miércoles, 28 de agosto de 2019

LA MUERTE DEL PADRE. MI LUCHA I (2009), DE KARL OVE KNAUSGÁRD. LA LITERATURA DEL YO.

Escribir acerca de uno mismo debe ser el ejercicio más fácil y a la vez más difícil de la literatura. A la facilidad de acceder al material (solo hay que pasear un poco por los propios recuerdos) se opone un lógico sentimiento de pudor que obstaculiza el deseo de hablar de la propia intimidad y la de los seres queridos, que no tienen por qué ver expuestas sus miserias en un texto literario. Parece ser que Karl Ove Knausgárd se liberó a sí mismo de dichos prejuicios a la hora de emprender su magno proyecto novelístico: nada menos que contar su vida con un estilo minucioso, atento al detalle y que no hace ascos a los recuerdos más nimios y aparentemente intrascendentes de la propia existencia. Quizá la clave que le llevó a ello fue una especie de distanciamiento de los sentimientos respecto a los hechos del pasado:

"Hasta que me mudé a Estocolmo tenía la sensación de que en mi vida había una continuidad, como si se extendiese ininterrumpidamente desde la infancia hasta el presente, enlazada siempre por nuevas relaciones, en una compleja e ingeniosa configuración en la que cada fenómeno que veía era capaz de evocar un recuerdo que despertaba en mí intensos sentimientos, algunos con un origen conocido, otros no. Gente con la que me encontraba que venía de ciudades en las que yo había estado, viejos conocidos, todo formaba una red densamente tejida. Pero cuando me mudé a Estocolmo, ese exceso de recuerdos se hizo cada vez más raro, y un día cesó por completo. Es decir, todavía podía recordar, lo que ocurría era que los recuerdos ya no despertaban nada en mí. Ninguna añoranza, ningún deseo de volver, nada. Sólo el propio recuerdo, y una especie de aversión casi imperceptible ante todo lo que tenía que ver con él."

La grandeza de Knausgárd estriba en que le importa poco que el lector se sienta cómodo con lo que cuenta o con cómo lo cuenta. A él le interesa la evocación, la exploración de sí mismo, si cuando pensaba en ciertas cosas un coche pasaba junto a su ventana e incluso el color de ese cohe o si iba rápido o lento. Pero entre todo este manantial de palabras se encuentra el tesoro, la relación del autor con su familia y sobre todo con su padre, un personaje extraño que un determinado momento se desliga de sus seres queridos y sigue existiendo para ellos, pero ya como un ser etéreo y misterioso, que habita en su propio mundo y que poco a poco se va volviendo más y más alcohólico, más y más aislado hasta su trágica autodestrucción final. Después de pasarse un tiempo deseando su muerte, el protagonista se desespera en el proceso de duelo, porque el pasado inmediato del progenitor es demasiado doloroso como para ser evocado: basta con contemplar las huellas de basura y cochambre que ha dejado en casa de su traumatizada abuela. En cualquier caso, el propio Knausgárd confiesa en una entrevista que la escritura no le ha servido del todo como ejercicio terapeútico, pero sí para sentirse más libre:

"El miedo me viene de mi padre. De lo autoritario que era. Escribí Mi lucha para liberarme de él, y no sé si lo he conseguido. Pero sí he entendido que la vida tiene reglas y la literatura no, que hay una vulnerabilidad esencial en lo literario que permite desmantelarlo todo. En ese sentido, la literatura es lo opuesto al fascismo, y a cualquier sistema. Es un no sistema, un espacio de libertad en el que todo es posible."

martes, 27 de agosto de 2019

NOVECENTO (1976), DE BERNARDO BERTOLUCCI. EL PATRÓN SIGUE VIVO.

Pocas películas hay en la historia del cine tan ambiciosas y desmesuradas como este Novecento. Partiendo de su deseo de contar la historia de Italia de la primera mitad del siglo XX - el auge del comunismo entre las clases populares y la llegada y caída del fascismo de Mussolini -, Bertolucci cuenta la historia de la amistad a través de los años del campesino Olmo (Gérard Depardieu) y de su patrón Alfredo (Robert de Niro), en una explotación agrícola situada en el centro de Italia. Muchos de los campesinos empiezan ya a comienzos de siglos a ser atraídos por la ideas comunistas que se están difundiendo en esos años. La reacción frente a este peligro será el advenimiento del fascismo, que tomará el poder consumando la marcha sobre Roma.

Una de los sentimientos más intensos que he sentido como espectador de esta larguísima cinta (más de cinco horas), es la sensación desperdicio: una historia que podía haber tenido un aliento épico se queda en mero costumbrismo, muy bien filmado, pero extensamente vacío de contenido. Bertolucci quiere contar su historia a base de anécdotas, a base de escenas truculentas o escandalosas, pero que poco aportan a lo que debería ser una trama histórica sobre los conflictos políticos de la época. La producción contaba con talento y con medios más que suficientes para haber sido otra cosa muy distinta y de vez en cuando se atisba algún momento memorable dentro del pequeño caos que constituye la narración. Tampoco ayuda que se hayan dibujado unos personajes demasiado maniqueos e irreales, unos tipos humanos poco creíbles, protagonistas de más de una escena esperpéntica.

Bertolucci intentó, en suma, filmar un lujoso homenaje a la lucha del Partido Comunista frente a unos fascistas retratados como malvados sin ambages (solo hay que fijarse en el histriónico personaje que compone Donald Sutherland), obviando que la política de aquellos años tuvo muchos otros protagonistas. Además, lo hace en los años en los que las Brigadas Rojas ponían en peligro la misma esencia de la democracia italiana. El final es interesante: el campesinado triunfante se dispone a implantar el comunismo con las armas en la mano, pero dichas armas son rápidamente requisadas por representantes del gobierno provisional, entre los que están los mismos dirigentes comunistas. La lucha ha servido para que todo cambie y todo permanezca igual. El patrón ha sido humillado, pero ha salido vivo de la prueba.

lunes, 26 de agosto de 2019

CÓMO MUEREN LAS DEMOCRACIAS (2018), DE STEVEN LEVITSKY Y DANIEL ZIBLATT. LA ENFERMEDAD DEL SISTEMA.

La década de los noventa fue muy esperanzadora para los que piensan que la democracia es el menos imperfecto de entre todos los sistemas posibles para gobernar un país. Después de la caída del comunismo, poco a poco, numerosos países del mundo iban transformandose en regímenes que respetaban los derechos fundamentales de sus ciudadanos. Incluso el pensador Fukuyama llegó a hablar de un "fin de la Historia" en el que había triunfado plenamente la democracia liberal. Un triunfalismo muy prematuro, como hoy sabemos. Si bien en el pasado la forma más obvia de destruir un sistema democrático pasaba por organizar un golpe de Estado o un conflicto civil, hoy se han impuesto sistemas mucho más sutiles, que son capaces de socavar el sistema desde dentro. 

El populismo es uno de los grandes males de nuestro tiempo. En un mundo que tiene miedo del terrorismo, de la inmigración masiva y del terrorismo, por no hablar del regreso de la crisis económica del 2008, no es difícil que haya muchos ciudadanos dispuestos a escuchar los discursos demagógicos de individuos como Trump, Bolsonaro, Putin, Maduro, Orban o Le Pen. Éstos suelen estar impregnados de un fuerte nacionalismo y de un impulso proteccionista a las políticas de puertas adentro: todo lo que venga de fuera es sospechoso e impuro. Y este discurso, que antes trataba de ocultarse parcialmente, se expone ahora de forma directa, sin miedo a lo políticamente correcto, con la excusa de establecer un diálogo sin complejos con el ciudadano. Muchos de éstos se ven seducidos por estos seres que, a los ojos de muchos otros, constituyen una auténtica aberración a lo que significa un verdadero sistema democrático, pero, al final, lo impensable sucede y terminan ganando elecciones. Y todo ello a pesar de las múltiples señales de alarma que se han ido sucediendo en los meses anteriores al día de la votación:

"Donald Trump no era un candidato normal. No sólo era la persona con menos experiencia que se había postulado para el puesto (salvo en el caso de los generales consagrados, jamás se había elegido a un presidente estadounidense que no hubiera ocupado un cargo electivo o un puesto en un gabinete ministerial), sino que, además, su demagogia, sus opiniones radicales acerca de los inmigrantes y los musulmanes, su voluntad manifiesta de incumplir normas básicas de civismo y sus elogios hacia Vladímir Putin y otros dictadores generaban malestar en gran parte de los medios de comunicación y del aparato político. ¿Habían designado los republicanos a un dictador en ciernes? Era imposible saberlo a ciencia cierta. Muchos republicanos se aferraban al dicho de que mientras que los críticos de Trump interpretaban sus palabras literalmente, pero no en serio, sus partidarios las interpretaban en serio, pero no literalmente. La retórica de la campaña de Trump, según este planteamiento, eran «meras palabras»."

Desde luego, existe la responsabilidad de los gobernantes que precedieron a los actuales, que no supieron gestionar la crisis económica de manera justa para todos los ciudadanos, que no han sabido unificar más a la Unión Europea y que cuando se han dedicado a establecer un discurso a favor de las minorías tradicionalmente marginadas, como los homosexuales o a favor del feminismo (todo lo cual es muy loable), se han olvidado de seguir apoyando a las familias empobrecidas, que han dejado de tener esperanza en recuperar su nivel de vida de hace una década. Pero la clave de lo que está ocurriendo, según Levitsky y Ziblatt se encuentra en la transgresión cada más descarada del tracional equilibrio de poderes - legislativo, ejecutivo, judicial e incluso la prensa - que sostenía la democracia. Ya no basta con asegurarse el apoyo del Parlamento: muchos políticos buscan colocar jueces afines en puestos relevantes del sistema. Además, también se ha perdido la costumbre de consensuar asuntos clave entre los principales partidos. La triste realidad es el torpedeo sistemático por parte de la oposición de cualquier iniciativa del gobierno. Si no somos capaces de volver a la situación anterior o reformar la democracia para conseguir de nuevo un equilibrio efectivo entre poderes, estamos condenados a que nuestros sistemas políticos sean cada vez más imperfectos y dependan de oscuros intereses antes que de la voluntad del ciudadano de a pie.

domingo, 25 de agosto de 2019

ELLOS NO ENVEJECERÁN (2018), DE PETER JACKSON. LOS SOLDADOS OLVIDADOS.

La Historia es un rescate del pasado, siempre imperfecto, siempre incompleto, - hay tantas historias como protagonistas de la misma - pero absolutamente necesario. Vivir un conflicto bélico es una experiencia que, por suerte, está vetada a la mayor parte de la población de occidente. Pero hace cien años no era así. Europa se convirtió en el peor de los infiernos y sus jóvenes tuvieron que pelear en las trincheras durante años por motivos confusos contra otros jóvenes que sospechosamente se parecían demasiado a ellos mismos. Hasta habíamos podido ver las imágenes de la Primera Guerra Mundial a través de las filmaciones de la época, situada en los orígenes del cine, imágenes mudas en un apagado blanco y negro, pero que al menos daban testimonio de los horrores de un conflicto de unas dimensiones desconocidas hasta entonces.

Lo que ha hecho Peter Jackson (de manera discutible para algunos), ha sido escoger imágenes del amplio archivo de la época y restaurarlas. Pero no se trata de una restauración al uso, sino de una remasterización y exhaustivo coloreado que consigue unos resultados sorprendentes a los ojos del espectador actual: se trata de un retrato muy verosímil de lo que sucedía en el frente de batalla y en los periodos de "descanso" de la tropa, incluyendo sonido y, lo que es más insólito, las voces recreadas de algunos soldados a través de la lectura de sus labios. 

Así conocemos con un poco más de detalle la desgraciada vida cotidiana de los soldados británicos que sobrevivían en las trincheras del frente occidental, mientras escuchamos incesantemente testimonios de los mismos: de las plagas de ratas, piojos y pulgas, del frío, de los gases letales lanzados por el enemigo, del miedo y de los ataques salvajes y sin sentido contra las fortificaciones alemanas. Toda una generación diezmada, solo para conseguir una victoria que finalmente dio alas a los alemanes que plantearon una revancha veinte años más tarde, es homenajeada con gran respeto en esta gran obra de Peter Jackson.

jueves, 22 de agosto de 2019

CÓMO MORIMOS (1993), DE SHERWIN B. NULAND. REFLEXIONES SOBRE EL ÚLTIMO CAPÍTULO DE LA VIDA.

La muerte es una realidad presente en nuestra existencia, aunque intentamos pensar en ella lo menos posible, al menos en nuestra vida en sociedad, porque íntimamente todos nos preguntamos cómo será nuestro final, si seremos capaz de soportar la idea de dejar de existir para siempre, si la agonía será insoportable o si nos encontraremos a un equipo médico comprensivo que alivie nuestros sufrimientos de última hora. Nos lo preguntamos sí, pero en realidad no queremos saberlo. Pensamos que el momento de la muerte se dará en un tiempo demasiado remoto o que quizá sea algo fulminante, que no nos enteraremos. El doctor Nuland escribió este ensayo, ya clásico, para ayudarnos a acercarnos a una realidad tan recurrente como desconocida en el fondo:

"Ninguno de nosotros parece ser capaz, psicológicamente, de enfrentarse a la idea de «estar muerto», a la idea de una inconsciencia permanente en la cual no hay ni ausencia ni vacío, en la que simplemente no hay nada. Nos parece tan diferente de la nada que precedió a la vida… Como sucede con otros temores y tentaciones que nos amenazan, buscamos modos de negar el poder de la muerte y el gélido influjo que ejerce sobre el pensamiento humano. Su constante proximidad siempre ha inspirado formas con las que tradicionalmente disfrazamos, consciente e inconscientemente, su realidad, tales como cuentos populares, alegorías, sueños e incluso bromas. En las últimas generaciones hemos añadido algo nuevo: hemos creado la forma moderna de morir. La muerte moderna se produce en el hospital moderno, donde es posible ocultarla, purificarla de su corrupción orgánica y, finalmente, «empaquetarla» para el entierro moderno. Ahora podemos negar el poder no solamente de la muerte sino de la propia naturaleza. Nos tapamos la cara ante ella, pero todavía dejamos un resquicio entre los dedos porque hay algo en nosotros que nos obliga a mirar de reojo."

Aunque cada tipo de muerte es único y es percibido de modo diferente por su protagonista, los médicos son capaces de clasificar los fallos funcionales que derivan en el fallecimiento y describir sus síntomas, por lo que pueden hacernos una idea de lo que sentiremos según la enfermedad que nos toque. O el accidente, pues esta última posibilidad siempre está presente y es la que puede hacer que no vivamos los años que nuestro organismo había previsto. Lo que está claro es que es bastante seguro que nos enfrentaremos solos a nuestra última hora o más bien rodeados de desconocidos que se enfrentan a nuestro dolor desde un punto de vista más profesional que emocional, casi como si fuéramos una máquina que se ha estropeado y que hay que reparar. La muerte ideal que proclamaba el cristianismo, en casa y rodeado por nuestros seres queridos y por un confesor hace ya mucho que dejó de ser tolerable en nuestro tipo de sociedad. Preferimos que se produzca en una luminosa sala de hospital, apartada de la vista del resto de la gente. Esto es bastante lógico: el enfermo ha de estar en el edificio donde se encuentran los medios que facilitarán su tratamiento y quizá su curación, pero esta realidad hace que hayamos dado la espalda a la muerte y que cuando esta realidad se presenta en nuestra existencia, sea directamente o a través de un ser querido, el acontecimiento nos sorprenda como algo casi intolerable, casi fantástico.

Cómo morimos, a pesar de estar repleto de pasajes muy duros y descripciones muy gráficas del dolor humano, sirve como manual para acercarnos, aunque sea brevemente, a una realidad que más tarde o más temprano tiene que asaltarnos. También funciona como alegato para humanizar el hecho de morir, para que las intervenciones médicas no se conviertan en una lucha despiadada que derive en sufrimientos innecesarios para los enfermos terminales.

martes, 20 de agosto de 2019

EL UNIVERSO EN TU MANO (2016), DE CHRISTOPHE GALFARD. UN VIAJE EXTRAORDINARIO A LOS LÍMITES DEL TIEMPO Y EL ESPACIO.

El fin, el principio y la configuración del universo en el que vivimos son quizá los mayores misterios. Habitamos un pequeño planeta que forma parte de un apartado rincón de una inmensa galaxia. Pero esta galaxia es una más entre miles de millones. El tamaño del universo es algo inconcebible a escala humana y es probable que jamás podamos viajar por él a una velocidad que nos permita explorar otras galaxias o tratar de llegar hasta sus límites. Además, las últimas teorías científicas juegan con la posibilidad de que nuestro universo sea solo uno entre un número infinito. Cómo aplicar estas posibilidades a nuestra realidad cotidiana es lo que intenta Christophe Galfard a través de un libro especialmente divulgativo que propone una especie de viaje desde el sillón del lector:

"Si estás leyendo esto, significa que ya has viajado 5000 millones de años al futuro. Un buen comienzo, se mire como se mire. Puedes estar bastante seguro de que tu imaginación funciona, y es bueno que sea así, porque la imaginación es lo único que vas a necesitar para viajar por el espacio y el tiempo y la materia y la energía, para descubrir todo cuanto sabemos acerca de nuestra realidad desde la perspectiva de comienzos del siglo XXI."

Pero si explicar el universo visible es complicado, cuando el viaje va desde lo inmensamente grande a lo inmensamente pequeño, la lógica que rige nuestra existencia debe dejarse de lado. El mundo de las partículas elementales cuenta con sus propias reglas, muchas de ellas imposibles de comprender (que algunas partículas existan numerosos lugares a la vez hasta que pone sobre ellas su vista un observador), pero que podrían fundamentar, aunque sea levemente, la teoría de un tiempo que va tomando caminos distintos y creando nuevas realidades respecto a las infinitas posibilidades que ofrece cada instante.

De la ruta por el tiempo y el espacio que ofrece El universo en tu mano, el lector sale un poco más sabio y también algo más confuso, haciéndose nuevas preguntas respecto a asuntos de los que había oído hablar, pero en los que nunca había profundizado. Una lectura amena y a la vez rigurosamente científica.

lunes, 19 de agosto de 2019

ENCYCLOPÉDIE (2004), DE PHILIPP BLOM. EL TRIUNFO DE LA RAZÓN EN TIEMPOS IRRACIONALES.

Vivimos en la sociedad de la información. Y esto implica, entre otras muchas cosas, que nunca ha sido más sencillo acceder al conocimiento, a noticias acerca del mundo que nos rodea. Internet, pese a la abundancia de fake news y contenido malicioso, puede saciar de inmediato nuestra sed de noticias sobre hechos del pasado y del presente, incluyendo las últimas novedades en materias de todos los ámbitos de la ciencia. Con facilidad olvidamos lo que tenía que ser para un ciudadano culto del siglo XVIII acceder a nuevas fuentes de conocimiento. A pesar de la invención de la imprenta, un libro seguía siendo un bien de lujo por aquella época, lo que hace que la hazaña de los enciclopedistas, que trabajaron en un ambiente hostil, con un Estado represor respecto a todo aquello que estuviera en contra de los dogmas del cristianismo, sea más sorprendente si cabe.

Porque el proyecto en el que se embarcaron Diderot y sus compañeros suponía nada menos que recopilar todo el conocimiento de la época, documentarlo en tomos que irían publicándose por orden alfabético y esperar que la censura de la época no secuestrara los ejemplares o mandara a prisión a sus responsables. Además, también hay que tener presente la inversión económica que conllevaba un proyecto de estas caracterísiticas: era posible que una prohibición hiciera mella en los inversores y en los numerosos colaboradores (entre ellos la gran mayoría de las imprentas de París) que estaban implicados en el mismo:

"La Francia de mediados del siglo XVIII no era un buen lugar para librepensadores y personas de espíritu crítico, y la Encyclopédie pretendía ser un monumento a ambos. Sus redactores y editores más importantes eran ateos (un hecho que ni siquiera podían sugerir en sus escritos, so pena de pagar con sus vidas), reformadores sociales y económicos, y críticos de la monarquía absoluta (aunque apenas había algún republicano en sus filas y sólo uno tuvo un papel activo en la Revolución). Muchos de ellos provenían de familias modestas, la mayoría eran plebeyos, algunos protestantes y otros autores de panfletos ilegales que se vendían bajo mano en los establecimientos públicos o en las esquinas de callejones oscuros por parte de vendedores ambulantes furtivos. Los enciclopedistas, como se llamaría a quienes componían la flexible red de los que colaboraban en el gran proyecto, eran los más temidos en Versalles y los que tenían más probabilidades de ir a dar con sus huesos en la Bastilla."

Afortunadamente, la gran aceptación que iba teniendo cada uno de los volúmenes entre los suscriptores de la obra, unido a la mayor tolerancia social que iban logrando poco a poco las nuevas ideas ilustradas, lograron que la Enciclopedia se convirtiera en un éxito editorial de la época. Un éxito en el que estuvieron implicados buena parte de los grandes pensadores franceses de la época: Diderot, Rousseau, d´Alembert, Holbach oVoltaire (este último desde la distancia de su exilio), que lograron la hazaña de publicar una obra que contenía más de setenta mil artículos, muchos de ellos teñidos de crítica al status quo existente en la época. Con Encyclopédie, Blom consigue una narración absorbente, una auténtica crónica del ambiente que se vivía en tiempos ilustrados en la capital de Francia, recorriendo no solo las frecuentes crisis a las que se enfrentó el proyecto, sino también los tipos humanos que se vieron implicados en el mismo y hasta la atmósfera que se respiraba en las calles de París.

viernes, 16 de agosto de 2019

PNIN (1957), DE VLADIMIR NABOKOV. EL EXILIADO RUSO.


Vivimos una época en la que no para de hablarse de refugiados, de personas que se ven obligadas a dejar sus países, ya sea por motivos politicos, económicos o de cualquier otra índole, para embarcarse en la aventura de intentar llegar a una nueva patria, con la incertidumbre permantente de la posibilidad de una mala integración en la misma. Nabokov fue uno de estos emigrantes involuntarios que sirven para describir dramáticamente el siglo XX. Primero en Alemania y a Gran Bretaña, huyendo del comunismo y después en Estados Unidos, huyendo de los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Quizá por eso Pnin, personaje con el que el escritor tiene tantos puntos en común, es descrito con una mezcla de afecto e ironía:

"Idealmente calvo, bronceado y barbilampiño, comenzaba de modo notablemente majestuoso con esa su gran cúpula parda, gafas de carey (que enmascaraban una infantil carencia de cejas), simiesco labio superior, grueso cuello, y torso de forzudo circense embutido en una ajustada americana de tweed, pero terminaba, de forma un tanto decepcionante, en un par de piernas zanquivanas (en aquellos momentos enfraneladas y cruzadas) y unos pies de aspecto frágil, casi femenino."

Pnin es un personaje un tanto grotesco, pero que se hace querer por los colleges y universidades en los que consigue empleos siempre efímeros, siempre inestables que consiguen que cambie con demasiada frecuencia de domicilio. Es un hombre que no consigue integrarse del todo en la sociedad estadounidense, que es incapaz de ocultar un cierto aire de superioridad por ser miembro de la élite rusa, un país de cultura más elevada. En los episodios cómicos que describe Nabokov, en los malentendidos y anécdotas un tanto ridículas en las que siempre anda metido Pnin, late un fondo de amargura, la del exiliado que sabe que no se encuentra en el lugar donde debería estar, que su patria se ha convertido en un lugar hostil y jamás podrá volver a ella.

En cualquier caso, Pnin no me ha parecido una de las narraciones más inspiradas de Nabokov. Bien escrita y con acertados toques humorísticos, le falta un hilo narrativo que empatice con el lector, más allá de lo literariamente anecdótico. 

lunes, 12 de agosto de 2019

CUENTOS FANTÁSTICOS (1980), DE JUAN JOSÉ ARREOLA. LA ESTRATEGIA DE LA ARAÑA.

Para Borges, Arreola era un escritor que podía haber nacido en cualquier lugar o en cualquier siglo, ya que su literatura "fija su mirada en el universo y en sus posibilidades fantásticas". Para este humilde lector, Arreola es el autor de La migala, uno de los cuentos más fantásticos y perturbadores que he leído, que ya había leído hace muchísimos años, en una antología del género de terror y que seguía poblando mi imaginación literaria desde entonces. 

El escritor mexicano es un especialista es mezclar ciencia y fantasía para crear algo tan complicado como una atmósfera propia en cada una de sus narraciones, incluso en las más surrealistas. Sus cuentos están construídos ante todo bajo el signo de la concisión: decir mucho con pocas palabras, sugerir más que mostrar, con un lenguaje que jamás renuncia a la ironía.

En La migala, un cuento de solo dos páginas, el protagonista decide que va a hacerse a sí mismo lo más atroz que puede depararle el destino: compra un ejemplar de la repulsiva araña, notando cuando la lleva a casa el peso leve del animalito dentro de su caja. Una vez, en su hogar, la suelta, la migala se esconde y el narrador comienza una nueva etapa de su existencia, marcada por la presencia (o quizá no), del arácnido escondido en alguna de las habitaciones. Él mismo se ha creado la amenaza perfecta, el terror más refinado y arbitrario, aunque nunca sepamos por qué lo ha hecho (o quizá sí).

LA IDENTIDAD (1995), DE MILAN KUNDERA. LA FUGACIDAD DEL AMOR.

Para Chantal, la protagonista de la novela, amar es tan importante como sentirse amada y tanto como sentirse deseada. Quizá algo que le frustra es que los hombres no parecen mirarla tanto como antes. Aunque quiere a su pareja, también le gusta fantasear, pensar en posibles aventuras. Y estos juegos mentales la llevan curiosamente a mezclar su rechazo a tener hijos con sus circunstancias actuales:

"Chantal se dice: Los hombres se han papaisado. Ya no son padres, tan sólo papás, lo cual significa: padres sin la autoridad de un padre. Se imagina coqueteando con un papá que empuja el carrito con un bebé y lleva además otros dos, uno a la espalda y otro en el pecho; aprovechando un momento en que la mujer se hubiera detenido delante de un escaparate, le propondría al marido una cita al oído. ¿Qué haría? El hombre, convertido en árbol de niños, ¿podría todavía volverse para mirar a una desconocida? ¿Acaso los bebés colgados de su espalda y de su pecho no se pondrían a berrear protestando por aquel movimiento inoportuno? Esta idea le parece divertida y la pone de buen humor. Se dice: Vivo en un mundo en el que los hombres nunca más se volverán para mirarme."

Jean-Marc, su pareja, con el que ha conseguido una relación feliz, que casi los identifica como un solo ser, comete un error estúpido: al advertir que Chantal se encuentra levemente deprimida, se hace pasar por un admirador secreto y escribe cartas a Chantal. A ella solo le hace falta eso para que desbordante imaginación se active: cree ver a su enamorado por todas partes, se imagina quien puede ser y llega a identificarlo con un mendigo. Mientras tanto Jean-Marc asiste pasivamente a las imprevisibles consecuencias de una acción desencadenada por él mismo y que va a poner en peligro su relación o, lo que es lo mismo, su propia identidad que fundió en gran parte y de manera voluntaria con Chantal. 

La última parte de la narración tiene que ver con la reacción de ella y los esfuerzos de él por recuperar su identidad perdida, llegando a buscarla por un Londres onírico, en les sucede lo más inesperado. ¿Se disolverá la identidad común o sobrevivirá a su mayor prueba? Esta novela breve, inteligente y entretenida no ofrece todas las respuestas, pero deja en el aire muy interesantes preguntas.

viernes, 9 de agosto de 2019

MUNDO ORWELL (2019), DE ÁNGEL GÓMEZ DE ÁGREDA. MANUAL DE SUPERVIVENCIA PARA UN MUNDO HIPERCONECTADO.

Que la novela distópica de George Orwell sea utilizada como uno de los grandes símbolos de nuestro tiempo debería producirnos al menos un poco de inquietud. Todo está ya conectado de una manera irreversible. Personas y máquinas. La idea de privacidad hace tiempo que es una quimera, un lujo reservado para las pocas personas que siguen viviendo en un estado salvaje. El resto hemos entrado en una espiral de placeres y comodidades que pagamos a un alto precio. Algorítmos cada vez más sofisticados controlan nuestras vidas y nuestros gustos, la publicidad se personaliza cada vez más y llegará el día en que las agencias elaboren productos totalmente adaptados a nuestros más íntimos deseos, productos que nos serán absolutamente irresistibles y que no podremos dejar de consumir, porque la misma idea de felicidad estará vinculada a ellos. 

El libro de Gómez de Ágreda no es tanto una advertencia como una constatación de lo que viene, de la realidad a la que tendremos que enfrentarnos en los próximos años. Series como Black Mirror no son ciencia ficción, sino una pequeña anticipación (a lo mejor un tanto exagerada, ojalá) de lo que se nos viene encima. Pero no solo están en peligro nuestras libertades. La misma idea de democracia está siendo violentada a favor de oscuros intereses que adaptan su discurso a lo que el ciudadano quiere oir, para después gobernar a favor de unos pocos, mientras siguen siendo capaces de convencer al votante de lo contrario. Unos votantes de mente cada vez más dispersa, incapaces de concentrarse en un solo asunto durante más de diez minutos, acostumbrados al placer inmediato y ajenos a la idea de construir.

Mundo Orwell repite un discurso ya sabido, pero lo hace desde la perspectiva de un militar que conoce bastante el concepto de ciberguerra, un asunto al que dedica bastantes pasajes del libro. Quizá sea éste el peligro más oculto y más terrible de todos: el de un ciberataque que nos deje apagados, huérfanos de una tecnología de la que dependemos para prácticamente todo y abocados a una especie de nueva Edad Media.  

EL ALIADO (2019), DE IVÁN REPILA. REVOLUCIÓN FEMINISTA.

A veces los movimientos sociales de éxito se extreman. Al protagonista de esta novela, un hombre muy de nuestro tiempo, se le ocurre que para hacer avanzar al movimento feminista hasta su siguiente paso lógico, la hegemonía total en la política, la estrategia pacífica no funciona. Por tanto, lo que debería funcionar es el enfrentamiento, el cuanto peor mejor. Desatar los peores demonios del machismo y del feminismo hasta llegar a la disputa violenta en las calles, hasta el estado de excepción si hiciera falta. Las redes sociales son el perfecto caldo de cultivo para calentar la situación hasta ese extremo (en esto la novela exagera, la expresión "arden las redes" suele ser efectiva solo para el mundo digital y no suele contagiar mucho de su ardor al mundo analógico). 

Al final el protagonista se convierte en un ser casi esquizofrénico, alguien que debe ir cambiando radicalmente de pensamiento a cada paso para que su mascarada no sea descubierta, para que nadie sepa que ha organizado de forma anónima una de las mayores revoluciones de la historia. Y en la descripción de este procedimiento es donde se desarrolla el punto fuerte de la narración: su conseguida vena cómica, que está bien secundada por una acertada agilidad en la escritura.

Cuando cierra este libro, es el propio lector el que debe sacar sus propias conclusiones: ¿Repila nos está advirtiendo de algo? ¿la novela es un mero divertimento, un esperpento que lleva hasta sus últimas consecuencias el espíritu de nuestro tiempo o hay algo más? Lo mejor es considerarla una curiosa pieza del género distópico, una especie de Cuento de la criada, pero al revés.