viernes, 31 de agosto de 2012

DE VIDAS AJENAS (2009), DE EMMANUEL CARRÈRE. EL EMPERADOR DE TODOS LOS MALES.


Si hace un par de años me deslumbró la historia que contaba Carrère en "El adversario", este año no he podido resistirme a leer otra obra del mismo escritor, que tampoco es de ficción. En ella el escritor francés evoca la vida de su cuñada, una jueza de primera instancia que falleció de cáncer, para brindar un sentido homenaje a una persona a la que apenas conoció en vida. Aquí el artículo:



Hace algunos años, Emmanuel Carrère deslumbró al público con su obra El adversario. Su última obra, publicada el año pasado en España, sigue siendo la de un escritor que sabe posar su mirada de una manera muy especial en los aspectos más cotidianos de la existencia. Aunque escrito de manera literaria, este no es un libro de ficción, puesto que el autor está contando una experiencia personal, muy cercana, cuyos aspectos más íntimos están documentados de una manera muy objetiva, sin excesivas implicaciones emocionales en un relato que podría haber sido sensiblero. El mismo Carrère explica los mecanismos que le llevan a escribir acerca de asuntos extraídos de experiencias reales en una entrevista concedida a Diego Salazar:

"Diego Salazar: Hay dos cosas que a mí me resultan particularmente interesantes de sus libros de no ficción. La primera es que no solo cuentan una historia, sino que son a su vez una reflexión acerca del proceso de contarla. Y, por otra parte, los tres, sobre todo Una novela rusa, pero también El adversario y de De vidas ajenas, son extensas reflexiones acerca de lo que significa ser hombre, acerca de cómo ser hombre en nuestros días.

Emmanuel Carrère: Tienes razón, estoy de acuerdo con ello. Para serte sincero no es algo que tenga demasiado presente mientras escribo, pero sí es verdad que son dos cosas que me interesan y que de cierta manera me salen de una manera natural. Ocurre que, en cierta forma, esos libros son mémoires. Me encanta la posibilidad de escribir mémoires, de trabajar con ese material, aun cuando estás contando otra historia, aun cuando estás contando una historia criminal o una historia de amor. Respecto a relatar el proceso de contar la historia, es algo que a mí me interesa mucho como lector. E imagino que por eso me sale de una manera muy natural: es algo que me interesa, y no creo que sea aburrido o que haya que esconderlo." (Revista Letras Libres, mayo de 2012).

La antítesis de "El adversario"

Este es un relato casi autobiográfico. Se trata de la narración de los últimos días de Juliette, la hermana de su mujer, que murió de cáncer. Pero De vidas ajenas trasciende el mero relato para ofrecernos la perspectiva de la vida anterior de Juliette y su entorno más inmediato: sus esperanzas, sus anhelos, sus frustraciones y sus pequeños triunfos. Una vida joven que se ve truncada por una enfermedad inesperada, a la que se intenta dar un sentido que no tiene, porque la muerte siempre es absurda. En todo caso, Carrère tiene la prudencia de delimitar este relato respecto al anterior:

"Técnicamente habría que escribirlo como "El adversario", en primera persona, sin ficción, sin efectismos y al mismo tiempo era exactamente lo opuesto de "El adversario", en cierto modo su positivo. Sucedía en la misma región, el mismo medio, la gente vivía en las mismas casas, leía los mismos libros, tenía los mismos amigos, pero por un lado estaba Jean-Claude Romand, que es la mentira y la desgracia personificadas, y por el otro Juliette y Étienne." (Emmanuel Carrère, "De vidas ajenas", Ed. Anagrama, pag. 63).

El tsunami de 2004 y el sentimiento de culpabilidad ante el mal ajeno

El comienzo del libro puede resultar un tanto desconcertante, pues el escenario y la situación poco tienen que ver con los del resto del relato. Carrère se encontraba en el sur de Asia en las Navidades de 2004, cuando sucedió la catástrofe del tsunami. A él no le afectó directamente, ya que su hotel no se encontraba a pie de playa, pero fue testigo de muchas historias de desesperación , sobre todo de la muerte de la hija de unos conocidos, que él podía representarse en aquellos momentos como su propia hija. Podía hacerlo, pero en realidad su sensación principal era de alivio, porque la desgracia le había sucedido a otra persona y no a él.


En cualquier caso, el autor no podía alejarse de un continuo sentimiento de culpabilidad originado por la impotencia ante la catástrofe. ¿Qué puede pensar un occidental que está de paso en aquella región ante un suceso de esas características? Puede hacer como que ayuda durante algunos días, puede pronunciar palabras de apoyo a quienes no encuentran a sus familiares, acompañarles a los hospitales, pero en el fondo lo que más desea es salir de allí y volver a su vida de siempre, rodeada de una falsa burbuja de confort y seguridad, que también puede ser destruida de la manera más inesperada.

Una tragedia cotidiana provocada por el cáncer

En Francia, pues, le va a tocar vivir una desgracia mucho más cercana que va a enlazar con la situación emocional que el protagonista ya traía de la primera historia. Carrère no conocía demasiado bien a la hermana de su pareja, enferma de cáncer terminal, por lo que en, principio, cree no va a verse excesivamente afectado por la tragedia en ciernes, tan sólo en la medida en que lo hará en su ser cercano. Pero aquí se produce el milagro. La moribunda es una persona y los que le rodean también y él no puede sino identificarse con el inmenso dolor que va a crearse con la muerte de una madre de tres niñas, que deja atrás a un marido que no acaba de asimilar la nueva realidad que se le viene encima.

Así es como se le ocurrió escribir este libro: el interés humano por el recuerdo de una individualidad es mucho más potente que el posible olvido. Juliette, la fallecida, ha ejercido muchos años como jueza. Este es el punto de partida de la investigación vital de Carrère, que se realiza bajo el principio de que, aunque las personas son más importantes que los oficios que ejercen, son estos oficios, en gran medida, los que moldean a las personas. Y en este caso, el ejercicio de la judicatura, aún en un puesto de poca importancia, constituye la pasión vital de Juliette y de su compañero y amigo íntimo, el juez Éttiene, muy identificado con Juliette, no sólo por el trabajo en común, sino porque él mismo padeció un cáncer en la infancia que le hizo perder una pierna.

Ejercer la judicatura en beneficio de los más débiles

A partir de aquí el lector tendrá noticia de la ambición vital de ambos, que puede parecer modesta, pero para muchas personas es una tabla de salvación. Se trata de limitar el poder de las empresas prestamistas que exigen intereses leoninos a unas víctimas que se han visto cegadas por la necesidad a la hora de firmar el contrato de crédito. Para explicar esta parte de la historia, de la vida de Juliette y Éttiene, Carrère penetra en el complicado mundo jurídico y lo hace accesible al lector. La pasión por el trabajo diario es lo que ha definido a Juliette. Es el mejor homenaje que se le puede otorgar en una hora tan sombría, donde el horror a la inexistencia lo ocupa todo:

"Todo, es decir, el horror. El horror moral de imaginar el mundo sin ella, de saber que no vería crecer a sus hijas, pero también el horror físico, que cada vez ocupaba más espacio. El horror del cuerpo que se rebela porque siente que va a ser aniquilado." ("De vidas ajenas", pag. 159).

El significado íntimo de lo cotidiano

Así pues, con este relato Carrère continúa con su indagación acerca de la verdadera naturaleza de un ser humano que si en El adversario se convertía en un monstruo inescrutable en De vidas ajenas es un ser que dedica su vocación a intentar hacer la vida más fácil a los más débiles. Nadie como el escritor francés para acercar al lector esta misteriosa cotidianidad, cuya significación última ni siquiera nos planteamos.

2 comentarios:

  1. Acabo de leer este libro y me ha encantado, ha sido todo un descubrimiento.
    Un abrazo

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  2. Me alegro mucho que te haya gustado, Madison. Espero que le hayas echado también el ojo a "El adversario".

    Abrazos.

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