Narrada desde un punto de vista infantil, Mi vecino Totoro cuenta la historia de dos niñas que se trasladan con su padre desde la gran ciudad a una zona rural para estar cerca de su madre convaleciente en un hospital. Es una especie de Alicia en el país de las maravillas, pero que muestra seres benignos y ocultos que conviven con esa familia en la realidad. Así pues, los descubrimientos insólitos que va mostrando la sencilla trama de la película el espectador los contempla con los ojos asombrados de la infancia, con mucha más curiosidad que miedo, aunque al principio lo que sucede pueda parecer inquietante. Al final Totoro - un ser que se ha convertido en una especie de icono a nivel mundial - es una especie de peluche gigantesco de carácter tranquilo y afable y suponemos que un guardián del maravilloso entorno en el que han empezado a vivir las niñas. Como curiosidad, el punto de vista adulto de la película está protagonizado por un padre que, lejos de intentar corregir los supuestos delirios de sus hijas, estimula su imaginación y las insta a que sigan investigando, quizá hasta un poco envidioso de que esa etapa maravillosa de descubrimientos haya acabado para él. A Mi vecino Totoro le falta la complejidad de otras películas de Miyazaki, pero está tan bien realizada que se contempla con sumo agrado.
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