Babylon es una recreación de un momento fundamental para la historia del cine: el paso del mudo al sonoro, un asunto que ya abordó de manera mítica esa obra maestra llamada Cantando bajo la lluvia, película que se homenajea en ésta. La película de Chazelle apuesta en todo momento por la desmesura, por un ritmo enloquecido que quiere reflejar la forma de vida de las estrellas y los trabajadores de estos pioneros de Hollywood. Gente que estaba dando forma a un arte nuevo que les estaba reportando grandes beneficios económicos y que querían celebrar todas las noches su buena suerte organizando fiestas en sus mansiones que en muchas ocasiones degeneraban en auténticas orgías regadas con grandes cantidades de alcohol y drogas. O al menos eso dice la leyenda que se encargaron de difundir escritores como Kenneth Anger en su Hollywood Babilonia, al que también se rinde tributo aquí. El director de la magnífica La ciudad de las estrellas sigue rindiendo su particular homenaje a Los Ángeles, esa meca de los sueños que pueden convertirse en pesadillas con suma facilidad. Aunque es una película muy ambiciosa, algo escaso en el Hollywood actual y muy arriesgada, lo único que se le puede reprochar es que no acaba en ningún momento de encontrar su tono, pasando continuamente de lo trágico a lo cómico en un suspiro, aunque el resultado final de este empeño en ofrecer un producto diferente - aunque no lo sea estéticamente respecto a las modas actuales - resulte positivo.
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