domingo, 13 de septiembre de 2009
DISTRITO 9 (2009), DE NEIL BLOMKAMP. DIÁLOGO DE CIVILIZACIONES.
Dejar paso a nuevos directores con talento, que son capaces de realizar obras tan originales como ésta, resulta a veces una buena inversión. A mi entender Neil Blomkamp ha filmado una película destinada a convertirse en un clásico del siempre difícil género de la ciencia ficción.
El comienzo de la trama nos muestra una enorme nave sobre una gran ciudad. Parece ser que asistimos a la enésima invasión extraterrestre, pero un falso documental nos pone en antecedentes: los visitantes llegaron hace veinte años, enfermos, desnutridos y con la nave estropeada. Desde entonces se les habilitó un enorme distrito donde viven confinados, reproduciéndose en progresión geométrica. Ya son más de un millón y constituyen un serio problema para el gobierno sudafricano. Porque esta vez la llegada del ovni no se ha producido en la glaumurosa Nueva York, sino en una infernal Johannesburgo, con lo que las referencias al apartheid son inevitables. Muy revelador resulta escuchar los testimonios de ciudadanos negros, hasta hace poco víctimas de esta política, quejándose de los extraterrestres (a los que se llama despectivamente "bichos" en la versión española) y pidiendo su deportación, cuando no su aniquilamiento. Los extraterrestes, como es evidente, no han sabido integrarse en la podredumbre que constituye su ghetto y sobreviven como pueden a su pobreza material y a su falta de adaptación a las costumbres humanas. Tal falta de entendimiento y la dejadez a la que la administración ha sometido a los visitantes durante veinte años hacen del Distrito 9 un auténtico polvorín y un foco de delincuencia, donde se trafica con armas y con el sustitutivo de la droga para los extraterrestres (comida de gato). Lo único que parece interesar de estos refugiados intergalácticos es su tecnología armamentística, pero no se encuentra la fórmula para que dichas armas respondan al ADN humano.
Con este atractivo punto de partida asistimos al intento de desalojo del distrito por parte de una unidad especial del gobierno, para reubicarlos en una especie de campo de concentración. Los extraterrestes, arrastrando años de vida marginal, no se lo van a poner fácil. Hay es donde entra el protagonista de nuestra historia, el responsable del desalojo, al que un accidente va a unirle a los extraterrestres mucho más de lo que quisiera...
"Distrito 9" es una película de una crueldad sin concesiones, que nos ofrece una visión absolutamente negativa de la naturaleza humana. Para el protagonista la trama va a constituir un progresivo descenso a los infiernos en el que, paradójicamente, tendrá que ir perdiendo su humanidad para comenzar a comportarse de manera humanitaria. Los extraterrestres tampoco lo ponen fácil. No parecen muy inteligentes ni cooperativos entre sí. El guión lo justifica en que son obreros que han perdido a sus líderes, aunque alguno de intelecto superior se oculta entre sus filas. Lo único cierto es que la lucha darwiniana por la supervivencia es ley en la Tierra, provengas del planeta que provengas.
El metraje da lo mejor de sí en su primera mitad que está concebida como un reportaje periodístico muy dinámico en el que se estimula y dosifica sabiamente nuestra capacidad de sorpresa. La segunda mitad se adscribe más al cine de acción y tiros, con un ritmo frenético que no da tregua al espectador. A mí muchas escenas me han retrotraido a la mala uva y a lo político incorrecto de películas como "Robocop" (Paul Verhoeven, 1987), rodadas con mucha frescura, a la vez que con sabias dosis de hiperrealismo, lo cual es muy de agradecer, pues me suele gustar el hiperrealismo en el cine cuando es usado sabiamente. Lo cierto es que la película consigue lo que muy pocas logran: que la mente siga pensando y reflexionando mientras transcurre una historia contada a una velocidad endiablada, pero nunca confusa. Lo podriamos denominar "filosofía dinámica", que conmigo ha funcionado a la perfección, porque he salido del cine haciéndome muchas preguntas y con la sensación de que se me ha respetado como espectador: se me ha ofrecido diversión y reflexión por el mismo precio.
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