miércoles, 23 de septiembre de 2009

OLYMPIA (1938), DE LENI RIEFENSTAHL. TREGUA OLÍMPICA.


Escribir un blog tiene algo de diario personal, pero sin el don de la privacidad. Una vez publicada la entrada está expuesta a ser escrutada por cualquiera que quiera asomarse a ella, ya sea de forma accidental o premeditada. Ojos amigos, enemigos o anónimos van a juzgar inconscientemente lo que escribes. Muchos de ellos pensarán que han perdido el tiempo. Otros pocos podrán sacar algún provecho de estas palabras, con lo cual puedo darme por satisfecho. Aunque no lo parezca, estoy sacando a la luz gran parte de mi persona, porque en mi existencia tienen gran importancia las experiencias de otras vidas que me transmiten los libros o las películas a los que dedico mi tiempo de ocio. A veces no es fácil escribir, porque la escritura transmite estados de ánimo. Digo esto porque me conmueve especialmente ver a unos jóvenes atletas en su plenitud física, que son convocados a competir pacíficamente en el Berlín de 1936. Las imágenes en blanco y negro nos muestran a unos deportistas concentrados en el momento supremo, alegres en la victoria y resignados en la derrota, pero siempre unidos a los demás en una especie de hermandad entre pueblos que tres años después saltaría hecha pedazos.

Nada más comenzar el documental, el espectador puede seguir la ruta de la llama olímpica, desde Grecia hasta Alemania, a través de países que pronto van a ser devastados por el incendio de la máquina de guerra nazi, como si la llama fuera una metáfora contraria de lo que pretendía ser. Después pasamos al desfile orgulloso de las naciones ante Hitler, que vive un momento de gloria internacional, aunque, contra lo que pueda parecer, no va a gozar apenas de protagonismo en el documental. Es de agradecer que la directora deje a un lado la propaganda (antes de verlo, pensé que podía titular esta entrada "El triunfo de la propaganda", pero luego he tenido que desechar tan "ingeniosa" idea), y se centre en el esfuerzo de los atletas. A Riefenstahl le interesa sobre todo filmar todos los detalles de los cuerpos perfectos en movimiento. Nunca ninguna cámara ha mostrado con tanta lucidez lo que significa competir, la tensión que se transforma en una explosión de energía en el momento clave. Y en todo momento, la música que suena es armoniosa con las imágenes de la pantalla. También pensamos en esos instantes que es una lástima que el talento de la directora no pudiese ser desarrollado posteriormente en una carrera cinematográfica acorde con su maestría.

Las naciones compiten de manera pacífica. Hitler se emociona y parece un ser humano en ocasiones. Un mero espejismo. ¿Qué fue de estos muchachos en la flor de sus vidas? ¿Compitieron bajo la protección de Zeus Olímpico para acabar sacrificados en el altar de Marte? Las imágenes estremecen porque sabemos lo que va a suceder poco después. Preferimos estremecernos con el destino de los que nos precedieron sin pararnos a pensar en el nuestro. Aquellos hombres y mujeres no imaginaban lo que se les venía encima. Desde un palco, el líder supremo de Alemania deseaba victorias que probaran la superioridad de la raza aria. Pronto llevaría esa creencia hasta sus últimas consecuencias.

2 comentarios:

  1. Miguel es verdad lo que dices de que no sabes quien puede mirar tu blog, y que sin querer se deja parte de un mismo. Pero están intesantes las entradas que publicas esta me ha recordado una película que vi hace años, creo que era Carros de fuego, ambientada en la preguerra nazi.

    Saludos y enhora buena por tu labor.

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  2. "Carros de fuego" es una de mis eternas películas pendientes. La tengo localizada en la biblioteca, por lo que espero verla pronto, y más ahora con tu recomendación.

    Un cordial saludo y gracias por tus palabras.

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