lunes, 4 de enero de 2010
EL ARCA RUSA (2002), DE ALEKSANDR SOKUROV. LOS FANTASMAS DEL HERMITAGE.
A veces es difícil realizar una definición precisa de lo que es el cine. Casi siempre pensamos en una historia lineal con unos personajes reconocibles. Pero el cine también es experimentación y riesgo, como sucede en esta atrevida apuesta de Sokurov.
La película nos ofrece, a través de un único plano-secuencia de hora y media, un paseo por el palacio de Hermitage, en San Petesburgo, testigo vivo de la historia de Rusia, de sus esplendores y sus miserias. La cámara va a seguir durante casi todo el recorrido a un diplomático francés decimonónico, que viaja en el tiempo cada vez que cambia de habitación: podemos contemplar parte de la magnífica colección pictórica del museo, los bailes y actos diplomáticos de la aristocracia rusa e incluso atisbar los años negros del asedio a Leningrado por los nazis.
¿Cómo juzgar una propuesta tan singular? Para los interesados en la historia de Rusia, es una manera muy original de zambullirse en ella, aunque ciertamente la película es más disfrutable por su elaborada estética y realización que por la profundidad de sus contenidos. Sukurov ha puesto más empeño en deslumbar al espectador con sus logros técnicos que en transmitirle una reflexión seria más allá de los divertimentos de la corte del zar. Hubiera sido una buena oportunidad utilizar todo este despliegue de medios para mostrarnos la evolución del zarismo al comunismo, sus consecuencias sobre el pueblo ruso e incluso meditar acerca de las siempre difíciles relaciones de Rusia con Europa.
Cabría preguntarse por qué razón Sokurov no ha querido apenas acercarse al siglo XX, al siglo comunista, consecuencia directa de los despilfarros de la corte, mientras las clases populares se hundían en la miseria. Solo al final podemos atisbar algo, cuando el diplomático marqués de Custine se niega a proseguir el viaje hacia el futuro, quizá intuyendo que le esperan visiones terribles allí.
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