente celebración, con abrazos entre blancos y negros fueron los mejores premios a la tarea de Mandela, un hombre que supo, con inteligencia y bondad, construir un país eliminando las semillas del odio y sustituyéndolas por las de la fraternidad.

miércoles, 27 de enero de 2010

NUNCA ME ABANDONES (2005), DE KAZUO ISHIGURO. EL FÍN DE LA INFANCIA.


Una profunda desazón es lo que provoca la lectura de este libro, no apto para almas demasiado sensibles. La sutilidad con la que el autor va dosificando las terribles revelaciones que componen la historia de Kathy hacen de esta novela una de las mejores de ciencia ficción de los últimos años, una distopía que con el tiempo se convertirá en clásica, no tanto por la descripción de la sociedad en la que sucede sino por el esfuerzo de entrar en la psicología de una de sus víctimas inocentes.

Siempre me he preguntado que clase de distopía sería nuestro mundo si fuéramos los protagonistas de una novela escrita por alguien perteneciente a una sociedad más avanzada y justa. No creo que saliéramos muy bien parados. Los hipotéticos lectores acabarían el libro escandalizados.

Aquí el enlace del artículo:


http://suite101.net/article/nunca-me-abandones-de-kazuo-ishiguro-a9650

lunes, 25 de enero de 2010

CENTAUROS DEL DESIERTO (1956), DE JOHN FORD. MARCADO POR EL ODIO.


El cine de John Ford ha sido desde siempre modelo para varias generaciones de grandes directores. Como curiosidad, decir que Steven Spielberg tiene tres películas favoritas que ve todos los años: "Los siete samurais", de Kurosawa, "Lawrence de Arabia", de David Lean y la que nos ocupa.

Un hombre de Texas regresa a casa después de muchos años. Ha estado en la guerra civil. En el bando perdedor, pero forma parte de los hombres que adquieren una extraña y amarga sabiduría en la derrota. En cualquier caso llega a decir que él nunca se rindió. Pero la paz no está hecha para Ethan Edwards. Al poco tiempo, los indios comanches matan a su familia y raptan a una sobrina. A partir de ese momento su vida no va a ser más que la crónica de una obsesión: encontrarla a cualquier precio.

John Wayne compuso con Ethan quizá el más complejo y atormentado de sus personajes. Su odio a los indios les hace verlos como subhumanos y matarlos (y no solo eso, también cortarles la cabellera o dispararles a los ojos una vez muertos para que su espíritu no encuentre paz) es lo único que le sosiega.

No vamos aquí a repetir los consabidos elogios a esta cinta: se trata de una de las grandes obras maestras del cine, modélica en todos los aspectos, y como tal la reconozco. Se me ocurrió viéndola que podría también interpretarse, aunque no fuera esa la intención del director, como una metáfora de la situación actual de Estados Unidos. Los protagonistas de "Centauros del desierto" sienten Texas como su casa, pero en realidad son colonizadores, que arrebatan la tierra y la caza a los pobladores originarios, por muy salvajes que sean y sufren las represalias (o el terrorismo, me atrevería a decir) de éstos. Los nuevos colonizadores americanos se enfrentan a situaciones similares. Dios sigue estando de su parte, así como la civilización y la democracia, pero buena parte de los conquistados no es de este parecer. Como Ethan, Estados Unidos lucha lleno de rabia, pero una lucha sin esperanzas de victoria ni de redención.

Mucho se ha polemizado acerca del personaje principal, siendo acusado principalmente de racista. Pero el director nos lanza el siguiente mensaje: el racismo y el odio no llevan a nada, engendran solo paisajes tan desérticos como los escenarios de la película. La mirada amarga de John Wayne nos lo está diciendo en cada fotograma. A cada paso va perdiendo un poco más los rasgos que le hacen humano. El presunto final feliz, lo es solo de cara a la galería.

viernes, 22 de enero de 2010

OBAMA: DE LA ILUSIÓN A LA DURA REALIDAD.


Vivimos tiempos interesantes. Esta afirmación no quiere decir que sea bueno vivirlos, sino que nos encontramos en continua zozobra, sin apenas asideros donde descansar los brazos agotados de nadar en un mar tormentoso. Si el año anterior fue desastroso, éste no ha comenzado mucho mejor: terremoto en Haití, desacuerdo en la cumbre del cambio climático, subida del paro y conatos de fascismo en nuestro país...

El Barack Obama de hace un año transmitía esperanza a mucha gente. Parecía que con solo la fluidez de su verbo los problemas se iban a ir disolviendo uno tras otro. Pero sucede que ha tomado sobre sus hombros una herencia demasiado pesada: una crisis económica brutal en combinación con dos guerras de desgaste cada vez más impopulares. En la llamada guerra contra el terrorismo Obama no ha tenido más remedio que, por inercia, seguir la estela de su predecesor, sazonada con buenas palabras de respeto a los derechos humanos del enemigo. Pero dicho enemigo no descansa y a punto estuvo de provocar una nueva masacre aérea en Detroit. Esto ha sido hábilmente aprovechado por los estrategas americanos para abrir un nuevo frente en Yemen (parece que a la hora de abrir frentes bélicos, el dinero no es problema). No vamos a hablar de la ocupación de Haití, pues debemos dar al ejército americano el beneficio de la duda y en principio debemos observarlo meramente como una acción humanitaria.

Respecto a la situación económica, el gigante americano parece despertar poco a poco, aunque los periódicos dan una de cal y otra de arena en este aspecto. Lo cierto es que los bancos que hace un año se encontraban moribundos, ahora pueden repartir primas millonarias a diestro y siniestro. El presidente, quizá motivado por la enorme frustración que le ha supuesto la puesta en peligro de su proyecto sanitario por la victoria republicana en Massachussetts, ha cargado contra los bancos, con lenguaje bélico incluido. Parece que quiere regular sus prácticas de riesgo, que provocaron la crisis actual y establecer un control sobre las mismas. Personalmente creo que esta es una guerra más difícil que la emprendida contra el terrorismo internacional, pero ya veremos si queda en algo.

Lo tristemente cierto es que el primer año de presidencia de Barack Obama arroja más sombras que luces. Y no es que sea culpa suya. El obstruccionismo a sus planes más sociales ha sido una constante desde su llegada a la presidencia. El americano de a pie tiene unas ideas muy distintas a los europeos en cuanto a las ayudas que debe ofrecer el gobierno a los más desfavorecidos. Y su plan sanitario, el objetivo más ambicioso de su presidencia, está a punto de naufragar, ya que los propios senadores de su partido ven peligrar su escaño si lo apoyan. Realmente, algo impensable en España. Representantes de un partido político con opiniones distintas a las de su presidente. Y no pasa nada.

Realmente, el presidente se encuentra en una encrucijada. Puede renunciar a sus grandiosos planes y dedicarse a recomponer el maltrecho país que ha heredado o intentar reeditar la ilusión de hace un año, cuando su programa político se basaba en cambiar las cosas. Quién por donde soplará el viento. Vivimos tiempos interesantes...

LA OLA (2008), DE DENNIS GANSEL. CURSO ACELERADO DE FASCISMO.


Todos tenemos claro que el fascismo es un concepto que nos es ajeno, algo que sucedió nebulosamente en el pasado, porque los que nos precedieron eran gentes injustas o cobardes y se dejaron dominar, con más o menos entusiasmo, por unos gallitos de corral.

La premisa que plantea "La ola", una de las más recientes sorpresas del cine europeo, resulta muy interesante. ¿Cómo fue posible el nazismo en Alemania? ¿Es posible que algún día regrese? ¿Cuáles serían las premisas para tal regreso?

El profesor Wenger debe impartir a sus alumnos un seminario sobre autocracia y no se le ocurre nada mejor que hacerlo con clases prácticas. Aunque en principio los alumnos se sienten escépticos y protestan por la sobredosis de culpa que se les ha transmitido como nietos de los responsables del nazismo (eso sí es memoria histórica, y no lo de nuestro país, pero eso es otro tema), pronto acogerán con entusiasmo la propuesta de su nuevo Führer.

Con una velocidad sorprendente, la mayoría de los alumnos acoge con simpatía su nueva situación: el hecho de pertenecer a un grupo homogéneo, la comodidad de abandonar las libertades individuales al arbitrio del grupo y su líder, el sentirse identificados por un símbolo, el identificar a los anarquistas como enemigos... El profesor Wenger empieza también a saborear las mieles del poder absoluto, aunque sea a pequeña escala... y el experimento se le acaba escapando de las manos.

Dentro del grupo de alumnos también existen disidentes, claro. También los hay en los paises totalitarios, gente que es capaz de pensar por sí misma y jugarse el cuello en la oposición al régimen. En dichos paises siempre hay élites: grandes industriales, banqueros y millonarios en general. Es curioso el incondicional apoyo que suelen brindar al líder de la nación. Les es muy útil para mantener a la ciudadanía aborregada y sin un pensamiento propio. Ahora esa función la cumple a la perfección la televisión. En la película dichas élites están representadas por la dirección del centro, que observa con simpatía la disciplina que La Ola inculca a los alumnos. Claro que dicha disciplina suele ir acompañada por las semillas de la violencia...

Dennis Gansel , lejos de entregar una obra maestra, consigue una película entretenida, con buen ritmo y, sobre todo, reflexiva. Nos hace darnos cuenta de lo fácilmente que el fascismo puede penetrar en nuestra vida cotidiana. Como el hecho de que en pueblos como Vic o Torrejón de Ardoz se nieguen a empadronar a los inmigrantes ilegales, puede desatar la chispa que haga a algunos dirigentes políticos declarar que aquí no cabemos todos. Peligroso. La demagogia y el fascismo suelen ir unidos. Es fácil cargar con la culpa de una mala situación económica a los más débiles. Es útil, para los verdaderos culpables, los que han recibido toda la ayuda de los gobiernos para seguir enriqueciéndose desviar la atención sobre los verdaderos males y fomentar el debate acerca de quienes son ciudadanos y quienes son apestados sin derecho siquiera a una prestación médica.

EN EL VALLE DE ELAH (2007), DE PAUL HAGGIS. LOS FANTASMAS DE IRAK.


Todos recordamos el entusiasmo con el que George Bush, disfrazado de piloto de caza, llegó a aquel portaviones recién terminada la conquista de Irak para proclamar ante el mundo su victoria. Pocas veces en la historia se ha hecho un ridículo semejante. La guerra, la verdadera guerra, aún no había comenzado, como se iría comprobando en los meses siguientes.

Paul Haggis, una de las mentes más lúcidas del Hollywood actual, no entrega aquí una película bélica, sino un drama que pretende ser una crítica demoledora de las consecuencias de la guerra desde un punto de vista intimista. Ya lo han hecho magistralmente otros cineastas antes que él, como Lewis Milestone, Dalton Trumbo, Stanley Kubrick o Francis Ford Coppola. Pero parece que estos mensajes antibélicos no terminan de calar en una buena parte de la población de los Estados Unidos, que se embarca en millonarias aventuras bélicas con el mismo entusiasmo con el que después se opone a la universalización de la Seguridad Social.

Hank (un magnífico y contenido Tommy Lee Jones) es un militar de una pieza. Uno de esos hombres que han mamado el ejército desde muy jóvenes y, ya en la madurez, necesitan prolongar su vida privada con retazos cuartelarios: pequeños detalles como la perfección con la que hace la cama o se afeita denotan en él una disciplina adquirida a base de grandes dosis de conductismo. Sus dos hijos han seguido su misma estela militar. Uno de ellos murió. El otro, que ha vuelto de Irak, ha sido dado por desaparecido.

A partir de ese momento, la vida de Hank se va a transformar en una búsqueda desesperada de pistas que le indiquen lo que sucedió con su hijo. Lo que va a encontrar no le va a gustar nada. Los videos que recupera del teléfono móvil que su hijo llevó a la guerra nos resumen la situación caótica que allí se vive: todo iraquí es un enemigo potencial y los soldados pierden su cordura poco a poco en un ambiente hostil. Verlos es como asomarse brevemente a una pesadilla. Al combatiente que va a aquel país le sucede lo mismo que a todos los que les han precedido en las continuas guerras de las que está bien nutrida la historia: cuando vuelve no es la misma persona que partió. Ni siquiera es una persona ya, al menos con la definición que le podemos dar los que no hemos vivido una situación así. Muchos de los sentimientos de los que nos hacen humanos se pierden en el campo de batalla y son difícilmente recuperables.

La invasión de Irak no tuvo nada de noble ni de patriótico. El ciudadano independiente ni por un instante dudó de los sucios fines que la sostenían. Solo que sus patrocinadores hicieron mal los cálculos y dejaron una herida sangrante que tardará lustros en curar. Eso lo comprende bien Hank. El metraje de la película es para él un viaje en el que se le va cayendo poco a poco la venda de los ojos. Cuando al fín puede ver la realidad, siente que su vida entera se le escurre por un sumidero. El sumidero de tantas vidas utilizadas en nombre del patriotismo, siempre para fines oscuros.

martes, 19 de enero de 2010

LA QUEMA DE CONVENTOS EN MÁLAGA. MAYO DE 1931 (2006), DE JOSÉ JIMÉNEZ GUERRERO. LA IRA SAGRADA.


La ciudad de Málaga vivió unas jornadas terribles entre el 11 y el 12 de mayo de 1931. En una sola noche desaparecieron la mayor parte de las obras de arte que atesoraban los templos y conventos de la ciudad, ardiendo una buen número de estos. ¿Se debió a la expresión de una ira acumulada durante siglos contra un poder eclesiástico que acumulaba riquezas mientras el pueblo pasaba hambre o se trató de un acción organizada? En realidad, hubo un poco de ambos elementos, pero lo cierto es que tan solo sirvió para añadir más odio a la tensión entre las dos Españas que acabaría desembocando en la Guerra Civil, además de ser un golpe horrible para la ciudad, del cual todavía hoy nos lamentamos. Málaga sería muy distinta si hubiera conservado su patrimonio.

La Málaga de hoy poco se parece a la de hace ochenta años. Algunas de las iglesias y conventos más esplendorosos de la ciudad acabaron desapareciendo y muchos los hemos conocido solo por imágenes. Gran cantidad de esculturas (entre las que destaca el Cristo de Mena, una especie de emblema del patrimonio perdido) y pinturas acumuladas durante siglos se volatilizaron en segundos en hogueras improvisadas. La Semana Santa de hoy se compone fundamentalmente de copias de las imágenes antiguas. Quedaron muy pocas de las originales. Aunque muchas de las iglesias se restauraron, la Málaga conventual de antaño desapareció para siempre dando lugar a una ciudad sin mucha personalidad, al menos arquitectónica.

José Jiménez Guerrero recoge estos hechos en su libro con gran rigor y amenidad. A su análisis he dedicado un artículo en "Suite 101":

http://suite101.net/article/la-quema-de-conventos-en-mlaga-mayo-de-1931-a8978

EL QUINTETO DE LA MUERTE (1955), DE ALEXANDER MACKENDRICK. UNA VIEJECITA LETAL.


Los estudios Ealing fueron los responsables de la producción de una buena cantidad de joyas del humor británico en los años cincuenta. Pasados los horrores de la guerra, lo mejor era intentar olvidarlos a través de la risa. "The ladykillers", conocida en nuestro país como "El quinteto de la muerte", es quizá la joya de la productora.

Con reparto excepcional, en el que sobresalen Alec Guiness y un joven Peter Sellers, al final el personaje estelar resulta ser el de una inolvidable Kate Johnson, recordada para siempre por este papel de viejecita encantadora y entrometida, que frustra sin saberlo el "plan perfecto" de los atracadores que tiene por huéspedes.

Y es que no hace falta demasiado para fabricar una perfecta comedia: una casa de dos habitaciones, su dueña, que parece sacada directamente de los dibujos animados de Silvestre y Piolín y cinco desgraciados que pretenden dar el golpe de su vida a costa de la ingenua viejecita, que con su amabilidad extrema y la impagable ayuda de sus encantadores loros, acabará haciéndoles la vida imposible.

Yo la ví hace muchos años y todavía recuerdo lo que me reí. Esta vez ha vuelto a suceder lo mismo. Con sus imperfecciones y la humildad de su planteamiento, se encuentra a años luz de cualquiera de las comedias prefabricadas que se estrenan hoy día, que no se acercan ni por asomo al humor negro y cruel que destila esta joya. Y, aunque no la he visto, me parece que debe ser muy superior a la versión que realizaron hace unos años los hermanos Coen.

domingo, 17 de enero de 2010

TEATRO: EL PEZ GORDO, DE ROGER RUEFF. MUERTE DE UNOS VIAJANTES.


Vivimos en una sociedad capitalista. Salvo en el caso de los funcionarios, buena parte del resto de los trabajadores deben dedicar sus horas laborales a predicar las bondades de su empresa en contraposición de las de la competencia. Esa es la esencia del sistema: vender es mucho más importante que producir.

En la suite de un hotel encontramos a tres personajes que, en medio de una convención, preparan un pequeño ágape en espera de algunos invitados. Su objetivo principal es engatusar al presidente de una importante compañía para captarlo como cliente, a fín de salvar a su propia empresa.

Phil está ya casi en los sesenta, divorciado y de vuelta de todo. Es la amarga voz de la experiencia. Larry, de mediana edad, es un agresivo comercial que se encuentra en el punto culminante de su carrera. Bob es un recién licenciado cándido y extremadamente religioso. Los dos primeros se conocen desde hace años y se las saben todas. Bob se encuentra ante su primera experiencia de este tipo.

Durante hora y media, y sin cambiar de escenario, al espectador no se le va a dar respiro. La obra de Roger Rueff reflexiona acerca del mundo del trabajo, como afecta a ciertas personas envolviendo su vida en una constante persecución de objetivos. Si bien para Phil y Larry dichos objetivos son lo prioritario en su existencia y a ello deben subordinarse todos los demás aspectos de la vida, por lo que viven en constante tensión y ansiedad, para Bob las cosas son distintas. Él pone sus creencias religiosas por encima de todo y no se resigna a mantener una máscara durante el tiempo de trabajo.

Paradójicamente, y por mera casualidad, es Bob quien logra contactar con el "pez gordo", pero su sentido humanista de la religión y su nulo olfato comercial pueden dar al traste con la operación de manera estrepitosa.

La obra nos habla de las extrañas casualidades que llevan a la consecución o no de un negocio y sobre si es bueno o no ser fiel a la empresa aún por encima de la propia moral. En el fondo nos está retratando una absurda caza de un hombre endiosado, de cuyas improbables palabras va a depender la vida o la muerte (en sentido figurado) de las personas que forman una compañía. Esto es el capitalismo: la dependencia de muchos del capricho de unos pocos. De los que están arriba.

Al final el personaje que rebosa más humanidad es el de Phil, que a su edad ha comprendido que una cosa son los objetivos que buscamos y que pedimos a la vida y otra lo que la vida nos va dando.

Extraordinario reparto, con mención especial a Toni Cantó, que compone un excelente retrato del vendedor puro, aquel que pone en el punto de mira al cliente como trofeo potencial.

viernes, 15 de enero de 2010

LOS HUNDIDOS Y LOS SALVADOS.


Esta semana hemos tenido que volver a asumir que el mundo es un lugar, por decirlo de un modo suave, imperfecto. La naturaleza no distingue entre lugares, pero tiene por costumbre ensañarse con los pobres, ya que estos no están preparados para soportar sus embestidas.

En estas circunstancias, como es también costumbre, algunos demagogos con tribuna permanente e injustificada en los medios de comunicación aprovechan para expresar sus pareceres y explorar los límites de la indignación humana. El nuevo obispo de San Sebastián, un tal Munilla, nos sermonea sin que se lo pidamos y sostiene que nuestra tragedia espiritual es mucho peor que lo que ha sucedido en Haití. Como cada vez se les hace menos caso, nuestros prelados necesitan llamar la atención de algún modo, de acaparar titulares y de hacer buena la máxima de que es bueno que hablen de uno, aunque sea mal. Poco después, y como era de esperar, en vez de rectificar y perdir perdón, se ha proclamado mártir y ha declarado que se ha tergiversado el sentido de sus palabras. Lo cierto es que personalmente no entiendo en qué consiste dicha tergiversación. Él explica que hablaba como teólogo. Dejémoslo ahí.

Otro pájaro que ha aprovechado para hablar es Pat Robertson, un conocido y millonario predicador estadounidense. Este habla con más claridad que su colega español, aunque también desde un punto de vista teológico. Nos ilumina revelándonos que la tragedia de Haití ha sido debida a un pacto de sus habitantes con el diablo. Al margen de la necedad de tales palabras, cabría preguntarse qué le han ofrecido los haitianos al maligno a cambio de tamaño terremoto. Es tan demencial que habría que encerrar a este señor en una institución psiquiátrica. Lo malo es que habrían de seguirle unos cuantos millones de seguidores.

En otro orden de cosas, los españoles podemos sentirnos reconfortados. No todo se hunde en el mundo. Un empresario forradísimo ha dejado su herencia a la familia real, en concreto, la mitad a los sobrinos del Rey (son tantos ya que les va a venir como agua de mayo) y la otra mitad a los príncipes de Asturias para que creen una "institución benéfica". Realmente, como diría Cándido, nos encontramos en el mejor de los mundos posibles y todo sucede como debe suceder.

Desde aquí mi solidaridad con Haití. Sé que las palabras no sirven para nada, pero quien pueda ayudar, que ayude en la medida de sus posibilidades. Esto va también por los príncipes. Por si leen este blog.

EL SIRVIENTE (1963), DE JOSEPH LOSEY. EL AMO DE LA CASA.


Si yo perteneciera a las así llamadas "clases altas", podría comenzar este artículo hablando acerca de las dificultades de encontrar en el mercado un buen criado, un profesional eficiente y discreto, pero no es el caso, al menos por el momento.

El remilgado Anthony Mounset sí que cree haber encontrado a su sirviente perfecto en la figura de Hugo Barrett, un mayordomo que se ocupa hasta en los más nimios detalles de la comodidad de su amo. Ninguno de los dos protagonistas son lo que parecen ser en un principio. El amo es un ser débil y apocado, circunstancias que apenas puede ocultar detrás de una máscara de insegura arrogancia. El criado, bajo su apariencia fría y eficiente oculta a un auténtico manipulador, que poco a poco, aprovechándose de las debilidades e incontrolados impulsos sexuales del otro, irá trastocando las relaciones de poder entre ambos y convirtiéndose en el verdadero dueño y señor de la casa, consiguiendo invadir los espacios más íntimos de la existencia de Mounset.

La película de Losey muestra como pocas el basamento de una buena parte de las relaciones entre seres humanos: batallas subterráneas de poder y sumisión, aprovechamiento de secretos y debilidades del contrario... Todo ello en el clima opresivo de un hogar burgués de atmósfera malsana que es el marco perfecto de la degradación en la que acaban embarrados los protagonistas, que terminan comportándose como niños degenerados.

Quizá, dadas las tendencias políticas de director y guionista (Harold Pinter) pueda interpretarse la película como una parábola de la eterna lucha de clases, pero en la que los parias no pretenden construir una sociedad nueva, sino apropiarse de la forma de vida de los de arriba y moldearla a su gusto. Una película digna de ser revisada en más ocasiones. Su marcado simbolismo y el gran número de detalles que pueden pasar desapercibidos en una primera visión invitan a ello.

DERSU UZALA (1975), DE AKIRA KUROSAWA. LA NATURALEZA DE UNA AMISTAD.


Siempre me ha gustado asomarme a las versiones cinematográficas de los libros que acabo de leer, a ser posible al día siguiente de acabar la lectura, cuando aún se encuentra fresca en la memoria y las imágenes que la recrean pueden enriquecer nuestra propia visión. A veces sucede lo contrario y rechazamos lo que vemos en la pantalla (seguramente me ocurrirá con la nueva versión de Sherlock Holmes), pero, personalmente, tiendo a respetar el trabajo de los que traducen las letras a imágenes.

Con "Dersu Uzala" no abrigaba ningún temor, pues ya me había acercado a la película hacía años y conservaba un inmejorable recuerdo de ella. Recién terminado el libro, he vuelto a repasarla y sigue siendo la misma obra maestra que recordaba.

Kurosawa realizó esta película para la Unión Soviética y es de agradecer que, como en el caso de la novela, no contenga mensajes políticos ni propaganda alguna. Se trata de un canto a la amistad y a la naturaleza filmados con gran pureza, que fluctua entre el relato de aventuras y el drama intimista.

Para cualquier espectador resultará inolvidable la prodigiosa actuación de Maksim Munzuk, encarnando a un Dersu Uzala de apariencia frágil y entrañable, pero endurecido por los años de supervivencia en la naturaleza, dotado de la más sencilla sabiduría que alterna con las supersticiones más primitivas y una visión muy particular del mundo. Dersu es incapaz de sobrevivir en la ciudad. Debe trasladarse a casa de su amigo por problemas de salud, pero se consume en lo que considera espacios opresivos del interior de una vivienda y se indigna por las leyes absurdas que rigen la vida ciudadana: no entiende por qué no puede disparar su arma en la calle o por qué la leña cuesta dinero.

Una de mis películas favoritas, un encuentro entrañable entre dos seres de mundos antagónicos pero que se quieren y se necesitan.

miércoles, 13 de enero de 2010

TRES NOVELAS EJEMPLARES (1920), DE MIGUEL DE UNAMUNO. NADA MENOS QUE SERES HUMANOS.


Unamuno es un escritor muy personal. Nunca quiso acatar normas estilísticas o de cualquier otra índole a la hora de abordar sus obras. En su concepción el realismo no se encontraba en detalladas descripciones sociales, sino en el interior del ser humano. Su lectura resulta siempre intensa y a veces produce sentimientos de angustia, angustia que el propio autor transmite a sus criaturas y de ellas, al lector. En el prólogo a estas "Tres novelas ejemplares" recoge una teoría de Oliver Wendell Holmes referente a la creación de personajes, o más bien a su realidad sobre el papel. Si tenemos un personaje al que llamamos Juan en conversación con otro, en realidad tenemos a tres juanes:

"1. El Juan real; conocido solo para su Hacedor.
2. El Juan ideal de Juan, nunca el real y a menudo muy desemejante de él.
3. El Juan ideal de Tomás (el interlocutor); nunca el Juan real ni el Juan de Juan, sino a menudo muy desemejante de ambos."

Y a todo esto, Unamuno acaba espetando:

"Pues si esto os parece un lío y no sois capaces, no ya sólo de comprenderlo, más de sentirlo y de sentirlo apasionada y trágicamente, no llegaréis nunca a crear criaturas reales y, por tanto, no llegaréis a gozar de ninguna novela ni de vuestra vida. Porque sabido es que el que goza de una obra de arte es porque la crea en sí, la re-crea y se recrea con ella".

Personajes con vida propia fuera del autor, pero que no pueden existir sin éste. Personajes de nivola, antihéroes atormentados, víctimas de sus obsesiones y de los equívocos producidos por la personalidad que muestran a los demás, que se escapan del control de la mente del autor que los concibió.

En las tres novelas existe siempre un personaje fuerte que impone su voluntad a los demás, que acaban subyugados y empujados a una existencia y a unas acciones que no desean, pero que no pueden evitar: se trata de novelas de alto contenido psicológico, en la que se da importancia capital al mundo interior de los personajes. El tiempo y el lugar en que transcurre la acción carecen de importancia. Lo que interesa es mostrar al lector ejemplos del comportamiento humano, en muchos casos absolutamente pasionales y faltos de razón, y pretendiendo ejemplarizar al que asume la lectura de sus textos:

"¿Ves, lector, por qué las llamo ejemplares a estas novelas? ¡Y ojalá sirvan de ejemplo!"

En definitiva, ejemplos perfectos de las obsesiones estéticas y morales de Unamuno, en el que las acciones parecen fluir de una manera extraña y enfermiza, estableciendo el dominio de unos seres humanos sobre otros, los débiles de espíritu. La vida misma.

martes, 12 de enero de 2010

OCHOYMEDIO: EL MEJOR CINE DESDE ECUADOR.


Ayer recibí un mail desde Ecuador solicitándome la inclusión de uno de mis artículos en el periódico de "Ochoymedio", una original iniciativa cultural de aquel país, consistente en la exhibición de ciclos del mejor cine, tanto clásico como contemporáneo, a través de varias salas cinematográficas especialmente acondicionadas para estos eventos.

Un ciclo dedicado a Jacques Tati, otro a los mejores clásicos de western y otro más a Roman Polanski son algunas de las magníficas propuestas de la programación de enero. Produce una sana envidia que en un país que se supone menos desarrollado que el nuestro florezcan iniciativas como esta, algo prácticamente utópico en nuestro desierto cultural, donde en todos los cines podemos encontrar las mismas películas, como si los dirigiera el Gran Hermano.

Les recomiendo desde aquí que echen un vistazo a su página y tomen nota de un proyecto llevado con imaginación, rigor y un desmesurado amor por el cine y la cultura. Y es que el índice de desarrollo de los paises no debe medirse solo a través de los indicadores económicos...

Desde aquí agradecer a los impulsores de Ochoymedio la visita a este blog. Su autor se encuentra a su disposición para lo que precisen y les manda un abrazo. Aquí el enlace:

http://www.ochoymedio.net/

TENIENTE CORRUPTO (2009), DE WERNER HERZOG. LIVING NUEVA ORLEANS.


No he tenido la oportunidad de ver la versión anterior de este mismo título, firmada por Abel Ferrara, aunque no por falta de ganas. Simplemente no he tenido oportunidad. Me la han recomendado varias veces y Ferrara es siempre una apuesta segura.

Según he leído, Herzog no ha filmado exactamente un remake, sino que ha cogido algunos elementos de la versión precedente (un policía corrupto y drogadicto que vive al límite) y ha trasladado la acción de Nueva York a Nueva Orleans, dándole un enfoque totalmente nuevo a todo lo demás.

La ciudad de Nueva Orleans después del Katrina ofrece un escenario perfecto a la historia que Herzog quiere contarnos. El arranque es magnífico, con esos policías que se divierten, con notable mala uva,a costa de un preso olvidado, encerrado en una celda que se está inundando lentamente... Y ya aquí aparecen las contradicciones del teniente, capaz de lo mejor y de lo peor. Si por un lado aprovecha su posición para robar (y consumir) toda la droga de que es capaz y es un apostador contumaz con serias deudas de juego, por otro se nos muestra también como un policía entregado a su trabajo, que apenas duerme (quizá tampoco pueda) y preocupado por que resplandezca una cierta justicia, aún a costa de métodos insólitos y a veces brutales. Claro que, con tanta droga en el cuerpo, las distracciones son inevitables... Y las alucinaciones también. Ni siquiera el espectador está seguro a veces de qué elementos son reales o no en determinadas escenas.

Nicolas Cage, un actor irregular, que no siempre sabe elegir sus papeles, compone en esta ocasión un personaje casi tan memorable como el de la recordada "Living Las Vegas". Parecen dársele bien los papeles autodestructivos. La ciudad, aunque retratada muy fragmentadamente, parece ser otro personaje de la trama: abandonada a su suerte por el gobierno americano en su momento peor, parece estar recuperándose lentamente de una catástrofe que casi acaba con ella y ese sentimiento aparece impreso en el rostro de sus ciudadanos.

Mi recomendación es que acudan a verla sin prejuicios. Se trata de una propuesta arriesgada y original en los tiempos que corren, una película políticamente incorrecta que parece hacer buena la máxima que dicta que ninguna mala acción ha de quedar sin recompensa.

lunes, 11 de enero de 2010

CLUBES DE LECTURA DE MÁLAGA EN ENERO: PAOLO GIORDANO CONTRAATACA.


Los clubes de lectura malagueños prosiguen su andadura tras el pequeño parón que supuso el mes de diciembre. En la Biblioteca Provincial se sigue leyendo el excepcional "La forja de un rebelde", de Arturo Barea, al menos durante las dos primeras semanas del mes. Supuestamente, para la tercera se facilitará un nuevo libro, de título aún desconocido.

En la librería Cincoechegaray, se va a comentar "La soledad de los números primos", que ya se leyó hace un par de meses en la Biblioteca Provincial, de tan grato recuerdo para mí. Realmente, si hubiera asistido a la sesión del mes de noviembre hubiera tratado de impedir tal elección, pero una vez hecha, no estará de más pasarme por allí para volver a realizarle nuevamente una crítica constructiva.

En Vélez-Málaga prosigue su andadura el Club de Lectura de la Sociedad de Amigos de la Cultura. Para este mes se ha elegido al siempre interesante Miguel de Unamuno: "Tres novelas ejemplares".

Y en Nerja, en la Asociación "La aventura de escribir", una de las herederas de La Casa de las Palabras comentarán "El caballero de la armadura oxidada", de Robert Fisher.

Respecto a los detalles de días, horarios y lugares de celebración, se encuentran en la columna de la derecha.

DERSU UZALA (1923) DE VLADIMIR ARSENIEV. CAMINANDO JUNTO AL BUEN SALVAJE.


El libro ruso del siglo XX con el que tradicionalmente comienzo el año ha sido en esta ocasión "Dersu Uzala", de Vladimir Arseniev. La adaptación de Kurosawa pasa por ser una de mis películas favoritas. Una de sus escenas me emocionó de tal modo en su momento que casi me hizo llorar. Dersu es un hombre conmovedor. El artículo está publicado en "Suite 101":

http://suite101.net/article/dersu-uzala-de-vladimir-arseniev-a8415

jueves, 7 de enero de 2010

LA FORJA DE UN REBELDE (1990), DE MARIO CAMUS. LAS TRIBULACIONES DE BAREA.


Para finalizar las entradas dedicadas a Arturo Barea, solo me queda recomendar la visión de la magnífica serie que le dedicó Televisión Española hace ahora veinte años. Puede verse gratuitamente en su web.

Cada libro está dividido en dos capítulos, por lo que el total son seis. El argumento se encuentra fielmente reflejado en las imágenes de Mario Camus y el protagonista, Antonio Valero, realiza una actuación bastante digna en un papel difícil, bien acompañado por conocidos secundarios como José Luis López Vázquez (magnífico en su papel de cura represor), María Barranco o Manuel Alexandre. La ambientación cuenta con todo lujo de medios y nos transporta sin problemas a las distintas épocas del relato, destacando el Madrid en guerra, a pesar de alguna escena de bombardeo un tanto ridícula.

Hablando estrictamente de la novela, no puedo dejar de transcribir un párrafo del último libro que me llamó mucho la atención, cuando Barea conoce al padre Lobo, un cura que apoya ideológicamente lo que significa la República:

"Tenía su propia batalla mental. Lo que le hería más hondo no era la furia desatada contra las iglesias y los curas por gentes brutales, enloquecidas y llenas de rencores, sino el conocimiento de la culpabilidad de su propia casta, la clerecía, en la existencia de esta brutalidad y en la ignorancia y la miseria abyectas que existían en el fondo de ellos. Debía ser infinitamente duro para él el saber que los príncipes de su Iglesia estaban haciendo lo mejor para mantener a su pueblo oprimido, que estaban bendiciendo las armas de los generales y los señores, y los cañones que bombardeaban Madrid."

MICRORRELATO DE AÑO NUEVO.


- No sabes lo que te espera este año...

- ¿Bueno o malo?

- Mediocre, como siempre.

martes, 5 de enero de 2010

EL CRIMINAL (1960), DE JOSEPH LOSEY. EL MICROCOSMOS CARCELARIO.


Joseph Losey fue ante todo un cineasta comprometido con sus ideas. A los veinte años vivió la gran depresión del 29, lo que le hizo adoptar un ideario comunista orientado a la justicia social, lo que le haría ser víctima de la caza de brujas en los años cincuenta y realizar una carrera ciertamente cosmopolita.

En "El criminal" se nota el interés de Losey por las organizaciones sociales. La cárcel es un microcosmos donde existen clases dominantes basadas en la ley del más fuerte y en el prestigio de la carrera criminal de cada cual. La prisión es para Losey una metáfora de la sociedad capitalista, donde los que saben adaptarse mejor al medio aplastan a los demás. Para el director la vida entera transcurre en una gran cárcel, de ahí que las actitudes del Sr. Bannion sean las mismas en la celda que en su lujoso apartamento.

La película, aún perteneciendo al género negro, tiene poco interés en mostrarnos acciones criminales (del atraco poco vemos y sabemos) y bastante en estudiar las relaciones entre los miembros de esta casta: en su código de honor cabe todo menos la delación. Quién es reo de delación en la sociedad criminal es prácticamente un muerto en vida.

Una obra imperfecta de Losey, interesante por lo que acabo de exponer, pero en la que los personajes no son más que estereotipos, como si la película fuera un muy bien rodado experimento acerca del comportamiento humano.

lunes, 4 de enero de 2010

EL ARCA RUSA (2002), DE ALEKSANDR SOKUROV. LOS FANTASMAS DEL HERMITAGE.


A veces es difícil realizar una definición precisa de lo que es el cine. Casi siempre pensamos en una historia lineal con unos personajes reconocibles. Pero el cine también es experimentación y riesgo, como sucede en esta atrevida apuesta de Sokurov.

La película nos ofrece, a través de un único plano-secuencia de hora y media, un paseo por el palacio de Hermitage, en San Petesburgo, testigo vivo de la historia de Rusia, de sus esplendores y sus miserias. La cámara va a seguir durante casi todo el recorrido a un diplomático francés decimonónico, que viaja en el tiempo cada vez que cambia de habitación: podemos contemplar parte de la magnífica colección pictórica del museo, los bailes y actos diplomáticos de la aristocracia rusa e incluso atisbar los años negros del asedio a Leningrado por los nazis.

¿Cómo juzgar una propuesta tan singular? Para los interesados en la historia de Rusia, es una manera muy original de zambullirse en ella, aunque ciertamente la película es más disfrutable por su elaborada estética y realización que por la profundidad de sus contenidos. Sukurov ha puesto más empeño en deslumbar al espectador con sus logros técnicos que en transmitirle una reflexión seria más allá de los divertimentos de la corte del zar. Hubiera sido una buena oportunidad utilizar todo este despliegue de medios para mostrarnos la evolución del zarismo al comunismo, sus consecuencias sobre el pueblo ruso e incluso meditar acerca de las siempre difíciles relaciones de Rusia con Europa.

Cabría preguntarse por qué razón Sokurov no ha querido apenas acercarse al siglo XX, al siglo comunista, consecuencia directa de los despilfarros de la corte, mientras las clases populares se hundían en la miseria. Solo al final podemos atisbar algo, cuando el diplomático marqués de Custine se niega a proseguir el viaje hacia el futuro, quizá intuyendo que le esperan visiones terribles allí.

domingo, 3 de enero de 2010

LA FORJA DE UN REBELDE. LA LLAMA (1951), DE ARTURO BAREA. CAPITAL DEL DOLOR.


Concluyo aquí, a través de Suite 101, la serie de artículos acerca de la trilogía de Arturo Barea, aunque quizá todavía incluya algún texto suelto que me parezca especialmente interesante, y por supuesto, algo sobre la serie de Mario Camus. La crónica de Barea es uno de los libros más sinceros que pueden leerse acerca de la génesis y desarrollo de un conflicto que aún sigue afectando, aunque no lo creamos, a nuestra vida cotidiana. Leer a Barea es comprender muchas actitudes, muchos discursos y muchos silencios. Algunos dicen que lo mejor es pasar página. Estoy de acuerdo, pero sin olvidar y homenajeando siempre a tantos vencidos que lucharon ingenuamente por defender la legalidad republicana y fueron traicionados por ambos bandos.

Aquí el enlace:


El paseante que camina por la Gran Vía madrileña difícilmente puede imaginar que durante muchos meses esta calle estuvo situada a escasos kilómetros del frente de batalla en el asedio de Madrid. La frecuencia con la que fue bombardeada hizo que se rebautizara como "Avenida de los obuses".

Arturo Barea trabajó durante buena parte de este tiempo como encargado de la censura periodística en el emblemático edificio de Telefónica, siendo allí testigo de los sinsentidos y atrocidades de la guerra y sintiendo como su mundo se derrumbaba poco a poco.

La "llama" del título de esta tercera parte hace referencia al incendio de toda España, resultado de la combustión de todas las tensiones sociales que se habían ido acumulando en los años precedentes y que en buena medida están expuestas en los dos libros anteriores.

La narración comienza en Novés, un pueblecito de la provincia de Toledo, donde el protagonista pretende alejarse durante el verano del "mundanal ruido" de Madrid tomando una vivienda. Allí va a descubrir un microcosmos de la situación general del país.

Nos encontramos en los años del "bienio negro", los años en los que la República está regida por la derecha, que acaba de reprimir de forma brutal la revolución de Asturias y aprovecha para abolir las reformas sociales del gobierno anterior.

En Novés, los caciques del pueblo prefieren tener sus tierras sin cultivar para que los proletarios del pueblo pasen hambre y se olviden de exigir derechos laborales y vuelvan a comportarse como lo que siempre han sido: siervos. La situación es ciertamente explosiva. Con la llegada de las elecciones generales del 36, Barea conseguirá organizar un mitin en el pueblo que devolverá por algunos momentos a sus habitantes más humildes la dignidad perdida.

Durante estos capítulos se reflejan de manera cristalina las contradicciones de la República: si bien era un régimen democrático de libertades, de los más avanzados de Europa, sus buenas intenciones no llegaban a los que lo necesitaban. Los poderosos, con la ayuda de la Iglesia, interponían todas las trabas posibles para que no se abolieran sus privilegios y conspiraban en la sombra para favorecer un golpe de Estado.

Por otra parte, las izquierdas se encontraban mezquinamente divididas entre quienes buscaban una democracia parlamentaria, quienes querían abolir el Estado o quienes buscaban una revolución, ya fuera o no bajo la égida de la Unión Soviética. El Frente Popular fue una unión efímera, favorecida por las circunstancias, pero cuya fragilidad saldría a la luz nada más comenzar la Guerra Civil.
Arturo Barea se va a mover entre dos aguas: su trabajo, a pesar de pertenecer a UGT, le hace relacionarse continuamente con elementos de lo más reaccionario, incluso con españoles que favorecen que la industria e ideología nazis penetren en nuestro país, lo cual le escandaliza y le asquea a partes iguales.

El autor describe muy bien el ambiente de los primeros días de guerra en Madrid: en principio la vida cotidiana continua: hay una verbena en el Paseo del Prado, la gente sale el domingo a comer en el campo... Pero bien pronto los tiroteos callejeros y los bombardeos nocturnos avisan a los madrileños de que la guerra va en serio.

Si bien al principio el protagonista está convencido de querer colaborar con la República desde su puesto de censor de la prensa (una labor un tanto orwelliana), los bombardeos indiscriminados, la falta de disciplina de los milicianos, el abandono de los refugiados y las disputas en mismo seno del bando republicano van a ir minando su moral y sus nervios.

La crónica de Barea no es la del heroico Madrid del "no pasarán", sino la de la miseria de los que están atrapados en medio de una guerra cruel y amarga. Sus simpatías siempre son para un pueblo que consigue su dignidad luchando y haciéndose matar por quienes les han oprimido durante siglos. Solo que, encima de ellos, otros los están manejando como a marionetas.

El final de Arturo Barea es el de los perdedores, el de los muchos españoles que salieron del país por la puerta de atrás del exilio, solo que él supo dejarnos estás crónicas sinceras, uno de los mejores testimonios de nuestro desastre colectivo:

"Le hablé de la guerra, repugnante porque enfrentaba a hombres de la misma sangre unos contra otros, en una guerra de dos Caínes. Una guerra en la cual sacerdotes eran fusilados en las afueras de Madrid y sacerdotes daban su bendición al fusilamiento de pobres labradores. (...) Millones como yo, que amaban sus gentes y su pueblo, estaban destruyendo, o ayudando a destruir, aquel pueblo y aquellas gentes tan suyas. Y lo peor es que ninguno de nosotros tenía el derecho de permanecer neutral".