Michael Fassbender, protagonista absoluto de esta película, encarna a un asesino profesional cuyos pensamientos, transmitidos a través de una continua voz en off, van informando al espectador acerca de la naturaleza de su trabajo. El protagonista - del que creo que no conocemos su nombre en ningún momento - es un ser metódico y paciente, alguien que es capaz de montar una vigilancia de muchos días al domicilio de su víctima mientras vive de un modo espartano. Se trata de un hombre de pocas palabras y muchos pensamientos, un tipo que se justifica a sí mismo asegurando que hace lo que hace solo por el dinero que le reportan sus acciones, fríamente, sin motivos personales. La trama de El asesino comienza con un error en el último encargo asumido por el protagonista, lo que desencadena que los que lo contrataron vayan a por él y ataquen su domicilio - y den una paliza a su pareja - en Santo Domingo. De pronto la labor del asesino adquiere un nuevo matiz: ahora su trabajo se vuelve emocional, pues lo envuelve su deseo de venganza, por lo que debe emprender un viaje a distintas ciudades para encargarse de cada uno de los responsables del ataque sufrido. David Fincher ha filmado una película fría, casi milimétrica en la que el único elemento distorsionador del ambiente física y emocionalmente gélido en el que se mueve el protagonista está en las canciones de The Smiths que escucha mientras trabaja para relajarse. Una obra que es hija de otras anteriores como El silencio de un hombre, Colateral o El americano e incluso de ciertos aspectos de la saga Bond en sus últimas películas, aunque en esta ocasión impregnada por el sello personal de uno de los grandes directores de nuestro tiempo.
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