La ciudad donde se produjo el crimen es representada por Lagioia con una mezcla de amor y odio. Nada más comenzar, se describe como una plaga de ratas empezaba a amenazar su centro histórico en la época del asesinato, mostrando el lado menos amable de una de las ciudades más bellas del mundo, la ciudad del amor, de los monumentos dos veces milenarios. Pero también una urbe con un destacado lado oscuro, que no siempre surge en los bajos fondos, en el que el autor se propone indagar para intentar explicar lo inexplicable. Y lo hace tomándose su tiempo en describir la psicología de ambos asesinos, cómo su relación, que se basó desde el principio en el abuso de alcohol y drogas, derivó en una noche de locura absoluta en la que no importaban las consecuencias de sus actos. También es capaz de acercarse a la víctima, a su permanente necesidad de dinero rápido, que lo llevaba al mundo de la prostitución homosexual, a través de una existencia paralela que ocultaba a su familia y a su novia:
"El asesinato arroja luz sobre la víctima y el verdugo, y siempre es una luz parcial, una luz perversa: el asesinato es el mal y el mal es el narrador de la historia. El asesinato arroja luz sobre sí mismo para dejar el resto en sombras, para que víctima y verdugo se confundan en la excepcionalidad de lo sucedido. Al mostrarnos a los verdugos como monstruos nos impide acercarnos a ellos a nivel emocional; reduciendo a la víctima a lo extraordinario de su suerte la aleja de nuestra empatía."
Uno de los aspectos más destacados de La ciudad de los vivos es que su autor no se conforma con entregar una crónica periodística, sino que el libro goza en todo momento de un poderoso aliento literario que nos acerca a los protagonistas de una manera estremecedora, algo de lo que solo son capaces los mejores escritores. Además, Lagioia indaga en las consecuencias para las familias, tanto de los verdugos como de las víctimas, que quedan marcadas para siempre por estos hechos inexplicables, protagonizados por personas a las que consideraban absolutamente normales, no los monstruos que describe la prensa. Unos jóvenes que se asoman al abismo del peor de los crímenes sin motivación alguna, simplemente por un reto absurdo producido en unas mentes saturadas de alcohol y drogas y aisladas de la realidad. Una lectura imprescindible que refleja un tipo de indagación sosegada e inteligente que recuerda a autores como Emmanuel Carrère.
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