Le tenía un poco de miedo a este libro, puesto que nunca fui bueno en ciencias y creía que iba a contener terminología fuera de mi alcance. Pero, lejos de esto, el ensayo de Dawkins, es un apasionante alegato, desde un punto de vista claramente divulgativo, contra la religión y su intento de acaparar la explicación de nuestra existencia. Dawkins cree que las herramientas que ofrece la ciencia son mucho mejores que las teológicas, a la par que nos descubre un universo mucho más fascinante. Como sucede con los brillantes ensayos de Russell, Hitchens o Sagan, recomiendo fervientemente la lectura del científico británico. Aquí el enlace:
A todos les
sucede más o menos de la misma manera: desde pequeños son adoctrinados en la
idea de que existe un Dios omnipotente, invisible a nuestros ojos, pero que
está en todas partes y vigila nuestras acciones. Además, hace dos mil años,
mandó a su hijo a la Tierra para redimir nuestros pecados. La cosa no acaba
aquí: si crees y obedeces la ley divina, irás al cielo. Si no crees o cometes
pecados, irás al infierno. Esto que parece tan sencillo, se va complicando con
la edad. Las enseñanzas religiosas van a marcarte para siempre, quieras o no y
por mucho que las rechaces racionalmente, siempre estarán ahí, pues el
condicionamiento infantil es prácticamente imborrable:
"Por
supuesto, quien tiene fe es inmune a toda argumentación: su resistencia ha sido
construida durante años de adoctrinamiento infantil, utilizando métodos que han
tardado siglos en madurar (ya sea mediante evolución o mediante diseño). Entre
los recursos inmunológicos más eficaces figura el cuidado extremo para evitar
incluso abrir un libro como este, que seguramente es obra de Satán." (Richard Dawkins, El
espejismo de Dios, pag. 9)
Ciencia y
religión: dos visiones contrapuestas del mundo
Esta es una
de las grandes barbaridades que denuncia el biólogo Richard Dawkins en este maravilloso libro, que debería
ser lectura obligatoria en todos los centros de enseñanza, como alternativa a
las clases de religión. Y es que a la visión del mundo que muestran las
religiones, el divulgador británico opone la visión de la ciencia que, hasta el
momento, excluye completamente a Dios de la ecuación de la creación del mundo.
Diseño
inteligente contra darwinismo
Estimar que
el universo ha sido creado por una especie de diseñador divino es muy tentador:
aparentemente todo parece dispuesto por una inteligencia superior para que
funcione debidamente, pero este argumento es ampliamente superado por la visión
darwiniana del mundo: la evolución natural es
la que ha conseguido que el mundo sea tal y como es hoy, dejándose muchos seres
en el camino que no han sabido adaptarse a las circunstancias: el diseño de
nuestro mundo no es fijo, sino que ha sufrido constantes cambios durante
millones de años. Además, si aceptáramos la idea de un diseñador divino ¿quién
diseñó al diseñador?
La utilidad
de la religión
Para Dawkins
el pensamiento religioso es pura fabulación. Otorga el mismo valor a la
doctrina cristiana que el que podría otorgarse a la mitología romana o a las
religiones precolombinas. Aun siendo falsa ¿es útil la religión al hombre?
Cualquiera podría pensar que al menos, ofrece consuelo y esperanza al hombre,
un punto de vista firme. En realidad esto puede ser así en algunos casos, pero
también es cierto que el sistema de premios y castigos y las irracionales
exigencias religiosas provocan comúnmente miedo y ansiedad, cuando no fanatismo
y cerrazón. Además, la Biblia o el Corán son guías de moralidad cuanto menos
dudosas: están llenas de matanzas, adulterios, destrucción de ciudades, guerras
divinas y muchos otros hechos poco edificantes que son siempre justificados por
la inescrutable voluntad de Dios. Como escribió Ken Hartung:
“La Biblia
es una guía para la moralidad de grupo, completada con instrucciones para el
genocidio, para la esclavización de los grupos ajenos y para la dominación del
mundo. Pero la Biblia no es mala en virtud de sus objetivos o incluso de su
glorificación del asesinato, de la crueldad y de la violación. Muchos trabajos
antiguos lo hacen -la Iliada, las sagas de Islandia, los cuentos de los
antiguos sirios y las inscripciones de los mayas, por ejemplo-. Pero nadie
vende la Iliada como una base para la moralidad. Ahí está el problema. La
Biblia se vende, y se compra, como guía para indicar a las personas cómo
deberían vivir sus vidas. Y es, de lejos, el best-seller mundial de todos los
tiempos.” (citado por
Richard Dawkins, El espejismo de Dios, pag. 231)
El abuso
religioso en la infancia marca la vida de mucha gente
Como se ha
dicho más arriba, una de las principales denuncias de Dawkins, la que él
considera más sangrante, es el adoctrinamiento religioso que prácticamente todo
el mundo recibe desde pequeño. Puede ser más o menos intenso, pero siempre
termina siendo una barrera para que circule el libre pensamiento y para mucha
gente, las primeras dudas acerca de lo que le han enseñado sus padres y
maestros pueden ser una auténtica tortura (sobre todo porque también le han
enseñado que dudar es pecado y que las dudas se castigan con el infierno).
Dawkins llama a este condicionamiento abuso religioso y lo pone al mismo nivel
que el trauma sexual, pues ambos condicionan la vida adulta (por supuesto,
ambos traumas pueden ser sufridos con diversa intensidad).
La educación
religiosa que los padres ofrecen a sus hijos es un derecho constitucionalmente
protegido en prácticamente todos los países de occidente (mejor no hablar de
países fundamentalistas) y estos mismos padres ven como natural que este
adoctrinamiento se de también en la escuela. El Estado protege a las religiones
y les otorga toda clase de privilegios, impensables para otro tipo de
organizaciones, hasta el punto de que son capaces de condicionar las leyes que
dicta el Parlamento de un país democrático. Pero para sobrevivir, las
religiones necesitan savia nueva y el adoctrinamiento temprano es la mejor arma
de la que disponen. La irracionalidad solo puede enseñarse a edades tempranas y
el mejor antídoto contra la misma es la formación sin restricciones mentales de
ningún tipo. Está estadísticamente probado que el ateísmo tiene mucha más
repercusión entre los grupos sociales mejor formados.
Ateísmo
militante
Contra esto,
Dawkins sugiere un ateísmo sin miedo. En muchos países de
occidente, sobre todo en Estados Unidos, los ateos siguen provocando un fuerte
rechazo social. El científico británico propone superar esto inspirándose en el
movimiento gay y normalizar el ateísmo. En una entrevista concedida a Terrence McNally se
expresa así:
"Hasta
hace poco nadie se atrevía a admitir que era gay. Ahora, se sienten orgullosos
de hacerlo. En nuestros días es imposible ser electo para un cargo público si
usted es ateo. Pienso que esto debe cambiar. El Movimiento de Derechos de los
Gays logró reconocimiento. Inició la idea del Orgullo Gay. Creo que debemos
tener un Orgullo Ateo, una Conciencia Atea. Pienso que resulta evidente que
cierto número de miembros del Congreso deben mentir, porque ninguno de ellos
admite ser ateo. La probabilidad de que en un muestreo de 500 miembros
instruidos de la sociedad norteamericana, ni uno de ellos sea ateo, es
estadísticamente muy improbable. Así que algunos de ellos, por lo menos, deben
estar mintiendo y es una tragedia que deban hacerlo."
Pascal: una
apuesta marcada por el miedo
A pesar de
todo ¿no sería más prudente acogernos a la apuesta de Pascal? Para Dawkins, esto es una
hipocresía: si creemos para evitarnos un hipotético mal eterno tras la muerte,
nos estaremos engañando a nosotros mismos toda la vida, puesto que esta fe no
es la que demanda la religión. Es mucho más honesto una búsqueda libre, activa
y sin miedo de la verdad, que es la apuesta de la mayoría de los científicos, a
la que se une cada día más gente que cuestiona las verdades religiosas. Aquí
Dawkins sigue la estela de pensadores como Bertrand
Russell, Carl
Sagan o
Christopher Hitchens: ayudar a la humanidad a liberarse de supersticiones que
coarten la libertad de pensamiento.
A Dawkins le han criticado que haga campaña por el ateísmo. Se supone que los científicos son personas muy serias que no han de tomar actitudes partidistas, sin embargo se preocupan por los medios materiales para llevar a cabo sus investigaciones, y no hay "medio material" de mayor importancia en la ciencia que el ser humano: alejarlo de las supersticiones debería, por tanto, ser una preocupación de la comunidad científica.
ResponderEliminarHace tiempo que leí este libro, y ahora no recuerdo si menciona las investigaciones recientes acerca del origen innato de la tendencia humana a creer en los fenómenos sobrenaturales. No se trata el teísmo, por tanto, de una mera estupidez, pues sería una estupidez que se repite en el 100 % de las civilizaciones estudiadas, y tampoco tiene que ver directamente con la esperanza en la eternidad ni con la "apuesta de Pascal". La creencia en Dioses y seres sobrenaturales es un reflejo inconsciente de la mente humana que traslada de forma automática el patrón humano de comportamiento a todos los objetos que lo rodean, es decir, se asigna "personalidad" e "intención" a todo, como cuando creemos que nuestro computador nos odia porque no entendemos cómo funcionan los programas.
Superar esta limitación innata es algo que debe lograrse mediante la educación y el razonamiento. Dawkins sí da el dato de que la práctica totalidad de la comunidad científica de élite es atea.
Es una vergüenza que mientras se prohibe la publicidad del tabaco y las bebidas alcohólicas, se consiente la aparición pública de adivinos o astrólogos en los medios de comunicación. Todo ese tipo de cosas deberían ser erradicadas de los espacios públicos y grabadas con duros impuestos en el ámbito comercial. Los echadores de cartas y los curanderos deberían ser tratados como estafadores. Si no se empieza por ahí, difícilmente podrá hacerse nada contra organizaciones tan poderosas como la Iglesia Católica.
Como siempre, una colaboración impresionante Francisco, muchísimas gracias.
ResponderEliminarFrancisco lleva toda la razón en el escandaloso mercado de adivinadores y curanderos ante el que nadie dice nada.
ResponderEliminarPepe