El comienzo de Lamb nos muestra a una joven pareja que vive prácticamente en aislamiento mientras cuida su granja. El clima frío del exterior también parece haberse instalado entre ellos. Parecen comunicarse solo lo justo, pero no porque se falten al respeto, sino por una especie de tristeza, de la que tendremos cumplida explicación más adelante. El nacimiento de un ser extraño, híbrido entre cordero y humano va a ser acogido por ellos como una especie de milagro, por lo que acogerán a la criatura, a la que llamarán Ada, como a una hija. La situación linda con lo grotesco, pero ellos empiezan a ser felices, algo que terminará comprendiendo un visitante, el hermano de él, que nada más llegar había intentado hacerles ver que estaban consagrando su amor a un monstruo. Aunque cuenta con tintes muy siniestros, Lamb no es una película de terror, sino que intenta crear una atmósfera muy particular que afecte al espectador, algo que consigue solo a medias. El final sí que resulta sorprendente y rompedor con lo visto hasta ese instante, pero en cierto modo se veía venir. La película de Jóhannsson funciona bastante mejor como fábula, la de dos seres que quieren recuperar su felicidad pasada a cualquier precio, intentando recrear un nido familiar cálido frente al frío que los rodea.
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