"Tanto Moscú como Kíiv reivindican la figura de Yaroslav el Sabio como uno de sus eminentes gobernantes medievales, y su efigie aparece en los billetes de ambos países. En el de las grivnas ucranianas, el príncipe luce un bigote al estilo ucraniano, similar al que llevaba su abuelo Sviatoslav y fiel a la tradición de los cosacos. En el de rublos rusos, vemos un monumento dedicado a él como fundador legendario de la ciudad rusa de Yaroslavl, mencionada por primera vez en una crónica diecisiete años después de su muerte. Ahí, Yaroslav aparece con la barba típica de Iván el Terrible y los zares moscovitas de su época."
Pero es el siglo XX el que va a poner a prueba verdaderamente la resistencia ucraniana: la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa, la Guerra Civil, la llegada del comunismo, la hambruna provocada por Stalin para doblegar a los pequeños propietarios del llamado "granero de Europa", la Segunda Guerra Mundial, la caída del comunismo y la inmensa corrupción política que acompañó sus primeros pasos hacia la independencia, incluyendo el envenenamiento de un dirigente como Víktor Yúshchenko, que intentó acercar a Ucrania a Occidente mucho más de lo que Vladimir Putin estaba dispuesto a tolerar.
A pesar de la brava respuesta a la invasión y al decidido apoyo de la Otan - que hace todo lo que puede hasta el límite de no llegar al conflicto abierto con los rusos - el resultado de la guerra sigue siendo incierto a día de hoy, por lo que el penúltimo capítulo de la odisea ucraniana está aún por escribirse. Leer esta crónica de Serhii Plonky es la mejor manera de entrar en antecedentes e intentar comprender un poco la complejísima historia de este país en la encrucijada de demasiadas ambiciones externas. Ojalá los próximos capítulos tengan que ver más con recuperaciones económicas e integraciones en Europa que con el desgraciado conflicto con el que tienen que convivir hoy sus habitantes.
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