lunes, 25 de enero de 2010
CENTAUROS DEL DESIERTO (1956), DE JOHN FORD. MARCADO POR EL ODIO.
El cine de John Ford ha sido desde siempre modelo para varias generaciones de grandes directores. Como curiosidad, decir que Steven Spielberg tiene tres películas favoritas que ve todos los años: "Los siete samurais", de Kurosawa, "Lawrence de Arabia", de David Lean y la que nos ocupa.
Un hombre de Texas regresa a casa después de muchos años. Ha estado en la guerra civil. En el bando perdedor, pero forma parte de los hombres que adquieren una extraña y amarga sabiduría en la derrota. En cualquier caso llega a decir que él nunca se rindió. Pero la paz no está hecha para Ethan Edwards. Al poco tiempo, los indios comanches matan a su familia y raptan a una sobrina. A partir de ese momento su vida no va a ser más que la crónica de una obsesión: encontrarla a cualquier precio.
John Wayne compuso con Ethan quizá el más complejo y atormentado de sus personajes. Su odio a los indios les hace verlos como subhumanos y matarlos (y no solo eso, también cortarles la cabellera o dispararles a los ojos una vez muertos para que su espíritu no encuentre paz) es lo único que le sosiega.
No vamos aquí a repetir los consabidos elogios a esta cinta: se trata de una de las grandes obras maestras del cine, modélica en todos los aspectos, y como tal la reconozco. Se me ocurrió viéndola que podría también interpretarse, aunque no fuera esa la intención del director, como una metáfora de la situación actual de Estados Unidos. Los protagonistas de "Centauros del desierto" sienten Texas como su casa, pero en realidad son colonizadores, que arrebatan la tierra y la caza a los pobladores originarios, por muy salvajes que sean y sufren las represalias (o el terrorismo, me atrevería a decir) de éstos. Los nuevos colonizadores americanos se enfrentan a situaciones similares. Dios sigue estando de su parte, así como la civilización y la democracia, pero buena parte de los conquistados no es de este parecer. Como Ethan, Estados Unidos lucha lleno de rabia, pero una lucha sin esperanzas de victoria ni de redención.
Mucho se ha polemizado acerca del personaje principal, siendo acusado principalmente de racista. Pero el director nos lanza el siguiente mensaje: el racismo y el odio no llevan a nada, engendran solo paisajes tan desérticos como los escenarios de la película. La mirada amarga de John Wayne nos lo está diciendo en cada fotograma. A cada paso va perdiendo un poco más los rasgos que le hacen humano. El presunto final feliz, lo es solo de cara a la galería.
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El personaje de Ethan tiene un característica fundamental: la soledad. Su racismo, su violencia, su amargura y su odio proceden de ella. Está completamente solo, el resto de los personajes tienen algo o alguien a quien agarrarse siempre más importante que Ethan o, como en el caso de su cuñada, su ética, su moral está por encima de los sentimientos.
ResponderEliminarEl final de la película puede parecer feliz, pero no lo es, tampoco es un final trágico. Ethan vuelve a su soledad, si es que ha salido de ella en algún momento, y su sobrina entra en un mundo extraño, que poco o nada tiene que ver con su vida.
Hay unos cuantos westerns que representan bastante fielmente y censuran, como tu indicas al referirte a Centauros, la política de Estados Unidos, antes y ahora.
Para mí, Centauros del desierto es una de las mejores películas de la historia del cine y cada vez que la veo la disfruto.
Un abrazo
Victoria
Hace tiempo que llevo oído que ésta es una de las mejores películas de la historia del cine (y la número uno es "el acorazado Potemkin"), pero me sumo a quienes lo encuentran un poco incomprensible. Además, siento antipatía por las mitologías del western a las que John Ford tanto ha contribuido.
ResponderEliminarUn análisis muy acertado, Victoria, se nota que has visto la película más de una vez. Ciertamente, la soledad patológica del protagonista le hace tener esa actitud sombría ante la vida.
ResponderEliminarPara Francisco: nunca he creído mucho en las listas de mejores películas del cine. Cada uno tiene la suya personal e intrasferible. A mí por ejemplo me gusta más que ésta "El hombre que mató a Liberty Valance", aunque no a mucha distancia. Ciertamente directores como John Ford o Howard Hawks ofrecen una visión del oeste como una epopeya que asienta la historia de los Estados Unidos, fundada en el esfuerzo de algunos hombres excepcionales. La realidad fue mucho más prosaica. Creo que la serie "Deadwoodd" (que no he tenido oportunidad de ver), ofrece una visión más realista de aquella época.
Un abrazo a los dos.
Para mí el cine de Ford es más que una defensa de la epopeya estadounidense. Sus personajes son, casi siempre humanos, profundos e interesantes (El hombre que mató a Liberty Valance es también mi favorita), su manera de rodar es magnífica en la mayor parte de su obra. Por otra parte, no siempre tienen sus películas una apariencia de defensa de lo establecido, hay muchas ocasiones en que lo denuncia y, en concreto, sucede con la actuación de los invasores de los pueblos indios, tanto el ejército como los políticos estadounidenses, por ejemplo en El gran combate como película completa, pero también en muchos momentos del resto de su producción.
ResponderEliminarSaludos de nuevo
Sí, desde luego, Victoria. Una de las últimas peliculas de Ford como "El gran combate" dejó como legado una encendida defensa de los derechos de los indios, lo cual parecía entrar en contradicción con mensajes de películas anteriores, aunque si se ven con atención, siempre han retratado a los nativos americanos con una gran dignidad.
ResponderEliminarAbrazos.